AIDEN
—¿En qué m****a piensas? —bramo rompiendo el silencio que nos envuelve.
Ver a mi primo tan apacible como si nada estuviera pasando, hace que la sangre me hierva, que la rabia contenida en mi interior bulla, lista para darle un puñetazo, no obstante, quiero escuchar de su boca que lo siente y que va a hacer algo para que Lilibeth no sufra más.
—Pasó y ya —responde—. He tenido el suficiente cuidado, tanto, que en cinco años no se había enterado de nada, en lugar de reclamarme a mí ¿por qué no mejor le preguntas a la p**a de Silver? Ella fue quien me llamó, sabe que no debe hacerlo a esa hora del día. Pero la perra seguramente ha planeado todo esto, sabes cómo es.
Cierto, si algo tiene Silver además de ser hermosa, es la habilidad de ser una arpía, una m*****a convenenciera que siempre está del lado del mejor postor, no es leal, mucho menos de confianza.
—Arregla esto, Lilibeth sufre —demando mirándolo fijo.
—No puedo —se pone de pie y cierro los puños—. No me mires así, que ella no quiere ni hablar ni verme, sabes que es una cabezota, cuando se le mete algo es difícil que se lo saque.
—Esa no es excusa.
—¡No, no lo es! —exclama dejando su vaso de leche sobre la encimera—. Así como tampoco lo es el que jamás hubieras dejado que ella y yo intentáramos algo por tus estúpidos celos.
—No sé de lo que hablas —niego evitando verlo.
—Lo sabes perfectamente —arguye con respiración acelerada—. Sabes que lo que sientes por ella...
—Se iguala al cariño de una hermano mayor hacia su hermana menor —lo interrumpo—. Tu único trabajo era cuidarla, protegerla y no dejar que algún imbécil se acerque a ella.
Xander toma sus cosas de mala gana, termina su vaso de leche y pasa por mi lado dándome un ligero empujón con el hombro.
—Hazlo tú, sí te parece —murmura por lo bajo con un tono de rabia.
Muevo el cuello con estrés, el que Xander viva conmigo es porque somos familia, pero de ser por mí ya le hubiera dado la patada en el culo. Saco mi móvil con la nueva y recién esperanza de encontrar un mensaje de Lilibeth, pero no hay nada, por lo que al tiempo que tomo mis cosas para ir a la escuela, le marco.
Salgo de casa y no responde, hago un par de intentos más hasta que me veo obligado a mandarle un mensaje de voz.
—Deja de ser tan niña y responde, sabes que me gusta hablar contigo y lo tendremos que hacer en algún momento —suspiro colocándome el cinturón de seguridad—. Por favor, no puedes evitarme todo el tiempo.
Sigue sin responder y piso el acelerador, su auto no estaba aparcado a las afueras de su casa, lo que es un claro indicador de que me evita, y eso es lo que más me cabrea, aprieto el volante con fuerza, acelero valiéndome de que un policía corrupto me pueda detener, y en menos del tiempo estimado llego, aparco en el mismo lugar de siempre, me cuelgo la mochila al hombro.
Mientras camino, los demás bajan la mirada, saben con quién tratan y eso está bien, hay algunos tontos que se creen valientes que se atreven a saludarme con un leve movimiento de cabeza, los ignoro, en estos momentos solo hay una persona que me importa y que captura todos mis pensamientos y atención; Lilibeth. Entro al enorme edificio, la busco con la mirada por los pasillos, no está, pienso en los posibles sitios en los que podría estar a primera hora, la cual siempre se salta con Elsa porque es matemáticas.
Es buena en ello, una m*****a nerd, por eso lo hace, se aburre, voy a las canchas del campo de futbol, no está, sigo al gimnasio, tampoco, recorro la p**a escuela hasta que escucho su risa, el aire me vuelve a los pulmones y camino en dirección de su voz, a lo lejos diviso que se encuentra en medio del patio de la esquina del área de piscinas, riendo con algo que les dice Joel, un nerd del club de ciencias, buena persona y gay.
—Os juro que es cierto, ese tío me miraba como si fuera la próxima reina Isabel —les dice.
—Sí lo creo —digo cuando me acerco a ellos.
La sonrisa de Lilibeth se borra al verme y se pone de pie de manera inmediata, colgándose el bolso al hombro.
—¡Aiden! —me saluda Joel dándome un saludo que acepto de mano y choque de hombro—. Es bueno verte, viejo.
—Me voy —exclama Lilibeth con voz queda.
No da más explicaciones, solo gira sobre sus talones y comienza a alejarse. Mi mirada va directo a su culo, el cual con el contoneo de caderas que realiza, la falda se le mueve de un lado a otro enseñando más piel de la que me gustaría que enseñara.
—Ve por ella, idiota, está de mal humor desde que llegamos —comenta Elsa.
Asiento y corro detrás de mi muy cabezota mejor amiga como si fuera un idiota. Su cabello rubio brilla bajo los rayos del sol y la tomo del brazo ocasionando que suelte una maldición por lo bajo y logrando que me mire a los ojos.
—¿Qué quieres, King? —replica con ojos centelleantes.
—Hablar, y sabes que no me gusta que tú me digas King —espeto con dureza ejerciendo un poco de fuerza en mi agarre.
Frunce ligero los labios y tensa el cuerpo intentando soltarse.
—Es que no quiero hablar contigo —responde.
—Ya te expliqué cómo fueron las cosas, el que no dijera nada solo fue para evitar lastimarte —explico contrariado—. De habértelo contado, estarías llorando.
Su mirada cambia de estar llena de rabia, a una gélida, relaja los hombros y suelta un suspiro lleno de cansancio.
—Honestamente, no me interesa ya, Aiden, el que Xander me hubiera puesto los cuernos todo este tiempo, lo entiendo, de hecho he hablado con él.
Maldito mentiroso de m****a es mi primo, me dijo que no había hablado con ella.
—Lo que me cabrea es el hecho de que mi mejor amigo me hubiese mentido, me vale una m****a el que pensarás en no lastimarme, eres tan egoísta que no te das cuenta de que tus putas mentiras hieren más que cualquier verdad, no solo mentiste, sino que amenazaste a todo el mundo para que no se me acercaran —apunta y la suelto.
—¿Quién te dijo eso? —gruño—. ¿Fue Xander?
—¿Importa quién me lo dijo? —me reta con la mirada—. El punto es que lo sé, nada más que no tengo idea del por qué.
Levanta el mentón y me mira de un modo desdeñoso, mermando el espacio que hay entre los dos, como si los papeles se hubieran invertido y ella se convirtiera en el león y yo la dulce oveja.
—No me quieres cerca de nadie, pero tampoco de ti, entonces dime ¿qué vas a hacer cuando me case con otro? ¿Cuándo deje que me follen? No puedes protegerme toda la vida, tengo que salir al mundo, tiene y va a llegar el momento en el que me dejes ir.
Su respiración se acelera y la mía se mantiene estable, pero por dentro se me pudre la sangre al imaginarla en los brazos de otro, abriéndole las piernas, gimiendo su nombre, al no decir nada entiende todo y mal al mismo tiempo, cree que he dado por terminada la conversación, pero no, solo necesito dejar que se tranquilice un poco más.
—Eso supuse.
Se da la media vuelta y se marcha, la veo entrar al edificio, me devano los sesos encontrando una manera en la que pueda hacer que me perdone, cuando suena mi móvil, diviso el número y lo ignoro. El resto del día transcurre normalmente, yo tratando de todo momento estar cerca de ella, desde sentarme a su lado en las clases que tenemos en común, hasta vigilarla a lo lejos en la cafetería.
Mientras ella ríe y trata de obligarse a pensar que no existo en el mundo, yo pienso en llevarla a mi habitación y... Mi maldito móvil vuelve a timbrar, porque de mala gana salgo de la cafetería asegurándome de que Lilibeth esté con Elsa, estamos en la última hora y muchos se marchan a sus casas.
—¿Qué es lo que quieres? —inquiero con molestia.
—¿Por qué no contestas? He tratado de comunicarme todo el día contigo —me reclama Levi.
—¿Sucede algo? —escudriño cómo a lo lejos Lilibeth se despide de todos y sube a su auto.
—Se trata de Xander, ya se sabe quién es su contrincante en la próxima pelea.
—Quién.
Hay un silencio al otro lado de la línea que no me gusta y altera mis sentidos al tiempo que veo como Lilibeth se marcha, dejándome con el alma en un hilo.
—Responde la p**a pregunta, Levi.
—Lagarto —dice con cautela—. Oliver Strong es su contrincante, el anterior campeón, pero eso no es lo peor, Xander ha cometido la mayor locura de su vida.
—Xander siempre lo hace, arruina todo, no es sorpresa.
Camino hacia mi auto y me subo colocando el móvil al sistema del auto.
—Esta vez es diferente, porque ha dado su palabra frente a los directivos, sabes que cuando un peleador lo hace, no hay vuelta atrás. Mucho menos cuando gente importante ha comprado los boletos para esta pelea, en tan solo media hora ya estaban agotados todos los lugares, desde la zona VIP hasta los últimos del palco.
Era de esperarse, Oliver Strong, mejor conocido como el Lagarto, es un ex campeón de las peleas ilegales, todos le temen, menos yo, la razón por la que no nos enfrentamos él y yo, es simple, si nos vemos, nos matamos a golpes, ambos lo sabemos, a más, tenemos un pequeño pasado en común.
—¿Qué apostó el sin huevos de mi primo?
—No te va a gustar nada.
—Habla.
Levi Kent suelta un largo suspiro.
—No es el qué, sino, a quién, Xander ha apostado a Lilibeth.
AIDENMe levanto con un sin sabor de boca, Xander no llegó a dormir, Lilibeth sigue sin responder mis mensajes, mucho menos atiende mis llamadas, necesito ir al estadio para arreglar la mierda en la que se ha metido mi primo, pero antes debo asegurarme de que Lilibeth esté a salvo, mucho más cuando se trata de esta noche, que es la supuesta pelea. Me levanto y me asomo por la ventana al escuchar el motor de un carro.Lilibeth se sube a su auto y como ya comienza a hacerlo costumbre, lo hace para evitar verme, me le quedo viendo, siente mis ojos encima y levanta la mirada, me saca el dedo corazón y pisa el acelerador. Es temprano, por lo que me doy una ducha rápida, me alisto y en veinte minutos me pongo en marcha hacia la escuela.
OLIVERSiento la lengua de la chica pelirroja que está de rodillas frente a mí, repasando la cabeza de mi verga, es la mejor puta que he comprado, la más barata, ¿por qué? Sencillo, debo ser el único al que esta puta le hace mamadas sin costo, es una maldita posesa, ronronea tocándose las tetas, levanta la mirada y cree que la veo como la persona más sexy, no es así, he visto mejores, y hasta ahora, no ha habido ninguna mujer que me llame la atención o que pueda tener el privilegio de ser mía.—Más —ordeno.—Te gusta tanto como a mí, eh —gime como puta y sus ojos brillan con malicia.Lame mi verga erect
LILIBETHLe doy un sorbo a mi malteada de chocolate y miro fijamente al chico de ojos caoba y cabello avellana que está frente a mí. La única razón por que acepté hablar con Jonathan Baiden, es porque quiero y necesito respuestas claras. Saber de Aiden y en lo que esconde, es mi prioridad, él siempre ha hablado de la honestidad y de la amistad, pero el mentiroso en cuanto te das la vuelta, te apuñala con una sonrisa inocente.—Te ves muy bien —sonríe.—Gracias —respondo con simpleza.Una de las meseras de las mesas adyacentes, se acerca y nos deja la orden, mi hamburguesa sin salsa ketchup hace que se me abra el apetito
LILIBETHTomo una larga bocanada de aire, como si eso sirviera para salir de la pesadilla que quiero que sea esto, pero todo a mi alrededor me grita que no, la gente no para de gritar eufórico, la emoción emana de sus rostros, algunos chicos levantan fajos de billetes a mi dirección, otros me desnudan con la mirada y me gritan incoherencias, cosas agresivas. El cuerpo me tiembla, trato de recordar cada una de las palabras que dijo Jonathan.Hasta donde puedo recordar en estos momentos, Aiden y Xander son peleadores callejeros, ilegales, la cabeza comienza a dolerme y esto a nada de desmayarme, cuando siento que me toman del brazo.—Lilibeth.La voz de Aiden hace que recupe
AIDENNo he dormido, ya ha amanecido y no dejo de caminar de un lado a otro, buscando una manera en la que pueda recuperar a Lilibeth, seguramente en estos momentos piensa que soy un cobarde, pero ella no comprende la magnitud de lo que es una apuesta dentro del mundo de las peleas callejeras, hay mucho dinero que se maneja, mucho que incluso viene de personas dentro de la mafia.Si hubiese evitado el que se la llevara Lagarto, no solo quedaría como un marica cobarde sin palabra, sino, que tendría que dar una cuota mensual de dos millones de dólares por un año a Lagarto, sin contar el desprestigio que tendría, tengo suficiente con el pendejo de Xander, a más, estábamos bajo la mirada de los directivos y gente importante que suele comprar a luchadores como yo, f
LILIBETHAbro los ojos luego de una siesta y cuando despierto, los rayos del sol se filtran por la ventana, anoche pensé que Oliver, como me pidió Lagarto que le llamara, se comportaría como un hijo de puta que me trataría como una perra o peor aún, que me violara, pero nada de eso pasó, solo me dijo que estaría bien y que no me tocaría un solo cabello, luego ordeno al personal de servicio que es una anciana de ojos azules llamada Ana, que me diera una habitación dentro de su departamento, y acto seguido me llevó de cenar.Desde anoche que no lo veo, tengo hambre y si no piensa hacerme daño, no entiendo qué es lo que hago aquí, me remuevo inquieta entre las sábanas y vuelvo a cerrar los ojos con la intención de dormir un poco más, cuando la puerta se abre, abro los ojos de golpe al sentir como me
LILIBETHMi mente permanece en blanco, los labios de Oliver son fríos, pero al mismo tiempo suaves con un ligero toque caliente, abro la lengua, pero él se detiene, me suelta al último momento y me baja como si mi toque le causara quemaduras o repudio. No dice nada, solo tomo su maletín y la cabeza me da vueltas.—Lo siento —musita y luego sale.Me toco los labios con las yemas de los dedos y siento la imperiosa necesidad de besar a quien considero el peor mal amigo del mundo, espabilo.«Vamos, es solo un beso, yo a quien elijo es a Aiden»Con ese pensamiento, salgo y en cuanto lo hago, choco contra alguien o algo demasiado sólido.—Olvidaba decirte que estés lista —demanda jugando de nuevo al papel de hijo de puta—. En medio hora salimos.
LILIBETH—¡Détente! —exclama Aiden.Se cubre el cuerpo, el rostro, y yo sigo aventando todo lo que encuentro a mi paso, es un idiota incluso peor que Xander, el otro por lo menos ya me dice las cosas como son, en cambio Aiden, es un camino sin fin.—¡Eres un hijo de puta! —bramo.Mi respiración se acelera, ya no hay nada a mi alrededor, lo que dice es absurdo, soy una persona, no un objeto o trofeo él cual se debaten para ganar.—Sí, lo soy.De dos zancadas merma el espacio entre los dos y me acorrala contra la pared, tanto su respiración como la mía, se entremezclan, resultado de subidón de adrenalina. Sus ojos azules me capturan y de un momento a otro se aparta, camina de un lado a otro pasándose una mano por el cabello.