Después de desayunar, Juliana y Andrew se fueron a la oficina.Pero a Juliana le incomodaba un montón el asiento de adelante, así que prefirió hacerse atrás.—Me mareo en el carro, atrás me siento un poco mejor... y me entra el aire de la ventana —dijo Juliana.Andrew ya no insistió más:—Está bien, voy a manejar con calmita.Cuando llegaron a la entrada, Andrew apenas frenó y ya estaba un empleado corriendo a abrirle la puerta.En cuanto se bajó, Juliana quedó rodeada por varios empleados que estaban justo entrando a trabajar.Algunos de los jefes se acercaron rápido, queriendo quedar bien:—¿Señora, ya llegó? El señor Leroy siempre dice que le gusta el té con leche, voy por uno ya mismo.Otro se metió:—Yo voy por los pastelitos, sé que a la señora le encantan.Andrew se rio y les dijo, en tono de broma:—¡Ya dejen de engordarla! Juli ya ni puede ponerse el anillo de boda.—¡Eso no es verdad, señor Leroy! La señora está súper delgada, seguro el anillo se encogió, ¡es imposible que el
Juliana le dijo:—Es tan solo una amiga mía, se le perdió el pasaporte hace poco y quería saber cómo sacar otro.Andrew dio un par de pasos a toda máquina y la abrazó fuerte:—Me asustaste... pensé que te ibas del país y ni me ibas a llevar.Juliana volteó la cara y volvió a vomitar.El olor que él traía era dulce, pero empalagoso, y la mareaba más.Además, era ese perfume que claramente no era de ella.Andrew, con cara de angustia, empezó a darle palmaditas en la espalda:—¿Qué te dieron de comer? Ya te había dicho que no comieras cualquier cosa... no podías estar recibiendo todo lo que te ofrecen. Espérame tantito, ahora mismo los voy a despedir.Juliana usó toda la fuerza que tenía y lo empujó:—Haz lo que quieras, despide a quien se te dé la gana, ¡pero deja de usar mi nombre como una excusa!Andrew se quedó pasmado, sin saber ni qué hacer con esa reacción tan fuerte:—¿Juli, estás enojada conmigo? ¿te disgustó que no haya pasado tiempo contigo por el trabajo?Le dijo:—Entonces ma
Los mensajes de Callista no paraban de llegar.Callista: —Por cierto, mira esto, es mi ecografía... estoy embarazada.Junto al mensaje venía una foto.Juliana la abrió y amplió la imagen. En la parte de arriba del reporte se leía clarito:Embrión de 8 semanas, alta posibilidad de sufrir un aborto.Callista volvió a escribir:—Ayer estuvimos en el techo y lo hicimos un montón de veces, probamos todas las posiciones. Capaz nos pasamos, y por eso el bebé... ay, todo es culpa de él. Dice que contigo, en su cama, se siente como si estuviera con una vaca muerta. Que conmigo sí siente algo.Callista agregó otro mensaje:—El doctor dice que para decidir si sigo con el embarazo o me hago un aborto, el papá del bebé tiene que firmar. Así que lo voy a llamar para que baje. Digo, ¿acaso una gastritis es más importante que un bebé, no crees?Juliana no dijo nada más.Agarró un taxi y se fue directo a una firma de abogados.—Hola, quiero que me ayuden a redactar un acuerdo de divorcio.No dio más de
Faltaban tres días para que el vuelo despegara.Callista mandó una foto de Andrew haciendo una parrillada en la playa.Callista: —Para celebrar que estoy embarazada de nuestro hijo, Andrew me trajo de vacaciones a Maldivas. Dijo que como estoy esperando un bebé, lo mejor es que me recueste y espere la comida bien tranquila.Juliana no le respondió.Solo llamó a sus amigos más cercanos para verlos por última vez.Después de todo, tal vez ya no volvería a verlos.Esa reunión fue especial. Juliana se la pasó muy bien, se rio, comió rico, se sintió muy querida.Dos días antes del vuelo, Callista mandó otra foto.Esta vez era Andrew leyendo un libro llamado “Guía para la educación temprana de bebés”.Callista: —Papá anda muy metido el tema del bebé. Aún está chiquitito, apenas es un frijolito, pero ya le habla sagradamente todos los días.Juliana no contestó nada.Fue al banco, cambió todo su dinero a euros y canceló todas sus tarjetas.Al día siguiente, Callista mandó un video.Salían fueg
Andrew colgó el teléfono sin pensar que algo anduviera mal.Pero Callista se veía medio molesta:—Ya casi se acaban los días en los que somos tan solo los dos... después, vamos a tener que escondernos otra vez.Andrew la escuchó y le contestó con un tono que ya sonaba a advertencia:—Que Juliana no note nada raro, ¿eh? Ya sabes lo que pasa si se da cuenta.Callista parecía al borde del llanto:—Sí, sí... ya lo dijiste mil veces.Andrew la vio con esa cara de perrito triste, así que se inclinó un poco y trató de calmarla:—No llores, estás embarazada, no es bueno para el bebé.—Pero me regañaste...—Entonces déjame darte algo. ¿Te compro un bolso? Dime cuál te gusta.Callista levantó la cabeza, sonriendo con picardía:—Vamos a la oficina, pero antes de llegar, hagámoslo otra vez.Andrew no estuvo tan de acuerdo:—Ya le dije a Juliana que voy a llegar en dos horas. No tenemos tiempo.—Solo dile que hubo tráfico, siempre hay tráfico saliendo del aeropuerto.Andrew miró el reloj, dudando u
El título de “señora Leroy” y todo el dinero de Andrew, tarde o temprano, iban a ser suyos. No había que apresurarse, tenía que jugar con calma. Así que esta vez, Callista no dijo nada.Andrew hacía mucho que no volvía a casa de día. Parado frente a esa mansión que conocía tan bien, por primera vez en mucho tiempo sintió algo raro, como si todo fuera extraño. Siempre dicen que la distancia hace más fuerte el amor… quizá por eso le pasaba eso ahora.—Juli, ya llegué —dijo, mientras cruzaba el jardín y entraba rápido hasta el salón.Las plantas del jardín estaban bien cuidadas, y dentro de la casa todo seguía igual: limpio, ordenado, con ese toque que solo Juliana sabía darle.Eso era 100% obra de ella.Andrew sintió ganas de abrazarla y decirle “Gracias, amor, por todo lo que haces”. Pero cuando buscó con la mirada, no la vio por ningún lado. Entonces le preguntó a una empleada que andaba limpiando:—¿Dónde está Juli? ¿Salió a comprar algo?A esa hora, ella siempre estaba en casa.Los e
Andrew estaba a punto de desmayarse de la ansiedad. Pensaba que tal vez Juliana se había ido a lo loco y se estaba quedando en algún hotel, y que al rato se iba a dar cuenta de que le faltaba algo. Le preocupaba que, en medio de ese intento de escaparse, no tuviera dinero. Así que se fue al jardín, se sentó cerca del columpio y empezó a transferirle dinero desde su cuenta.Ni se fijó cuánto mandó exactamente, solo sabía que metió varios ceros. Le preocupaba de verdad que ella la estuviera pasando mal... sin darse cuenta de que Juliana nunca necesitó que él la mantuviera.Al poco rato le entró una llamada del banco.—Señor Leroy, las transferencias que intentó hacer no pudieron completarse.Andrew ya andaba al borde del colapso, como si se le hubiera borrado todo lo que normalmente lo hacía un tipo controlado. Respondió de una:—¿Acaso fue por el monto? ¿O por la cantidad de transferencias? Pueden comprobar que soy yo, si necesitan una firma o un código, lo tengo. Solo quiero transferir
Andrew casi nunca se mostraba tan débil, pero por Juliana no tuvo más opción. Afortunadamente, después de que confirmaron que su esposa realmente había desaparecido, accedieron a ayudarlo.Andrew consiguió finalmente la cuenta de redes sociales de Juliana. Su foto de perfil era un dibujo suyo, que, al igual que su nombre de usuario, transmitía una sensación de completa elegancia y tranquilidad.Juliana no hablaba mucho, pero, para sorpresa de Andrew, había documentado su vida durante todos esos años en línea.Ella había sido una de las primeras usuarias de esta red social, y su primera publicación data de poco después de que comenzaron a salir.—Que vivan los novios (^▽ ^)Ese emoticono tan popular en ese entonces ya era algo anticuado, pero Andrew sonrió al verlo. Aunque habían pasado muchos años, todavía podía sentir la dulzura de aquellos primeros momentos de su relación.A Juliana siempre le había gustado compartir su vida en esa cuenta: sus dibujos cuando tenía tiempo, los regalos