Capítulo 3
Andrew estaba súper preocupado, así que corrió hacia ella y le preguntó:

—Juli, ¿cómo te sientes?

Juliana estaba tan mareada que se quedó un buen rato sin poder reaccionar.

No podía entenderlo.

¿Cómo era posible que Andrew, que decía que tanto la quería, le montara los cachos?

¿No le importaba que ella lo descubriera?

¿O pensaba que lo hacía de forma tan secreta que nunca se enteraría?

El viento de la tarde la hizo sentir un poco más despejada.

Andrew le preguntó:

—¿Te sientes mejor, Juli? Si no estás bien, podemos ir al hospital en un rato.

—No hace falta, de verdad, probablemente fue algo que me hizo daño.

—Entonces, mañana ven a la oficina y comemos juntos.

Juliana se rió.

¿Ir a tu oficina a ver cómo tú y Callista se comen con la mirada?

De repente, se le ocurrió una idea para darle una broma.

—Está bien, mañana voy contigo a la oficina, te haré compañía mientras trabajas y luego almorzamos juntos. Después volvemos a casa juntos en la noche.

Andrew no esperaba que ella aceptara, y su cara se arrugó un poco.

—Pero tengo un montón de trabajo por hacer, no sé si podré pasar tiempo contigo.

—Haz lo que tengas que hacer, yo te esperaré en tu oficina hasta que termines.

—Está bien, como quieras.

Ya en casa, Andrew se ofreció a preparar la tina para Juliana. Fue al baño, pero de una manera rara, cerró la puerta.

Mientras tanto, Juliana bajó las escaleras y volvió al auto.

Cuando encendió el motor, la pantalla mostró inmediatamente el último mensaje recibido.

Andrew: La situación cambió, mañana no podremos hacer en la oficina.

Calli: Ah, qué pena.

Andrew: No te preocupes, vamos al techo, será más interesante.

Calli: Maldición, eres el mejor.

Cuando Juliana regresó a la habitación, Andrew justo salía del baño.

—Juli, ya preparé el baño, ¿quieres ir a bañarte?

—No, quiero acostarme de una vez.

—Está bien, si tienes sueño, duerme. Por cierto, el regalo que dejaste sobre la mesa, ¿puedo abrirlo ahora?

Juliana respondió:

—Ábrelo dentro de una semana.

—¿Por qué tengo que esperar una semana? Quiero ver qué regalo me preparó Juli ahora mismo.

—Porque...

Porque dentro de una semana, me voy a largar para siempre.

—Porque dentro de una semana, vas a entender el regalo.

Andrew le dio un beso suave en la frente:

—Está bien, lo que tú digas, mi vida.

A la mañana siguiente, el celular de Andrew empezó a sonar alrededor de las seis.

Lo apagó, luego se giró y abrazó a Juliana:

—No lo respondas, sigamos durmiendo.

Pero el celular siguió sonando sin parar.

Andrew se veía molesto:

—Aún no es hora de trabajar y ya me están molestando. Estos ejecutivos son unos inútiles, debería despedirlos.

Lo apagó otra vez.

Cuando el celular sonó por tercera vez, Andrew se levantó de mal humor.

—Juli, sigue durmiendo, voy a ver qué es tan urgente.

Juliana respondió con voz suave:

—Hmm.

Se giró, dándole la espalda.

Andrew salió de la habitación con el celular.

Pero, pronto, apareció en la puerta principal.

Fuera, había un repartidor con ropa amarilla que le entregó un paquete.

Andrew lo aceptó, pero cuando volvió, sus manos estaban vacías.

Juliana le preguntó:

—¿Pasó algo grave en la oficina?

Andrew respondió:

—No te preocupes, Juli, todo está bien. Quédate en la cama y descansa. Voy a preparar el desayuno.

No sabía si era por culpa o porque realmente le preocupaba que Juliana hubiera comido algo que le hizo mal, pero Andrew preparó un desayuno bastante completo.

Leche, huevos, pan, mermelada y su favorita, avena.

—A partir de ahora, no puedes comer cualquier cosa, ¿quieres que te consiga una empleada que venga todos los días a cocinar?

—Estoy bien así.

—Vamos, Juli, tienes que hacerme caso, si no lo haces, no podré ir tranquilo al trabajo.

—Andrew, ¿puedo preguntarte algo?

—Claro, pregunta.

Juliana soltó el tenedor y el cuchillo y, de forma tranquila, le preguntó:

—Escuché a alguien decir que después de siete años de matrimonio, las parejas dejan de amarse. ¿Crees que eso tiene algo de cierto?

Andrew mostró una expresión de asco:

—Eso es solo una excusa de los hombres que se enamoran de otras. Yo no soy así, Juli, solo te amaré a ti toda mi vida.

—¿Toda tu vida solo me amarás a mí?

—Te lo prometo.

—¿Y si llegas a enamorarte de otra mujer, que vas a hacer?

—Entonces que me caiga un rayo y me vaya directo al infierno.

Juliana respondió con una sonrisa burlona:

—¿No te da miedo que esas palabras se hagan realidad?

—Lo que dije es la verdad, ¿por qué debería tener miedo?

Juliana volvió a tomar su tenedor y cuchillo y empezó a untar mermelada sobre el pan.

Andrew dijo:

—Juli, tienes que confiar en mí.

Juliana solo respondió:

—Come antes de que se enfríe.

—¿No confías en mí? ¿Qué tengo que hacer para que me creas?

—Hay gente esperándote en la oficina, no llegues tarde.

Andrew finalmente se relajó y se sentó frente a ella:

—Que se esperen un rato, son una bola de idiotas, no sé qué harían sin mí.

Juliana dijo:

—¿Despedirla a ella? ¿De verdad lo harías?

Se refería a "ella", no a "ellos".

No sabía si Andrew se dio cuenta o no, pero escuchó lo que dijo:

—Aparte de ti, no hay nada que me duela perder en esta vida.
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