Capítulo 6
Los mensajes de Callista no paraban de llegar.

Callista: —Por cierto, mira esto, es mi ecografía... estoy embarazada.

Junto al mensaje venía una foto.

Juliana la abrió y amplió la imagen. En la parte de arriba del reporte se leía clarito:

Embrión de 8 semanas, alta posibilidad de sufrir un aborto.

Callista volvió a escribir:

—Ayer estuvimos en el techo y lo hicimos un montón de veces, probamos todas las posiciones. Capaz nos pasamos, y por eso el bebé... ay, todo es culpa de él. Dice que contigo, en su cama, se siente como si estuviera con una vaca muerta. Que conmigo sí siente algo.

Callista agregó otro mensaje:

—El doctor dice que para decidir si sigo con el embarazo o me hago un aborto, el papá del bebé tiene que firmar. Así que lo voy a llamar para que baje. Digo, ¿acaso una gastritis es más importante que un bebé, no crees?

Juliana no dijo nada más.

Agarró un taxi y se fue directo a una firma de abogados.

—Hola, quiero que me ayuden a redactar un acuerdo de divorcio.

No dio más detalles, y el abogado se puso manos a la obra.

En media hora ya tenía todo el papeleo listo.

El abogado le explicó:

—No hace falta que él lo firme. Si están separados por dos años, el divorcio entra en vigor sin problema.

Cuando salió de ahí con los papeles en la mano, justo la llamó Andrew.

—Juli, ¿dónde estás? Ya busqué en todo el hospital y no te encuentro por ningún lado.

—Te esperé mucho rato, pero como no apareciste, me regresé a casa —contestó ella.

—Bueno, lo importante es que estás bien. Perdóname, Juli, hubo algo urgente en la empresa y tuve que encargarme de eso. Puede que en estos días tenga que viajar, quédate tranquila en casa. La próxima semana, te juro que dejo todo y paso todo el tiempo que tengo esos días contigo.

Juliana suspiró con resignación.

Esas promesas repetidas ya ni siquiera le provocaban nada.

Se le habían ido todas las emociones.

—Está bien, vete.

—Juli, siempre eres tan comprensiva, ¿verdad? Mañana regreso con tus flores favoritas.

—¿Comprensiva? —repitió ella, y preguntó:

—Andrew, ¿te gustan las mujeres que se hacen las víctimas, que te persiguen todo el tiempo? ¿Soy demasiado tranquila, por eso te parezco aburrida?

Andrew se quedó callado un momento.

—¿Cómo crees? Me encanta todo de ti. Tal como eres, así me gustas.

—Andrew, ¿alguna vez podrías dejar de amarme?

—Claro que no.

—Si llegas a cambiarme por otra, nunca me volverás a ver.

Andrew respondió con esa risa medio burlona:

—Anda, vete tranquila. Yo puedo bloquear aeropuertos y estaciones. Mientras sigas llamándote Juliana, nunca voy a dejar que te vayas de mi vida.

Pero en mi pasaporte, ya no soy Juliana.

Ahora soy Marisol.

Juliana lo dejó bien claro:

—Lo digo en serio, tengo cómo irme y cómo desaparecer sin dejar rastro.

Andrew seguía con esa sonrisa de tipo confiado, como si estuviera jugando con su mascota:

—Está bien, corre si quieres. Te doy tres días. Después voy por ti. Ya te dije, mientras sigas siendo Juliana, te voy a encontrar donde sea que estés. No vas a poder escaparte de mí.

¿No voy a poder escaparme?

Juliana sonrió.

Entonces vamos a ver... probemos a ver qué tan cierto es eso.

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