Andrew estaba muy desesperado, pero ni la visa ni el boleto de avión se podían conseguir de inmediato. Cuando por fin llegó a Noruega y, tras contactar con la embajada y a la policía local para buscar a Juliana, ya habían pasado tres días.Tocó la puerta del departamento, llamando a Juliana y entró sin pensar, pero el dueño, que estaba limpiando el lugar, lo detuvo con desconfianza:—¿Quién eres tú?—Vengo a buscar a Juli—respondió Andrew, dándose cuenta de que el casero probablemente no la conocía, así que explicó:—Es mi esposa, tuvimos algunos malentendidos y quiero hablar con ella para aclarar las cosas.El casero levantó la mano y dijo:—Aquí no hay nadie con ese nombre.—Su nombre es Juliana, su nombre completo es Juliana Girard.—Mi inquilina se llama Marisol Fabbri, no es la persona que buscas. Está buscando a la persona equivocada.¿Marisol Fabbri? Andrew quedó completamente confundido.—¿Está seguro de que no se ha confundido?El casero, algo irritado, respondió:—Si
El piso estaba lleno de papeles iguales a los que Juliana le dejó. Andrew llevó los cuadernos que ella no terminó de usar del estudio al dormitorio y pasó varios días escribiendo sin parar.En ese momento, el tiempo dejó de existir.Siran, entre lágrimas, le dijo:—Juliana ni siquiera quiere verte. ¿De qué sirve llenar la casa con cartas de disculpa? Deberías decírselo en persona.Andrew reflexionó y, aunque sabía que su madre tenía razón, estaba atrapado en su propio mundo. Con los ojos rojos por el cansancio, respondió con firmeza:—Ella lo sabrá. Si termino de escribir mil cartas, de seguro me perdonará. Tengo que ser sincero...Su voz sonaba ronca, pero hablaba con una intensidad inusual, y sus ojos brillaban de manera extraña. De repente, se levantó, agarró el cuaderno de nuevo y, con las manos temblorosas, siguió escribiendo mientras murmuraba:—Juliana, lo siento, ¿me perdonarás? Si lleno todos estos cuadernos, ojalá pudieras volver y darme otra oportunidad, perdóname.
La desesperación había destrozado por completo su cordura. Tras recibir una dirección muy vaga, esbozó una sonrisa y colgó. No fue ninguna sorpresa saber que lo habían estafado. Sin embargo, no investigó más; ya no le quedaban fuerzas.A partir de ese día, las llamadas similares no cesaron. Todos afirmaban haber visto a Juliana en algún lugar y pedían una recompensa, muy alta. Sabía que muchos eran probablemente fraudes, pero aun así les enviaba dinero, aferrándose a la más mínima razón para no perder la esperanza. Esas supuestas pistas se desvanecían sin dejar rastro, pero a Andrew no le importaba; esa esperanza era lo único que lo mantenía en pie.Incluso aceptaba reunirse en persona con quienes decían tener información. Algunas mujeres lo buscaban en ese estado, vestidas de manera atrevida y con otras directo al grano, le decían sin rodeos:—Señor Leroy, tengo varias amigas; si se siente solo, podemos hacerle compañía.Eran mujeres dedicadas a la vida nocturna. Andrew no les
No se puede negar que la actuación de Andrew en el video tuvo un gran impacto. Hasta los que no entendían el idioma podían sentir su desesperación a través de sus expresiones y los subtítulos.—No lo hará —dijo Juliana, acariciando al gatito y bajando la mirada—. Cada uno hace lo que quiere. Nadie necesita depender de otra persona para poder vivir. Si él va a rendirse por esto, es su problema. No se puede sacrificar una vida por otra.Estaba decidida; incluso si Andrew se para frente a ella, llorando, no cambiaría de opinión.Amélie sonrió un poco:—Está bien, puedes estar tranquila. Ha estado nevando fuerte en el bosque y las carreteras hacia la ciudad están cerradas. Aunque alguien piense que ustedes son la misma persona, no podrán contactarte ni causarte ningún problema.Juliana sintió calidez en su corazón. Probó una galleta recién horneada y, con los ojos un poco llorosos, dijo:—Gracias, están deliciosas.El tiempo pasó rápido, y pronto llegó la víspera de Navidad. Era
Y aquel era el plan que ella tenía para el futuro.Ella había decidido largarse por completo de allí.Juliana Girard entonces preguntó:—Discúlpenme caballero, ¿ya puedo cambiar mi nombre en el pasaporte?—Sí, ya en efecto puede hacerlo, aquí tiene su recibo. Con este papelito puede dirigirse a la ventanilla de abajo para cambiar el nombre en su pasaporte.Y Juliana hizo el trámite de cambio de nombre lo más rápido que pudoPero no cambió nada más: ni el certificado de graduación, ni el acta de nacimiento, ni ninguna otra cosa.Al fin y al cabo, dentro de una semana, tomaría su nuevo pasaporte y se iría muy lejos, el pasado quedaría atrás para siempre, ya no lo necesitaba.Con su nuevo pasaporte en mano, salió de la oficina de trámites. Frente a ella estaba el edificio más emblemático y conocido en toda Ferreirola.En la pantalla del edificio, se estaba transmitiendo una entrevista con el CEO de Finanzas Globo-ALJ, Andrew Leroy.Aquel entrevistador notó un sutil gesto por parte de él y
—Me la quité —dijo Juliana.—Pero esto lo hice a mano, es la prueba de nuestro amor, ¿por qué lo quitarías?Andrew la miró, sorprendido.Juliana respondió sin mucho interés:—Últimamente he subido de peso, y ya no me entra en el dedo.Andrew sonrió de nuevo:—Entonces, otro día lo llevo a la joyería para que lo ajusten.—Ya veremos —respondió Juliana.—Por cierto, ¿qué es eso sobre la mesa?Andrew señaló una elegante caja de joyería sobre la mesa, con cara de sorpresa.—Juli, ¿es un regalo para mí?Juliana asintió.—Así es.Dentro había un pequeño bloque de plata.Ella había derretido sus anillos de boda y los había puesto allí.Andrew, sin embargo, parecía bastante contento.—¿Qué día es hoy? ¿Juli me trajo algo?El corazón de Juliana se paralizó de nuevo.—Hoy... es nuestro aniversario de bodas.Andrew de repente se puso muy serio.Con una sonrisa rara, comenzó a consolar a Juliana:—En verdad lo lamento, Juli, he estado tan ocupado con el trabajo. ¿Qué te parece si salimos a cenar e
Andrew estaba súper preocupado, así que corrió hacia ella y le preguntó:—Juli, ¿cómo te sientes?Juliana estaba tan mareada que se quedó un buen rato sin poder reaccionar.No podía entenderlo.¿Cómo era posible que Andrew, que decía que tanto la quería, le montara los cachos?¿No le importaba que ella lo descubriera?¿O pensaba que lo hacía de forma tan secreta que nunca se enteraría?El viento de la tarde la hizo sentir un poco más despejada.Andrew le preguntó:—¿Te sientes mejor, Juli? Si no estás bien, podemos ir al hospital en un rato.—No hace falta, de verdad, probablemente fue algo que me hizo daño.—Entonces, mañana ven a la oficina y comemos juntos.Juliana se rió.¿Ir a tu oficina a ver cómo tú y Callista se comen con la mirada?De repente, se le ocurrió una idea para darle una broma.—Está bien, mañana voy contigo a la oficina, te haré compañía mientras trabajas y luego almorzamos juntos. Después volvemos a casa juntos en la noche.Andrew no esperaba que ella aceptara, y s
Después de desayunar, Juliana y Andrew se fueron a la oficina.Pero a Juliana le incomodaba un montón el asiento de adelante, así que prefirió hacerse atrás.—Me mareo en el carro, atrás me siento un poco mejor... y me entra el aire de la ventana —dijo Juliana.Andrew ya no insistió más:—Está bien, voy a manejar con calmita.Cuando llegaron a la entrada, Andrew apenas frenó y ya estaba un empleado corriendo a abrirle la puerta.En cuanto se bajó, Juliana quedó rodeada por varios empleados que estaban justo entrando a trabajar.Algunos de los jefes se acercaron rápido, queriendo quedar bien:—¿Señora, ya llegó? El señor Leroy siempre dice que le gusta el té con leche, voy por uno ya mismo.Otro se metió:—Yo voy por los pastelitos, sé que a la señora le encantan.Andrew se rio y les dijo, en tono de broma:—¡Ya dejen de engordarla! Juli ya ni puede ponerse el anillo de boda.—¡Eso no es verdad, señor Leroy! La señora está súper delgada, seguro el anillo se encogió, ¡es imposible que el