Andrew estaba a punto de desmayarse de la ansiedad. Pensaba que tal vez Juliana se había ido a lo loco y se estaba quedando en algún hotel, y que al rato se iba a dar cuenta de que le faltaba algo. Le preocupaba que, en medio de ese intento de escaparse, no tuviera dinero. Así que se fue al jardín, se sentó cerca del columpio y empezó a transferirle dinero desde su cuenta.Ni se fijó cuánto mandó exactamente, solo sabía que metió varios ceros. Le preocupaba de verdad que ella la estuviera pasando mal... sin darse cuenta de que Juliana nunca necesitó que él la mantuviera.Al poco rato le entró una llamada del banco.—Señor Leroy, las transferencias que intentó hacer no pudieron completarse.Andrew ya andaba al borde del colapso, como si se le hubiera borrado todo lo que normalmente lo hacía un tipo controlado. Respondió de una:—¿Acaso fue por el monto? ¿O por la cantidad de transferencias? Pueden comprobar que soy yo, si necesitan una firma o un código, lo tengo. Solo quiero transferir
Andrew casi nunca se mostraba tan débil, pero por Juliana no tuvo más opción. Afortunadamente, después de que confirmaron que su esposa realmente había desaparecido, accedieron a ayudarlo.Andrew consiguió finalmente la cuenta de redes sociales de Juliana. Su foto de perfil era un dibujo suyo, que, al igual que su nombre de usuario, transmitía una sensación de completa elegancia y tranquilidad.Juliana no hablaba mucho, pero, para sorpresa de Andrew, había documentado su vida durante todos esos años en línea.Ella había sido una de las primeras usuarias de esta red social, y su primera publicación data de poco después de que comenzaron a salir.—Que vivan los novios (^▽ ^)Ese emoticono tan popular en ese entonces ya era algo anticuado, pero Andrew sonrió al verlo. Aunque habían pasado muchos años, todavía podía sentir la dulzura de aquellos primeros momentos de su relación.A Juliana siempre le había gustado compartir su vida en esa cuenta: sus dibujos cuando tenía tiempo, los regalos
Esto se suponía que iba a ser una prueba más de su “encanto”.Pero, justo en ese momento, Andrew cayó en cuenta de lo patético que era todo… sobre todo porque Juliana se había ido justo por eso, su amante.Una policía, sin pelos en la lengua mencionó:—¿Entonces tu esposa se fue porque le fuiste infiel?Andrew no dijo nada, solo asintió. Por suerte, una llamada lo sacó del apuro. Tenía la esperanza de que fuera Juliana. Contestó de inmediato.Escuchó la voz de un hombre:—¿El señor Leroy? Soy el abogado de la señorita Girard. Me pidió que lo contactara por un asunto importante. ¿Podríamos vernos ahora?—¡Por supuesto, claro! Voy para allá —dijo Andrew, y sin dar más explicaciones a la policía, mintió con que tenía algo urgente y se fue como loco.No sabía cuántos semáforos se pasó ni cuántas mentadas de madre se ganó en el camino. Solo quería ver al abogado y convencer a Juliana de que volviera.Pero lo que el abogado le entregó fue un contrato de divorcio.Andrew ni lo notó al princip
Andrew vio que el abogado no cedía ni un poquito así que, con cara seria, dijo:—Entonces no hay nada más que hablar. Imprime las copias que quieras, yo no voy a firmar. Y sobre lo de demandar, haga lo que se le dé la gana.Él no creía que Juliana fuera capaz de no presentarse al juicio. Estaba seguro de que iba a hacer todo lo posible por convencerla. Tenían demasiados años juntos, demasiados recuerdos. Con solo verla, él sentía que podría tocar algo en su corazón. Mientras él no aceptara el divorcio, en su mente, tarde o temprano, ella iba a ceder.Pero el abogado ya venía preparado para ese espectáculo. Empezó a explicarle cómo funcionaban las cosas:—Señor Leroy, en realidad, la señorita Girard no necesita demandarlo. Esa sería su última opción. Si se puede, preferiría que todo se resolviera en buenos términos. Por ejemplo, si ya llevan más de dos años separados, se puede pedir el divorcio directamente y el juez lo concede como si fuera una ruptura de relación.Juliana lo había pen
—Señorita Girard —decía uno de los tantos mensajes—, ya conoces a este tipo: nostálgico, le gusta aparentar. Mientras tú no digas nada, él puede seguir manteniéndote. Pero creo que es mejor dejar las cosas claras.—El amor no tiene reglas, pero si yo lo hubiera conocido primero, ustedes dos serían solo viejos conocidos. Las mujeres deben mantenerse arregladas, ¿o quién va a querer llegar a casa con alguien que siempre anda sin maquillaje?—Que sea un poco más joven no me hace especial, pero es mil veces mejor que estar vieja, y peor compitiendo conmigo. Hay que saber cuáles son los límites de uno mismo. Hoy Andrew volvió a decirme que me veo hermosa.—Jajaja, este collar me lo regaló Andrew, lo diseñó él mismo.—Señorita Girard, entiéndeme, ¿sí? Andrew y yo nos amamos de verdad. Y si estás de acuerdo, esa casa puede ser tuya, como parte del trato. Porque a mí Andrew me va a comprar una nueva.…Los mensajes seguían, uno tras otro. Cortos, mal escritos, pero siempre refiriéndose a Julia
Callista no entendió ni nada de lo que Andrew quería decir, y con una sonrisa de oreja a oreja, se le colgó del cuello, emocionada:—¡Esto lo hace aún más emocionante, Andrew! Nosotros… ¡Ay! ¿Pero qué estás haciendo?Su frase se cortó en seco cuando Andrew, ya sin aguantar más, le arrancó el vestido de dormir de un jalón.Ni se inmutó por sus gritos, simplemente la tiró al suelo y ni siquiera la volteó a ver.Los empleados, que solo estaban ahí para hacer su trabajo y cobrar, salieron disparados al jardín apenas vieron el show.Callista se quedó pálida unos segundos, pero, cuando notó que estaban solos, pensó que lo había entendido mal y se puso coqueta otra vez:—Que cosas, no tenías que ser tan agresivo… Yo también quiero pero un poco más suave. ¿Por qué tan enojado?Y se pegó a su pecho como si nada, sin la más mínima vergüenza.Su relación con Andrew siempre había sido solo física, sin cariño ni compromiso. A ella lo único que le importaba era complacerlo para seguir recibiendo din
—No tienes ni idea de lo que fue Juliana para mí, y tú no tienes derecho a hablar mal de ella —le gritó Andrew, con una mirada que cortaba el aire.—¿No era esto lo que querías desde un principio? Te aseguraste de tomar fotos mías bien claritas, pero tú nunca saliste en ninguna. No te hagas, ya tenías todo planeado para usarlas contra Juliana, ¿cierto?Ahora lo tenía todo claro, pero ya era tarde.Callista todavía intentaba justificar lo injustificable, pero a Andrew ya le repugnaba todo de ella. Sin darle más oportunidad, levantó el celular y llamó a los guardias:—Saquen a los que no tengan nada que hacer aquí.Los guardias llegaron volando. Estaban de guardia las 24 horas, así que no tardaron ni un minuto.Callista no quería irse, y se puso a suplicar:—¡Andrew, tú me llamaste! Si quieres que me vaya, me voy, pero no me trates así…Andrew ni la volteó a ver. Se dio media vuelta, caminó hacia la casa y solo dijo:—No quiero volver a verte nunca.—¡Andrew!Callista fue sacada a la fue
Una señora que recién se había divorciado de su esposo, llena de ira, se acercó y le bloqueó el paso a Callista, reclamándole:—Con lo joven que eres, ¿por qué no haces algo con tu vida? ¿Por qué ser la otra y destruir una familia? ¡Eres una buscona!Callista vio que una desconocida venía a gritarle y, sin pensarlo, le contestó con dureza:—Señora, con esa pinta ni siquiera podría ser la amante de nadie. ¿Me llama amante porque no pudo satisfacer a su marido?—¡Al menos eso es mejor que andar casi desnuda y que te echen a las patadas! —La señora, furiosa, extendió la mano para agarrarle el cabello.La situación se volvió un caos rápidamente.La señora vivía cerca y pronto reunió a un grupo de amigas para gritarle a Callista que era una sinvergüenza, una zorra. Otros curiosos, al ver la escena, empezaron a llamar a más gente, y en poco tiempo se juntaron muchas personas.El alboroto era tan grande que incluso se escuchaba desde la mansión, pero Andrew lo ignoró por completo, sumid