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2: Un nuevo trabajo

Thomas (Patrick )

―Ya está hecho ―me dijo mi padre tras colgar la llamada―, acabo de hablar con Jessica Wilson, es la CEO de la empresa, ella te ubicará en algún puesto, el que sea, debes aceptarlo.

―Como siempre, papá ―repliqué desganado

―Es una de nuestras mejores ejecutivas. Quiero que veas cómo lo hace.

―Quédate tranquilo, no es la primera vez que realizo este trabajo.

―Es la primera vez que tu jefe será una mujer, y una muy bella por lo demás, espero que no tengamos problemas de faldas, sé bien que son tu debilidad.

―Por favor, papá, una cosa es mi vida privada y otra son las empresas. Sabes que no mezclo las cosas, nunca lo he hecho, no tendría por qué empezar ahora.

―No quiero que te involucres en una relación con ella, que eso te quede muy claro.

―Ni siquiera la miraré. ―Hice la señal de juramento.

―Bien. Aquí están tus documentos, te llamarás Thomas Wood, eres diseñador gráfico y has trabajado en marketing, eres hijo de un amigo…

―Te escuché hablar con esa mujer, papá ―repuse condescendiente.

―Bueno, bueno, espero que te vaya bien, hijo, y mantenme al tanto de todo lo que ocurra.

―Así será, papá, no te preocupes, todo saldrá bien, como siempre. ¿O temes que yo no esté a la altura?

―No es eso, hijo, tengo algo… No me hagas caso, es solo una tontería.  

Mi trabajo en la empresa familiar era supervisar, como empleado infiltrado, las distintas instalaciones para ver cómo se trabajaba, cómo se llevaban las relaciones entre colegas y cómo era el trato de los gerentes y jefes de las distintas áreas. Y el trabajo en la revista donde Jessica Wilson era la jefa, era uno más de tantos que había tenido.  

Llegué puntual a la oficina de mi nueva jefa. Papá debió advertirme lo hermosa que era, lo hizo, solo que en ese momento me olvidé de todo… Hasta que ella me miró con dos glaciares en vez de ojos.

Después de hablar unos minutos y de dejar en claro que ella no estaba de acuerdo con mi llegada, pese a su amabilidad, me llevó a mi cubículo. Caminó delante de mí, me excité con esa faldita corta que dejaba sus largas y torneadas piernas expuestas y que marcaba su redondo trasero, y más con ese contorneo que me volvía loco. Tuve que obligarme a pensar en animalitos atropellados para evitar que la erección que amenazaba abultar el frente de mi pantalón se hiciera presente. Allí me dejó con Steve, quien fue mi compañero por unas horas para enseñarme cómo funcionaba todo y entregarme los pendientes de mi predecesor. Ambos trabajaban en conjunto. Ya sabría por qué había renunciado. Un colaborador feliz, jamás renunciaba.

Steve fue un buen compañero, no hablamos más que de trabajo, pero me ayudó bastante a entender cómo funcionaban las cosas allí. Quien había estado antes en mi puesto era un hombre muy ordenado y fue fácil hacerme cargo de sus cuentas. Todo estaba en orden.

Al poco rato, Jessica me llamó a su oficina para indicarme lo que debía decir a todos de por qué yo había llegado allí sin pasar por los filtros normales. Debía decir que había sido trasladado de Denver, vaya sorpresa que se llevaría cuando supiera que precisamente allí había estado en mi anterior trabajo. Me encantó que estuviera preocupada de la reputación de la empresa y, sobre todo, de mí y de la relación entre colaboradores, al parecer, el grato ambiente laboral era muy importante para ella, aunque no le gustaran los chismorreos en horas de trabajo.

Lo que debo decir que me molestó, fue ese tal Ryan, los había visto conversar poco antes y odié la forma en que la miraba, parecía que se la quería comer… ¿Estaba celoso? Sí, lo confieso; muy celoso.  

La hora de almuerzo fue todo un suceso. Jessica salió de su oficina con sus enormes tacones marcando el paso con firmeza y nos indicó que era la hora de almorzar.

―Yo no voy ―se excusó una chica que estaba a varios cubículos del mío.

―¿Y eso? ―le preguntó Jessica con preocupación.

―Tengo que terminar el artículo y estoy atrasada… y pegada.

―Vamos, almorzar no te hará daño, además, así tomas un poco de aire, te despejas y vuelves a trabajar más relajada. No sacas nada con quedarte ahí si estás “pegada”. Además, tienen que conocer a su nuevo compañero.

Hablaba de una forma tan… No sabría describirlo, parecía que cantara una suave melodía.

―Bueno. ―Sonrió la chica al borde del llanto y se levantó.

La gran jefa encabezó la marcha. El casino se encontraba en el segundo piso del edificio. Jessica tenía razón, éramos dieciocho personas en una mesa. Agradecí que ese tal Erick se hubiera ido, yo no habría tenido lugar en esa mesa.

Cada uno se presentó a sí mismo y contó algo de su vida, cosas simples y cotidianas, como su estado civil, el papel que cumplían en la oficina y algunos, su edad.

Debo decir que fue muy entretenida la conversación hasta que pregunté qué había pasado con Erick. Todos callaron en un silencio bastante incómodo.

―Erick era un buen trabajador ―me contestó Mark―, el problema es su novia. Es una mujer celosa al extremo, lo llamaba cada dos minutos y al menos tres veces al día él debía hacer una videollamada para demostrarle que estaba trabajando y no con otra mujer en otra parte.

―¿Ella lo hizo renunciar? ―pregunté sorprendido.

―Algo así. Ayer, Jessica y él tuvieron una discusión por las reiterativas llamadas. Hoy llamó temprano en la mañana para decir que renunciaba.

―Qué mal, ese hombre debería salir de allí, está en una relación tóxica ―comenté espantado ante el maltrato al que era sometido.

―Una vez lo intentó, bueno, varias veces, pero en una ocasión ―me respondió Lana, la chica que se iba a quedar sin almorzar―, él la dejó y ella se intentó suicidar, fue a dar al hospital, después, casi lo mata a él, rompió su auto, quebró los vidrios de la casa de sus papás...

―Debería denunciarla.

―Lo único que logró fue que se burlaran de él ―replicó Steve.

―Qué mal, pobre chico.

―Si él no quiere salir, allá él, debió dejarla cuando se intentó suicidar ella, pero él volvió por lástima y se amarró para siempre a ella ―dijo Jessica con una frialdad que me impresionó.

―No es fácil salir del maltrato ―rebatí.

―Él tuvo mucha ayuda, pero no la quiso tomar.

―Insisto, no es fácil, ¿qué harías tú en su lugar?

Me miró con ojos que me congelaron por dentro.

―Cada uno tiene su punto de vista de acuerdo con lo que ha vivido o ha visto ―intervino Rhonda de modo enigmático―, nosotros no somos nadie para juzgar.

―Así es, hay gente a la que le cueste más salir que a otra ―dijo Lana―. Espero que él pueda salir pronto de esa tóxica relación.

―Y vivo ―agregué.

Para mi suerte, el almuerzo estaba terminado. Tomamos nuestras bandejas para dejarlas en el depósito. Algunos salieron a fumar al patio y yo aproveché de ir con ellos, necesitaba un cigarrillo con urgencia. Jessica se nos unió un poco después.

―¿Podrán tener el material para mañana? ―le preguntó a Steve.

―Sí, tenemos todo casi listo, ¿verdad, Thomas? ―me preguntó, yo solo asentí con la cabeza.

―Confío en ustedes. ―Apagó su cigarro en el cenicero habilitado y luego me miró―. Necesito hablar contigo, te veo más tarde en mi oficina. ―Y se fue.

―Es un poco intensa ―comenté, quería saber cómo era en realidad, esa mujer me excitaba y me intrigaba a partes iguales. Era fortaleza y suavidad, una mezcla muy admirable.

―Supieras ―respondió Ryan con un tono que dio a entender un doble sentido que no me gustó nada.

―Ella tiene sus razones para ser así ―intervino Rhonda―, no soy yo quien tiene que hablar de eso, pero ustedes no deberían hablar de ella a sus espaldas.

―Yo no he dicho nada, solo hice un comentario ―me defendí.

―Lo de intensa no es un secreto para nadie, todos aquí la conocemos ―replicó Ryan―, tú sabes que en lo profesional es muy intransigente y firme; intensa. En su vida personal lo es todavía más, los que la conocemos un poco más podemos dar fe de ello.

―Y tú la conoces bien ―espetó Rhonda con sarcasmo.

―Bastante bien ―respondió con una sonrisita estúpida.

―Bueno, yo me vuelvo a trabajar, no quiero que me llamen la atención en mi primer día de trabajo ―dije y entré al edificio directo al ascensor, en cuanto subí, Ryan subió detrás.

―Ten cuidado con Jessica, te puede dejar sin nada ―me advirtió con malicia.

―¿Qué?

―Esa mujer es una cazadora, ella es capaz de devorar a cualquier hombre y no lo digo en el buen sentido, lo sé por experiencia, ella te toma, juega contigo y luego te deja tirado como un perro.

―¿A ti te hizo eso?

―Sí, y no soy el único, de no ser por ella, Erick no hubiera caído en las manos de esa mujer.  

―¿También estuvo con Erick?

―No querrás ser el próximo.

―Conmigo no ―respondí y salí del ascensor directo al baño para lavarme los dientes y sacarme el sabor amargo de lo recién oído. No podía creer que Jessica fuera ese tipo de mujer. ¿Con Ryan? Si hasta parecía que a ella no le caía nada bien. ¿Con Erick? ¿Sería por eso por lo que se enojó tanto? ¿Estaría celosa de esa mujer? ¿Con quién más?

Ryan me siguió al baño.

―¿Cómo crees que llegó hasta dónde está? ―siguió con su cizaña―. Según los rumores fue amante del mismísimo Rick Lennox por casi seis meses antes de su ascenso. No sé si seguirán juntos o solo lo utilizó para escalar.

¿Con mi padre? Eso era imposible. “Una mujer muy bella por lo demás”. Esas palabras retumbaron en mis oídos. No. Era imposible. ¿Mi padre y Jessica? Se me revolvió el estómago. “No quiero que te involucres con ella”. Saqué mi celular y le envié un escueto mensaje a Rick Lennox.

“Necesitamos hablar, te veo a las ocho en mi casa”.

Si era cierto, me tendría que dar muchas explicaciones.

Luego de calmarme, me fui directo a la oficina de Jessica.

―Dijo que quería hablar conmigo ―le dije con frialdad, ella me miró sorprendida, no era muy expresiva en sus facciones, pero sus ojos lo decían todo.

―Sí, hablé con mi jefe, tu sueldo será el mismo de Erick. ―Me extendió un papel con la cifra―. Espero que estés de acuerdo.

―No quiero privilegios.

―No me corresponde a mí dártelos o quitártelos, yo solo cumplo órdenes del señor Lennox.

―¿El señor Lennox?

―Rick Lennox, él me pidió que te contratara ―me respondió como si se sorprendiera que le preguntara por mi padre, pensó, tal vez, que yo no sabía que él había hablado por mí.

―¿Lo conoce?

―Claro, hemos coincidido un par de veces en alguna reunión, no es que él baje mucho del Olimpo a juntarse con los mortales ―dijo con un tinte de diversión.

―O sea, no tienes amistad con él.

―Por supuesto que no, apenas si lo vi cuando postulaba a este puesto una vez y otra vez cuando me nombraron CEO. Después, creo que lo vi una o dos veces.

Respiré tranquilo, no parecía mentir, mientras me hablaba, miraba con sus enormes ojos verde azulados directo a los míos.

―¿Por qué lo preguntas? ―inquirió ante mi silencio.

―Porque de donde yo vengo, los dueños están muy involucrados en sus empresas.

―Oh, no te equivoques. El señor Lennox es muy preocupado de su empresa, lo que pasa es que yo no lo he visto mucho, hasta hace seis meses era una más del montón, tampoco me gusta mucho acercarme a los jefes, a veces el ser mujer juega en contra y creen que una está dispuesta a hacer lo que sea por subir de escalafón, supongo que entiendes a lo que me refiero.

Yo sonreí y sus pupilas bailaron con brillos de emoción.

―Bueno, vuelvo a trabajar ―le dije, ella me devolvió la sonrisa de un modo que me dieron ganas de tirar todo de encima del escritorio para subirla a él y hacerla mía hasta que gritara mi nombre y se le olvidara cualquier otro que estuvo con ella antes que yo.

―¿Te ha costado mucho?

Tuve que hacer un gran esfuerzo para entender su pregunta. No la entendí.

―El trabajo, ¿te ha costado mucho? ―explicó al ver mi cara de estúpido.

―La verdad es que no, esto es lo mío y debo decir que Erick era muy organizado y un buen trabajador.

―Sí, Erick era un buen elemento en esta empresa, siento que se haya ido, pero me alegra que no hayas tenido problema para amoldarte.

Esa mujer sabía muy bien cómo enloquecer a un hombre con sus ademanes refinados y eróticos. Me levanté y me giré rápido, mi erección quería hacer presencia una vez más. Mi amigo no me daría tregua mientras estuviera en ese lugar con esa mujer.

―Nos vemos más tarde ―le dije y salí apresurado.

Me senté ante mi escritorio e intenté concentrarme. De pronto, escuché sollozar a Lana. Todos miramos por arriba de nuestros paneles, sin embargo, nadie fue a verla, me levanté y crucé hasta su cubículo.

―¿Qué pasó? ―le pregunté.

―No puedo, no se me ocurre nada.

―¿Qué haces?

―Un artículo para la edición de mañana, debe tratar de la vida después de la muerte de un ser querido. Tengo suficiente material, pero no puedo enfocarme. Y debo entregarlo antes de las seis.

Tenía millones de carpetas y archivos abiertos en su computador, aparte de revistas y recortes que hablaban del tema.

―Creo que tienes demasiado material aquí y eso te confunde. ¿Quieres un café?

―No tengo tiempo.

―¿Qué pasa aquí? ―preguntó, con voz gélida, Jessica―. ¿Qué dije de la vida social en la oficina?

―Lana tiene problemas con su artículo ―contesté con firmeza―. Es trabajo, no vida social.

―Cada uno debe preocuparse de su propio trabajo, para eso se les paga.

―Lo cual no impide que entre todos podamos ayudarnos.

―Tú tienes tus propios asuntos.

―Nada urgente, ya tengo casi todo listo, puedo dedicar unos minutos a ayudarla.

Me contempló con esa mirada que me congelaba.

―Voy a la cafetería con ella, necesita despejarse y buscar el enfoque ―insistí.  

―¿Crees que puedes ayudarla? Eres diseñador, no escritor.

―Tengo más dotes de los que sabes.

―Vayan, pero no se demoren ―accedió de mala gana.

―A la orden, jefa.

Se dio la media vuelta y se fue molesta.

―Vamos, Lana, cálmate, ya verás que te saldrá un lindo artículo luego de que te despejes.

―Gracias.

―Para eso estamos.

La tomé del codo y nos fuimos a la cafetería bajo la atenta mirada de todos nuestros compañeros, a los cuales no les pareció mi actitud. ¿Sería que allí nadie ayudaba a nadie? Era extraño, Steve se mostró muy atento para enseñarme lo que debía hacer. Los demás también estaban atentos a lo que pudiera necesitar, pero no sucedió lo mismo con Lana. Ya averiguaría lo que sucedía con ella.

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