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Jefe infiltrado
Jefe infiltrado
Por: Freya Asgard
1: Empleado nuevo

Jessica

Me calcé mis tacones de quince centímetros, era lo último que faltaba a mi atuendo para aquel día de trabajo. Me miré al espejo por última vez, la imagen que me reflejó el espejo era la que esperaba enseñar, la de una mujer bien plantada en el mundo que sabe lo que quiere. Tenía mi rubia cabellera muy bien alisada, había maquillado mis ojos verdeazulados con un tono pastel para el día, mis labios con un brillo rosa y mis mejillas con un suave rubor, aquel día usaba una falda mini ajustada y una blusa que contorneaba mi figura sin exageración; sí, me veía estupenda, aunque lo dijera yo. Bajé en el ascensor de mi exclusivo departamento en Midtown, Manhattan, me encantaba vivir allí: mi trabajo quedaba a un par de cuadras y podía ir caminando, en realidad, podía ir así a casi cualquier parte, todo me quedaba cerca. Bajé y me despedí del conserje del edificio, Henry era un hombre algo mayor, tenía sesenta y tantos años y trabajaba allí desde antes de que yo llegara, era muy amable y siempre estaba con la sonrisa en la cara. Hacía calor y no me importó, julio era mi mes favorito del año; me gustaba el verano, el sol revitalizaba mi espíritu

Pasé a comprar mi infaltable café con menta a mi cafetería favorita que quedaba en la esquina, iba con mi paso firme y seguro, así fue como logré escalar y llegar a ser CEO de la revista de diseño y publicidad para la cual trabajaba, sabía muy bien lo que quería conseguir y cómo luchar para obtenerlo.

Después de un par de cuadras, café en mano, entré al edificio propiedad de la familia Lennox, eran toda una corporación en sí misma. Tenían varias empresas y edificios corporativos; llegar a trabajar allí ya era todo un logro, escalar era avaricia y a mí de eso, me sobraba.

Tras saludar a todos en general y luego a mi querida asistente y amiga Rhonda Miles y de recibir la correspondencia del día, me fui a mi oficina. Tiré las cartas al escritorio y me senté en mi sillón, lo giré y miré hacia afuera en tanto bebía mi café, desde mi piso cuarenta sentía que el mundo estaba a mis pies y era una sensación maravillosa. Me levanté con pies firmes, por eso usaba tacones, para marcar mis pasos y dejar huella y, ante ese enorme ventanal, me sentía poderosa.

Terminé mi café de un sorbo y regresé a mi escritorio.

―Bien, es hora de trabajar ―dije en voz alta.

Tiré el vaso al basurero y me senté para revisar los pendientes del día. Tras media hora de revisión, de contestar correos y de ordenar mi día, recibí una llamada del presidente del directorio, obviamente un Lennox, Rick Lennox.

―Rick, buenos días ―lo saludé con formalidad.

―Buenos días, Jessica, ¿cómo estás? ―Tan afable como siempre.

―Bien, gracias, ¿y usted?

―Bien, gracias. Te llamo para pedirte un gran favor, en realidad, es para un amigo.

―Claro, dígame, encantada si puedo ayudar.

―Lo que pasa es que mi amigo tiene a su hijo sin trabajo, la empresa en la que trabajaba prescindió de sus servicios y necesita encontrar otro empleo lo antes posible.

―¿Ya?

―Y bueno, como él es diseñador y estudió marketing, pensé que podríamos emplearlo en la revista.

―¿Aquí?

―Sí, ¿algún problema? ―preguntó en tono seco.

―No tenemos vacantes ―titubeé.

―Oh, eso no es problema, Jessica, siempre se puede arreglar, solo quiero que le des un lugar, quizá como creativo, darle alguna parte en la revista, alguna cuenta… No lo sé. Estoy seguro de que sabrás darle lugar que se merece; claro que no quiero favoritismos, dale un lugar para trabajar y lo que logre dentro de la empresa, que se lo gane.

―Está bien, señor.

―Él se llama Thomas Wood, estará ahí en una hora, gracias.

Y cortó, no me dio tiempo ni a despedirme. Bueno, no tenía opción, recibiría a ese hombre y le daría un lugar para trabajar, el problema era… ¿dónde? Todos los cubículos estaban ocupados, poner uno extra, sería muy complicado, sobre todo con tan poco tiempo.

Salí de mi oficina y vi que todos los cubículos estaban ocupados menos uno, el de Erick Ritter, me acerqué y vi que su computador estaba apagado y todo en orden; no había ido a trabajar.

―Rhonda. ―Me acerqué a su escritorio que estaba fuera de mi oficina.

―Dime, Jessica.

―¿Dónde está Erick? ¿Qué pasa con él?

―No vino. Creo que se enojó por la discusión que tuvieron ayer por su novia y renunció.

―Perfecto. ―Sonreí feliz.

―¿Perfecto? Yo tenía que darte la noticia ahora y no me atrevía.

―Ven a mi oficina.

Entramos ambas y cerré la puerta. Ronda era mi mejor amiga y mi asistente, era una mujer muy bonita, tenía veintisiete años, nos llevábamos por meses, era divorciada desde hacía varios años, se había casado con un patán que la hizo asquerosamente desdichada, esperaba que algún día encontrara a un buen hombre que la hiciera feliz, lo merecía y era lo que ella quería. A ella le gustaba la vida tranquila, su sueño era ser madre, tener mascotas y una linda casa que mantener. Allá ella y sus gustos, en eso no congeniábamos, pero no impedía nuestra hermosa amistad.

―Tenemos un reemplazo ―le conté feliz.

―¿Qué? Ni siquiera sabías que había renunciado, ¿lo ibas a despedir? ―me preguntó sorprendida.

―¡No! Por supuesto que no. Me llamó Rick Lennox para pedirme que le diera trabajo al hijo de un amigo suyo, no sabía dónde ubicarlo, debía crear un lugar y ahora tengo un puesto real para él, no uno inventado. No se lo digas a nadie.

―¿Y Erick?

―Él renunció.

En ese momento no me importó Erick, demasiadas oportunidades le había dado, aunque debo admitir que me daba un poco de tristeza, él era mi amigo, un buen amigo, y preferir irse en vez de dejar a la tóxica de su novia, no lo entendía.

Justo a las diez de la mañana, apareció Thomas Wood. Yo estaba en mi oficina y entró acompañado de mi asistente. Hubiese deseado que no lo hiciera, era endiabladamente guapo, con un caminar seguro y una sonrisa que derretía el hielo más grande. Mi entrepierna se despertó con solo mirarlo. Y me enojé. Conmigo por tener esos pensamientos tan fuera de lugar y con él por ser tan varonil.

―Jessica, él es Thomas Wood ―me informó Rhonda―. Ella es la señorita Jessica Wilson, CEO de esta empresa.

―Es todo un placer, Jessica ―me saludó con un tono arrebatador.

―Buenos días, señor Wood ―saludé con frialdad, necesitaba poner distancia entre ambos, de otro modo, me lanzaría a sus brazos para probar esa boca maravillosa―. Tome asiento, por favor.

―Gracias ―me dijo más serio.

―Gracias, Rhonda.

Mi asistente salió de la oficina. Yo apoyé mis codos en el escritorio y crucé mis manos bajo mi barbilla.

―Bien, por lo general, estos asuntos los trata la oficina de Recursos Humanos, pero esta entrevista, por ser algo “especial”, seré yo la encargada de recibirlo y entrevistarlo.

―Cosa que agradezco.

―Nos saltaremos los protocolos, mi jefe me dijo que usted era diseñador y ha trabajado en marketing.

―Así es, soy publicista, diseñador gráfico, hablo español, francés y algo de alemán, tengo conocimientos de contabilidad y Recursos Humanos, también de Relaciones Exteriores y algunas otras habilidades que me ayudan en mi trabajo. ―Me entregó una carpeta con todos sus datos, los cuales corroboraban lo que él me había dicho.  

Si me quería impresionar, lo hizo.

―Y con este vasto currículum, ¿por qué tuvo que recurrir a una amistad para encontrar trabajo?

―Sobrecalificado ―respondió con su radiante sonrisa.

―Para serle franca, señor Wood, yo le iba a inventar un puesto, pero uno de los chicos renunció esta mañana y su puesto es suyo, el problema es que temo que no esté a su altura. ―Le indiqué la carpeta.  

―¿Sobrecalificado? ―ironizó con su exquisita sonrisa.

―Algo así.

―No me importa.

―¿Puedo hacerle una pregunta? Si usted es amigo de mi jefe y tiene todos los estudios que dice tener, no creo que tenga tanta necesidad, supongo que viene de una familia tan acaudalada como la del señor Lennox. ¿Qué le hace buscar un trabajo que no es para usted?

―Mi padre es dueño de una de las firmas más grandes de abogados de Nueva York, pero yo no quiero vivir a su sombra, quiero forjar mi propio futuro, esto es temporal, hasta que logre fundar mi propia empresa, en realidad, hasta que logre hacerla crecer.

―¿Ya la tiene?

―Se podría decir que sí, solo me falta un poco de capital para que funcione como quiero.

―¿Y cree trabajando aquí lo conseguirá?

―Solo me falta un pequeño empujón.

Era de admirar, después de todo, no era un hijito de papá malcriado, además, no era nada engreído, al contrario, se veía muy agradable y sencillo.

―Venga. ―Me levanté―. Le enseñaré su puesto, como Erick ya no está, alguien debe hacerse cargo de sus cuentas.

―No me ha hablado de mi paga ―me recordó sin moverse de su asiento.

―Eso lo conversaremos más tarde, debo hablar con mi jefe, él no me dijo nada de eso, ¿le molesta? ¿Quiere o no el puesto?

―Sí, señorita Wilson, tomaré el puesto.

―Bien.

Caminé delante de él de un modo seductor, estaba segura de que él tenía su mirada fija en mis curvas y no me molestó, al contrario, quería que lo hiciera.

―Este es su puesto ―le indiqué el cubículo―. Steven, ¿serías tan amable de ayudar al señor Thomas Wood a ponerlo al día con el trabajo de Erick?

―Claro, Jessica ―me contestó sonriente.

―No se entusiasmen en chismes, esos déjenlos para la hora de almuerzo. Una acotación, señor Wood, aquí se viene a trabajar, por favor, téngalo muy en cuenta, tú ya lo sabes, Steve.

―Por supuesto, Jessica ―respondió Steve sin molestia.  

Volvía a mi oficina cuando fui detenida Ryan.

―Oye, Jessica, ¿quién es el nuevo? ―me preguntó de mal modo.

―Es un recomendado del jefe ―contesté sin más.

―Ya, ¿y qué?

―¿Y qué? No entiendo.

―Oye, no me digas que un recomendado del jefe va a venir a trabajar como uno más, ni siquiera pasó por Recursos Humanos.

―Ni lo hará, Ryan, y sí, viene a trabajar como cualquier otro.

―¿Y todos los protocolos tan estrictos para entrar? ¿Es el hijo del jefe, acaso?

―Él trabajaba en otra de las empresas del gran jefe ―mentí―, fue trasladado ¿ya? Todos los protocolos los cumplió en la otra empresa.

―Vi cómo te miraba, es un descarado.

―Eso no es de tu incumbencia.

―¿No será un noviecito tuyo y el jefe no sabe nada de esto?

―Pues no, yo acabo de conocerlo y no sé cómo me mira ni me importa, yo vengo aquí a trabajar, eso lo sabes bien, ¿o no?

―Sí, por eso nunca has dejado que me acerque a ti a pesar de que te he dejado muy en claro mis sentimientos hacia ti.

―Ryan, por favor, ¿sabes qué? Hasta aquí llegó la conversación. Vuelve a tu trabajo, que yo iré al mío.

―Jessica. ―Me tomó del brazo, yo me zafé de él y seguí rumbo a mi oficina.

Ryan y sus confesiones de amor me ponían de mal humor, siempre estaba ahí, rondando, buscando la oportunidad para atacar, de que yo cayera en sus brazos, en sus garras, mejor dicho.

Le pedí a Rhonda que llamara a Thomas. Al rato, apareció con su sonrisa y ojos maravillosos.

―¿Ya tiene el monto de mi paga, señorita Wilson? ―me preguntó con algo de molesta ironía, lo dejé pasar.

―No, no, quiero hablar contigo de otra cosa, ¿Steve te preguntó cómo llegaste a trabajar aquí?

―No, solo hemos hablado de trabajo, tú misma lo ordenaste. ―Levantó los brazos en señal de inocencia.

―Ya, perfecto, lo que pasa es que no quiero suspicacias y para evitarlo, diremos que tú trabajabas en otra empresa de la compañía y fuiste trasladado, ¿de acuerdo?

―¿Esto es porque a tu novio no le gusta la competencia? ―Alzó una ceja.

―¿Qué dices?

―Sí, te vi hablando hace un rato con ese tipo, parecían muy cercanos, demasiado diría yo para un lugar al que solo se viene “a trabajar” ―replicó con algo de molestia.

―A ver, Thomas, Ryan no es mi novio ni nada que se le parezca y no es por él, bueno, sí, en parte; lo que pasa es que a él le pareció extraño que no pasaras por Recursos Humanos ni que tuvieras que dar los diez mil exámenes que se piden para entrar aquí y, si él lo pensó, los otros también pueden hacerlo y te traería problemas.

―¿Problemas a mí?

―Podrías sentirte discriminado porque no son hijitos de papá como tú y nos podrían acusar de nepotismo.

―Y eso sí sería malo para la empresa.

―Así es.

―¿Y a mí en qué me afectaría?

―En que podrían hacerte el vacío, incluso, podrían molestarte, no sé…

―No necesito que cuides mis espaldas.

―No, pero me gusta que haya un buen ambiente laboral y si tienen problemas contigo, afectará a todos aquí. No es agradable tener problemas con los compañeros.

Me regaló una sonrisa de lo más conmovedora.

―Perfecto. Entonces, fui trasladado, ¿de dónde si puedo saber? ―Hablaba divertido, pero sin burla.

―De Denver, es una pequeña oficina que no tiene relación con nadie aquí.

―Me parece, de todas formas, con tanto trabajo, dudo que pueda socializar sin que le moleste a la gran jefa.

―Espera a la hora de almuerzo ―repliqué irónica―. ¿Comerás en el casino con nosotros o será muy poca cosa para ti?

―Si me invitas, iré donde me digas ―dijo de modo seductor.

―Todos están invitados, claro que todo nuestro departamento se reúne en una sola mesa, somos los únicos que comemos todos juntos.

―¿Y los demás?

―Cada uno come por su cuenta, se reúnen de a cuatro, de a dos, de a ocho, nosotros somos el grupo más grande.

―¿Y no te reúnes con los demás departamentos?  ¿Eres la CEO de esta sucursal o solo de este departamento?

―Hace poco más de tres meses que tomé el puesto de CEO de la empresa, antes era la jefa solo de este departamento, mantuve mi oficina. El CEO anterior se ubicaba en el último piso, pero ahora está en reparaciones.

―Entiendo.

―Bien, entonces, ¿todo claro?

―Menos mi sueldo ―dijo con sorna.

―No te preocupes por eso, llamaré a mi jefe de inmediato y le preguntaré si mantienes el sueldo de Erick o no. Intenté hablar con él, pero estaba en una reunión, me dijeron que llamara más tarde, según como me vaya, te aviso.

―Gracias. Me vuelvo a mi puesto entonces. ―Me cerró un ojo y me sonrió.

¡Por Dios! ¿Acaso no sabía lo que me provocaba? Ese hombre derrochaba testosterona por todos los poros.

Salió de mi oficina y yo suspiré. Me derretía su mirada, sus labios, sus manos y ese cuerpo esculpido que podía notar bajo su traje a la medida. Tenerlo trabajando allí sería una tortura constante, porque jamás le daría oportunidad de más acercamiento, no quería problemas en mi trabajo.

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