5: Despido

Jessica

Me fui a la oficina más temprano que de costumbre, necesitaba arreglar el tema de Ryan.

Vi a Thomas y Erick que esperaban el ascensor, el que abrió sus puertas justo en ese momento, los saludé con cordialidad cuando entré al pequeño espacio, que se hacía más pequeño con Thomas dentro.

―Jessica, quiero hablar contigo ―me pidió Erick mientras subíamos, no se veía bien―, por favor.

―¿Quieres volver?

―Necesito otra oportunidad, por favor ―me rogó con una mirada que me desarmó… una vez más.

―Tengo que hacer unas llamadas y arreglar unos asuntos, en cuanto me desocupe, los quiero a los dos en mi oficina ―indiqué y las puertas del elevador se abrieron, salí de allí con paso firme delante de ellos, sentí la mirada de Thomas pegada a mi espalda, en realidad, un poco más abajo.

Llamé a Recursos humanos para que estuvieran listos con el despido de Ryan, ya había dado la orden de que no subiera hasta mi piso, no lo quería ver. Ese hombre había traspasado todos los límites de respeto y buena convivencia y, por muy buen trabajador que fuera, no podía permitir que me pasara a llevar de esa manera.

En cuanto quedé desocupada, le pedí a Rhonda que llamara a Thomas y a Erick. Los llamé juntos, primero porque no quería quedarme sola con Thomas y también porque quería que él supiera las cosas como eran, el momento de la verdad había llegado.

―Erick, ¿de verdad quieres otra oportunidad? ―le pregunté sin rodeos.

―Sí, Jessica, yo lamento mucho haberme ido así…

―¿Y Rossy?

―La dejé. ―Alcé mis cejas, incrédula―. Es verdad, anoche me fui de la casa, ya no más. Llegó al límite.  

―¿Y por qué debería creerte? ¿Cuántas veces has dicho lo mismo?

Erick miró a Thomas incómodo.

―No te preocupes por él, tiene una visión distorsionada de la historia y creo que será bueno que se aclare ahora. De hecho, él cree que yo no tengo corazón y no te quiero ayudar, que me da lo mismo la situación en la que estás.

Thomas se removió en su asiento un poco incómodo.

―Jessica, yo sé que tú… ―titubeó―. Yo sé que tú me has ayudado a salir de esa relación, que siempre has estado allí para apoyarme, que he sido yo quien ha rechazado tu ayuda vez tras vez. Todos estos años, siempre has estado presente, lo sé, me has ayudado de maneras en las que ni mi familia lo ha hecho. Perdóname por no haberte hecho caso.

―Erick, no solo rechazaste la ayuda que te ofrecí y tú lo sabes muy bien. Te tenía un lugar donde llegar, documentación lista para que te fueras lejos de aquí y empezar de nuevo, pero tú, ¿qué hiciste?

―Volví con ella ―me interrumpió en voz baja.

―Y te enojaste conmigo, incluso después pasó lo que tú ya sabes, aun así, no te importó. Te dio lo mismo ―le reclamé dolida.

Erick bajó la cabeza.

―Lo sé, yo sé que no debí tratarte como lo hice ni decirte todas esas cosas horribles que… No lo merecías.

―¿Y ahora quién me asegura que no volverás con ella en cuanto se calmen un poco más las cosas, como siempre?

―Sé que no crees en mi palabra.

―No se trata de creer, se trata de que estés decidido. Yo sé que tú no estás bien con ella, pero si tú no quieres recibir ayuda, nadie puede hacer nada. Eres tú el que debe tomar la decisión, pero una definitiva.

―Sí, yo quiero…

En eso, sonó su teléfono.

―Es ella, ¿verdad? ―le pregunté, él asintió―. Erick, si de verdad quieres salir de ahí, bloquéala, sácala de tu vida, si no lo haces, volverás a caer una y otra vez, cada vez que te llame llorando arrepentida, tú caerás rendido a sus pies.

El teléfono seguía sonando y él se ponía más ansioso. Miré a Thomas en busca de apoyo, él le quitó el móvil de las manos a Erick y silenció la llamada.

―¿Y si era importante? ―preguntó Erick.

―¿Quieres volver con ella? ―insistí.

―No.

―Entonces no te preocupes.

―Deberías cambiar de número ―le aconsejó Thomas―. ¿Sabe dónde vives?

―Sí, obvio.   

―¿Y dónde trabajas?

―No, nunca vino para acá.

―No que tú sepas, entonces.

―¿Por qué?

―Deberías cambiarte de casa también, te va a perseguir hasta que regreses a su lado.

―No tengo dónde irme en este momento, ella me quitó todo el dinero. De hecho, anoche me quedé en mi carro.

―Puedes irte conmigo ―le ofreció Thomas―, yo vivo cerca de aquí, sería por un tiempo, hasta que decidas qué hacer y establecerte solo.

―Gracias, pero no puedo aceptar.

―¿Por qué no, Erick? ―intervine―. Thomas te lo está ofreciendo, es una buena oportunidad para empezar de nuevo, recuerda que las segundas oportunidades no se dan a menudo, y ahora tú la tienes, solo debes aceptar y buscar la forma de seguir adelante.

Erick miró a su compañero.

―¿No es un ofrecimiento por compromiso? ―Erick era un hombre muy dañado.

―Yo no tengo ninguna obligación contigo, te acabo de conocer, pero como hombre, quiero ayudarte.

―Gracias, la verdad es que no sé bien cómo cortar este círculo vicioso con ella.

―No será fácil, pero si pones de tu parte, no será tan difícil, tienes apoyo y eso es lo principal para dar el primer paso, solo debes estar decidido, esa es la parte más complicada.

―Es verdad, y quiero hacerlo.

El teléfono de Erick volvió a sonar. Thomas lo silenció de nuevo.

―¿Aceptas la ayuda que te ofrecemos? ―lo interrogué.

―Sí, ¿eso quiere decir que tengo mi trabajo de vuelta? ―me preguntó esperanzado.

―Solo faltaste ayer, ya arreglo yo todo con Recursos humanos.

―Gracias, Jessica.

―Vuelve a tu trabajo, debo hablar con Thomas.

―Claro, claro. Gracias, Thomas, ahí nos ponemos de acuerdo, si sigue en pie la oferta…

―Claro que sí, esta tarde te irás a mi casa. Tu teléfono ―le extendió el aparato.

―No, nadie me llama, solo ella, así que no… Prefiero no tenerlo.

―Yo lo guardaré por ti.

―Gracias.

Erick salió de la oficina y yo miré a Thomas; automáticamente, la tensión se hizo presente en el ambiente.

―Gracias por ayudarlo ―dije con sinceridad y ganas de besarlo por su buena acción.

―No es nada, si está en mis manos ayudar, lo haré.

―De todas formas, no es tu problema.

―¿Y tuyo, sí?

―Yo soy amiga de Erick desde hace quince años, nos conocimos en la secundaria, fuimos muy amigos, él me contaba sus penas y yo las mías. Hasta que conoció a Rossy, ella lo apartó de todos, incluso de su familia. Yo lo ayudo porque es mi amigo, casi un hermano, y soy lo único que tiene, y temo que esa relación termine mal.

―Ya terminó mal.

―No, Thomas, esta no es la primera vez que termina y espero que sí sea la última; lo que creo es que, si vuelve, puede convertirse en tragedia.

―¿Crees que vuelva?

―Espero que no. ―Negué con la cabeza e hice una pausa para cambiar el tema―. Bueno, debemos arreglar lo tuyo ahora que Erick volvió.

―¿Me vas a inventar un puesto?

―No, pero tengo un dilema. Tú entraste ayer en el puesto de Erick, desde hoy está vacante el de Ryan.

―¿Lo despediste de verdad?

―Dije que lo haría, me tenía harta con los acosos y sus chismes fueron la gota que rebalsó el vaso. Lo despedí esta mañana al llegar. Ah, por cierto, gracias por tu intervención, anoche me dormí temprano, no vi tu mensaje sino hasta esta mañana… ―mentí con descaro, aunque sabía que siempre me descubrían porque no sabía mentir.  

―No te preocupes. ―Me sonrió con su forma tan particular.

―¿Te molestaría tomar el puesto de Ryan?

―¿El de enamorado? ―bromeó seductor.

―¡Thomas! No quiero tener problemas contigo también ―repliqué furiosa, aunque por dentro sí quería que tomara ese papel.

―Ya, lo siento, solo era una broma, ambos sabemos que yo no te caigo bien y tú tampoco eres de mi completo agrado ―respondió con una frialdad que me ofendió, pero yo mantuve mi vista pegada a la de él, sin emoción alguna―. Yo tomaré el trabajo que me des, claro que otra vez me tendrán que decir lo que debo hacer.

―Sí, que Mark te ayude, él y Ryan eran un equipo, así que él sabe bien cómo trabajan.

―Está bien. ―Se puso de pie y se giró hacia la puerta, donde se detuvo y volteó solo la cabeza para mirarme―. En realidad, Jessica, sí eres de mi agrado, y mucho.

Salió sin darme tiempo a responder, aunque tampoco hubiese podido decir mucho, me quedé de piedra al escuchar esa confesión. Mis hormonas volvieron a hacerse presentes con fuerza, sobre todo al verlo caminar de espaldas a mí, con ese cuerpo bien formado y esos pantalones que parecían que se iban a reventar en cualquier momento. Me imaginé poniendo mis manos allí y apretarlo mientras me hacía el amor de una forma salvaje y violenta.

―¿Jessica? ―me habló Rhonda, no me había dado cuenta de que estaba allí.

―¿Eh? ¿Qué? Sí, dime ―respondí como una tonta, ese hombre me dejaba fuera de mis cabales.

―¿Qué te pasa? Estabas mirando la nada con una sonrisita de estúpida enamorada.

―¿Qué? ¡No! Nada que ver, pensaba en… Erick, dejó a la tóxica. Ojalá ahora sea la definitiva.

―Sí, me enteré, le devolviste su puesto y a Ryan lo despediste.

―Sí, ayer me acosó acá afuera del edificio, a la salida, y encima me enteré de que andaba inventando cuentos de mí, le dijo a Thomas que me había acostado con Rick Lennox para escalar y llegar adonde estoy.

―Hace mucho que debiste despedirlo, yo te lo dije, no te dejaba tranquila.

―Sí, me aburrió y lo despedí. Thomas ocupará su lugar.

―Sí, lo dejaste justo al lado de la víbora.

―¿Qué víbora?

―Lana. No deja de hacerle ojitos e insinuaciones.

―Lana tiene muy claras las normas y no involucrarse entre compañeros es una de ellas, sobre todo en la oficina.

―Creo que le da lo mismo.

―¿Y él? ¿Le responde?

―¡Qué bah! Nada, solo se ocupa de su trabajo, se lleva muy bien con Mark. Igual que con Steve, debo agregar, tu Romeo es muy agradable.

―Ah, bueno, entonces no hay peligro ―contesté sin hacer caso a su burla.

―¿De que te lo quite? ―se burló.

―De que se salten las normas ―aclaré entornando los ojos.

―Eso el tiempo lo dirá.

―¿Qué querías?

―Venía a recordarte la reunión con los clientes de Tand a las tres. ¿Qué pasará si no está Ryan? Él y Mark llevaban la cuenta.

―Mark tendrá que hacerse cargo, supongo que ya tienen todo listo, ¿no?

―Mark es muy buen publicista, pero negado para la oratoria.

―Nos arreglaremos.

―Mmm, bueno.

Rhonda se fue y suspiré profundo, no debí haber actuado tan a lo loco con Ryan, ¿qué haría? ¿Quién haría la presentación? Debía ser sincera, Ryan era un hombre muy carismático que poseía el don de la persuasión. No me quedaba más que confiar en las habilidades de Mark y rogar por que lo hiciera bien. De todas formas, me puse a estudiar el proyecto en el que estaban, en caso de que tuviera que intervenir.

A las tres menos diez, salí de mi oficina para ir a la reunión, para mi sorpresa, Thomas se nos unió, yo miré a Mark interrogante.

―Él hará la presentación en lugar de Ryan ―me explicó con una gran sonrisa.

―¿Seguro?

―Si estoy en lugar de Ryan, debo tomar todas sus responsabilidades ―repuso Thomas―. No te preocupes, tuve toda la mañana para practicar. ―Me sonrió enseñando sus perfectos dientes.

―Bueno, vamos, roguemos que nos vaya bien, esta es la última oportunidad con esos clientes.

Caminé delante de ellos, sabía, mejor dicho, sentía, la mirada de Thomas clavada en mí y, en vez de enojarme, me gustó. Miré hacia atrás y él tuvo que subir sus ojos para encontrarse con los míos. Aun así, pude notar el bulto de su pantalón un poco más protuberante de lo usual, al parecer contaba con un buen equipo.

Abrí la puerta de la sala de reuniones y los dejé pasar. Nos sentamos en nuestros puestos y esperamos. A las tres en punto llegaron nuestros clientes. Thomas comenzó de inmediato con la presentación, pues esos clientes se caracterizaban por su poca paciencia. Thomas lo hizo espectacular, mucho mejor que Ryan debo admitir. ¿Dónde se había metido ese hombre? Parecía que todo lo hacía perfecto. Nuestras miradas se encontraron mientras los clientes lo halagaban. Le sonreí, creo que por poco perdió la compostura. Se giró hacia sus clientes y les agradeció por sus palabras.

Una vez que se fueron, celebramos con grandes gestos alegres. Era nuestra última oportunidad de ganarnos su contrato por un año.

Mark salió a contarle a los demás, Thomas y yo nos quedamos solos.

―Gracias, Thomas, salvaste esta cuenta.

―Solo cumplo con mi trabajo ―respondió con tranquilidad, como si fuera algo sin importancia.

―Sí, pero es tu primer día en este puesto, no pensé que lo lograrías.

―No me conoces, tengo muchos talentos.

―Sí, ya me di cuenta.

―Hay algunos que no conoces ―me dijo seductor y sentí el dulce líquido caer de mis entrañas―. Tal vez algún día pueda enseñártelos. ―Se acercó mucho a mí con sus labios casi pegados a mi oreja.

―Creo que ese tipo de talentos se los tendrás que enseñar a otra, Lana estará feliz de conocerlos ―contesté llena de celos―. Voy a seguir trabajando.

Me fui meneando mis caderas y unos enormes deseos de lanzarme a sus brazos.

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