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4: Enfrentamiento

Thomas (Patrick)

Salí de la oficina y entré a una pizzería que estaba al lado del edificio de mi nuevo trabajo. Mientras esperaba mi pedido, vi a Jessica con Ryan, no pude evitar acercarme, ella no parecía estar a gusto. Llegué justo en el momento en el que él le iba a dar un beso y ella le respondió con una bofetada. Sí, la defendí y le dije que Ryan me había contado de sus múltiples amantes. Resulta que también le había hablado de mí cosas que no eran ciertas. Lo despidió enfrente de mí y se fue furiosa, ni siquiera me miró. Quise seguirla, pero yo tenía otro compromiso, además, dudaba que me quisiera cerca en ese momento, supuse que querría estar sola para relajarse.

―No debiste meterte ―me reclamó Ryan en cuanto ella se fue.

―Y tú no debiste acosarla.

―No la acoso, ¿no te das cuenta? Es un juego entre los dos.

―El golpe que te dio fue muy en serio.

―Ahora iré a su casa y me castigará por ser un chico malo. ―Sonrió con malicia.  

―Te despidió, Ryan, eso no fue un juego.

―Ya verás cuando me veas seguir con mi trabajo mañana. Te darás cuenta de lo que hay entre ella y yo. Ella no es lo que aparenta, Thomas, ya lo verás.

Se fue por el mismo camino que había tomado Jessica y los celos me carcomieron por dentro. Si Jessica no lo echaba, yo se lo pediría a mi padre, ese hombre no se volvería a burlar, ni de mí, ni de Jessica.

Me devolví a la pizzería, retiré mi pedido y me fui a mi departamento que quedaba a una cuadra por el lado contrario al de Jessica.

Mi padre iba llegando al mismo tiempo que yo.  

―Hola, papá ―lo saludé.

―Hola, hijo, ¿cómo estás? ¿Y esa cara? ¿Hubo algún problema? ―Se preocupó.

―Entremos ―respondí sin contestar a su pregunta.

Subimos al ascensor en completo silencio. Llegamos a mi casa, me saqué la corbata y la tiré sobre el sillón, me arremangué las mangas de la camisa y me fui a la cocina. Coloqué los servicios y serví los trozos de pizza, nos sentamos a comer en la mesa del desayuno, mi papá no concebía comer sin tenedor y cuchillo, ni siquiera la pizza.

―Tú me dirás, hijo, ¿qué pasa?

―Es Jessica.

―¿Tuviste algún problema con ella? ¿Te trató mal? ¿Fue déspota contigo?

―No, no con ella en realidad, es una mujer que sabe hacer muy bien su trabajo y no, no maltrata a nadie.

―¿Entonces?

―¿Tú la conoces bien?

―La he visto un par de veces en reuniones, celebraciones de la empresa, nunca he interactuado mucho con ella más que el simple saludo, no es muy extrovertida. Creo que en reuniones laborales he hablado más con ella que en reuniones sociales. ¿Por qué?

―Escucha, te quiero hablar como hombre, no como padre y mucho menos como esposo de mi madre.

―A ver, hijo, si te gustó, yo te advertí…

―¡No! Es decir, sí, pero ¿a quién no le gusta Jessica?

―¿Qué me quieres decir?

―Papá, ¿tú te acostaste con ella?

―¿Qué clase de pregunta es esa? ¡Por supuesto que no!

―Papá…

―Primero ―prosiguió, sin escucharme―, tu madre es la única mujer en mi vida; segundo, Jessica es una niña, podría ser mi hija y no soy ningún pedófilo; tercero, ella es parte importante de la empresa y no voy a prescindir de una buena trabajadora por una calentura, si la tuviera.

―Lo siento, papá. ―Bajé la cabeza, las palabras de Ryan me dejaron mal, aun cuando sabía que eran mentiras de un hombre despechado.

―¿De dónde sacaste tamaña barbaridad? ¿Ella te lo dijo?

―Claro que no, fue un compañero de ella, me advirtió de que no cayera en sus garras, pues era una mujer que gustaba de jugar con los hombres, que incluso había sido tu amante, por eso ascendió en la empresa.

―Ese tipo debe ser despedido de inmediato, dame su nombre ―exigió.

―No hace falta por el momento, al salir, él quiso acosarla, besarla en realidad, ella le dio una bofetada, me acerqué para ayudarla, le dije lo que él contaba de ella y lo despidió de inmediato, aunque…

―Aunque qué…

―Él dijo que ese era un juego sexual entre ellos y que él…

―¿Y le creíste a ese tipo después de las calumnias que inventó? Te desconozco, hijo, por lo general, tu olfato para descubrir a los mentirosos no falla nunca, ¿acaso te obnubiló la belleza de Jessica?

―Papá…

―Te agradó en serio.

―Para ella no soy más que un recién llegado y aprovechado de mis privilegios.

―Solo serán un par de meses, hijo, por cumplir con los protocolos, esa empresa no necesita supervisión.

―Sí, en esa sucursal no hay problemas de ningún tipo.

―Si ese hombre no es problema…

―¿Ryan? Ese tipo no es un problema, solo es una molestia que mañana mismo será extirpada.

―Eso espero, de otro modo, tendré que tomar cartas en el asunto, no permitiré que haya abusos en ninguna de las sucursales.

―Mañana sabremos quién miente.

Mi padre cortó un pedazo de su pizza y se la echó a la boca, yo lo observaba.

―¿Qué pasa, hijo?

―Jessica me gusta de verdad ―confesé.

―¿De verdad? ¡Por favor, Patrick, la acabas de conocer!

―¿Y eso qué? ¿No crees en el amor a primera vista?

―Claro que sí, hijo, mi amor por tu madre fue instantáneo, pero yo no era un mujeriego empedernido ni estaba a punto de comprometerme con otra mujer.

―¡Papá! Melissa y yo no tenemos nada, jamás me ha gustado ni un poquito, por más que mamá se empeñe en que me case con ella, no lo haré.

―Tu madre puede ser muy persuasiva.

―No en esto, papá, no me voy a joder la vida con una mujer que ni siquiera me agrada, yo quiero una mujer en mi vida, en mi casa y en mi cama, pero no será Melissa.

―Está bien, hijo, no te ofusques, sabes que comparto tu opinión, solo que a veces creo que no eres lo suficientemente claro con esa muchacha.

―Siempre le he dejado muy en claro que entre ella y yo nunca habrá nada.

―Igual la tratas y conversas con ella como si te agradara.

―Por ser educado, no por otra cosa. Yo no me voy a casar con ella.

―Eso espero, hijo, no me gusta esa mujer.

―Sí, pero no has movido un solo dedo para sacarme de esa situación.

―No lo creas, hijo, si fuera solo por tu madre, tú llevarías al menos cuatro años de casado.

―Entonces, agradezco tu intervención ―dije en voz más baja.

―Sinceramente, no me gusta Melissa, no solo para ti, no me gusta su persona, la intuyo negra, yo se lo he dicho a tu madre, pero está obnubilada con ella. Se ha empeñado en que sea tu mujer, y Melissa está convencida de que así será y de que están prácticamente comprometidos.

―Pues no, yo jamás le he dado alas, ella se ha creado el cuento solita en su imaginación, no es mi culpa si cree que tiene alguna posibilidad conmigo.

―¿Y Jessica?

―Ella no quiere nada conmigo.

―¿Y eso?

―No me quiere en su empresa. Además, piensa, ¿crees que cuando ella se entere de quién soy yo y de mi motivo para llegar ahí, tenga alguna posibilidad? Me va a echar de su lado como a un perro, papá, Jessica no es una mujer a la que le deslumbre el dinero de otro, si no se ha acercado a ti en las reuniones sociales es porque no quiere que piensen que ha hecho algo para llegar a donde está; le va a importar nada que yo sea tu hijo, me va a odiar cuando sepa que soy un espía.

―Jefe infiltrado.

―Espía, papá, eso es lo que soy. Me voy de sucursal en sucursal espiando a los CEO, ¿tú crees que eso le va a causar gracia?

―Supongo que no.

―Después de eso, no tendré oportunidad con ella.

―¿Quieres dejar el puesto?

―No ―admití―, yo entré justo cuando un tipo renunció y mañana se va Ryan, quedarán muy atrasados con los proyectos. Además, hay una chica.

―¿Otra?

―No, no, es una compañera, parece dulce a la vista, la ayudé con un problema, pero me coqueteó abiertamente y me dio la impresión de que sabía quién era yo.

―Quizá solo te coqueteó, las mujeres caen rendidas a tus pies.

―Sí, no sé, creo que lo sabía y por eso se me ofreció.

―¿Se te ofreció?

―Sí, papá, casi como una prostituta.

―Bueno, si te conoce, espero que no hable antes de tiempo.

―Espero que no me haga la vida muy difícil.

―Si Jessica se entera de que esta chica te está coqueteando, menos querrá estar contigo.

―Si se entera, nos vamos despedidos los dos, es muy rigurosa en eso, según me dijeron, no le gustan los amoríos en la oficina.

―Esa es una norma general.

―Que la mayoría de los CEO pasan por alto.

―A Jessica le gusta cumplir las normas, es una chica muy estricta con ellas.

―Y cada vez mis posibilidades decrecen… ―dije abatido.

―Lo siento, hijo, tienes dos caminos: luchar por ella y entregarlo todo, o dejarla ir. Si vas a lo primero, debes asegurarte de que lo que sientes es real, de otro modo, solo la harás sufrir y ella no se merece que la lastimen.

―Hablas como si la conocieras más de lo que dices.

―No necesito una amistad con ella para saber cómo es, creo que eso tú ya lo sabes, te lo dije hace un rato, podría ser mi hija y, de haber tenido una, desearía que fuera como ella.

―A lo mejor la quieres como nuera ―ironicé.

Papá se largó a reír.

―Tu madre me mataría si yo te buscara una novia que no fuera Melissa.

―Si me tuviera que casar con Melissa, ella sería muy infeliz, tendría un marido solo de nombre, jamás la tocaría y sufriría el estigma de tener al esposo más mujeriego que pisa la tierra. No me gusta ella, no la tolero, es más, me repulsa.

Me miró directo a los ojos, pensé que me regañaría.

―¿Sabes qué, hijo? Te encuentro toda la razón, esa chica me produce exactamente lo mismo. No logra gustarme, no sé qué será, pero no te preocupes, que yo seguiré bajando las ansias de tu madre de que la hagas abuela.

―¿Yo tener un hijo con Melissa? Que lo olvide, ya te dije que no voy a tocarla, así se me ofrezca en bandeja de plata y desnuda. No me gusta ni me gustará.

―Eso está más que claro. A tu madre, déjamela a mí, que yo me encargo.

―Gracias, papá.

―No, hijo, gracias a ti que tuviste la confianza para preguntarme directamente si Jessica era mi amante y contarme esto.

―No me podía quedar con la duda.

―Por lo mismo te agradezco, no quisiera que anduvieras con la duda carcomiéndote las sienes y menos que me hubieras odiado en silencio.

―Siempre me has enseñado a decir las cosas de frente.

―Me alegra que me hayas hecho caso, como te dije, Jessica es una joven muy especial, me habría gustado ser su padre, creo que él debe estar muy orgulloso de ella.

Yo iba a contestar cuando sonó el intercomunicador y contesté.

―Su madre está en la recepción ―me dijo el conserje.

―Hágala pasar, por favor.

En pocos minutos, abrí la puerta y me encontré de sopetón con mi madre acompañada, ¿de quién? De Melissa, por supuesto. Maldije en voz baja.

Mi padre se levantó de su asiento y tomó su chaqueta.

―Bueno, hijo, gran velada, gracias. ―Me dio la mano a modo de despedida.

―Pero yo acabo de llegar ―protestó mi mamá.

―Sí, pero yo estoy cansado y ya me iba, solo debía arreglar un pequeño asunto y ya está solucionado. Vamos.

―Hola, Patrick ―me saludó Melissa con su odiosa voz fingida.

―Mamá, podemos vernos mañana o pasado, yo también estoy cansado, hoy fue un día caótico para mí ―le dije a mamá, sin hacer caso de “mi prometida”.

―Bueno, hijo, nos vemos otro día.

Mi madre me dio un beso en la mejilla, tomó la mano de papá y se fueron caminando por el pasillo.

―Adiós, Patrick, nos vemos ―se despidió Melissa y me iba a dar un beso.

―Adiós. ―Y le cerré la puerta en la cara.

Como odiaba a esa mujer, y no, no de ese odio que se convierte en amor como en las novelas románticas, lo mío era odio de verdad, uno que jamás podría convertirse en amor.

Pensé en Jessica y le mandé unos mensajes de disculpa; no me contestó. Ni siquiera los vio.  

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