Lilly BradleyDía de la boda.Me miré de nuevo en el espejo de cuerpo completo, estaba impresionada del reflejo en él. No podía creer que yo, Lilly Bradley futura esposa de Jackson Johnson, estaba a unos cuantos pasos de dar el sí ante Dios, ante nuestras familias e invitados. Sentí mi corazón latir como un loco, amenazando con salirse de mi pecho.— ¿Estás bien? —escuché la voz de mi madre sacándome de mi impresión. Se puso a mi lado para vernos ambas en el reflejo del espejo, se miró mi madre emocionada. —Te ves hermosa, nunca pensé que algún día tendría la dicha de verte vestida de novia. —tomé su mano y la apreté con nervios.—Madre, tengo la dicha de tener a mi familia en este día, —intenté controlar las lágrimas.— ¿Y sabe Jackson que estás…embarazada? —mis ojos se abrieron de par en par, sentí como mi piel se puso como piel de gallina, ella sonrió emocionada.— ¿Cómo lo sabes? —apenas mi pregunta salió de mi boca.—Eres mi hija, nosotras las madres tenemos un sexto sentido, el
Jackson Johnson Tiempo después… Me miré en el espejo intentando arreglar mi cabello rebelde, escuchaba a lo lejos los gritos de los invitados, así como el que Lilly me apurara a bajar. Estaba nervioso, hoy era mi cumpleaños y nuestro aniversario de bodas y, aunque nunca festejaba mi nacimiento, si festejaría el que me casara con la mujer más bondadosa y hermosa del mundo. Escuché pasas acercarse y una sonrisa apareció en mis labios, sabía que vendrían a buscarme para ejercer presión, lo primero que hice fue esconderme debajo de la cama con total rapidez, entonces vi los dos pares de pies caminar de un lado a otro por la habitación. Estuve a punto de reír, pero me aguanté, entonces recordé que mi camisa se arrugaría y casi estuve a punto de maldecir, pero sería meter un dólar en el frasco de “Groserías” y no les daría el gusto a esos pequeños. Las risas se escucharon y luego solté un grito fingiendo ser el monstruo debajo de la cama, ellos salieron corriendo de la habitación mientras
New York, Estados UnidosJackson Di un largo sorbo a mi taza de café y sentí la calidez cuando se deslizó por mi garganta, era el mejor momento del día. Terminé de leer el análisis de ventas de fin de mes. Una mesera se acercó y dejó sobre la superficie de la mesa una rebanada de pastel, arrugué mi ceño y levanté la mirada hacia a ella.―No he ordenado esto. ―ella sonrió apenada y sus mejillas se tintaron de un rosa pálido.―Es cortesía de la casa. ―alcé mis cejas con sorpresa.―Oh, gracias. ―apenas pude hacer sonrisa a medias.―Qué tengas bonito día. ―y sin esperar a que respondiera a eso, desapareció.―Vaya…―luego retomé la mirada a mi tableta.―Señor Johnson…―escuché a mi lado, suspiré al saber que ya era
Londres, InglaterraLilly BradleyEsta mañana en el desayuno, mi padre nos había dado una gran noticia, era la invitación para ocupar un puesto importante como jefe de cirugía en un hospital muy importante en la ciudad de New York. Mi madre, cardióloga del mismo hospital donde trabajan, se había emocionado por la gran oportunidad. Así que si aceptaba, se irían después de mi boda con Oliver, pensaron en que la casa se vendería y se darían la oportunidad de vivir en otro país, mi hermana y yo éramos totalmente independientes, así que ellos dos realmente les ilusionaron conocer y radicar en el otro continente.― ¿En qué tanto piensa mi prometida? ―Oliver puso un vaso de café latte frío en mi escritorio, le sonreí, tiró del respaldo de la silla y se sentó a mi
Jackson JohnsonLos Hamptons. Se hizo mi lugar favorito desde este momento. Estaba de pie frente a un gran ventanal de la tercera planta, la playa estaba frente a mí, un azul que me encantaba y el cielo despejado, para mí era pecado no tenerlo. Pensé una y otra vez las veces que la iba a ocupar, oficialmente los fines de semana sería mi nuevo santuario, mi espacio privado y en el que nadie podía entrar, y era sin excepción.―Y la vista es espectacular desde este tercer piso, ¿Quieres ver la terraza? ―habló detrás de mí, Solange, una de las mejores asesoras de mi empresa. ―Sí. ―seguí su camino mientras contoneó su trasero descaradamente, algo que me provocó rodar los ojos en blanco de manera discreta. Al salir, me quedé impactado con el espacio al aire libre. Era muy amplio y tenía una alberca, eso sí q
Lilly BradleyLondres, Inglaterra.Habían pasado varios días desde que me había enterado de que Oliver, mi prometido y futuro esposo, iba a una casa de citas. Tenía sexo con otras mujeres. Y eso era grave. Me había hecho análisis para descartar cualquier enfermedad sexual, y al confirmar que estaba sana, entonces decidí verlo con mis propios ojos.―No eres tóxica, Lilly. ―repitió mi hermana al ver mi mirada en ese lugar, mis manos apretaron el volante hasta que mis nudillos se pusieron blancos. Quería verlo con mis propios ojos.―Siempre hubo desacuerdos en mi relación, ―comencé a decir. ―…no éramos perfectos, estábamos lejos de eso, pero había amor, había una conexión, fue el primer hombre al que me entregué, ―miré a mi hermana. ―Cuando me dio el anillo de compromiso, e
Jackson JohnsonHabía pasado una semana desde la disputa con mi madre en el despacho. Desde entonces, no había ninguna llamada, ni mensaje, ni nada de ella.― ¿No crees que fuiste muy cruel? ―Jacob me preguntó después de contarle lo sucedido.―No. ―dije seguro de mí. ―Ella debe de entender que no puede disponer de mi vida privada por qué solo quiere nietos. No quiero una mujer a mi lado, una boda, un matrimonio e hijos. No es mi futuro. No es lo que quiero.―Bien, lo bueno que le has dejado muy claro. Entonces me marcho, iba a invitarte ir a un bar por unas cervezas, pero veo que no tienes humor.―Para la cervezas sí, pero para ligar como sueles hacerlo cada vez que me invitas, no. ―Jacob soltó una carcajada a mis palabras.―Tranquilo, solo serán unas cervezas.―Entonces, ¿En el lugar de siempre? ―él negó.―
Lilly BradleyEl hombre siguió congelado en su lugar, sin retirarle la mirada en el reflejo del espejo, tiré ahora yo de las servilletas de papel para secar mis manos.― ¿Qué se le ha perdido una igual a mí? ―él alzó sus cejas algo perturbado a mi pregunta. ―Bueno, si quiere mirar, pague. ―bromeé.― ¿Qué usted es una prostituta? ―dijo de repente cuando ya había empezado mi camino a la salida, me giré y solté una risa.― ¿Qué es lo que ha dicho? ¿Cómo que prostituta? Que era broma lo que le dicho. ―lo miré en silencio por un momento breve. ― “Americanos” ―murmuré tirando del picaporte de la puerta para salir, no pude evitar no reírme para mí misma, pareció como si el hombre nunca hubiera visto una mujer en su vida, es más, unas buenas piernas como las m&ia