Jackson Johnson
Los Hamptons. Se hizo mi lugar favorito desde este momento. Estaba de pie frente a un gran ventanal de la tercera planta, la playa estaba frente a mí, un azul que me encantaba y el cielo despejado, para mí era pecado no tenerlo. Pensé una y otra vez las veces que la iba a ocupar, oficialmente los fines de semana sería mi nuevo santuario, mi espacio privado y en el que nadie podía entrar, y era sin excepción.
―Y la vista es espectacular desde este tercer piso, ¿Quieres ver la terraza? ―habló detrás de mí, Solange, una de las mejores asesoras de mi empresa.
―Sí. ―seguí su camino mientras contoneó su trasero descaradamente, algo que me provocó rodar los ojos en blanco de manera discreta. Al salir, me quedé impactado con el espacio al aire libre. Era muy amplio y tenía una alberca, eso sí que no lo vi venir. ―Una alberca. ―dije caminando a su lado hasta ese lugar. Ella se cruzó de brazos alzando discretamente su pecho y sonrió.
―Sabía que te iba a encantar. ¿Con esta vista? Es perfecta. Es un error si no lo adquieres. Tengo una lista de…―ella detuvo su oración al ver mi gesto. Ladeé mi rostro hacia a ella.
― ¿Usas tus tácticas de venta de mi empresa conmigo? ―ella se sonrojó, luego se llevó un mechón detrás de su oreja.
―Oh, disculpa, Jackson. ―negó lentamente apenada. ―A veces se me olvida que eres el jefe.
―Sí, suele pasar. ―murmuré entre dientes, luego me aclaré la garganta y me dediqué a revisar cada rincón, casi media hora después, estaba firmando la compra del lugar.
Al salir, ella se inclinó para despedirse de beso de mejilla, pero yo eso no lo hacía, así que extendí mi mano entre nuestros cuerpos, ella alzó sus cejas con sorpresa y de inmediato se enderezó para tomar mi mano, un leve movimiento y la solté.
―Un honor haber ser sido una de las agentes que le ha vendido una propiedad.
―Eres la primera. ―ella se emocionó visiblemente, pero, lo disfrazó con una levantada de mejillas, luego de un movimiento de barbilla, se giró y se subió a su auto, mi mirada se quedó por un momento en el logo de “Johnson Bienes Raíces” luego desapareció.
Richard se acercó y asintió lentamente en señal de que la propiedad era buena.
―Es simplemente una fortaleza. ―sus palabras fueron muy acertadas. Bajé los escalones y llegué a él.
―Qué bien que te gusta, ahora es mía. ―No se sorprendió a mi confirmación.
―Muy buena compra, jefe.
―Solo hay que hacer lo de siempre, sistema de seguridad, cámaras, cerco eléctrico, infrarrojos…―abrió la puerta trasera del auto blindado y me detuve. ―Por cierto, vamos a casa de mis padres, luego al bar con JJ.
―Sí, señor.
Mansión de los Johnson.
La puerta se abrió ante mí y la chica del servicio me sonrió.
―Señor Johnson. Bienvenido.
―Gracias. ―entré y me detuve en el recibidor, me volví a la chica, se llamaba Selma. ― ¿Está mi madre desocupada? ―ella negó.
―Tiene una visita en su sala de té. ―solté un bufido. Sabía que cuando tenía una visita en ese salón, era su madre con un casco de guerra elaborando otro plan de guerra para hacer una cita con la hija de alguien importante.
―Bien. No me anuncies, yo iré a sorprenderla.
―Sí, señor. ―luego se retiró dejándome planeando como emboscarla y salir ileso sobre sus planes de citas a ciegas.
―Te recomendaría que huyeras, pero ahora. ―la voz grave de mi padre me hizo salir de mis pensamientos, tenía sus manos dentro de sus pantalones de cuadros, y con eso asumí que venía de jugar golf.
―Padre. ―me acerqué a saludarlo de mano, luego me sonrió.
―Esto sí que es una sorpresa. ―entrecerré mis ojos.
― ¿Sorpresa? ―él asintió.
―Rara vez vienes a visitarnos. ―confesó con una ceja alzada.
―Bueno, siempre me ven en la empresa, en mi ático, en cenas de beneficencia, en el club y en el ático de tu otro hijo. No dan la oportunidad de poder venir, ―él soltó una risa de que estaba en lo cierto.
―Bien, bien, te has salvado, ―se inclinó hacia a mí y susurró. ―Pero de tu madre no.
―Está a punto de cruzar el límite, padre. ―él asintió.
―Lo sé, pero, ¿Si solo cedes unas cuantas citas?
―No me interesa en estos momentos sentar cabeza.
―Nadie ha dicho nada de boda o hijos. Solo socializar con las hijas de nuestros amigos más importantes de nuestro círculo. ―palmeó mi brazo de manera fugaz.
― ¿Llegaré a una tregua con ella? ―él sonrió y luego negó, la voz de una mujer y luego la de mi madre, se escucharon acercarse.
―Deberíamos tomar el té el próximo miércoles, quizás y…―mi madre detuvo sus palabras al verme a lado de mi padre en el recibidor, la mujer a su lado, era una ex senadora.
―Jackson, hace mucho que no te veo, ―ella se acercó para saludar y antes de que tuviese la intención de querer un beso en la mejilla, extendí automáticamente mi mano, ella aceptó con un gran apretón, incluso lo sentí agradable.
―Señora Davis, un gusto verla de nuevo. ―soltamos el agarre y ella sonrió emocionada.
―Igualmente, pero estás hecho ya un hombre. ―noté el repaso discreto que me ha dado. ―Solo te vemos por foto y televisión, pero en persona, vaya que si es mejor. ―se aclaró la garganta y sonrió. ―Abigail estaría emocionada por saber de ti, ha llegado hace un par de días de hacer una expedición a Egipto.
―Oh, qué bien. ―respondí educado.
―Deberías de aprovechar de tomar un café con ella, así verás que es una arqueóloga con mucho talento. Es muy inteligente y apasionada en su trabajo.
―Claro, revisaré mi agenda. ―respondí, ella iba a hablar de nuevo cuando mi padre se adelantó.
―Bueno, antes de que te vayas hijo, necesito que revises lo que comenté. ―mi padre salvándome de la situación.
―Sí, claro, vamos. Qué tengan buena tarde. ―me despedí y fui detrás de mi padre hasta su despacho.
―A veces Isidora le sale lo Harding. ―el apellido de soltera de mi madre. ―Pero bueno, ―me señaló el sillón de cuero, buscó dos vasos de su mejor whisky y sirvió. Me entregó mi bebida y luego tomó lugar en su sillón individual favorito, dio un sorbo y al terminar, me miró. ―Su hija tiene fama de cortar bolas. ―casi me atraganté con mi bebida, tosí un poco y luego me limpié unas gotas de la orilla de mi labio, él soltó una carcajada.
― ¿Corta bolas? ―repetí sus palabras.
―Sí, he escuchado de su hija, que se había enamorado de un árabe, luego de un marrueco millonario, pero no cedió a nada de lo que le pedía, así que lo cambió y cuando ya se le acabó el amor, lo dejó.
―Vaya. ―di otro sorbo, luego me dediqué a saborear el whisky, de eso se me escapó un suspiro, pero la puerta se abrió y mi madre apareció, ella no lució contenta.
―James, ―se dirigió a mi padre. ―Debiste de ayudar más antes de salvarlo mintiendo con tu pretexto.
―Yo no sé de qué hablas, amor. ―mi padre se lavó las manos.
―Hola, madre. ―ella me lanzó una mirada de irritación.
― ¿Por qué me haces esto, Jackson? ―alcé mis cejas con sorpresa al escuchar sus palabras, miré a mi padre y luego de nuevo a ella.
― ¿Hacer qué? ―ella entrecerró sus ojos.
―Eso. Huir. ―soltó sin más ya molesta.
―He dicho que revisaría mi agenda, ¿Eso es malo?
―Eso es ser cruel, ella no te conoce, la has rechazado sutilmente.
―Entonces ella no lo sabe, y sería mejor que no dijeras que esa es mi manera sutil de decir que no estoy interesado.
―Solo quiero ver a mis futuros nietos.
―Creo que no recuerdas que tienes dos hijos.
―Jacob caerá rendido a pies de una mujer sin mi ayuda algún día de estos, ―luego murmuró hacia a mi padre. ―Espero estar en primera fila para ver eso. ―después devolvió su mirada a mí―Me refiero que Jacob es más predecible y sé que cuando se canse de andar de picaflor, llegará esa mujer, se casarán y me darán nietos. ―y el rostro le cambió. ―Pero tú, ―soltó un bufido de cansancio. ―Eres impredecible. Eres hermético. Eres un obseso del control, prefieres estar solo a…―luego detuvo su oración. ―O quizás me estoy equivocando de bando, ―arrugó su ceño. ― ¿Eres gay? ―Arqueé una ceja, mis labios se quedaron en la orilla del vaso de cristal, luego lo bajé y contuve muchas palabras que querían salir.
― ¿No tienes una actividad más saludable y menos estresante aparte de estarme jodiendo con las citas a ciegas?
―Jackson. ―mi padre usó su tono de advertencia, una que hace muchos años no escuchaba, mi madre ofendida se llevó la mano a su pecho.
― ¿Jodiendo? ―remarcó en pregunta esa palabra.
―Lo siento, no era mi intención decirlo de esa manera.
―Eres cruel. ―repitió esa palabra que me ponía de malas, di un largo trago a mi bebida hasta terminarla, puse el vaso de manera brusca en la superficie de la mesa. Luego me levanté.
―Jackson…espera. ―mi padre pidió que regresara a mi lugar, ajusté la camisa de mi muñeca y miré a mi madre.
―Sí es la manera para que dejes de querer meterme a cualquiera por los ojos, entonces soy cruel.
―No a cualquiera. ―contestó en un tono gélido sin retirarme la mirada.
―No me importa si es la mismísima reina de Inglaterra. No me interesa tener una cita con nadie. A ninguna hora. De ningún día. Ni arqueóloga. Ni política. Ni hija mimada de nadie rico de tu círculo de amigos con influencias. Por favor. ―dije en un tono muy serio y claro. ―Cuando llegue ese momento, será por qué así es como debe de ser. No como tú lo quieres. Así que, pasen buena tarde. ―salí del despacho con una molestia clavada en mi estómago, estaba harto de la atención obsesiva de mi madre con las citas. No quería a nadie en mi vida de manera romántica ni de otra manera...
Nunca.
Lilly BradleyLondres, Inglaterra.Habían pasado varios días desde que me había enterado de que Oliver, mi prometido y futuro esposo, iba a una casa de citas. Tenía sexo con otras mujeres. Y eso era grave. Me había hecho análisis para descartar cualquier enfermedad sexual, y al confirmar que estaba sana, entonces decidí verlo con mis propios ojos.―No eres tóxica, Lilly. ―repitió mi hermana al ver mi mirada en ese lugar, mis manos apretaron el volante hasta que mis nudillos se pusieron blancos. Quería verlo con mis propios ojos.―Siempre hubo desacuerdos en mi relación, ―comencé a decir. ―…no éramos perfectos, estábamos lejos de eso, pero había amor, había una conexión, fue el primer hombre al que me entregué, ―miré a mi hermana. ―Cuando me dio el anillo de compromiso, e
Jackson JohnsonHabía pasado una semana desde la disputa con mi madre en el despacho. Desde entonces, no había ninguna llamada, ni mensaje, ni nada de ella.― ¿No crees que fuiste muy cruel? ―Jacob me preguntó después de contarle lo sucedido.―No. ―dije seguro de mí. ―Ella debe de entender que no puede disponer de mi vida privada por qué solo quiere nietos. No quiero una mujer a mi lado, una boda, un matrimonio e hijos. No es mi futuro. No es lo que quiero.―Bien, lo bueno que le has dejado muy claro. Entonces me marcho, iba a invitarte ir a un bar por unas cervezas, pero veo que no tienes humor.―Para la cervezas sí, pero para ligar como sueles hacerlo cada vez que me invitas, no. ―Jacob soltó una carcajada a mis palabras.―Tranquilo, solo serán unas cervezas.―Entonces, ¿En el lugar de siempre? ―él negó.―
Lilly BradleyEl hombre siguió congelado en su lugar, sin retirarle la mirada en el reflejo del espejo, tiré ahora yo de las servilletas de papel para secar mis manos.― ¿Qué se le ha perdido una igual a mí? ―él alzó sus cejas algo perturbado a mi pregunta. ―Bueno, si quiere mirar, pague. ―bromeé.― ¿Qué usted es una prostituta? ―dijo de repente cuando ya había empezado mi camino a la salida, me giré y solté una risa.― ¿Qué es lo que ha dicho? ¿Cómo que prostituta? Que era broma lo que le dicho. ―lo miré en silencio por un momento breve. ― “Americanos” ―murmuré tirando del picaporte de la puerta para salir, no pude evitar no reírme para mí misma, pareció como si el hombre nunca hubiera visto una mujer en su vida, es más, unas buenas piernas como las m&ia
Lunes por la mañana. Empresas JohnsonJackson Johnson—Cancela la reunión de las tres. —pedí a mi secretaria, ella asintió al bajar la mirada a su tableta. —Y mi almuerzo que sea lo que comí el martes de la semana pasada.—Sí, señor. ¿Algo más? —negué.—Gracias. —murmuré al dirigir mi mirada a la computadora, ella salió de la oficina. Me detuve al repasar mi fin de semana en Los Hamptons, fue el mejor fin de semana que pude haber pasado. Solo. Sin nadie a mi alrededor a excepción de mi equipo de seguridad a quién había pedido ser lo más discreto posible. Cerré los ojos y solté un largo suspiro. Ya quería que llegara viernes para irme a mi santuario. S
Lilly BradleyMe detuve a medio camino de las escaleras del nuevo edificio en el que vivíamos temporalmente hasta encontrar un lugar fijo, el elevador se había quedado fuera de servicio y no me esperaría una hora para subir, así que decidí ir por las escaleras a pesar de que mis pies gritaban que me descalzara, había caminado bastante dejando solicitudes en varias empresas después de más de cuatro entrevistas, la espera para ellas, realmente se me había hecho eterna. Al descansar, tomé de nuevo el cordón de mi maletín y lo colgué al hombro para retomar el camino hasta el departamento.Al llegar frente a la puerta, solté un gran suspiro de cansancio, pensé en que mis pies en estos momentos estarían súper hinchados, pero, ¿Quién en su sano juicio usa zapatillas de aguja para ir a dejar solicitudes por toda la
Jackson Johnson—Así que eres el hombre del servicio del bar. —dijo algo sorprendida al igual que yo.—Vaya que es pequeño el mundo. —murmuré. Ella arqueó la ceja.—Bastante. —usó el tono de queja, algo que me irritó en segundos.—De haber sabido quien eras, créeme, la hubiera pensado.—Y yo igual. —puso una sonrisa sarcástica.—Entonces, no será necesario esta cena.—Pienso lo mismo. —en lugar que se ofendiera por mi comentario, pareció aliviada de poderse ir, se levantó y caminó a la salida.—Espera. —ella se detuvo, pensé en mi madre y su promesa de dejarme de fastidiar. Se giró hacia a mí.— ¿Qué? —sonó impaciente a mi silencio.—Lo siento, no era mi inten
Lilly BradleyLlegué a recepción del hospital, una mujer ya mayor me sonrió amablemente.—Buenas noches, ¿Está el doctor Harry Bradley? Es el nuevo jefe de cirugía.—Por su hermoso acento puedo decir que es una de las hijas del doctor Bradley. —sonreí a su comentario.— ¿Se nota mucho el acento? —arrugué mi nariz.—Es adorable, a mí me encanta, deja lo busco. Dame unos momentos. —asentí y en lo que hacía la llamada, miré el resto del lobby, era más grande que el de Londres, los colores eran neutrales y me gustaba. —Bajará el doctor, dice que esperes. —me volví a ella.—Gracias, muy amable. —ella sonrió en respuesta luego continuó contestando una llamada.Caminé hasta los asientos que estaban cerca, tomé
Jackson JohnsonEdificio Johnson...—Buenas noches, señor Johnson. —Freddy, el encargado de turno en el edificio, saludó educadamente mientras caminé hasta el elevador.—Buenas noches. —y levanté mi mano en señal de saludo, presioné el botón para que bajara, noté por los números que venía hacia a mí.—Buenas noches, Jackson. —cerré los ojos y apreté mi mandíbula con fuerza, segundos después, los abrí y giré mi rostro, era Georgina, tenía puesto su abrigo color rojo sangre, su cabello pelirrojo, resaltaba con esa piel lechosa y perfecta.—Buenas noches, ¿Qué haces aquí? —pregunté intrigado.—Esperando el elevador igual que tú. —sus labios carnosos pintados en un rojo ca