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Capítulo 8. Un cambio de planes

Lilly Bradley

Me detuve a medio camino de las escaleras del nuevo edificio en el que vivíamos temporalmente hasta encontrar un lugar fijo, el elevador se había quedado fuera de servicio y no me esperaría una hora para subir, así que decidí ir por las escaleras a pesar de que mis pies gritaban que me descalzara, había caminado bastante dejando solicitudes en varias empresas después de más de cuatro entrevistas, la espera para ellas, realmente se me había hecho eterna. Al descansar, tomé de nuevo el cordón de mi maletín y lo colgué al hombro para retomar el camino hasta el departamento.

Al llegar frente a la puerta, solté un gran suspiro de cansancio, pensé en que mis pies en estos momentos estarían súper hinchados, pero, ¿Quién en su sano juicio usa zapatillas de aguja para ir a dejar solicitudes por toda la ciudad? Tú, Lilly Bradley. Solo a ti se te ocurre usarlas para aparentar ser un poco más alta.

— ¡Llegaste! —mi madre me dio la bienvenida al abrir la puerta.

—Sí, hurra…—dije con una media sonrisa.

—Uy, qué cara…—comentó, tiró del cordón de mi maletín para ayudarme al ver que no avancé mucho al entrar. —Esas zapatillas…—me regañó. Entré a la sala y me dejé caer en uno de los sillones más cercano, con cuidado me retiré las zapatillas, y me quedé impresionada, “Definitivamente tendré que dejar un tiempo este calzado.” Tenía la línea marcada en la piel de lo lastimado.

—Dios, eso agrada…—solté acariciando uno de los pies, miré hacia a mi madre que miró algo inquieta la escena.

—Deberías de deshacerte de todas esas zapatillas de tacón alto, sabes lo que opino de eso. —dijo mi madre dejando el maletín en el otro sillón, luego se sentó en el brazo de este para mirarme. —fue tu hermana a visitarme en el nuevo consultorio que me asignaron esta tarde.

—Qué bien…—yo estaba bastante concentrada en masajear mis pies.

— ¿Podrías acompañarla a cenar más tarde? —arrugué mi ceño a su petición, alcé mi mirada a ella.

— ¿Acompañar? —mi madre asintió.

—Ha quedado en cenar con el hijo de una de mis pacientes y no quiero que vaya sola.

—Eso es inapropiado, madre. No debes de hacer eso a un par de días de entrar a trabajar.

—Lo sé, pero no pude rescatar a Leah de esa cena.

—Pues que no vaya y ya.

—No puede hacer eso, es el hijo de mi nueva paciente.

—Y podrás excusarte con que es inapropiado y que no lo pensaste hasta que llegaste a tu casa.

—Lilly…—mi madre usó ese tono de “Anda, no seas mala” detuve lo que estaba haciendo y solté un bufido.

—Bien, ¿Y ya ha llegado Leah? —ella negó.

—Aún sigue en su trabajo. Pero tengo la dirección del restaurante y la hora. Solo espera a Leah afuera.

—Bien, —tomé las zapatillas y luego el maletín, —Me iré a bañar para estar lista. —caminé hasta mi nueva habitación y escuché el “Gracias, Lilly” a mi espalda, realmente me daba pereza ir a cenar fuera, mis planes de quedarme en mi cama viendo series en N*****x hasta quedarme abrazada de Morfeo, se anularon. Tecleé un mensaje a Leah avisándole que iría con ella a la cena y que la esperaba afuera del lugar a la hora acordada. Me di una ducha, sequé mi cabello largo, luego opté por algo simple, sencillo y nada llamativo: pantalón de vinil negro que me quedaba untado al cuerpo, blusa blanca y el cabello suelto, esta vez usaría unos botines, me maquillé ligero, tomé mi bolso y mi abrigo para salir.

—Ya pedí el auto. —anuncié a mi madre que estaba en la sala, mi padre estaba en el hospital aún.

—Vas bastante…sencilla. —arrugué mi ceño.

—Yo no soy quien va a cenar con el hijo de tu paciente. Yo solo soy un mal tercio en una cita.

—Sales más arreglada a las entrevistas…—murmuró.

—Madre, estoy muy cansada, —luego hice una breve pausa—estoy algo preocupada ya que soy la única de la familia quién no ha encontrado un trabajo.

—Ya saldrá uno, ten fe. —solté un suspiro discreto. Esta noche solo cenaría y regresaría a casa a dormir.

***

En el restaurante.

Me ajusté el abrigo algo impaciente, miré el reloj de nuevo y ya tenía que haber llegado Leah. Le marqué de nuevo al celular y no contestó, maldije entre dientes, estaba decidida que si no llegaba en diez minutos, pediría un auto y me marcharía.

El celular sonó en mi abrigo y lo busqué rápidamente. En la pantalla anunció el nombre de Lea y deslicé el botón para contestar.

—Espero tengas una buena excusa y ya estés a punto de llegar. —gruñí al terminar.

—Lo siento, tengo aún mucho trabajo, ¿Podrías solo cenar?

— ¿Perdón? ¿Cenar? ¿Con el hijo de la paciente de nuestra madre?

—Sí, por favor. No puedo desocuparme antes.

—Estás loca. Me iré a casa. No lo conozco y no se me apetece cenar con un extraño.

—Por favor, por favor, te lo voy a recompensar. Además, me debes muchas.

—Es otro continente, así que es borrón y cuenta nueva.

—No, no, anda, hazlo por mí. Prometo que te lo voy a recompensar. —Me mordí el interior de la mejilla debatiéndome.

—Bien, bien, me la debes. Entro al restaurante y… ¿A quién busco?

—La reservación es a nombre de Isidora Harding.

—Bien, solo es cena, ¿Verdad? —pregunté inquieta.

—Sí, solo cena, una conversación y luego a casa. Él no sabe quién eres ni como luces, además nunca sabrá la madre que no fui yo, así qué tranquila. —Okey, entonces, entraré.

—Gracias, Lilly. —dijo Leah de manera divertida del otro lado de la línea.

—Búrlate. —dije antes de colgar.

Me volví hacia la fachada del restaurante, y tomé aire bruscamente. Pensando en que ha sido un error ceder a la cena con el desconocido. Un hombre vestido elegante abrió la puerta.

—Bienvenida, señorita.

—Gracias. —al entrar, sentí la calidez del lugar, el murmullo de los comensales en sus propias conversaciones, velas en los centros de las mesas, el olor era exquisito, algo que de inmediato me relajó. Llegué hasta la mujer rubia que me sonrió.

—Buenas noches, bienvenida a Scalini, la mejor cocina italiana de la ciudad. ¿Tiene reservación?

—Sí, a nombre de Isidora Harding.

Los ojos de la mujer se posaron en mí, como si fuese un alien o un ser de otro plano. Al ver que esperaba ella se aclaró de inmediato la garganta y luego sonrió a medias aun sorprendida.

—Oh, disculpe, la están esperando. —Sentí el nudo de mi estómago crecer de los nervios, era un restaurante bastante elegante y caro, entonces no imaginé al hombre que esperaba por Leah, seguí a la mujer rubia y me llevó a un área retirada de los demás comensales, era una zona privada. Se detuvo frente a una puerta y se hizo a un lado para señalarme que podía entrar.

— ¿Ahí es? —pregunté.

—Sí, es el privado. Pase, la están esperando desde hace cinco minutos. —tomé el picaporte y empujé la puerta para entrar, escuché a mi espalda “Afortunada” miré de reojo y la mujer desapareció por dónde entramos, entré cerrando la puerta detrás de mí, no había nadie en la mesa, la luz era un poco baja, pero aun así podía ver con claridad el espacio, ¿Se habrá ido? Solo fueron cinco minutos, me senté pensando que yo esperaría otros cinco minutos y luego me marcharía.

Escuché la puerta detrás de mí, mi corazón se agitó, no sabía si voltear o esperar a que tomara lugar del otro lado de la mesa y saludar.

—Buenas noches, —su voz ronca me erizó la piel de pies a cabeza, haciendo que me estremeciera en el mismo lugar donde estaba sentada.

—B-Buenas noches. —dije sin voltear, en un tono bajo y torpe. ¡Madre santa! ¿Qué me pasa?  Escuché cuando comenzó a caminar, hasta que rodeó la mesa y se sentó frente a mí, levanté mi mirada al hombre del otro lado de la mesa. Arrugué mi ceño al igual que él.

— ¿Tú de nuevo? —preguntó sorprendido.

¡Ay Dios, el hombre del servicio!

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