Raquel Martínez.En el momento que él escuchó su nombre ser pronunciado alzó también su mirada hacia mí. Y su rostro entonces reflejó cuan sorprendido está de verme ahí.—¿Qué...? ¿Qué haces aquí? —logro preguntarle.—Yo... —por unos minutos permaneció en silencio, solo mirándome. Hasta que notó mi expresión de extrañeza por su actitud, carraspeó y respondió—: Mi sobrino tenía una cita con el pediatra.Quiero preguntarle por el niño, pero pronto mi mirada se clava en los papeles que estan en el suelo y veo la ecografía. Nerviosa, vuelvo a mirarlo a él para disimular.—¿Y tú? —me preguntó—. No esperaba encontrarte por aquí.—Y-yo... —¿Qué le digo?—. Eh, Jimena... me pidió que le retirará unos exámenes que se hizo hace unos días.Erick asintió. Y con la mención de los exámenes, él recordó que todos mis papeles siguen esparcidos por el suelo. —Déjame ayudarte con este desastre —murmura.Erick intentó agacharse a recogerlos, pero no se lo permito exclamando en un tono más alto de lo que
Raquel Martínez.—¿Qué sucede, Thiago? —le preguntó Erick al pequeño después de habernos separado con rapidez.—¿Ya no siguen molestos? —preguntó el pequeño.Con total incomodidad Erick se rasca la nuca, mirándome por un breve instante. Pero rápido aparto la mirada de él y la clavo en mis manos las cuales ahora tengo entrelazadas sobre el regazo.—¿De qué hablas? —aún sabiéndolo, Erick inquirió.—O sea, si siguen molestos —dedujo rápidamente.—Bueno, Thiago, no...Pero su sobrino no lo dejó continuar.—¡Pero iban a besarse! —exclamó, llamando la atención de dos personas que se detuvieron en el puesto a comprarle al chico que hace los perros calientes—. No pueden seguir molestos.—No íbamos a besarnos, Thiago —explico, mirándolo—. Viste... mal. Tu tío estaba... estaba...Al ver que no sé qué excusa poner, Erick se apresura a decir:—Le estaba soplando el ojo —dice—. Porque tenía una basura allí.Muevo rápidamente la cabeza en un gesto afirmativo.—Mienten —aseguró el pequeño, cruzando
Una suave melodía empieza a sonar no tan lejos de mí. Intento ignorar el sonido y seguir durmiendo, pero a los segundos de que aquella melodía se deja de oír, vuelve a sonar. Irritada, me reincorporo sobre la cama y después de notar que lo que está sonando es mi celular, me apresuro a contestar la llamada sin si quiera ver el nombre del contacto. —¿Quién eres y por qué me llamás a esta hora? —suelto, bostezando. —Son las seis y media de la tarde, Raquel —al otro lado de la línea se escucha una voz masculina. Pero no la ubico y él parece notarlo, porque agrega—: Soy Nicholas. —Oh. —¿Estabas durmiendo? —Sí. Y me despertaste. —Perdón —dice—. Pero quería hacerte una invitación. Agudizando el oído, puedo escuchar como de fondo se puede oír claramente unas cuantas veces hablar al mismo tiempo y música en un tono demasiado alto para mi gusto. —¿Estas en una fiesta? —pregunto, sin poder evitarlo. —Unos amigos me hicieron una despedida porque en dos días viajaré a Canadá por trabajo.
Cruzo la calle frente al edificio para empezar a caminar las cuadras hasta la parada de autobús.No conozco tan bien esta parte de la ciudad, aunque tengo una sospecha de que he pasado por aquí al menos una vez con anterioridad. Pero ni siquiera recuerdo cuál es el nombre de esta zona en la que solamente veo edificios con departamentos.Camino por la solitaria calle y me abrazó a mí misma para tratar de entrar en calor porque está haciendo un frío terrible. Aunque se ve que es una zona mayormente para personas que tienen bastante dinero y que pueden permitirse vivir en un departamento tan lujoso como tal vez son estos, las calles no están tan bien iluminadas, hay faroles que ni siquiera tienen encendidas las luces. Y da un poco de miedo tener que caminar por toda esa oscuridad completamente sola. Pronto me da la sensación de qué hay alguien mirándome en algún sitio, pero cuando miro a todas partes a mi alrededor —adelante y atrás— veo que estoy completamente sola, aunque la sensación
Alivio. Calma. Seguridad. Alegría.Esos son los sentimientos que me cruzan el pecho en cuanto puedo ver su rostro. Y sintiendo mis piernas temblar a causa del susto que he pasado, voy corriendo hasta él que no duda en rodear mi pequeño y delgado cuerpo en un cálido abrazo que me reconforta más de lo que se podría imaginar y rompo en llanto, aferrandome a él.No quiero si quiera pensar en lo que hubiera pasado si él no hubiera aparecido y hubiera alejado a ese hombre lejos de mí.—Tranquila —susurró, acariciando mi espalda de arriba abajo—. Ya pasó.—Y-yo...—¿Te hizo algo? —preguntó, puedo notar como los músculos de su cuerpo se tensan al pronunciar esas palabras.Niego, incapaz de pronunciar palabra alguna.Erick se apartó solo lo suficiente para tomar mi rostro con sus manos, ahí puedo ver la expresión de preocupación y horror que tiene plasmada en su rostro.—No mientas —insiste—. Si te hizo algo...—N-no... pudo —digo, sorbiendo mi nariz—. Tú llegaste antes.El alivio que cruza su
PRIMERA PARTE:No puedo dormir.Por más que intento, cada vez que cierro los ojos la imagen de ese hombre sobre mí aparece en mi cabeza, asqueandome por completo. Recuerdo todo con claridad; como sus asquerosas manos se realizaron por mi piel, como se estuvo tocando encima de mí. Y no lo soporto, entro al baño y me doy otra ducha queriendo quitar las huellas de sus dedos sobre mí piel.Hace un frío del demonio porque no ha dejado de llover, pero eso es lo que menos me importa.Paso las esponja con jabón por mi cuerpo una, y otra, y otra vez sin lograr sentirme lo suficientemente limpia. Y sin darme cuenta, unas cuantas lágrimas empiezan a deslizarse por mi rostro. No lágrimas de tristeza, no, estás son enojo.Me da tanta rabia pensar en que esto no solamente me ha ocurrido a mí, porque diariamente hay chicas que pasa por esto o por cosas mucho peores de las que pocas terminan con vida. Y es injusto. Es injusto que por culpa de unos malditos ya no podamos sentirnos seguras en ningún si
SEGUNDA PARTE.Cada vez nos vamos acercando más al departamento de policía y, a diferencia de mí, que parezco estar a punto del colapso debido a los nervios, Erick se mantiene sumamente tranquilo mientras conduce el coche con una mano en el volante y la otra sobre su pierna.—¿Esto no te pone nervioso? —le pregunto—. Porque a mí sí.Erick me mira rápidamente para volver a llevar la vista al frente.—No tendrías por qué estarlo —dice—. El único que debería estar nervioso es ese infeliz porque me aseguraré de que pasé toda su vida en la cárcel.—Estás demasiado seguro de que será así.—Porque lo será —asegura—. Ni el mejor abogado podrá sacarlo.Ya nadie más vuelve a hablar y pronto Erick detiene su coche frente a la comisaría.Frunzo los labios hasta formar una línea recta, tensa desabrochó el cinturón de seguridad, pero antes de poder abrir la puerta, siento la mano de Erick posarse sobre mi rodilla.Por inercia llevo la mirada a su mano y después lo miro a los ojos, sintiendo como ah
Lo he tomado por sorpresa, sí. A ambos. Pero tras darse cuenta de que quien ha unido sus labios con otros soy yo, Erick no duda en devolverme el beso con las mismas ganas lo cual solo hace que sonría con satisfacción sobre su boca.No quiero dar un espectáculo frente a todos sus empleados, por lo que cuando veo que él quiere profundizar el beso me separo, todavía sonriendo.De reojo puedo ver cómo su secretaria aprieta los puños a sus costados con bastante más fuerza de lo usual.—¿Seguirás hablando con tu empleada, o ya podemos irnos? —pregunto, haciendo énfasis en la palabra «empleada» solo para molestarla todavía más—. Quiero ir a casa.Erick parpadeo, todavía incrédulo y movió su cabeza en un gesto afirmativo.—Vendré más tarde —le informa a su secretaria—. Cuando regrese te espero en mi oficina para que me digas hablando de esos informes.«Te espero en mi oficina» Al escuchar esas palabras, mi sonrisa se borra de golpe, sintiendo como un revoltijo de emociones para nada agradable