53. UNA DECISIÓN

Raquel Martínez.

—¿Qué sucede, Thiago? —le preguntó Erick al pequeño después de habernos separado con rapidez.

—¿Ya no siguen molestos? —preguntó el pequeño.

Con total incomodidad Erick se rasca la nuca, mirándome por un breve instante. Pero rápido aparto la mirada de él y la clavo en mis manos las cuales ahora tengo entrelazadas sobre el regazo.

—¿De qué hablas? —aún sabiéndolo, Erick inquirió.

—O sea, si siguen molestos —dedujo rápidamente.

—Bueno, Thiago, no...

Pero su sobrino no lo dejó continuar.

—¡Pero iban a besarse! —exclamó, llamando la atención de dos personas que se detuvieron en el puesto a comprarle al chico que hace los perros calientes—. No pueden seguir molestos.

—No íbamos a besarnos, Thiago —explico, mirándolo—. Viste... mal. Tu tío estaba... estaba...

Al ver que no sé qué excusa poner, Erick se apresura a decir:

—Le estaba soplando el ojo —dice—. Porque tenía una basura allí.

Muevo rápidamente la cabeza en un gesto afirmativo.

—Mienten —aseguró el pequeño, cruzando
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