NARRADOR; Raquel.No tengo ni idea de qué hora es.Lo único que tengo claro es que es más de media noche y, si no lo es, pronto lo será.He querido llamar a Erick pidiéndole que venga a casa, pero mi orgullo no me lo ha permitido así que aquí estoy.Otra vez sola en mi habitación.Por más que intento no puedo conciliar el sueño; mi mente no para de pensar y pronto me veo a mi misma poniéndome de pie incapaz de seguir aquí.Me coloco las pantuflas y salgo de la habitación. Todo está a oscuras así que camino sosteniéndome de la pares que está a mi izquierda para evitar cualquier cosa.Cuando llego al final del pasillo consigo ver un poco por las luces que entran por los ventanas que hay en la sala y bajo las escaleras. Dudó un momento en si encender las luces y al final decido dejarlas apagadas, por lo que avanzo directo a la cocina.Una vez allí enciendo la luz y rebusco dentro de la nevera a ver qué puedo prepararme debido a que me ha empezado a dar hambre.Saco todo lo que necesito p
NARRADOR; Erick.Todo mi cuerpo tiembla por culpa del frío que hay en la habitación en la que estoy.Mi cabeza duele tanto, parece como si me la estuvieran taladrando. Es... horrible. Y me siento aturdido, demasiado. Y con mareo.Poco a poco abro mis ojos con dificultad ante los rayos del sol mañanero que se cuelan por la ventana que está abierta y lo maldigo, porque la luz solo aumenta mi dolor.Examinó todo a mi alrededor y no tarde en notar que estoy en mi habitación.Hundo las cejas con confusión, no comprendo cómo fue que termine aquí si lo último que recuerdo fue haber estado en el bar bebiendo para relajarme.«¿Cómo llegue hasta aquí?» Me pregunto a medida que me quitó las sábanas que cubren mi cuerpo y me incorporo en la cama.Suelto un suspiro, llevando las manos a mi cabeza y es entonces que una ola de recuerdos llegan a mí cuando me propongo saber cómo fue que termine aquí.El recuerdo de estar en el bar, sentado en el taburete de la barra para intentar que el mareo desapar
[Antes de iniciar con la lectura de este capítulo, quería decirles que he cambiado una cosita y es el tiempo que Raquel lleva embarazada, se supone que para su boda han pasado varios meses —y no los tres o cuatro que se mencionan que pasan en los últimos—, por lo que aquí le faltan unos dos meses para tener a su bebé.Lo del tiempo lo acomodaré en su momento, después de subir el epílogo y editar los capítulos anteriores a este.Por ahora, disfruten de este capítulo]NARRADOR: RAQUEL.De pequeños solemos tener muchos sueños, metas y aspiraciones.Y cómo la mayoría de las niñas, uno de mis sueños siempre fué casarme un día con un buen hombre como mi padre, llegar al altar con un hermoso y extravagante vestido blanco de estilo princesa, acompañada de mi familia, amigos y conocidos más cercanos. Y tener una bonita familia como una vez lo fue la mía y dedicarme a lo que en aquel momento me gustaba, el patinaje.Hoy cumpliré ese sueño.Hoy es mi boda.Y aunque no todo salió como siempre lo
Durante el trayecto al hospital no hago más que gritar del dolor que aumenta con cada segundo que pasa mientras a mi lado escucho al ojiverde pedirle a mi mejor amigo que conduzca más rápido.Y cuando por fin llegamos, es Erick quien me ayuda a salir del coche. Posa su mano en mi espalda y la otra por detrás de mi rodilla para alzarme, y de verdad se lo agradezco porque el dolor que estoy sintiendo es tan horrible que apenas puedo mantenerme de pie.Los minutos posteriores a ese no soy muy claros para mí. Sé que hay casos a mí alrededor, escucho voces gritarle a los enfermeros que necesitan un médico, pero no consigo distinguir quién de mis acompañantes es quien lo exige.Una enfermera se apresura a venir hacia nosotros en el momento que otra punzada de dolor me ataca y le pide a Erick que me siente en la silla de ruedas. Ellos hablan, pero poco puedo entender lo que se dicen; solamente distingo palabras al azar como «llevenla a emergencias», «posible aborto», «cesárea».Sé que mis am
Raquel Martínez.—Adiós, chicos. ¡Disfruten sus vacaciones!Después de despedirse de todos, Karen —nuestra profesora de cálculo— abandona el aula de clases. Todos se ponen de pie y la imitan. No soy la excepción, ya que después que guardo mis cosas dentro de mi mochila salgo en compañía de mi amiga Addy.Afuera más de uno parece estar contento. Incluso yo lo estoy. Y no es extraño teniendo en cuenta que es el día más deseado por todos aquí: el final de las clases.¡Yupi!Se acabó el tener que desvelarme estudiando para exámenes o haciendo alguna tarea, porque soy lo suficientemente estúpida que todo lo dejo para última hora. Se acabó el levantarme temprano, ahora podré dormir hasta la hora que quiera. Se acabaron las largas y aburridas horas fingiendo que presto atención a lo que el profesor dice, cuando en mi mente estoy imaginando cómo sería mi vida si tuviera a un Jack Ross, un Magnus Lacrontte o un Axen Dannet.Oh. Sería tan perfecta.Y por eso quiero que sea de noche para así ir
Raquel Martínez.— ¿Qué? —suelto después de un par de minutos en silencio debido a la impresión que me han causado sus palabras.— Vas a irte —repite él, sumamente calmado.Irme... ¿Yo? ¿Con no sé quién?No, no, no.Eso es sin dudas una broma.Eso es.A papá le gusta bromear siempre.Y es lo que está haciendo ahora.— Papá, sabes que no me gustan este tipo de bromas.Papá calla unos segundos, desvía la mirada a mí madre por fracción de segundos y ella le da una mirada recelosa.Jorge suelta un suspiro y vuelve a mirarme, está vez su expresión se endurece al decir:— No bromeó, lo harás.— No —dice mamá de inmediato, negando—. Raquel no hará eso. No sé irá.— Tiene que hacerlo...— He dicho que no —repite ella, sin opción a réplica—. No la obligarás a algo que no desea por tu mala administración en la empresa. Y por tus malditos vicios.— Expliquen que rayos sucede —exijo—. Porque no entiendo nada.—Nos hemos quedado en quiebra por culpa de tu padre y su maldito vicio de apostar —mamá
*** si mi mandíbula no cayó al suelo, es gracias a que está atada a mi cabeza.—¿Tú? —logro decir, con voz casi audible.Erick me sonríe, coqueto.—Es un gusto volver a verte, Raquel.Frunzo mis labios en un línea recta, poco contenta.—He de suponer que fuiste el imbécil que creyó que soy un objeto y que se atrevió a obligar a mi padre que me diera como garantía de pago.—No creo eso —aclara—. Pero si fui yo.Clavo las uñas en las palmas de mis manos, sintiéndome repentinamente molesta por su cinismo.—¿Por qué haces esto? —pregunto—. ¿Qué ganas teniéndome aquí?Él guarda sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón y da varios pasos hacia mi, quedando más cerca. Y me da una sonrisa de medio lado.—Mucho —se limitó a responder.—Eso no responde por qué haces todo esto, idiota.Erick soltó una pequeña y suave risa, provocando que hunda mis cejas sin comprender que es lo que le causa tanta gracia.—¿Qué? —espeto.—Te recomiendo uses un tono más… cordial al hablarme, preciosa —pide,
Raquel Martínez. Despierto por culpa de mi celular el cual lleva minutos sonando.La alarma... Olvidé quitarla.Estiró mi mano con pereza hasta alcanzar el celular en la mesita de noche y quito la molesta alarma, dejando después el móvil en su sitio.Vuelvo a dejar mi cabeza sobre la almohada y cierro mis ojos con la intención de dormir otro rato más, pero desisto en hacerlo cuando dieron unos toques a mi puerta.Suspiro levantándome resignada de la cama, me coloco mis pantuflas rosas y camino hacia la puerta.— Buen día —saluda la mujer frente a mí con una sonrisa cuando le abro.— Hola Claudia —bostezo inconsciente. — ¿Qué sucede?—Solo vengo a avisarle que el joven Erick la espera en el comedor para desayunar con usted.— ¿Ahora? Claudia asintió.—Pero está demasiado temprano, además no tengo hambre.— Él siempre desayuna a esta hora —dice. — Y no tiene mucho tiempo por lo que me ordenó que hiciera que bajarás sí o sí.Suspiro derrotada.— Bajaré en unos minutos.— No tarde.Cier