Durante el trayecto al hospital no hago más que gritar del dolor que aumenta con cada segundo que pasa mientras a mi lado escucho al ojiverde pedirle a mi mejor amigo que conduzca más rápido.Y cuando por fin llegamos, es Erick quien me ayuda a salir del coche. Posa su mano en mi espalda y la otra por detrás de mi rodilla para alzarme, y de verdad se lo agradezco porque el dolor que estoy sintiendo es tan horrible que apenas puedo mantenerme de pie.Los minutos posteriores a ese no soy muy claros para mí. Sé que hay casos a mí alrededor, escucho voces gritarle a los enfermeros que necesitan un médico, pero no consigo distinguir quién de mis acompañantes es quien lo exige.Una enfermera se apresura a venir hacia nosotros en el momento que otra punzada de dolor me ataca y le pide a Erick que me siente en la silla de ruedas. Ellos hablan, pero poco puedo entender lo que se dicen; solamente distingo palabras al azar como «llevenla a emergencias», «posible aborto», «cesárea».Sé que mis am
Raquel Martínez.—Adiós, chicos. ¡Disfruten sus vacaciones!Después de despedirse de todos, Karen —nuestra profesora de cálculo— abandona el aula de clases. Todos se ponen de pie y la imitan. No soy la excepción, ya que después que guardo mis cosas dentro de mi mochila salgo en compañía de mi amiga Addy.Afuera más de uno parece estar contento. Incluso yo lo estoy. Y no es extraño teniendo en cuenta que es el día más deseado por todos aquí: el final de las clases.¡Yupi!Se acabó el tener que desvelarme estudiando para exámenes o haciendo alguna tarea, porque soy lo suficientemente estúpida que todo lo dejo para última hora. Se acabó el levantarme temprano, ahora podré dormir hasta la hora que quiera. Se acabaron las largas y aburridas horas fingiendo que presto atención a lo que el profesor dice, cuando en mi mente estoy imaginando cómo sería mi vida si tuviera a un Jack Ross, un Magnus Lacrontte o un Axen Dannet.Oh. Sería tan perfecta.Y por eso quiero que sea de noche para así ir
Raquel Martínez.— ¿Qué? —suelto después de un par de minutos en silencio debido a la impresión que me han causado sus palabras.— Vas a irte —repite él, sumamente calmado.Irme... ¿Yo? ¿Con no sé quién?No, no, no.Eso es sin dudas una broma.Eso es.A papá le gusta bromear siempre.Y es lo que está haciendo ahora.— Papá, sabes que no me gustan este tipo de bromas.Papá calla unos segundos, desvía la mirada a mí madre por fracción de segundos y ella le da una mirada recelosa.Jorge suelta un suspiro y vuelve a mirarme, está vez su expresión se endurece al decir:— No bromeó, lo harás.— No —dice mamá de inmediato, negando—. Raquel no hará eso. No sé irá.— Tiene que hacerlo...— He dicho que no —repite ella, sin opción a réplica—. No la obligarás a algo que no desea por tu mala administración en la empresa. Y por tus malditos vicios.— Expliquen que rayos sucede —exijo—. Porque no entiendo nada.—Nos hemos quedado en quiebra por culpa de tu padre y su maldito vicio de apostar —mamá
*** si mi mandíbula no cayó al suelo, es gracias a que está atada a mi cabeza.—¿Tú? —logro decir, con voz casi audible.Erick me sonríe, coqueto.—Es un gusto volver a verte, Raquel.Frunzo mis labios en un línea recta, poco contenta.—He de suponer que fuiste el imbécil que creyó que soy un objeto y que se atrevió a obligar a mi padre que me diera como garantía de pago.—No creo eso —aclara—. Pero si fui yo.Clavo las uñas en las palmas de mis manos, sintiéndome repentinamente molesta por su cinismo.—¿Por qué haces esto? —pregunto—. ¿Qué ganas teniéndome aquí?Él guarda sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón y da varios pasos hacia mi, quedando más cerca. Y me da una sonrisa de medio lado.—Mucho —se limitó a responder.—Eso no responde por qué haces todo esto, idiota.Erick soltó una pequeña y suave risa, provocando que hunda mis cejas sin comprender que es lo que le causa tanta gracia.—¿Qué? —espeto.—Te recomiendo uses un tono más… cordial al hablarme, preciosa —pide,
Raquel Martínez. Despierto por culpa de mi celular el cual lleva minutos sonando.La alarma... Olvidé quitarla.Estiró mi mano con pereza hasta alcanzar el celular en la mesita de noche y quito la molesta alarma, dejando después el móvil en su sitio.Vuelvo a dejar mi cabeza sobre la almohada y cierro mis ojos con la intención de dormir otro rato más, pero desisto en hacerlo cuando dieron unos toques a mi puerta.Suspiro levantándome resignada de la cama, me coloco mis pantuflas rosas y camino hacia la puerta.— Buen día —saluda la mujer frente a mí con una sonrisa cuando le abro.— Hola Claudia —bostezo inconsciente. — ¿Qué sucede?—Solo vengo a avisarle que el joven Erick la espera en el comedor para desayunar con usted.— ¿Ahora? Claudia asintió.—Pero está demasiado temprano, además no tengo hambre.— Él siempre desayuna a esta hora —dice. — Y no tiene mucho tiempo por lo que me ordenó que hiciera que bajarás sí o sí.Suspiro derrotada.— Bajaré en unos minutos.— No tarde.Cier
Narra: Raquel.Me coloco la ropa y peino mi cabello, haciéndole ondas a las puntas de manera rápida para llevarlo suelto. Me maquillo de forma no tan llamativa y me echo perfume.Me observo en el espejo de cuerpo completo y, a decir verdad, para arreglarme de manera rápida quedé estupenda.Salgo de la habitación y bajo a la planta baja, donde me espera Erick quien luce un traje negro echo a la medida con una corbata azul marino y camisa de botones blanca. Y he de admitir que no se ve nada mal.Como si supiera que estoy ahí, él alzó la mirada hacia mí y a medida que me acerco a él, su mirada verdosa viajó por todo mi cuerpo hasta clavar sus ojos en los míos.— ¿Estás lista? —pregunta.— Sí —asiento, mi expresión seria.—Vámonos.Camina a la puerta de la casa y camino detrás de él.Salimos y su camioneta está frente a la casa, bajamos los pequeños escalones de la entrada antes de subirnos al coche y él mismo comenzó a manejar.Durante el camino ninguno pronunció ni una sola palabra, y e
Una vez que llego a la sala me encuentro con una chica que no he visto antes en la casa.Ella está limpiando la repisa que está arriba de la chimenea, sin embargo, no trae puesto el uniforme que le he visto a la servidumbre.Al notar mi presencia, ella dejó de limpiar y llevó sus manos detrás de su espalda.— Buen día, señorita —dice ella, sonriendo.La chica es de mi estatura, tal vez unos centímetros más baja, sus ojos son de un color verde opaco, su de piel blanca bronceada ligeramente, su cabello castaño oscuro y por su apariencia le cálculo un par de años mayor que yo.— Buen día —respondo, amable—. No te había visto antes, ¿Quién eres?— Recién llegué —explica—. Soy Sandra.Miro por encima de su hombro y noto como Claudia viene hacia nosotras, cuando se acercó habló.— Señorita Raquel —sonríe al verme—. ¿Cómo ha dormido? — De lo mejor —sonrío, sin poder evitar que los recuerdos de la noche anterior me vengan a la cabeza.—Veo que conoció a mí ahijada, ella estará un tiempo acá
Tanto Erick cómo yo volteamos, encontrándonos con Sandra quien viene caminando hacia nosotros con una sonrisa, una que se esfumó de su rostro cuando el antes mencionado habló. — Jefe para ti —enarcó una ceja, serio—. Ya te lo he dicho. — Perdón —posa su mirada en el suelo, desilusionada por alguna razón—. Pero pensé que... — Que nada —le corta, grosero—. Así que mejor lárgate de mi vista antes de que te despida por inepta. — Erick seas tan duro —intervengo—. Ella sólo... — Tu cállate —espeta, sin mirarme si quiera—. No te metas. Y ahí gente. Ahí está devuelta el hombre grosero y malhumorado que es siempre. Una muestra más de que lo bueno dura poco y está no es la excepción. — ¡A mí no me hables así! —elevo la voz, molesta—. Y te informo que si lo haré, ella no merece que la trates así. El ojiverde me dio una mirada recelosa a la vez que un músculo de su mandíbula se tenso. Camino hacia mí y con más fuerza de la necesaria me tomó del brazo para llevarme con él a su despacho.