54. UNA GRAN MADRE
Una suave melodía empieza a sonar no tan lejos de mí. Intento ignorar el sonido y seguir durmiendo, pero a los segundos de que aquella melodía se deja de oír, vuelve a sonar.

Irritada, me reincorporo sobre la cama y después de notar que lo que está sonando es mi celular, me apresuro a contestar la llamada sin si quiera ver el nombre del contacto.

—¿Quién eres y por qué me llamás a esta hora? —suelto, bostezando.

—Son las seis y media de la tarde, Raquel —al otro lado de la línea se escucha una voz masculina. Pero no la ubico y él parece notarlo, porque agrega—: Soy Nicholas.

—Oh.

—¿Estabas durmiendo?

—Sí. Y me despertaste.

—Perdón —dice—. Pero quería hacerte una invitación.

Agudizando el oído, puedo escuchar como de fondo se puede oír claramente unas cuantas veces hablar al mismo tiempo y música en un tono demasiado alto para mi gusto.

—¿Estas en una fiesta? —pregunto, sin poder evitarlo.

—Unos amigos me hicieron una despedida porque en dos días viajaré a Canadá por trabajo.
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