58. CELOS

SEGUNDA PARTE.

Cada vez nos vamos acercando más al departamento de policía y, a diferencia de mí, que parezco estar a punto del colapso debido a los nervios, Erick se mantiene sumamente tranquilo mientras conduce el coche con una mano en el volante y la otra sobre su pierna.

—¿Esto no te pone nervioso? —le pregunto—. Porque a mí sí.

Erick me mira rápidamente para volver a llevar la vista al frente.

—No tendrías por qué estarlo —dice—. El único que debería estar nervioso es ese infeliz porque me aseguraré de que pasé toda su vida en la cárcel.

—Estás demasiado seguro de que será así.

—Porque lo será —asegura—. Ni el mejor abogado podrá sacarlo.

Ya nadie más vuelve a hablar y pronto Erick detiene su coche frente a la comisaría.

Frunzo los labios hasta formar una línea recta, tensa desabrochó el cinturón de seguridad, pero antes de poder abrir la puerta, siento la mano de Erick posarse sobre mi rodilla.

Por inercia llevo la mirada a su mano y después lo miro a los ojos, sintiendo como ah
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