50. DERECHO DE ANTIGÜEDAD

Raquel Martínez.

—¿Eso es... una prueba de embarazo? —pregunto, frunciendo el ceño.

Jimena asintió, esbozando una feliz sonrisa.

—¿Para qué quieres tú una prueba de embarazo? —vuelvo a preguntar, totalmente confundida.

—Bueno...

Pero no la dejo continuar porque rápidamente la idea llega a mi mente y exclamó:

—¡Ay, por Dios!

—¿Qué? —Jimena lució preocupada.

—¡Estas embarazada! —chillo, emocionada —. ¿O crees que lo estás? ¡Como sea! Pido ser la madrina por derecho de antigüedad.

Jimena pareció realmente confundida.

—¿Derecho de... antigüedad? —repitió.

—Ya sabes, llevamos años siendo amigas y eso —hago un gesto para restarle importancia a esa parte—. Por Dios, a Joel le alegrará muchísimo esto.

—No, no. Raquel, estás equivocada.

Sus palabras me hacen fruncir el ceño en un gesto de confusión.

—¿No le alegrará?

Ella suspira, suprimiendo una sonrisa.

—Si fuera cierto, sí —dice—. Pero esta prueba no es para mí.

—¿Ah, no?

Jimena negó con la cabeza.

—No —aseguro. Y acercó la caja hacia mí—.
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