JAZMÍNSe sabe que uno de los grandes miedos del hombre es perder el alcohol, la chica de tus sueños y que su equipo favorito pierda. Pero uno de los más grandes, y quizá el que encabeza una gran lista es el famoso “Tenemos que hablar”Es una sentencia de un colapso nervioso.Tres palabras que ponían en jaque a todo un complejo neuronal masculino.Y luego estaba, claro, una secuencia, infima, de eventos catastróficamente engorrosos, delictivos, culla culpa no estaba del todo presente, pero como arte de magia por dichas palabras evocaron una inminente fase uno de destrucción mental.Siempre quice decir esas palabras, pese a que, las facciones del hombre frente a mí habían colapsado; mi interior estaba regocijándose de risa.¿A caso algo de tortura masculina ponía a todas en un estado placebo?Sí.Ahora bien, el echo de acorralarlo era simplemente curioso.Si bien, ayer había terminado horrorisada, ver la vida de otra persona a través de tus propios ojos y sobre todo, sentir el terror y
Lo que acontinuación leerán es un vago, muy vago ejemplo de psicoanálisis profundo, los hechos pueden parecer o no reales. Las terápias psicoanalíticas seguramente son diferentes. GABRIELElla es tan… segura.Que me siento como un tonto a su lado.Tiene una estatura pequeña, pero una grandeza colozal.Incluso su auto es elegante.Conduce con decencia y sus movimientos son delicados.¿Cómo no sentirse inferior ante una diosa como ella?Soy un simple feligres cegado por su divinidad.Ella contesta lo que le pregunto, aunque hay cierto sarcasmo, intenta ser cordial.Cuando me explicó del porque no tenía amigas, no lo hice para jusgarla, lo comprendí.Por que es osca con las personas, porque la veo sola.Para muchos quizá sea algo desquisiado que nadie puedataner un amigo.Conosco a muchas personas, pero el único amigo que tengo es Fer, el resto del tiempo, también estoy solo a pesar de estar rodeado de gente.La entiendo, entiendo que muchas veces las personas a nuestro alrededor suelen
JAZMINÉl despertó aferrándose el pecho, los ojos casi se le salen de las cuencas, respiraba con mucha dificultad.—Gabriel, tranquilo, estás en un lugar seguro.Entonces y para mi gran sorpresa, él comenzó a llorar, se llevó las manos a los ojos para cubrir avergonzado su solloso lastimero. Algo dentro de mi, quiso acercarse, pues me era demasiado extraño ver a un hombre llorar de esa manera.Pero el profesor Aguilar se adelantó, se sentó a su lado para consolarlo, mientras me quedé en mi sitio, intenté imaginar lo que él había visto con base a lo que describió.Pero, había algo más…—Lo lamento—comenzó a decir Gabriel en un murmullo de voz quebrada—, no se lo que me pasa…—Descuida, es normal, no tienes que lamentarlo.Se llevó los nudillos a las sienes.—Él iba a casarse… pero murió en batalla.De nuevo mi cuerpo se estremeció, tal como hace unos minutos cuando narraba lo que veía.—Esa, Gabriel, es tu vida pasada.Más que un consuelo, fue una sentencia.—No recordaba, que le tenía
GABRIELParecía que el profesor tenía un caso que resolver, inclusive se le notaba emocionado. Me mantuve quieto, intentando darle sentido a lo acababa de pasar, sentía que mi cabeza acababa de partirse en dos.Le eché una hojeada a Jennie, estaba igual de quieta, observando al profesor con el ceño algo fruncido. Aunque también, no parece que le esté prestando mucha atención.Miré mi reloj y me sorprendí.—Creo que es hora de irnos—dije, interrumpiéndolo.Habíamos llegado aquí a buena hora de la tarde, pero ahora, estaba a punto de anochecer.—Ah… si, ¿les parece si los veo luego?—Sí, lo veremos después—sentenció Jazmín.Ella tomó su bolso y salió primero, cotoneando esas caderas.¡No!¡Estúpido perro!Al cerrar la puerta tras de mi ella se volvió enseguida, me pasmé.—¿De verdad ha pasado tanto tiempo?Tragué en seco.—Sí, se ha pasado volando.Seguimos el recorrido hacia la salida, los pasillos ya estaban desiertos, el cielo estaba oscurecido por enormes nubes grisáceas que anunci
JAZMÍNEs extraño.Me sentí cómoda al estar con este muchacho.Supongo que todo se debe al escuchar nuestras vidas pasadas.¿Qué se supone que se debe hacer cuando uno encuentra a su alma gemela?Puedo sentir empatía, pero definitivamente no lo conozco y tampoco he tenido algún motivo como para… no, que va. Llevo un año conociéndolo no me puedo enamorar de él.—¿Qué tal?, no pica ¿cierto?¿Pica?Ah, sí, la comida.—No… pero ¿por qué tiene un chile encima? —le señalé el diminuto chile verde.—Ah, este si pica, si no estás acostumbrada al picante—le dio un mordisco como si se trata de una botana—, no debes comerlo—de pronto, el color rojo le subió por el rostro—, uf—tomó airé y sacudió su mano, haciendo que sus dedos chasquearan—, está rebueno—le dio un trago a su bebida—¡Ah, que enchilada me di!—Pe… no lo parece—lo vi regresando a la normalidad.Se rio por lo bajo.—Hum, descuida, Fer y yo solemos hacer competencias de haber quien come más chiles xcatic—se volvió a reír—. Una vez le t
JAZMINSe las arregló para meterme al auto.Lo vi rodear corriendo y luego se metió; estaba empapado, inclusive más que yo.—Brr, está helada—jadeó aun con una ancha sonrisa.Tenía una playera negra, esta se le había pegado al cuerpo debido a lo mojado, sus cabellos se habían bajado, sus dad jeans estaban más que mojados.Aquella vista fue impactante.Sentí picor en las mejillas.—Ah, pondré la calefacción—la puso bajita para que los vidrios no se empañaran—¿Dónde es tu casa?Reaccioné.—Ve a la plaza de armas.Me sequé el rostro con la manga de su sudadera.De verdad olía bien.Era sutil, pero al calorcito de mi cuerpo su olor se me impregnaba.Eran las nueve de la noche, en medio de una lluvia torrencial en el estéreo comenzó a sonar Still got the blues de Gary Moore.—¿Te gustan esas canciones?—Por eso están en mi reproductor.Soltó una risotada.—Sí, que tonto.Apreté mis labios, quizá fui demasiado certera.Me encogí en mi asiento.—¿Por qué me cargaste?, pude haber corrido.—¿Y
JAZMÍNSoy un estúpido.Pero sé que mamá estará orgullosa de mí.No podía hacerle esto, ella es una buena chica.Me deslicé por la pared de su departamento, ella está a solo unos centímetros de mí, hay una puerta que nos divide.Apreté mi sudadera en mi entre pierna, debo bajar esto no puedo salir así.Intenté pensar en otras cosas, el examen de mañana, en focas o arrecifes de coral.Cuando estuve seguro de que se había bajado, me embroqué mi sudadera, olía a ella.Carajo.Llamé al ascensor.Dios, que mal estuve, no debí haberme dejado llevar.De pronto escuché la puerta abrirse.—Gabriel.Me volví rápidamente, ella estaba en medio del pasillo.—No… no te vayas—Se había quitado su chaqueta, sus cabellos largos mojados habían empapado su camiseta, estaba descalza—. No me hagas suplicar.—No quiero que… te arrepientas después.Su pecho subía y bajaba.—No me arrepentiré.—No quiero que pienses que soy un maldito pervertido.Se acercó.—Se lo que hago.Negué con la cabeza.—Te respeto.—
JAZMÍNPuede que haya perdido la cabeza.Muy pocas veces he sucumbido ante mis deseos.Esta vez es diferente, este deseo es demasiado intenso, un deseo carnal por él.Siempre soy solo yo, pero ahora… de verdad quiero que él sea el primero en mi vida.Ahora me besa con delicadeza el cuello, se mete entre mis piernas mientras me remuevo bajo él. No puedo evitar cerrar los ojos, porque todo lo que siento es tan intenso.Bajó sus labios hasta el borde de mi sostén, bajando con los dientes la delicada tela para dejar expuesto mi pecho derecho.—Eres tan hermosa—susurró con la voz ronca, abrí los ojos. Sus pupilas estaban completamente dilatadas. Dio un lengüetazo a mi pezón—, tan dulce.Subió de nuevo a mi boca, besándome.Mis manos por instinto subieron hasta sus hombros.Sus hábiles manos fueron hacia mi espalda, en donde de un solo movimiento se deshizo de mi sostén.Nuestras respiraciones se aceleraron aún más, bajó de nuevo a besos por mi cuello, entre mis pechos, besó mis pezones. Ar