CAPÍTULO 12 UNA DIOSA EN MIS BRAZOS

JAZMÍN

Soy un estúpido.

Pero sé que mamá estará orgullosa de mí.

No podía hacerle esto, ella es una buena chica.

Me deslicé por la pared de su departamento, ella está a solo unos centímetros de mí, hay una puerta que nos divide.

Apreté mi sudadera en mi entre pierna, debo bajar esto no puedo salir así.

Intenté pensar en otras cosas, el examen de mañana, en focas o arrecifes de coral.

Cuando estuve seguro de que se había bajado, me embroqué mi sudadera, olía a ella.

Carajo.

Llamé al ascensor.

Dios, que mal estuve, no debí haberme dejado llevar.

De pronto escuché la puerta abrirse.

—Gabriel.

Me volví rápidamente, ella estaba en medio del pasillo.

—No… no te vayas—Se había quitado su chaqueta, sus cabellos largos mojados habían empapado su camiseta, estaba descalza—. No me hagas suplicar.

—No quiero que… te arrepientas después.

Su pecho subía y bajaba.

—No me arrepentiré.

—No quiero que pienses que soy un maldito pervertido.

Se acercó.

—Se lo que hago.

Negué con la cabeza.

—Te respeto.

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