JAZMINEscuché el barullo de la calle y el canturreo de las aves.Me removí en mi cama despertándome.¿Por qué no sonó mi alarma?¿Me desperté antes?De alguna manera me sentí fresca y ligera.Me quité las sabanas.Esta no es mi pijama.Tenía puesta una camisola, cuando puse los pies sobre el suelo, el recuerdo de la noche anterior me golpeo. Me giré hacia la cama, pero estaba vacía.¿Me dejó?Por dios, todas las imágenes de la noche anterior, apreté las piernas.De pronto un olor se filtró en mi habitación.¿Está aquí?Me deslicé de puntillas para asomarme.Había música baja que venía de mi reproductor. Escuché que algo se freía en la cocina,Pero a él lo vi asomándose por el balconcito, tenía una taza de café en una mano y con la otra les tiraba comida a las aves.Dejó de asomarse y se giró.Estaba radiante, masticaba algo, sonrió anchamente cuando me miró—Buenos días—tenía puestos sus jeans, pero no su playera.Me aclaré la garganta.—Buenos días.—Ah, imaginé que tendrías hambre—
GABRIELEse día, experimenté la plenitud extasiada del cielo.No dormí por temor a que al despertar solo hubiese sido un sueño.Mi diosa, dormía tranquilamente entre mis brazos, no podía creer que me hubiese dejado probarla.Los dioses y los simples mortales era un amor prohibido.Ella no sabe que incluso antes de saber sobre nuestras vidas pasadas, yo ya la amaba.No puedo entender completamente cómo fue que sucedió.Pero el amor es así.Te puedes enamorar con el solo hecho de su presencia.Lo supe anoche, cuando ella dormía tranquila, confiando en mi.Desde el primero momento en que la vi, fue un flechazo, anoche simplemente lo confirmé.Me enamoré de una diosa.El resto de la mañana la pasé con ella, me llevó hasta la universidad.La contemple yéndose hacia su edificio.Sentí entonces el impacto de una mochila sobre mi cadera, golpeando lo más presiado de mi cuerpo.—¡Hay hijo de…!Me dejé caer, el dolor era insoportable.—Cabrón—era Fer, me pateó el culo—, me dejaste colgado en la
JAZMINAgité la bolsa con los tres peluches, interesantemente particulares.—Son chistosos ¿no? —dijo Gabriel aplastando la bolsa entre mis manos.Gané una bolsa con tres peluches de cerditos, era eso o una calcomanía gigante de Hello Kitty.Aplasté el de en medio, era un puerquito con delantal.—¿Qué? ¿Por qué nos parecemos?—¿Qué vamos a hacer ahora? —zanjé el tema.—¿Tiro al blanco? ¿Aros? ¡Lotería!, eso te podría gustar.Quizá ya se dio cuenta de mi punto débil.Fuimos a una carpa en donde había muchas mesas y tableros con figuras.—Ahorita aprenderás a jugar esto.Me sentó junto a él, esperamos que otras cinco personas también tomaran lugares.—Vas a competir con estas cinco personas, incluyéndome, cuando llenes tu tablero con frijolitos, solo tienes que gritar ¡Lotería!—Entiendo, entiendo.—Esa persona, le decimos “El gritón” o “La gritona”—me señaló a la señora que barajeaba un manojo de cartas—, va a cantarlas y conforme escuches de quien se trata, pones tu frijolito.—Bien—n
JAZMINTal vez presionarlo no fue buena idea.Me miró intensamente.—Cuando llegaste por primera vez al café, pensé… “Ella brilla tanto que parece una diosa”, no temo decir que me hiciste suspirar, aceleraste mi corazón…aun haces que las piernas se me doblen… ni siquiera me habías hablado. Fueron los primeros segundos, pero me parecieron horas, verte todos los días llegar… Entiendo que puede sonar un poco como admiración, pero… ansiaba conocerte, saber más de ti ¿Por qué leías esos libros? ¿por qué te sentabas en la ventana aun sin mirarla? ¿por qué te gusta tanto el té oriental con miel? ¿Qué música te gusta? ¿Cuál es el sabor favorito de pan? Estaba ansioso por saber todo de ti… que disfruto estos momentos que tengo contigo. Entiendo que te parezca extraño, aun no puedo decir qué es lo que eres para mí, pero sí sé lo que quiero que seas… mi mundo, mi vida, mi alma, eso quiero que seas.No sabía que pensar, me dejó la mente en blanco.Hay una maraña intensa de pensamientos que quiere
JAZMÍN—Hum—lo empujé—, estás siendo demasiado meloso, quítate—le presioné la cara con mi mano.Se echó a reír con ganas.—Oye, déjame amarte—me meció—, ¿Por qué no me dejas hacerlo? —Ha este punto quizá los dos ya estábamos borrachos.—Los sentimientos son muy volátiles—contesté, aferrándome aún más, sentía que se tambaleaba—. Hoy puedes amarme y mañana odiarme.De nuevo se echó a reír, se tambaleó hacia atrás y caímos sobre el sofá, aunque yo encima de él.—Hay, bruto.Se seguía riendo y yo no sabía por qué.—¿Eso es a lo que le tienes miedo? ¿a qué te odie?—¿Te burlas de mí?Suspiró fuertemente, haciéndome subir por su pecho.—Si, en parte sí.Tomé un cojín y lo golpeé.Me tomó de la cintura para alejarme de él, sentándome a horcajadas.—Estoy tan hechizado por ti—tomó una de mis manos y la llevó a su boca—, tan ciego por ti que jamás en mi remota existencia, contemplaría si quiera el simple pensamiento de odiarte.—Son palabras—le arrebaté mi mano.—Que se vuelven hechos cada día
JAZMÍNGabriel olvidó su camisa, la lavé e hice que fuese parte de mi ropa de hoy.Hacía calor, así que opté por un vestido, pero también no quería mostrar mucha piel, aún tenía las marcas de la noche anterior.Hice un poco de estiramientos para mis pobres músculos.Guardé la pintura de Pancho en mi bolso, iba a cambiársela; presiento que Pancho debió haber sido un perrito muy bonito, pero definitivamente esta pintura no le hacía el debido respeto.—Es un insulto para mis ojos.Ya eran las dos de la tarde, me preparé para salir.Me puse la camisa de Gabriel y la anudé en mi cintura, arremangué las mangas.De cierta manera, sentí algo extraño antes de cerrar la puerta de mi departamento, le eché una hojeada… cerré ventanas, la estufa está apagada, no hay nada de comida fuera… ¿qué es esta sensación?Cerré bien.Caminé despacio pensando en qué olvidaba, pero repasé todo mental y nada era… ¿qué es esto?Cuando bajé hacia mi auto y quité la alarma, escuché un ligero maullido.—¿Eh?Un gat
GABRIELNo puedo dejar de pensar en lo que pasó anoche.Me desnudé impaciente.Le quité el vestido de un tirón.Luego de eso, no podía arriesgarme a que algún mirón la viera por entre la ventana del balcón.La cargué enredado sus piernas en mi cadera, trastabillé hasta su habitación, mientras ella buscaba mis labios.Antes de lanzarnos a la cama le quité el sostén.—Gabriel—jadeó en mi boca.La acosté.—Lo que pasó antes—jadee—, esto… dolerá un poco.Asintió.—Sí, lo sé.—¿Estás segura?—Si.Bajé a besos su cuerpo, deteniéndome en sus pechos, estimulándolos. Ella se removía y no titubeó para gemir, se llevaba una mano a la boca y mordía sus dedos.—No te contengas.Ahora, besé sus costillas, su estómago, mordisqueé la orilla de su ombligo, apretó las piernas debajo de mí. Enganché mis dedos en sus braguitas y la despojé de estas.Era divina, una diosa postrada en la cama, enrojecida por mis besos, mis dientes, mis dedos.—Jaz—jadee su nombre.Embriagado de ella, bajé para probar sus d
GABRIELPUERTO DE VERACRUZ, CINCO AÑOS DESPUÉSHay un mito sobre las sirenas y los marineros.Muchos tenían curiosidad por saber cómo sería una sirena, decían que con su gran belleza y su canto hechizaban a cualquiera.Algunos se embarcaban en busca de estos seres divinos,Pero muchos otros les temían.Decían que se llevaban a los humanos, haciéndolos sufrir grandes torturas, enloqueciéndolos, llevándolos hasta las profundidades de abismo para ser comidos, un hombre era más propenso a ser tomado por una hermosa sirena para hacerlo sufrir una hermosa tortura y una muerte terrible.La esperé.Todos los días iba a su edificio, preguntándole a Javier (el guardia), si había alguna noticia.Ninguna.Todos los días preparaba ere té oriental con dos de miel con la trémula esperanza de que ella llegase.No lo hizo.Fui a la playa.Repasé cada lugar que visitamos.Así pasaron dos años.Dejé todo como estaba con la última esperanza de que no encontrase nada diferente cuando llegara.Pero el tiem