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Zeke Starlit - Part I

Capítulo 2

Evanna

—Quién quiera que seas, ¡estás en un gran problema por estar aquí arriba! —Grité al hombre detrás del estante. Podía verlo por un espacio donde faltaba un libro, pero, estaba 99,999% segura que él no me veía. Tragué saliva, quité mi cabello de mi cara y alisé el vestido rosa claro sobre mi cuerpo.

 —Lo importante no es quien soy yo —el hombre ronroneaba con barítono, intentando ver a través de los libros—. Llegas tarde, princesa.

No puedo negar que al segundo de escuchar su voz, pude sentir cómo reaccionaba mi cuerpo, mi piel se emborrachaba con el calor y mi pulso saltaba mientras su voz sexy resonaba en la habitación.

—Dejare pasar estar intromisión de tu parte, si sales ahora mismo de m...

—¿Estas decente?

Para mi sorpresa, el hombre se había hartado de mi retahíla y estaba caminando directo a donde me encontraba. Pero mi sorpresa fue más grande, cuando me di cuenta que el vestido estaba alrededor de mis pies.

¿Qué dem…?

No podía explicar cómo esto había sucedido, pero no me dio chance de hacer nada más.

El desconocido estaba ahí.

—¡¿Estás loco?! —Grité.

—Estás lo suficientemente vestida, para mi gusto —Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios—. Repito: llegas tarde.

—¿Te envió mi madre a buscarme o qué? —Solté, empujando mi vestido de nuevo a mi cuerpo y asegurándome de cerrar bien la cremallera.

—Algo así.

Aunque sentía mis piernas como gelatina, me negaba a mostrar debilidad, así que pase junto a él dirigiéndome a mi habitación de nuevo. En la puerta de mi habitación me gire para darle una mirada de desprecio pero falle, y gravemente, bajo esa mirada ardiente y abrasadora que él tenía.

¡Dioses!, si este tipo trabajaba aquí, mi madre había estado muy de suerte cuando lo encontró, es el hombre más caliente que nunca vi.

Entre y busque mis zapatos, puse unos pequeños aretes de perlas en mis orejas y un collar a juego. Me mire en el espejo del desastroso armario y suspire, realmente no tenía tiempo de peinar mi desastre de cabello. Después de pasar varias veces las manos por los mechones dorados rebeldes, decidí desistir e ir a la fabulosa cena que me esperaba —nótese el sarcasmo.

Caminé directo a la salida, pero casi me voy de culo cuando de pie en la puerta de mi habitación, con los brazos musculosos cruzados sobre el pecho, se encontraba mi pesadilla. Ignore su presencia lo más que pude, pero él se mantuvo firme en la puerta, sonriendo, como si le divirtiera mi desgracia. Estaba burlándose de mí, sus ojos me lo decían. Esos mismos ojos grises memorizaban cada centímetro de mí.

Un temblor me recorrió haciendo que el calor hiciera estragos en mi cuerpo. Tenía una mandíbula perfecta que se tensó haciendo su sonrisa, que antes se veía traviesa, completamente hambrienta mientras me devoraba, haciendo que mi núcleo se apretara y enviando una sensación de hormigueo a lugares donde sabía que no estaba bien. 

Él sabía quién era yo, había utilizado la palabra “princesa” para referirse a mí, pero aun así, no presento el respeto que yo me merecía como futura reina. Se quedó allí, claramente quitándome la ropa mentalmente y convirtiéndome en un charco a fuego lento en lugar de inclinarse como todos lo hacían aquí.

Furiosa, me aclaré la garganta.

—Quítate —hice caso omiso de mis modales.

—¿Cómo? —Parecía de lo más entretenido conmigo.

Casi lo golpeo. En su lugar, suspiré, un poco cansada de todo esto.

Sí, el tipo esta riquísimo a la vista, y aunque no he tenido encuentros así en el pasado, sé con seguridad que él es el causante del desastre que tengo entre mis piernas. El problema era, que estaba retrasando aún más mi llegada a la cena con mi futuro marido —el viejo pervertido Zeke— estaba bloqueando completamente la puerta.

—Tengo que salir —dije rápidamente.

El misterioso intruso asintió y se hizo a un lado, acercándose un centímetro a mi anatomía antes de mirarme, sonrió como el lobo de caperucita.

—Después de ti, su alteza.

El tono que utilizo lo hizo ver más oscuro, más tenebroso, más sexy.

Mire el espacio que había dejado para que pasara, y mi mano pico por tocar su mejilla. ¿Qué es lo que él espera que haga, que me apreté a su torso para poder salir?

Siento como los picos se fruncen a través de la tela de mi vestido. La idea de sentir su cuerpo contra el mío de nuevo, me hace dudar de mi estabilidad mental. Niego. No puedo estar pensando en eso.

Me aclaré la garganta de nuevo y le fruncí el ceño mientras cuadraba mis hombros y ponía mis brazos alrededor de mis caderas, en forma de jarra.

—Sí, estoy baja de peso, pero no soy tan diminuta para pasar por ahí. Por favor, déjame pasar.

Él sonrió, lo que era a la vez exasperante y caliente, no sabía cómo sentirme, estaba este hombre súper ardiente evitándome asistir a la cena como mi futuro marido.

No sabía si odiarlo o amarlo.

—¿Te haces una idea de quién soy? —Ya estaba perdiendo la paciencia.

—Tengo una idea.

—¿Entonces?

 —Una princesita mimada —Se encogió de hombros, sonriendo.

La mandíbula casi se me cae.

 —¡¿Disculpe?!

Su risa gruesa y varonil resonó por toda la habitación.

¡Santa m****a! Estuve tentada a cruzar las piernas. Si su voz era miel para mí, su risa se volvió melaza.

—Lo que escucho, su majestad.

A pesar de estar derritiéndome por él, mi dignidad me exigía salir de ahí.

—¡Fuera de mi camino!

Tuve esta laguna mental donde me debatí entre tocarlo o no. Solo duro un segundo, porque como pude me abrí pase entre su musculoso cuerpo y la puerta.

Casi grito cuando de repente sentí como se movió muy cerca de mí, gruñendo muy bajo, lo que ocasiono que escalofríos fueran enviados a través de todo mi cuerpo mientras me hacía pegarme más de la puerta a mi espalda.

 —¿Qué crees que haces, imbécil? —Siseé, mi voz temblaba cuando se hizo obvia la proximidad de su cuerpo y el mío.

—Hago exactamente lo que quiero hacer, princesa —su gruñido dio vueltas por todo mi cuerpo y gimoteé.

Perdóname viejo pervertido, ya te estoy siendo infiel sin conocerte, pero realmente gemí, y en voz alta. Y lo peor del caso es que definitivamente él lo escuchó.

No sé qué fetiche tengo por los hombres sexys siendo demandantes, pero puedo asegurar —gracias a las novelas eróticas que me he leído—, que me excite tanto que soy capaz de sentir como mis jugos corren por la parte interna de mis muslos. Es como una gota de sudor recorriendo el centro de la espalda.

Fue nuevo, nunca había estado tan deseosa de algo, como lo estaba ahora. Deseaba que este extraño hombre tocara ese nudo de nervios que pedía atención.

—Me tengo que ir —dije. La voz, más allá de un susurro, salió como una súplica, pero, no estoy segura que era lo que suplicaba en realidad. 

—¿Sí? ¿A dónde? —Su tono grosero me hizo volver de mi nube de deseo y caer en cuenta de que esto era lo que él quería.

Puse toda mi fuerza de voluntad y le plante pecho, literalmente.

Con mi espalda recta y mis pequeñas tetas muy apretadas a su torso, lo mire con furia y dije:

—Me encuentro con alguien muy importante. 

Él ni se inmuto. Lo contrario, su sonrisa creció mientras se acercaba peligrosamente a mi cara.

—¿Es así?

Asentí, segura de lo que decía.

—¿Quién es el afortunado? —Su mirada me quemaba desde adentro, podía sentir como cada centímetro de mi piel se calentaba a tal punto que tenía la leve sospecha de tener fiebre.

—Mi esposo —en el momento en que la frase se escapó de mi boca, maldije internamente. Él arqueó una ceja de manera curiosa—. Mi futuro esposo —aclare.

—Futuro… —se pasó la lengua por el labio superior y antes de retirarla dio un leve mordisco con sus dientes, en el mismo—. Entonces, aun eres libre.

Sentí miedo. Y fue genuino.

Díganme algo, ¿está bien que una persona que nunca en tu vida viste antes, este haciendo este tipo de preguntas extrañas? Yo opino que no está bien.

Me estremecí cuando sentí el calor de su aliento muy cera de mis labios.

—Yo… —no sabía que decir.

—Por aquí —cruzo su brazo alrededor de mis hombros, y en ese momento sentí como mi fuerza abandonaba mi cuerpo. El miedo de hace un rato se rió de mí. Estaba exhausta de todo esto, pero no podía dejarlo ganar, no quería. Le seguí el juego intentando relajar mi cuerpo—. Te acompañaré a ver a tu futuro esposo.

—No quiero que hagas eso, no es...

Resoplé cuando su mano fuerte y poderosa se deslizó por mi espalda y bajó por mi cadera para tomar mi culo con firmeza.

—Es precisamente lo que quieres, —gruño en mi oído—, soy tu última travesura de princesa mimada.

Mordí mi labio tan bruscamente que pude probar un poco de mi sangre, mi pulso se desboco a través de mi cuerpo cuando comencé la travesía con este ardiente desconocido hasta la sala de banquetes. Sentía su mano amasar la mejilla de mi culo que sostenía, y aunque caminábamos en silencio, sentía como de mi escapaban pequeños sonidos de placer.

De alguna forma, quería su mano ahí y en todas partes, por eso, no pude evitar disfrutar el sentirlo ahí.

—¿Me dirás quién es el afortunado? —Su comentario hizo que saliera de mi nube.

—No lo conozco. —Trague cuando dio una palmada a mi culo—. Lo más seguro es que sea un viejo pervertido o algo así.

Cuando lo dije, quise golpearme. ¿Por qué le dije eso?

—¿Casarse sin conocer a su prometido? —se carcajeo—. ¿Sin saber si es un viejo pervertido?

Podía mentir, decir que si lo conocía y que no era ningún pervertido, pero en su lugar, todo lo que podía hacer era asentir.

¡Dioses!, su mano se siente tan bien.

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