Doménico saltó fuera del auto, solo quería subirme rápido antes de que Máximo saliera y me llamara, era rico, poderoso, mimado, acostumbrado a que todos hicieran lo que él quería, por eso le era tan fácil pasar por encima de todos. Yo si temía. No quería herir a Ada.Entré al auto con expresión seria. Doménico sacó el anillo de su bolsillo y me lo mostró. Suspiró cerrando los ojos.—Lo siento mucho hermosa, lo siento, lo siento, perdóname, se me subieron mucho las copas, tenía tiempo sin beber, sabes que no soy así —dijo, comenzó a llorar.Yo también reanudé mi llanto, pero por tantas cosas que me tenían el pecho oprimido, pagando la culpa de mi pecado, mi madre tenía razón, yo no estaba actuando bien, no podía pretender que la vida me tratara diferente.—Me jalaste duro el cabello Doménico, no te lo voy a perdonar.—Estaba borracho, nunca te he tocado.—Nunca me habías tocado. Y…cuando…metiste tus dedos—lloré.—Mi amor, perdón, estaba muy cabreado.—No tenías derecho, me sentí muy hu
Máximo.Llevaba una hora y media esperándola afuera de su casa, parecía un loco desquiciado, sin nada más que hacer, cuando justo estaba a punto de sacar a cotizar en bolsa mi marca, mi compañía, mi nombre. Hacer justo lo que estaba haciendo, lo ponía todo en riesgo, sin embargo, ahí estaba jugando Candy crush mientras esperaba porque ya había revisado los informes y los correos. Estaba haciendo una locura, pero al menos haría algo productivo con mi locura.Hasta que por fin la vi bajaste de un auto, llevaba la misma ropa con la que salió de casa de mis padres, me aterraba pensar que estaba con ese tipo que podía herirla, o que se reconciliaran y terminaran en la cama. Ella lo despidió con frialdad. Se subió al auto y se fue cuando ella cerró la puerta. Aproveché yo y me bajé del auto, toqué a su puerta.Abrió, se sorprendió al verme, negó con la cabeza, me haló hacia adentro con una expresión de horror en su cara.—¿Qué haces aquí?—Tenía que verte después de lo de ayer.—Mi mamá sab
Máximo.Llegué a casa sintiéndome derrotado, preguntándome como era que estaba conforme con la vida que tenía, no amaba a Delfina, nunca la amé, o quizás sí al principio de nuestra relación, después fue sobre lo conveniente que éramos juntos, el buen equipo que hacíamos, lo bien que encajaba con mi familia, lo bien que se ocupaba de mis cosas. Mi marca era ella, tenía su esencia y su mano, y si la amaba, debo corregirme, pero no como mi mujer, no con la pasión que podía amar a Irene, la amaba como socia, compañera, amiga, y faltaba más, faltaba ese algo que si sentía con Irene.Lo supe el día que Irene se quejó de náuseas y mareo, pensé enseguida en que pudiera estar embarazada, y la idea no me aterró, fue solo un par de segundos porque ella enseguida aclaró que le acababa de bajar la menstruación y eran los típicos síntomas. Ella no lo notó, recogió su bolso, se hizo una cola desordenada y salió a esperarme frente al ascensor, y yo me quedé colgado pensando que por ese par de segund
Un mes después.Máximo.El gran salón estaba lleno de mis vestidos, Delfina estaba en su elemento: buscando un vestido para Ada y Eva mientras nos servían champagne; Eva hacia caras de desagrado apurada por salir, la tenía vigilada, gracias a la estricta supervisión que mi hermano le tenía, la descubrió teniendo una cita con Doménico, el ex novio de Irene, ella inocente de todo, pero el muy bastardo quería vengarse de mí, usando a mi dulce y tonta Eva. Yo aún tenía que tener un encuentro con ese imbécil cara a cara. Meter a mi sobrina en el problema era mucho para tolerar.—Eva, esté rojo, esos cabellos rubios lisos largos, tu bronceado que parece falso… —dijo Delfina.—No es falso —espetó Eva rodando los ojos.—Lo parece, dije. Sé que no lo es, anda póntelo.—¡A mí no me obligues a usar rojo! —gritó Ada.Ahora me agradaba más Ada, era lo único más parecido a Irene que tenía cerca, le preguntaba por ella de vez en cuando con disimulo, me gustaba oírla contar sobre la vida de su herma
MáximoRecorrí el apartamento donde me encontraba con Irene, dejé las maletas en la puerta, terminé de hacer las contrataciones para hacer habitable el lugar, mi nuevo hogar, Delfina no me quiso escuchar más. Al menos podría posponer por más tiempo el divorcio hasta que no me perjudicara. Suspiré incrédulo, ¿Por qué me dio ese ataque de sinceridad?, no supe, pero me sentía más liviano.Ahora tocaba enfrentar a la familia: Delfina le dijo a Hilda, quien le dijo a Mauricio quien le dijo a Camilo quien le dijo a mi madre, y mi padre no dejaba de llamarme, no quise hablar con ninguno, esperaba que respetaran el duelo después de una separación, que si me dolía porque quería mucho a Delfina, era mi mejor amiga, y la herí. Sincerarse sobre mis sentimientos con ella fue lo mejor, pero esperaba que me siguiera apoyando como siempre, subestimé su amor propio.Miré en mi móvil el número de Irene, sentía un impulso loco por llamarla, que si debía hacerlo para advertirla sobre que le revelé lo nue
Máximo.Un mes después.¿Lo más difícil de mi divorcio? Mi familia, Delfina se sentía incomoda yendo a los encuentros familiares en casa de mis padres, le tuve que explicar que no me esperaban a mí, les daba igual si yo iba, pero que ella siempre sería bien recibida, fuimos juntos la primera vez, no fue raro, salvo porque ella estaba incomoda, pronto todo fue como siempre, incluso con Ada, que no me hablaba, eso descubrí cuando me dejó con el saludo en la boca.Camilo en cambio, después de insultarme y echarme en cara mi imprudencia, me apoyó. Nadie más sabía, a mí me parecía que el mundo entero lo sabía. Me acerqué a la oficina de Delfina. Leía unos documentos, estaba concentrada.—Delfina, parece que citaste a dos periodistas al mismo tiempo —dije.Maldijo negando con la cabeza.—Sí, lo olvidé, no sé porque te hice caso y acepté un cargo directivo.—Solo somos nosotros Delfina. Eso acordamos. Le diré al de mode journel que cenarás con él, no le va a importar que lo plantes ahora.—
Irene.Mi cuerpo temblaba, tenía fiebre y dolor estomacal. Estaba sola, hacía días que mi mamá se había ido a casa de los padres de Camilo a ayudar con los eventos para la boda, una de la que fui excluida. Cuando le conté a Ada, su reacción fue lo que menos esperé. Camilo era un buen muchacho, no entendía porque ella se había alejado tanto de mí y se comportaba de esa manera conmigo, no actué bien, pero tampoco merecía su desprecio.—Ada, hay algo que debo decirte —dije acariciando sus cabellos.—Dime —dijo revisando su teléfono, se lo quité e hice que me mirara a la cara.—Yo soy la persona con la que Máximo engañó a Delfina —dije seria mirándola a los ojos.Se echó a reír, rodó por el sofá riendo histérica, sacudía la cabeza y se apretaba el estómago. Ya lloraba de risas y yo permanecía seria, me reparo y ladeo la cabeza.—¿No es broma?Negué.Se incorporó en el sofá, su expresión se hizo seria, limpió sus lágrimas, me miró de modo tan directo que sentí que me traspasaba.—¿Es en se
MáximoMoría por verla, esa era la verdad, me emocionaba estar de pie frente a ella con cualquier excusa, saber cómo le había caído la decisión de su hermana, era una excusa perfecta, pero me dejó mal cuerpo verla así; se veía muy fea, estaba horrible, ojerosa y pálida, con moretones en la piel, más delgada de lo que la recordaba, tenía salpullidos en la piel, caminaba y respiraba con dificultad.—¿Qué tienes?—Gripe —respondió.—Tú eres la enfermera, pero te ves muy mal Irene.—Gracias, que lindo —susurró.—Es en serio. La tomé por los hombros y la hice mirarse de frente a un espejo en la sala de su casa, se espantó ante su propio reflejo, negó llevándose la mano a la boca.—Ya se me está pasando la fiebre —dijo.—¿Qué otros síntomas tienes?—Nauseas, vómitos, dolor de estómago intenso, dolor de cuerpo.—¿Has ido al médico?Negó.—Irene, ¿Yo debo decirte a ti que cuando uno se siente mal debe ir al médico?—No tengo dinero —lloró cubriéndose el rostro.La abracé a mí, lloró en mi pe