MáximoRecorrí el apartamento donde me encontraba con Irene, dejé las maletas en la puerta, terminé de hacer las contrataciones para hacer habitable el lugar, mi nuevo hogar, Delfina no me quiso escuchar más. Al menos podría posponer por más tiempo el divorcio hasta que no me perjudicara. Suspiré incrédulo, ¿Por qué me dio ese ataque de sinceridad?, no supe, pero me sentía más liviano.Ahora tocaba enfrentar a la familia: Delfina le dijo a Hilda, quien le dijo a Mauricio quien le dijo a Camilo quien le dijo a mi madre, y mi padre no dejaba de llamarme, no quise hablar con ninguno, esperaba que respetaran el duelo después de una separación, que si me dolía porque quería mucho a Delfina, era mi mejor amiga, y la herí. Sincerarse sobre mis sentimientos con ella fue lo mejor, pero esperaba que me siguiera apoyando como siempre, subestimé su amor propio.Miré en mi móvil el número de Irene, sentía un impulso loco por llamarla, que si debía hacerlo para advertirla sobre que le revelé lo nue
Máximo.Un mes después.¿Lo más difícil de mi divorcio? Mi familia, Delfina se sentía incomoda yendo a los encuentros familiares en casa de mis padres, le tuve que explicar que no me esperaban a mí, les daba igual si yo iba, pero que ella siempre sería bien recibida, fuimos juntos la primera vez, no fue raro, salvo porque ella estaba incomoda, pronto todo fue como siempre, incluso con Ada, que no me hablaba, eso descubrí cuando me dejó con el saludo en la boca.Camilo en cambio, después de insultarme y echarme en cara mi imprudencia, me apoyó. Nadie más sabía, a mí me parecía que el mundo entero lo sabía. Me acerqué a la oficina de Delfina. Leía unos documentos, estaba concentrada.—Delfina, parece que citaste a dos periodistas al mismo tiempo —dije.Maldijo negando con la cabeza.—Sí, lo olvidé, no sé porque te hice caso y acepté un cargo directivo.—Solo somos nosotros Delfina. Eso acordamos. Le diré al de mode journel que cenarás con él, no le va a importar que lo plantes ahora.—
Irene.Mi cuerpo temblaba, tenía fiebre y dolor estomacal. Estaba sola, hacía días que mi mamá se había ido a casa de los padres de Camilo a ayudar con los eventos para la boda, una de la que fui excluida. Cuando le conté a Ada, su reacción fue lo que menos esperé. Camilo era un buen muchacho, no entendía porque ella se había alejado tanto de mí y se comportaba de esa manera conmigo, no actué bien, pero tampoco merecía su desprecio.—Ada, hay algo que debo decirte —dije acariciando sus cabellos.—Dime —dijo revisando su teléfono, se lo quité e hice que me mirara a la cara.—Yo soy la persona con la que Máximo engañó a Delfina —dije seria mirándola a los ojos.Se echó a reír, rodó por el sofá riendo histérica, sacudía la cabeza y se apretaba el estómago. Ya lloraba de risas y yo permanecía seria, me reparo y ladeo la cabeza.—¿No es broma?Negué.Se incorporó en el sofá, su expresión se hizo seria, limpió sus lágrimas, me miró de modo tan directo que sentí que me traspasaba.—¿Es en se
MáximoMoría por verla, esa era la verdad, me emocionaba estar de pie frente a ella con cualquier excusa, saber cómo le había caído la decisión de su hermana, era una excusa perfecta, pero me dejó mal cuerpo verla así; se veía muy fea, estaba horrible, ojerosa y pálida, con moretones en la piel, más delgada de lo que la recordaba, tenía salpullidos en la piel, caminaba y respiraba con dificultad.—¿Qué tienes?—Gripe —respondió.—Tú eres la enfermera, pero te ves muy mal Irene.—Gracias, que lindo —susurró.—Es en serio. La tomé por los hombros y la hice mirarse de frente a un espejo en la sala de su casa, se espantó ante su propio reflejo, negó llevándose la mano a la boca.—Ya se me está pasando la fiebre —dijo.—¿Qué otros síntomas tienes?—Nauseas, vómitos, dolor de estómago intenso, dolor de cuerpo.—¿Has ido al médico?Negó.—Irene, ¿Yo debo decirte a ti que cuando uno se siente mal debe ir al médico?—No tengo dinero —lloró cubriéndose el rostro.La abracé a mí, lloró en mi pe
Máximo.No quería que cuando despertara ellas no estuvieran allí, se resentiría, le dolería, esperé a que llegara Camilo, salí yo en busca de las brujas esas.—¿Pero qué vas a hacer? —preguntó camilo.—Ya vengo.—Ya Ada y doña Irma saben, vendrán cuando puedan.—¿Cuándo puedan? —pregunté con ironía, rodé los ojos y lo dejé pidiéndole que no se apartara de allí y me informara cualquier cosa.Sabía dónde estaban, así que manejé a la casa de mis padres, ahora solo Hilda, Eva, mi padre y mi madre no sabían lo mío con Irene, según yo, Hilda bien que podía estar enterada, pero a diferencia de los demás se haría la loca. Igual yo me iba a presentar a buscar a esas mujeres para que les diera vergüenza delate de mi familia. Llegué y los vi a todos en el jardín viendo desfiles de decoradores, flores. Me hirvió la sangre.—Hijo, Max, no sabía que venias —dijo mi madre dándome un beso. La madre de Irene y Ada abrieron los ojos viéndome con desprecio.—Madre —dije y la besé en la frente—, Camilo
Irene.Desperté sintiendo mucho frio, enseguida noté a alguien moviéndose en el sofá a mi lado, era mi madre, me sorprendí al verla, pero me alegré, me sonrió, se levantó con prisa situándose a mi lado, acarició mis cabellos y los besó.—Ya estás bien nena —dijo.—¿Qué tenía?—Dengue hemorrágico.—¡Dios!—Sí, gracias a Dios Máximo te trajo a tiempo.—¿Dónde está?—Arreglando un asunto. Su pobre padre se está atormentando por una imprudencia que cometió al teléfono. Hija voy a decirte esto de una vez para que no te caiga de sorpresa.—¿Qué mamá? No me asustes.—Le hackeraron el teléfono a Máximo, comentó con su padre lo de ustedes, no dijo nombre, pero están averiguando, la prensa y eso, ya sospechan que eras la amante de Máximo.Sentí un vacío en el estómago. Cerré los ojos. No podía ser cierto, que karma tan pesado por acostarse con un hombre casado, ya me había quedado claro que era lo peor del mundo.—¿Segura que saben que fui yo?—Pagó la clínica, te trajo, lo vieron aquí, hay per
Máximo.Ya estaba listo, todos en mi familia se enteraron de que fue con Irene que le fui infiel a Delfina y por eso terminamos divorciados. Era un peso menos, no era que tenían que saberlo, pero me sentía más cómodo con ellos enterados, ahora la prensa no tenía por qué saberlo, el país, no tenía por qué saberlo y no lo supo. Gasté mucho dinero y usé muchas influencias, pero el nombre de Irene jamás se mencionó para referirse a ella como mi amante.Había pasado una semana desde que la dieron de alta de la clínica. Me escribía todos los días, pero sus mensajes eran tan parcos que cada día perdía la esperanza de que volver a tenerla como una vez la tuve. Ada la volvió a invitar para la boda; a mí también me invitaron por su puesto. Irma Bencomo era casi mi mejor amiga, tenía una frialdad impresionante para olvidar el pasado y construir nuevas alianzas mirando hacia el futuro que le repetía con frecuencia que debió ser diplomática. El país perdió un gran talento.Ella lo supo, ella supo
Sentir su calor y la fuerza de su cuerpo sobre mí de nuevo me encendió tan rápido como lo recordada, besaba mi cuello, acariciaba mis pechos, mi sexo, estábamos los dos desnudos en la cama sin apresurar nada, ya sintiendo su erección, sus brazos fuertes apretándome contra él. Me sentía como en un sueño. Era mío, ya no era de otra, no lo tenía prestado, era mío. Me amaba a mí.Me rodó sobre él, respiré agitada admirado su rostro, su torso, relamí mis labios, mis pechos subían y bajaban, mis cabellos caían sobre ellos y podía advertir en su mirada que le gustaba la imagen, que la estaba disfrutando. Yo también quería sacar mi lado perverso, recordé las palabras de Delfina y sí, era mucho mejor que lamentarme, así que no me contuve al brincar desnuda sobre Máximo, sonreí mientras me clavaba en él, eché la cabeza hacia atrás, abrí la boca gimiendo y quejándome mientras su tamaño me llenaba completa. Subía y baja sobre él desnuda sobre él, porque sí, era rico, me daba mucho placer y lo