Estaba amaneciendo y Giselle, la hija mayor del rey Bastián se sentía sarcástica y divertida al mismo tiempo. Si alguien hubiera podido echar un vistazo a los pensamientos que poblaban su cabeza en ese momento, ese alguien, se habría sentido terriblemente confundido.
Giselle había creído que la muerte de su padre el rey, aquel viejo loco y desagradable por el que tenía que fingir un cariño y un respeto que casi nunca había sentido, era el acontecimiento que más ansiosamente había esperado los últimos años, pero estaba equivocada. La muerte de un rey era siempre un acontecimiento que a la mayoría sumía en la tristeza y la zozobra, un acontecimiento que solía llenar al pueblo (esa gente burda y sin chiste, gentuza tan desagradable como las cucarachas) de una terrible incertidumbre de cara al futuro. Pero no a Giselle. No. Ella siempre había sido diferente a los
Al amparo de la noche las horas se hacían eternas, el palacio estaba en absoluto silencio y bajo las sabanas de seda blanca el cuerpo de Sascha temblaba presa de la fiebre. Llevaba días así, empeorando y mejorando de manera alternativa cada dos o tres horas. Su temperatura corporal pasaba cerca de la hipotermia por las mañanas, a la febrícula al mediodía y a una verdadera fiebre hacia el ocaso. Sascha estaba consciente de la gravedad de su situación, se sabía enferma, pero no tenía idea de que exactamente.Durante los días que habían pasado de la huida de Isabel, Sascha se había pasado la mayor parte del tiempo llorando y divagando por su habitación como una sonámbula en plena madrugada. Las golpizas se habían detenido hacía relativamente poco y no gracias a algún valeroso guerrero que la hubiera rescatado, sino más bien deb
El enorme terreno en el que se alzaba el palacio real, con sus columnas esbeltas e imponentes talladas en piedra blanca, sus altos muros y sus inmensos jardines verdes, abarcaba un área considerable de la ciudad de Valle Verde. Tal era el tamaño del vasto terreno del palacio, que, incluso en los límites de la ciudad, donde los caminos y las calles empedradas y bien iluminadas se convertían en pequeños senderos y veredas que conducían a la vasta extensión de tierra que bordeaba aquella parte sureste del continente, una buena parte del palacio era visible. Erigida sobre un terreno complicado e intrincado, Valle Verde era una ciudad que pese a ser muy rica, tenía grandes problemas de desabasto de agua potable a la población. Tan solo garantizar el suministro del vital líquido tras los muros del palacio era una tarea titánica y altamente costosa. Ni hablar siquiera sobre los gastos que implicaba t
Un rayo iluminó por unos instantes la habitación sobre la que el nuevo rey, Tristán Dagger descansaba. Había sido un día largo y difícil, pero afortunadamente, ya había terminado. Sentado a la mesa, con una botella de vino de Isla Primavera, el rey estaba leyendo una vieja historia sobre intrépidos marineros que salían a la caza de una criatura colosal que se había llevado a muchos de sus compañeros, amigos y familiares. Según la historia, en aquellos años, en la época de los primeros reyes, muchos barcos mercantes y naves de guerra desaparecían cada tanto en circunstancias misteriosas. Hombres experimentados en altamar (como lo era él) habían perecido en las aguas. Muchas de las embarcaciones nunca habían sido encontradas y las que sí, planteaban, en realidad, más preguntas que respuestas.Un segundo rayo iluminó la habitaci
Después de todo, Sascha no había tenido que escapar de su encierro. Tenía un plan, sí, pero en el fondo estaba agradecida por no haberlo tenido que llevar a cabo. Una cosa era salir de allí, y otra muy distinta era esperar que de verdad eso significara una liberación. Sascha no era tonta y sabía que lo que estuviese por ocurrirle, podría ser incluso peor que su encierro en la celda de la torre. Tristán Dagger había dado órdenes estrictas y específicas de que debía ser conducida de nuevo al lado de sus hijos. Sascha lo sabía no porque se lo hubieran dicho, sino porque era lo que había escuchado, tras la puerta, oyendo las conversaciones de sus cuidadores.La joven princesa de Torreblanca caminaba por la escalinata que tantas veces había deseado alcanzar. Custodiada por dos hombres altos y delgados, Sascha no podía evitar preguntarse si aquello no se trataba de
La luna llena brillaba en lo alto. Vista desde abajo, parecía una moneda de plata excepcionalmente brillante. El palacio estaba en aparente calma y sumido en un silencio que solo era interrumpido ocasionalmente por los sonidos de los grillos en la lejanía. Un insecto volador pasó cerca de la oreja de Iván y este lo apartó con un manotazo. El insecto, que era una libélula pequeña, era perseverante y lo intentó una segunda vez. Iván volvió a manotear en el aire y esta vez consiguió golpear al insecto, que cayó aún vivo en el suelo.Iván estaba por darle un pisotón que terminara con su sufrimiento, cuando Carlos dijo:— Mira. Allá arriba.Iván levantó la mirada (la libélula, herida, consiguió huir) y vio que las ultimas luces del palacio se apagaban. La oscuridad entonces los envolvió e Iván no
Mientras en Valle Verde, Jane conducía a los hermanos hacía el llamado Dios rojo de los mares, en Sanlúcar, Giselle Dagger, estaba terminando de acostar a la princesa Iris. La conversación de la joven había sido la habitual y en el palacio nada parecía fuera de lo normal. El hijo mayor del rey tomaría el poder al día siguiente en una gran ceremonia a la que acudirían muchos señores de las tierras vecinas.Giselle bajó las escaleras desde el cuarto de la princesa hacia el vestíbulo principal. A medio camino, justo donde un enorme reloj marcaba lenta y parsimoniosamente el paso del tiempo, se detuvo, miró hacia arriba y dejo escapar un cansino suspiro. Volvió su mirada al reloj y por unos segundos se perdió en el ritmo de este, como alguien que está siendo hipnotizado. Cuatro años habían pasado desde su huida de Valle Verde; en aquel tiempo
Vista desde afuera, la habitación de Tristán Dagger parecía la punta de una lanza. En lo más alto del ala oeste del palacio, el rey estaba terminando de leer uno de los libros que le había dejado el maestro Luc. La historia versaba acerca del Dios Rojo, un ente que, según los textos, vivía en el fondo del mar.El rey había estado tan concentrado en la lectura que tardo en percatarse que el pie herido le estaba comenzando a dar comezón. Al principio la sensación era tolerable, pero ahora, con la atención puesta en él, la comezón había escalado; ahora era una verdadera picazón con una pizca de ardor en la zona de los dedos.Tristán se levantó de la mesa en la que había estado leyendo y se recostó en la cama. Esperaría. La chica no debía de tardar con los bocadillos que le había mandado a preparar y, en caso de que tarda
El pasillo por el que caminaban estaba cubierto en uno de sus lados por una serie de anchas ventanas que les permitía ver hacia el exterior. La construcción había sido diseñada así a propósito para permitir el paso de la luz solar en aquella zona oscura y fría del palacio; sin embargo, ahora, era únicamente oscuridad y lluvia lo que se podía ver desde adentro.Jane pegó un brinco cuando un trueno estalló en la lejanía con una potencia que sería sin duda la envidia de todos los cañones. Un nuevo relámpago llegó inmediatamente después anunciando la llegada inminente de un segundo estruendo. La luz azul iluminó el rostro de la chica, que hasta no hace mucho tiempo tenía su hogar en una de las zonas más alejadas y pobres de todo Valle Verde. Iván, que caminaba por delante, se notaba inquieto y un poco asustado; empuñaba la espad