Julia, estaba sentada bajo el árbol de mangos con la mirada perdida en el horizonte, mirando, pero sin mirar a nada en específico, sus pensamientos no dejaban de fluir.
No le agradaba la idea de que ese hombre tuviese tanto tiempo en su casa, la atormentaba la idea.
Tomó una flor de una pequeña planta que estaba cerca, y sintió nostalgia porque tenía días que no veía a Héctor. Su amor por él crecía en silencio, disfrutaba de las pequeñas cosas de la vida; el olor de las flores, el agua del río, la alegría de estar en familia, mirar la alborada y los atardeceres. Dejó escapar un largo suspiro y la voz de su hermana la trajo de vuelta a la realidad.
-¡Julia!. . . ¡Julia!- llegaba corriendo hasta ella.
-Cecilia. . . ¿qué sucede?- se levantó preocupada.
-Padre te necesita- anunció.
-¿Sucede algo malo?- sus ojos estaban abiertos.
-No lo sé- se encoge de hombros- se encuentra con el señor Centeno de las Casas, me pidió que viniera por ti- las palabras de su hermana mayor hicieron que el aire se escapara de sus pulmones. De nuevo ese mal presentimiento en su pecho.
-Vamos- le dijo a Cecilia, quién caminó a su lado. Al llegar a la casa sintió ganas de salir huyendo e internamente todo en ella temblaba.
-Están en la habitación de padre- Aquella habitación era llamada así porque era de uso exclusivo de su padre y la entrada de las mujeres era limitada sólo al momento de hacer la limpieza.
Llamó y la voz de su padre le anunció que podía entrar. Cecilia, le hizo señas para que entrara y muy a su pesar lo hizo.
-Dispense la interrupción, padre- bajó la mirada- Cecilia me ha dicho que desea usted verme.
-Así es, acércate muchacha- ella obedeció en silencio hasta quedar junto a él- ¿Sospechas por qué el joven Centeno, se encuentra aquí?
-No padre- respondió con cada célula de su cuerpo tiritando.
-Te lo explicaré Julia, él joven ha venido con una propuesta de matrimonio para ti.
De inmediato, nuevamente el aire escapa de sus pulmones y siente el deseo de desmayarse.
¡No!
¡No puede ser!
¡No le podía estar ocurriendo aquello!
-Padre. . . – levanta su vista hacia él, sus ojos están cristalizados y llenos de angustia.
-Julia. . .- la voz de aquel hombre llegó hasta ella- sé que quizás te sorprenda un poco mi propuesta, pero le aseguro que tendrá una buena vida a mi lado. He conversado con tu padre y si me aceptas. . .
-Señor- le interrumpió con voz temblorosa- ¿qué le ha respondido mi padre?
-Que la decisión debe tomarla usted- responde con voz firme- le he dicho que no creo que se negara usted ante mi propuesta, ya que es honorable, pertenezco a una buena familia y. . .
-Dispense señor- le interrumpe- ¿Padre?- lo mira con ojos suplicantes.
-Julia. . . te hice una promesa y no faltaré a ella. Si decides casarte; te apoyaré, pero si por el contrario decides que no lo deseas; también te apoyaré- le dijo con voz firme y Julia casi lloró de alegría, su padre era duro y tosco, pero quería lo mejor para ella.
-Gracias-le susurró Julia.
-Es tu decisión, hija- repitió. Ella se giró hacia aquel hombre que le proponía tal unión y con voz firme le dijo.
-Señor, agradezco mucho su propuesta y me halaga que entre tantas mozas, decida usted colocar sus afectos en mí, pero de la manera más amable declino su propuesta. Lo lamento señor, pero no puedo casarme con usted.
La cara de Juan Miguel Centeno de las Casas, que hasta el momento estaba cargada de seguridad e ironía, se quedó sin color, estaba evidentemente sorprendido de ser rechazado, había dado por sentado que ella aceptaría. Ninguna joven en su sano juicio se atrevería a rechazar una propuesta de su parte. ¿Quién se creía Julia Bastida para someterlo a semejante humillación?
¡A él!
¡A Juan Miguel Centeno de las Casas!
-Señorita Julia, creo que debería considerar mi propuesta- apretó los dientes- mis intenciones son las más honestas. Creo que, debería al menos pensarlo.
-Comprendo claramente que sus intenciones son honestas caballero, sin embargo me temo que mi respuesta es la misma. No deseo casarme con usted.
-Muy bien- se puso en pie y se colocó su sombrero, mirándola con frialdad y casi desprecio- ningún motivo me retiene ya en este lugar. Sin más me retiro, un placer verle nuevamente señorita Julia, espero dispense mi atrevimiento. Hasta luego señor Bastida, ha sido un placer.
-El placer ha sido mío, muchacho- le respondió sincero- espero verte luego.
-Así será- puso nuevamente sus ojos en Julia- que tengan buen día.
Cuando Julia le vio marcharse, volvió a respirar tranquilamente.
-¿Tanto te desagrada ese hombre, Julia?
-No padre. Es sólo que. . .
-Es un buen muchacho, es de buena familia, es elegante.
-Y presuntuoso, y atrevido, no me agrada como sus ojos me miran, padre.- le confesó sincera.
-Es porque te encuentra atractiva- le respondió conteniendo la risa.
-No me agrada que me mire así- casi sollozó- no me agrada padre y le agradezco que mantenga su promesa.
-Y la mantendré siempre Julia, mis hijas se casaran sólo con quién lo deseen, no les obligaré.
-Gracias- respondió feliz.
-Ahora márchate, yo debo concentrarme en la faena del día.
-Como usted diga, señor- se marcha feliz.
-¿Qué sucedió, Julia?- preguntó Fania.
-¿Para qué te quería padre?- indagó Cecilia.
-He recibido una propuesta de matrimonio- confesó avergonzada y sus hermanas gritaron felices – la he rechazado- interviene y la felicidad de ellas se esfuma.
-¡No puede ser Julia!- dice Fania.
-Eres la menor y recibes una propuesta de Juan Miguel Centeno de las Casas, y te das el lujo de rechazarla Julia, no puede ser cierto.
-Padre me prometió que sólo me casaré con quién yo desee, él no me impondrá marido.
-Eres una tonta- le aseguró Cecilia, nunca recibirás otra propuesta de su parte.
-Es lo que más deseo- aseguró ella, queriendo que fuese cierto.
Juan Miguel Centeno de las Casas, salió hecho una furia de la casa de los Bastida, jamás en la vida se había sentido tan humillado y menospreciado, sentía a su corazón palpitar en sus oídos, la vergüenza lo hacía querer gritar y descargar su ira contra cualquiera que se cruzara en su camino.
Pero si algo estaba seguro es que aquella humillación no quedaría sin cobrar, sea como fuere; Julia Bastidas sería su esposa, de eso no había dudas.
Los días transcurrían con normalidad y Julia no había tenido noticias de Juan Miguel, no sabía si alegrarse o preocuparse por ello.-Fania. . . Fania. . . – su hermana parecía perdida en sus propios pensamientos.-Si, Julia.-Cecilia está enferma, acompáñame al río- le pidió.-No Julia, quiero quedarme en casa. Madre amaneció con mucha gripa.-Y padre de mal humor- le recordó- ya no hay ropa limpia Fania, yo la lavaré, sólo debes acompañarme.-Pero no quiero- se quejó.-Por favor- pidió dulcemente.-De acuerdo- concedió- pero no lavaré la ropa de Jesús, él siempre la ensucia mucho, más que padre, parece que hiciera él solo la faena de todos.-Lo haré yo- le sonrió porque era cierto, la ropa de su hermano Jesús, solía ser la más sucia de todas, Cecilia bromeaba diciendo que él jugaba en el charco con los puercos.-Te
La cesta hecha de caña amarga que Julia traía en las manos, cayó al suelo junto con la ropa que contenía, sus ojos se cristalizaron.-E. . . eso no puede ser- dijo conteniendo un sollozo.-Es cierto- respondió Cecilia, bajando la mirada al suelo, mientras que amargas lágrimas le surcaban el rostro.Julia quiso gritar y llorar, pero se giró y salió corriendo lo más rápido posible, haciendo caso omiso a las voces que la llamaban. Corrió sin saber por cuánto tiempo, hasta sentir que sus pulmones comenzaban a arder, la maleza acariciaba su vestido a su paso, las flores se enganchaban del encaje mientras que las lágrimas le impedían la visión.Después de tanto correr llegó a un lugar donde siempre iba cuando estaba preocupada, triste o cuando se iba a encontrar con Héctor. El hermoso claro estaba rodeado por muchos árboles, lindas flores, y aves que cantaba acompañando el suave movimiento del agua. Se desplomó bajo
Los días transcurrieron rápidamente, Julia se sentía triste y un poco perdida, era como si su padre se hubiese llevado una parte importante de ella, y sabía que tenía tres hermanos, pero se sentía sumamente desprotegida, expuesta y vulnerable. El hecho de que su padre no estuviese estaba afectando la vida de todos en la casa; sus hermanas tenían la mirada triste y perdida, su madre lloraba desconsoladamente a diario la pérdida de su amado esposo, siempre había sido frágil y débil, pero desde la muerte de Francisco Bastida su vida parecía más triste y vacía, y ella más frágil todavía.Sus hermanos por su parte estaban siempre serios y ceñudos, el carácter de Jesús se había agriado al sentir sobre sus hombros el peso de la responsabilidad de la familia.Julia salía todos los días, seguía con su rutina diaria, solo que ahora el café que preparaba todas las mañanas al despuntar el alba tenía un extraño sabor amargo, sus días tra
Estaba pasmada ante la ira que veía en los ojos y el rostro de su hermano, estaba confundida sin comprender lo que sucedía. La había golpeado, por primera vez en su vida había recibido un golpe y había sido tan fuerte que la arrojó contra el suelo, no podía creer que la hubiese abofeteado..-Je. . .Jesús. . . ¿por qué me golpeas?- sus ojos se cristalizaron a causa de las lágrimas.-¡PORQUE TE LO MERECES!- gritó enojado- ¿CÓMO ES POSIBLE QUE NOS HICIERAS ESTO?- Lo comprendió. Juan Miguel Centeno de las Casas, no había cumplido su palabra, le había contado a su hermano sobre su relación con Héctor- Si padre estuviese vivo, moriría a causa de la vergüenza a la que nos sometes.-No. . . No entiendo. . . – las lágrimas amenazaban con escurrirse de sus ojos.-¡ERES UNA CUALQUIERA JULIA BASTIDA!- su hermano le gritó y ella sintió como si de pronto la hubiese golpeado nuevamente, las lágrimas ya no pudieron contenerse
Después de despedirse de su familia en medio de lágrimas, llanto, y unas terribles ganas de salir huyendo y perderse en el bosque. Salió de su casa, aquella en la que tantos momentos felices había pasado, con alguna de sus cosas, y las otras en un baúl.-Estás muy callada- le dije Juan Miguel.-¿Cómo quiere que esté?- le preguntó con ojos tristes- Usted, ha arruinado mi vida.-No lo veas así- le dice sereno- puedes tener una buena vida a mi lado.-¡Pero no le amo!- dijo Julia, con voz temblorosa y ojos cristalizados- ¡seré infeliz!-Solo si así te lo propones. Ahora eres una Centeno de las casas.-No me honra su apellido señor, es un apellido que nunca anhelé.-Muchas lo desean- le dijo con ceño fruncido.-Muchas, menos yo, señor. Hubiese escogido a una de esas que anhela ser su esposa.-Te he escogido a ti.-Por me
Julia, despertó temprano como siempre, se sintió desorientada al saberse en una habitación que no era la suya, pero al sentir el tibio calor que emanaba el cuerpo a su lado, recordó todo. Suspiró con pesadez, hubiese deseado que todo fuese una pesadilla, una lágrima se deslizó por su mejilla, más que desearlo lo había rogado con todo su corazón. Había esperado despertar y abrir los ojos en su casa, junto a su familia, a la espera de Héctor; su verdadero amor.Sin embargo soñar no es suficiente, anhelar o desear algo con todas tus fuerzas, no te asegura que lo tendrás. Cubrió su cuerpo desnudo, sintiéndose tan vacía, tan manchada, sintió que había perdido todas las esperanzas. Pero se animó internamente a seguir, debía superar aquello, acostumbrarse a su nueva vida, e intentar vivirla de la mejor manera posible.Durante la mañana Rosario, fue su compañía, le mostró a bonita casa y le dio un paseo por los alrededores. Luego de eso, habían preparado una cesta con pane
Al día siguiente, Juan Miguel, salió de casa después del desayuno, así que Julia, decidió caminar un poco por el campo. Extrañaba sentirse en armonía con la naturaleza, acariciar las flores y disfrutar del ambiente relajado que le ofrecía el campo. Lo necesitaba, necesitaba aquello, después del cambio tan drástico que había dado su vida.No compartía mucho con su esposo, él salía muy temprano y volvía tarde, cosa que le agradecía y lamentaba que no se quedara a dormir también fuera, eso le habría ahorrado su compañía nocturna.Después de tanto caminar, se encontró dando los últimos pasos para llegar a aquel pequeño valle, el lugar donde se encontraba a escondidas con Héctor.Héctor. . . su amor, su único y verdadero amor, cuánto le extrañaba, cuánto le dolía no tenerlo a su lado. Si sus planes hubiesen seguidos como los había hecho, a estas alturas sería la prometida oficial de Héctor Rojas, y sin duda alguna la mujer más feliz de todas.Se
Dos meses han transcurridos desde que Julia, se convirtió en la señora Centeno de las Casas. Les han invitado a algunas fiestas, a todas ha tenido que asistir de brazo de su esposo. En algunas ocasiones se ha cruzado con Héctor en el pueblo, pero se ha visto incapaz de sostenerle la mirada, por lo que agacha su cabeza y sigue su camino.Aquella mañana despertó con un terrible malestar, quizás estuviese enferma. Afortunadamente al despertar se descubrió sola, su esposo se había marchado muy temprano. Intentó ponerse en pie pero no lo consiguió, se mareó y unas terribles nauseas le revolvieron el estómago, por ello se dejó caer en la cama nuevamente, mientras cerraba los ojos para intentar calmar el malestar.Tras varios intentos para ponerse de pie, decidió que lo mejor era permanecer en cama. Habían transcurrido dos horas desde que despuntó el alba cuándo un llamado a la puerta de la habitación la sobresaltó.-Julia. . . ¿pue