La cesta hecha de caña amarga que Julia traía en las manos, cayó al suelo junto con la ropa que contenía, sus ojos se cristalizaron.
-E. . . eso no puede ser- dijo conteniendo un sollozo.
-Es cierto- respondió Cecilia, bajando la mirada al suelo, mientras que amargas lágrimas le surcaban el rostro.
Julia quiso gritar y llorar, pero se giró y salió corriendo lo más rápido posible, haciendo caso omiso a las voces que la llamaban. Corrió sin saber por cuánto tiempo, hasta sentir que sus pulmones comenzaban a arder, la maleza acariciaba su vestido a su paso, las flores se enganchaban del encaje mientras que las lágrimas le impedían la visión.
Después de tanto correr llegó a un lugar donde siempre iba cuando estaba preocupada, triste o cuando se iba a encontrar con Héctor. El hermoso claro estaba rodeado por muchos árboles, lindas flores, y aves que cantaba acompañando el suave movimiento del agua. Se desplomó bajo la palmera de coco, doblo sus piernas y se abrazó a sus rodillas, mientras daba rienda suelta a todo lo que sentía.
No supo por cuanto tiempo lloró, pero sentía que posiblemente ya no quedaran lágrimas en su ser, su padre nunca había sido un padre amoroso o muy atento, todo lo contrario, se mostraba frío, duro y hasta un poco déspota, pero a pesar de ello podía llegar a ser considerado y a fin de cuentas, era su padre. Lo extrañaría muchísimo, extrañaría hacerle el café por las mañanas, extrañaría lavar su ropa en el río y esa mirada que le dedicaba al agradecerle por haberlo hecho. Sería difícil, muy difícil vivir sin él. Sobre todo porque su madre era tímida y bastante retraída, ahora que su padre había muerto las decisiones de la casa, las tierras y su familia las tomaría su hermano Jesús, por ser el mayor, no sabía cómo sería la vida de todos a partir de ese momento. Se quedó allí por lo que parecieron horas, asumió que en algunas horas comenzaría a oscurecer.
-¡Julia. . . Julia!- se giró para atender el llamado. Héctor corría hacia ella, portando su uniforme militar.
-Héctor. . . – gimió poniéndose en pie y corriendo a su encuentro. Él la estrechó entre sus brazos.
-Lo siento tanto, mi amor- le susurró junto a su cabello- me he enterado hace poco, al saber que habías salido corriendo y nadie podía dar contigo supuse que estabas aquí.
-Eres el único que me conoce- hablo con la cabeza escondida en el masculino pecho y poco le importaba que aquello fuese una imprudencia, o una falta de decoro de su parte. Lo necesitaba, necesitaba sentirse querida por parte de alguien- lo voy a extrañar mucho- gimoteó.
-Lo sé cariño. Será difícil pero lo superarás, te prometo que lo superaremos juntos.
-Gracias- le respondió.
Se quedaron abrazados largo rato, hasta que él se apartó, la tomó de la mano y caminó con ella hasta sentarse junto al árbol, le hizo seña para que siguiera su ejemplo.
-Julia. . . pensaba hablar mañana con tu padre. En vista de los acontecimientos, lo mejor será esperar.
-Lo comprendo- respondió ella.
-Esperaremos una semana, luego iré y conversaré sobre mis intenciones, con tu hermano.
-De acuerdo- ella lo miró con ojos triste en los que brillaba un poco de esperanza. Olvidándose de la moralidad y las reglas sociales, levantó su mentón para apoderarse de sus labios en un dulce beso que pareció durar una eternidad, al culminarlo Héctor la miró sonriendo.
-Deberías volver a casa, tu madre ya está muy preocupada no creo que sea bueno añadir más angustias.
-Si- le susurró ella, y en un momento de atrevimiento se acercó nuevamente, besándolo con timidez y ternura. Un beso al que él correspondió.
El velorio y entierro fue realmente triste, la familia estaba destrozada por la irreparable pérdida. Julia estaba enfundada en un bonito vestido negro, que se ajustaba a su estrecha cintura y que se abría acampanado hasta rozar el suelo.
Vio como sepultaban a su padre y se sintió desfallecer, ya nada sería igual, ya jamás volvería a ser como antes porque en su vida faltaría uno de los seres más importantes.
-Siento mucho su perdida señorita Bastida, mi sentido pésame.
Julia se estremeció ante aquella voz, que conocía y le incomodaba tanto. Se giró hasta quedar frente a él.
-Muchas gracias, señor.
-Si les hace falta algo, lo que sea Señorita, no dude en solicitarlo, estaré encantado en poder brindarles mi ayuda- una descarga eléctrica le recorrió la espina dorsal. Quería a ese hombre lejos de ella. Lo más lejos posible.
-No creo que haga falta señor, pero agradezco su ofrecimiento.
-Lo hago con sinceridad, Julia- ella se incomodó por el hecho de que él usara su nombre de pila. Pero decidió obviar la situación.
-Y yo le agradezco sinceramente, señor- se giró dándole la espalda sin importar que fuese un gesto de descortesía. Se encontró con que las mujeres chismosas del pueblo los miraban atentos y cuchillaban entre ellas, lo último que le faltaba era que ahora mezclaran su nombre con el de aquel hombre. También observó que Héctor la miraba con el ceño fruncido. Ella le dedicó una tímida sonrisa buscando así brindarle tranquilidad. Inmediatamente su ceño volvió a la normalidad.
Julia, se quedó pensando en lo irónico de la vida. Aquel hombre, Centeno de las Casas, podría tener a cualquier jovencita incauta a sus pies, sin embargo se empeñaba en la única que no deseaba unirse a él. Dentro de una semana se comprometería con el hombre que amaba y sería feliz a su lado.
Juan Miguel Centeno de las Casas, la miró alejarse con aire muy digno, dejándolo allí apretando la mandíbula para intentar contener la ira que corría por sus venas. Ahora que el viejo infeliz había muerto, tendría que buscar la manera de conseguir nuevas estrategias para hacerse de Julia. No había pasado desapercibido para él, la manera en que Héctor Rojas y ella se habían mirado, la complicidad oculta en su mirada demostraba que algo se traían entre manos y sea lo que fuere él no lo permitiría. Julia sería su esposa en menos de lo que canta un gallo y ya tenía la manera de lograrlo, Jesús no se negaría a darle la mano de su hermana, después de lo que tenía planeado, Julia era tan inocente que jamás pensaría, ni tan siquiera llegaría a imaginar lo que le esperaba.
Los días transcurrieron rápidamente, Julia se sentía triste y un poco perdida, era como si su padre se hubiese llevado una parte importante de ella, y sabía que tenía tres hermanos, pero se sentía sumamente desprotegida, expuesta y vulnerable. El hecho de que su padre no estuviese estaba afectando la vida de todos en la casa; sus hermanas tenían la mirada triste y perdida, su madre lloraba desconsoladamente a diario la pérdida de su amado esposo, siempre había sido frágil y débil, pero desde la muerte de Francisco Bastida su vida parecía más triste y vacía, y ella más frágil todavía.Sus hermanos por su parte estaban siempre serios y ceñudos, el carácter de Jesús se había agriado al sentir sobre sus hombros el peso de la responsabilidad de la familia.Julia salía todos los días, seguía con su rutina diaria, solo que ahora el café que preparaba todas las mañanas al despuntar el alba tenía un extraño sabor amargo, sus días tra
Estaba pasmada ante la ira que veía en los ojos y el rostro de su hermano, estaba confundida sin comprender lo que sucedía. La había golpeado, por primera vez en su vida había recibido un golpe y había sido tan fuerte que la arrojó contra el suelo, no podía creer que la hubiese abofeteado..-Je. . .Jesús. . . ¿por qué me golpeas?- sus ojos se cristalizaron a causa de las lágrimas.-¡PORQUE TE LO MERECES!- gritó enojado- ¿CÓMO ES POSIBLE QUE NOS HICIERAS ESTO?- Lo comprendió. Juan Miguel Centeno de las Casas, no había cumplido su palabra, le había contado a su hermano sobre su relación con Héctor- Si padre estuviese vivo, moriría a causa de la vergüenza a la que nos sometes.-No. . . No entiendo. . . – las lágrimas amenazaban con escurrirse de sus ojos.-¡ERES UNA CUALQUIERA JULIA BASTIDA!- su hermano le gritó y ella sintió como si de pronto la hubiese golpeado nuevamente, las lágrimas ya no pudieron contenerse
Después de despedirse de su familia en medio de lágrimas, llanto, y unas terribles ganas de salir huyendo y perderse en el bosque. Salió de su casa, aquella en la que tantos momentos felices había pasado, con alguna de sus cosas, y las otras en un baúl.-Estás muy callada- le dije Juan Miguel.-¿Cómo quiere que esté?- le preguntó con ojos tristes- Usted, ha arruinado mi vida.-No lo veas así- le dice sereno- puedes tener una buena vida a mi lado.-¡Pero no le amo!- dijo Julia, con voz temblorosa y ojos cristalizados- ¡seré infeliz!-Solo si así te lo propones. Ahora eres una Centeno de las casas.-No me honra su apellido señor, es un apellido que nunca anhelé.-Muchas lo desean- le dijo con ceño fruncido.-Muchas, menos yo, señor. Hubiese escogido a una de esas que anhela ser su esposa.-Te he escogido a ti.-Por me
Julia, despertó temprano como siempre, se sintió desorientada al saberse en una habitación que no era la suya, pero al sentir el tibio calor que emanaba el cuerpo a su lado, recordó todo. Suspiró con pesadez, hubiese deseado que todo fuese una pesadilla, una lágrima se deslizó por su mejilla, más que desearlo lo había rogado con todo su corazón. Había esperado despertar y abrir los ojos en su casa, junto a su familia, a la espera de Héctor; su verdadero amor.Sin embargo soñar no es suficiente, anhelar o desear algo con todas tus fuerzas, no te asegura que lo tendrás. Cubrió su cuerpo desnudo, sintiéndose tan vacía, tan manchada, sintió que había perdido todas las esperanzas. Pero se animó internamente a seguir, debía superar aquello, acostumbrarse a su nueva vida, e intentar vivirla de la mejor manera posible.Durante la mañana Rosario, fue su compañía, le mostró a bonita casa y le dio un paseo por los alrededores. Luego de eso, habían preparado una cesta con pane
Al día siguiente, Juan Miguel, salió de casa después del desayuno, así que Julia, decidió caminar un poco por el campo. Extrañaba sentirse en armonía con la naturaleza, acariciar las flores y disfrutar del ambiente relajado que le ofrecía el campo. Lo necesitaba, necesitaba aquello, después del cambio tan drástico que había dado su vida.No compartía mucho con su esposo, él salía muy temprano y volvía tarde, cosa que le agradecía y lamentaba que no se quedara a dormir también fuera, eso le habría ahorrado su compañía nocturna.Después de tanto caminar, se encontró dando los últimos pasos para llegar a aquel pequeño valle, el lugar donde se encontraba a escondidas con Héctor.Héctor. . . su amor, su único y verdadero amor, cuánto le extrañaba, cuánto le dolía no tenerlo a su lado. Si sus planes hubiesen seguidos como los había hecho, a estas alturas sería la prometida oficial de Héctor Rojas, y sin duda alguna la mujer más feliz de todas.Se
Dos meses han transcurridos desde que Julia, se convirtió en la señora Centeno de las Casas. Les han invitado a algunas fiestas, a todas ha tenido que asistir de brazo de su esposo. En algunas ocasiones se ha cruzado con Héctor en el pueblo, pero se ha visto incapaz de sostenerle la mirada, por lo que agacha su cabeza y sigue su camino.Aquella mañana despertó con un terrible malestar, quizás estuviese enferma. Afortunadamente al despertar se descubrió sola, su esposo se había marchado muy temprano. Intentó ponerse en pie pero no lo consiguió, se mareó y unas terribles nauseas le revolvieron el estómago, por ello se dejó caer en la cama nuevamente, mientras cerraba los ojos para intentar calmar el malestar.Tras varios intentos para ponerse de pie, decidió que lo mejor era permanecer en cama. Habían transcurrido dos horas desde que despuntó el alba cuándo un llamado a la puerta de la habitación la sobresaltó.-Julia. . . ¿pue
Las semanas han ido avanzando de forma serena, para Julia, no hay mayor placer que despertarse y verse reflejada en los hermosos ojos café de su hija; su pequeña Bautista, así la llamaron, por petición de su padre. Julia, hubiese querido ponerle un hombre más bonito, pero nada ganaría discutiendo con su cruel esposo.Bautista, llenaba sus días de una alegría desconocida. El parto fue terriblemente doloroso, de hecho llegó a pensar que moriría en él, pero afortunadamente Dios había sido bueno y le había dejado conocer a su pequeña. Ella era la adoración de ambas familias, podía decirse que era el bebé más amado que se hubiese conocido en el pueblo de cariaco.La madre de Julia, adoraba a esa criaturita y se dedicaba a ella en cuerpo y alma, sus tías maternas no hacían más que mimarla, y Rosario l
La vida en la capital era horriblemente espantosa. La vida de Julia, si hasta el momento había sido insoportable, ahora se había convertido en un infierno. Juan Miguel, la había llevado a vivir a un lugar horrible donde comenzaban a construir casas, porque el lugar estaba casi vacío, allí no conocía a nadie, sus vecinos eran callados y distantes, no tenía con quien conversar, su único consuelo era su pequeña Bautista.Pero por si todo aquello fuese poco Juan Miguel, desaparecía por días enteros dejándola sola con su hija en aquel espantoso lugar.La había sacado de aquel maravilloso campo, un pueblo tranquilo lleno de personas cariñosas, la había alejado de su familia, para dejarla aquí. Dónde no tenía a nadie, dónde no conocía a nadie, dónde no había nadie que le ayudase con su niña. . . no comprendía lo que sucedía con él. Le echaba en cara sus infidelidades y no es que le importara mucho, pues no lo quería en lo más mínimo, pero era humil