Después de despedirse de su familia en medio de lágrimas, llanto, y unas terribles ganas de salir huyendo y perderse en el bosque. Salió de su casa, aquella en la que tantos momentos felices había pasado, con alguna de sus cosas, y las otras en un baúl.
-Estás muy callada- le dije Juan Miguel.
-¿Cómo quiere que esté?- le preguntó con ojos tristes- Usted, ha arruinado mi vida.
-No lo veas así- le dice sereno- puedes tener una buena vida a mi lado.
-¡Pero no le amo!- dijo Julia, con voz temblorosa y ojos cristalizados- ¡seré infeliz!
-Solo si así te lo propones. Ahora eres una Centeno de las casas.
-No me honra su apellido señor, es un apellido que nunca anhelé.
-Muchas lo desean- le dijo con ceño fruncido.
-Muchas, menos yo, señor. Hubiese escogido a una de esas que anhela ser su esposa.
-Te he escogido a ti.
-Por me
Julia, despertó temprano como siempre, se sintió desorientada al saberse en una habitación que no era la suya, pero al sentir el tibio calor que emanaba el cuerpo a su lado, recordó todo. Suspiró con pesadez, hubiese deseado que todo fuese una pesadilla, una lágrima se deslizó por su mejilla, más que desearlo lo había rogado con todo su corazón. Había esperado despertar y abrir los ojos en su casa, junto a su familia, a la espera de Héctor; su verdadero amor.Sin embargo soñar no es suficiente, anhelar o desear algo con todas tus fuerzas, no te asegura que lo tendrás. Cubrió su cuerpo desnudo, sintiéndose tan vacía, tan manchada, sintió que había perdido todas las esperanzas. Pero se animó internamente a seguir, debía superar aquello, acostumbrarse a su nueva vida, e intentar vivirla de la mejor manera posible.Durante la mañana Rosario, fue su compañía, le mostró a bonita casa y le dio un paseo por los alrededores. Luego de eso, habían preparado una cesta con pane
Al día siguiente, Juan Miguel, salió de casa después del desayuno, así que Julia, decidió caminar un poco por el campo. Extrañaba sentirse en armonía con la naturaleza, acariciar las flores y disfrutar del ambiente relajado que le ofrecía el campo. Lo necesitaba, necesitaba aquello, después del cambio tan drástico que había dado su vida.No compartía mucho con su esposo, él salía muy temprano y volvía tarde, cosa que le agradecía y lamentaba que no se quedara a dormir también fuera, eso le habría ahorrado su compañía nocturna.Después de tanto caminar, se encontró dando los últimos pasos para llegar a aquel pequeño valle, el lugar donde se encontraba a escondidas con Héctor.Héctor. . . su amor, su único y verdadero amor, cuánto le extrañaba, cuánto le dolía no tenerlo a su lado. Si sus planes hubiesen seguidos como los había hecho, a estas alturas sería la prometida oficial de Héctor Rojas, y sin duda alguna la mujer más feliz de todas.Se
Dos meses han transcurridos desde que Julia, se convirtió en la señora Centeno de las Casas. Les han invitado a algunas fiestas, a todas ha tenido que asistir de brazo de su esposo. En algunas ocasiones se ha cruzado con Héctor en el pueblo, pero se ha visto incapaz de sostenerle la mirada, por lo que agacha su cabeza y sigue su camino.Aquella mañana despertó con un terrible malestar, quizás estuviese enferma. Afortunadamente al despertar se descubrió sola, su esposo se había marchado muy temprano. Intentó ponerse en pie pero no lo consiguió, se mareó y unas terribles nauseas le revolvieron el estómago, por ello se dejó caer en la cama nuevamente, mientras cerraba los ojos para intentar calmar el malestar.Tras varios intentos para ponerse de pie, decidió que lo mejor era permanecer en cama. Habían transcurrido dos horas desde que despuntó el alba cuándo un llamado a la puerta de la habitación la sobresaltó.-Julia. . . ¿pue
Las semanas han ido avanzando de forma serena, para Julia, no hay mayor placer que despertarse y verse reflejada en los hermosos ojos café de su hija; su pequeña Bautista, así la llamaron, por petición de su padre. Julia, hubiese querido ponerle un hombre más bonito, pero nada ganaría discutiendo con su cruel esposo.Bautista, llenaba sus días de una alegría desconocida. El parto fue terriblemente doloroso, de hecho llegó a pensar que moriría en él, pero afortunadamente Dios había sido bueno y le había dejado conocer a su pequeña. Ella era la adoración de ambas familias, podía decirse que era el bebé más amado que se hubiese conocido en el pueblo de cariaco.La madre de Julia, adoraba a esa criaturita y se dedicaba a ella en cuerpo y alma, sus tías maternas no hacían más que mimarla, y Rosario l
La vida en la capital era horriblemente espantosa. La vida de Julia, si hasta el momento había sido insoportable, ahora se había convertido en un infierno. Juan Miguel, la había llevado a vivir a un lugar horrible donde comenzaban a construir casas, porque el lugar estaba casi vacío, allí no conocía a nadie, sus vecinos eran callados y distantes, no tenía con quien conversar, su único consuelo era su pequeña Bautista.Pero por si todo aquello fuese poco Juan Miguel, desaparecía por días enteros dejándola sola con su hija en aquel espantoso lugar.La había sacado de aquel maravilloso campo, un pueblo tranquilo lleno de personas cariñosas, la había alejado de su familia, para dejarla aquí. Dónde no tenía a nadie, dónde no conocía a nadie, dónde no había nadie que le ayudase con su niña. . . no comprendía lo que sucedía con él. Le echaba en cara sus infidelidades y no es que le importara mucho, pues no lo quería en lo más mínimo, pero era humil
Los años transcurrían y el tiempo no ayudaba a Julia a sentirse mejor o a tolerar más a su esposo. El hambre, los malos tratos y las ofensas continuas nunca acaban y por más que hacia todo para que Juan Miguel, se sintiese bien, no lograba nada.Se volvió un ser triste, sombrío, desganado e infeliz, lo único que hacían llevadero sus vidas y de lo que no se arrepentía era de sus hijos: Bautista, Margarita, Félix (en honor a su abuelo paterno), Francisco (en honor a su abuelo materno), Rubén y ahora esperaba un nuevo bebé que estaba próximo a nacer.Era horrible que él la tocara, pero producto de ello eran sus hijos. Le había dicho a su madre que no deseaba embarazarse más, pero ella le dijo que debía dar a luz a cuanto hijos Dios le mandase.Lo cierto es que a sus casi veinticuatro años estaba a la espera de su sexto hijo y había perdido a dos, no es que no fuese feliz de ver sus hermosas caritas, pero su esposo era tan mal pa
Los años transcurrían y el tiempo no ayudaba a Julia a sentirse mejor, o a tolerar más a su esposo. El hambre, los malos tratos y las ofensas continuas nunca acaban y por más que hacía todo para que Juan Miguel, se sintiese bien, no lograba nada.Se volvió un ser triste, sombrío, desganado e infeliz, los único que hacían llevadera sus vidas y de lo que no se arrepentía era de sus hijos: Bautista, Margarita, Félix (en honor a su abuelo paterno), Francisco (en honor a su abuelo materno), Rubén y ahora esperaba un nuevo bebé que estaba próximo a nacer.Era horrible que él la tocara, pero producto de ello eran sus hijos. Le había dicho a su madre que no deseaba embarazarse más, pero ella le dijo que debía dar a luz a cuanto hijos Dios le mandase.Lo cierto es que a sus casi veinticuatro años esta
Juan Miguel, no lo negó. Aceptó con la cara muy fresca el hecho de haberla engañado con su sobrina. Ese día recogió las cosas que tenía en aquella humilde casa y le aseguró que se mudaría con Inés, pero aseguró que seguiría viniendo, en consecuencia que se comportara como lo que era; una señora casada.Le indignó el hecho de que le recordara constantemente que era casada, cuando era precisamente él quien parecía olvidar su estado civil. No le dolía en lo más mínimo que él se marchara de la casa, a fin de cuentas siempre había sido solo un nombre, un personajes que aportaba poco a aquella familia, así que desde ese momento debían organizarse bien, pues si antes era difícil sobrevivir con lo poco que daba, ahora que se había ido a vivir con Inés y que seguramente dejaría de aportar lo poco que daba al hogar, seguramente necesitarían ajustar un poco más cómo se alimentaban.