Los días transcurrieron rápidamente, Julia se sentía triste y un poco perdida, era como si su padre se hubiese llevado una parte importante de ella, y sabía que tenía tres hermanos, pero se sentía sumamente desprotegida, expuesta y vulnerable.
El hecho de que su padre no estuviese estaba afectando la vida de todos en la casa; sus hermanas tenían la mirada triste y perdida, su madre lloraba desconsoladamente a diario la pérdida de su amado esposo, siempre había sido frágil y débil, pero desde la muerte de Francisco Bastida su vida parecía más triste y vacía, y ella más frágil todavía.
Sus hermanos por su parte estaban siempre serios y ceñudos, el carácter de Jesús se había agriado al sentir sobre sus hombros el peso de la responsabilidad de la familia.
Julia salía todos los días, seguía con su rutina diaria, solo que ahora el café que preparaba todas las mañanas al despuntar el alba tenía un extraño sabor amargo, sus días trascurrían en lavar, ayudar en la cocina, ordeñar a blanca y algunas veces se escapaba al bosque para encontrarse con su amado, quién la abrazaba y la besaba con ternura bajo la dulce sombra que proporcionaban los árboles.
-Julia. . . Julia. . . – le llamaba su hermana Cecilia.
-Estoy aquí- respondió con su característica voz; dulce y baja, como una delicada melodía.
-Madre necesita que laves la ropa de Jesús, está de mal humor porque sus pantalones de la faena están sucios.
-No hay problema- respondió con una tímida sonrisa- aprovecharé el viaje para lavar alguno de mis vestidos.
-Gracias- le dijo su hermana abrazándola- iría yo, pero madre ha amanecido mal de nuevo, no quiere salir de la cama y necesito quedarme para ayudarla.
-No te preocupes, seguramente Fania me acompañará.
-No lo creo, está ayudando con el almuerzo. Pídele a la chica del servicio que te acompañe.
-Bien- respondió con una dulce sonrisa.
A fin de cuentas decidió salir sola, todos en la casa parecían estar ocupados y si seguía esperando, al volver Jesús estaría de tan mal humor que sería imposible estar en su compañía. Últimamente su humor se había agriado, su madre salía poco de la habitación y pasaba días enteros llorando, su destino estaba en manos de su hermano mayor, al ausentarse su padre, las decisiones las tomaría Jesús, ya que a su madre le habían enseñado que la mujer debía dejarse siempre dominar por un hombre, las mujeres no son capaces de tomar buenas decisiones y siempre necesitan de un hombre que lleve las riendas.¿ quién mejor que su hijo mayor?. Así que tomó la cesta de caña amarga, llena de algunas pertenecías de su hermano, y alguno de sus vestidos más bonitos.
Durante el trayecto hacia el río, iba cantando y suspirando, soñando despierta en la dulce vida que tendría junto a Héctor, la vida que siempre había soñado. Si bien era cierto que le dolía la muerte de su padre, no era menos cierto que no podía esperar más por vivir junto a Héctor, porque su familia y todo el pueblo supiera que se amaban. Nada ni nadie podría separarlos. Pensando en todo aquello, el bosque se llenó de las melodías que entonaba, con aquellas dulces canciones de amor.
Juan Miguel Centeno De Las Casas. . .
Llevaba días espiándola, desde que su padre murió me he dado a la tarea de espiar cerca de su casa y seguir cada uno de sus pasos. Había descubierto que se levantaba muy temprano, que amaba ver despuntar el alba sentada bajo un árbol cerca de su casa, que ordeñaba sus vacas con cariño, que atendía las labores del hogar, que de vez en cuando corría al campo y se sentaba a llorar, y lo más importante, que lavaba en el río y algunas veces lo hacía sola.
Aquella mañana la vio salir sola de casa cargando un cesta de caña amarga y sonrío, de seguro se dirigía al río. No se equivocó en sus conjeturas, ella caminó en dirección al río, le agradeció en silencio porque sin haberse percatado estaba simplificando sus planes y proporcionándole la vía perfecta para lograr su cometido.
La siguió oculto ente la maleza y sigiloso como un tigre que acecha a su presa. Cuando llegó al río, sacó las ropa de la canasta y las distribuyó, luego se dio a la tarea de lavar una ropa masculina, seguramente la de alguno de sus hermanos, luego habían un puñado de vestidos suyos esperando su turno para entrar en contacto con el agua y el jabón.
Decidió que era hora de actuar. Salió de su escondite y se dirigió a la orilla del río.
-Buen día, Julia- ella le dirigió la mirada, esos hermosos ojos estaban cargados de miedo, comenzaron a mirar en todas direcciones como buscando ayuda- No te asustes.
-Señor. . . debería marcharse. . . no está bien que estemos solos. . . yo. . .
-¿Y si está bien que se vea a solas con el joven Rojas, a mitad del campo, señorita Julia?- ella abrió los ojos enormes al sentirse descubierta. ¿Se lo diría a alguien más?, ¿ se lo diría a su familia?
Ojalá que no, porque Jesús la golpearía por cometer una imprudencia de ese tamaño.
-Señor. . . el joven y yo. . . vamos a casarnos- el sonrió con malicia- nuestros. . . .Encuentros, no deben saberse. . . yo. . . se vería muy mal.
-¿Me pides que te guarde el secreto?- sus inocentes mejillas se llenaron de rubor.
-Yo. . . yo. . . se lo agradecería, señor- bajó su dulce mirada al suelo, mientras retorcía los dedos de sus manos de forma nerviosa.
-Irónico, ¿no crees?. . .hace poco pedí tu mano y me la negaste, ahora me pides que te guarde el secreto que garantizará tu boda con otro- Julia lo miró con ojos encendidos, y mejillas ruborizadas.
-Yo. . . no quisiera molestarlo señor, pero. . .
-Hecho- le dijo sorprendiéndola- no se lo diré a nadie.
-Habla usted en serio, señor?- sus ojos se llenaron de esperanza.
-Lo hago, Julia. Siempre lo hago.
-Muchas gracias- le dedicó una tierna sonrisa.
-Pero soy un hombre de negocios- ella frunció el ceño. ¿Qué quería decir?.
-¿A qué se refiere, señor?
-Me gusta negociar- su corazón comenzó a palpitar con fuerza- te guardaré el secreto, será un favor pero, ¿Has escuchado eso de que favor con favor se paga?
La respiración de Julia se agitó casi violentamente. ¿qué pretendía aquel hombre?, ella estaba sola, a su completa merced, en mitad de la espesura del campo. ¿favor con favor se paga?, ¿ qué quería él?, seguramente algo que no podía, ni quería darle.
-Sí, lo he escuchado. Solo qué. . .
-Mi hermana Rosario ama ese vestido tuyo- ella lo miró con ojos enormes y confundidos. ¿Su vestido?, ¿quería su vestido?- ese, el blanco con tonalidades lila, quizás hasta sea por envidia, pero quiere uno igual.
-No. . . no lo comprendo- le respondió con esa voz susurrante y armónica.
-Es fácil. Si tú me lo prestas, ella podrá llevarlo a la modista para que copie el modelo, y así tener lo que quiere.
-Pe. . . pero. . . no puedo darle mi vestido, señor- le dijo con voz temblorosa, temiendo que él la delatara- no es adecuado, no está bien.
-Vamos Julia, es un pequeño favor. Mi hermana te estará eternamente agradecida.
-Pero. . .
-Además lo que has hecho con ese joven tampoco es adecuado, ni está bien, y lo has hecho- sus mejillas se encendieron- vamos. . .yo te ayudo y tú me ayudas. Te prometo que en cuanto Rosario lo lleve a la modista y ella tenga claro el modelo, la enviaré a que te lo devuelva con mucha discreción.
-Pero. . .
-Es un trato justo- le dijo con una deslumbrante sonrisa. Julia, frunció el mentón y analizó un momento.
¿Era un trato justo?, ¿ El préstamo del vestido a cambio de su silencio?, ¿era mucho pedir?, ¿ estaba realmente mal hacerlo?, ¿ qué podría haber de malo?, ¡era solo un vestido!
Se quedó cavilando por algunos minutos.
No quería que nadie se enterara de sus encuentros con Héctor, aunque pronto el pediría su mano. No julia, sería igualmente bochornoso el que el pueblo se enterara de que nos encontramos a escondidas. Mi reputación y la de mi familia se verían afectadas. Sus hermanas serían cuestionadas.
Reconoció que haberse encontrado a escondidas con Héctor no había sido muy inteligente, pero lo cierto es que cuando se está enamorado, no se piensan en las consecuencias.
El préstamo de su vestido a cambio del silencio de aquel hombre no parecía nada. Decidió que se lo daría, cuando Rosario terminara de usarlo se lo devolverían y todo estaría bien. No podría tener nada de malo en prestarle un vestido a otra señorita. Aunque el medio de envío no fuese el adecuado.
Juan Miguel, la vio caminar hasta sus vestidos y tomarlo con manos temblorosas, una sonrisa de victoria se dibujó en el rostro. Había escogido justamente e se vestido porque todos en la región lo conocían, seguramente sería uno de sus favoritos, porque lo usaba en algunas veladas y fiestas patronales, no había persona en cariaco que al ver ese vestido no lo reconociera como de Julia Bastida.
Se lo tendió tímidamente.
-Solo le pido que lo lleve con cuidado señor, que nadie lo vea, no quisiera que se preste a malas interpretaciones. Y dígale a la señorita Rosario que lo cuide mucho, es una de mis prendas favoritas y más queridas. Lamentaría mucho perderla.
-No te preocupes Julia. Rosario te lo agradecerá siempre. De eso podemos estar seguros- sonrió- ahora debo marcharme. Mientras más pronto me vaya, más pronto podrás tener de nuevo tu vestido.
Ella asintió y él se giró para marcharse con una gran sonrisa en los labios.
Qué fácil había sido.
Julia, era más inocente de lo que había creído.
¡Mira que entregarle su vestido!
Al hacerlo había puesto en sus manos su reputación y su futuro. ¿Y Héctor Rojas, pensó que ganaría la batalla?, bien lo había dicho, Julia Bastidas sería la señora Centeno de las Casas.
Su candidez e inocencia la habían llevado a cometer un grave error, tanta inocencia no es bueno. Alguien debió explicárselo alguna vez.
Julia, lo vio marcharse, con la espalda recta y tan gallardo como siempre, con esa elegancia y e se aire de misterio que enloquecía a más de una jovencita en el pueblo de cariaco, pero que a ella le era totalmente indiferente.
Se dedicó a lavar la ropa mientras cantaba, después de algunas horas tuvo todo listo, lo metió en la cesta y comenzó a andar el camino que lo devolvería a su casa.
Cuando llegó al patio se disponía a dirigirse a tender la ropa al sol para que se secara, cuándo sus hermanas llegaron corriendo hasta ella.
-Julia. . . Julia. . .- gritaba Fania.
-¿Qué sucede?- las miró confundida.
-Debes ir al cuarto que era de padre, Jesús quiere verte- le dijo Cecilia.
-¿Por qué?- quiso saber.
-No lo sabemos, pero está furioso- le dijo Fania. Parecía asustada y preocupada.
-No. . .no comprendo- Julia estaba plenamente desorientada.
-Ni nosotras- Cecilia se encogió de hombros.
-Vamos, apresúrate- la urgió Fania- no hagas que Jesús se enoje más.
Dejó la cesta sobre el suelo.
-Fania por favor, encárgate de tender eso al sol, sino no se secará nunca.
-Sí, yo lo hago. Vamos. . .vamos. . . apresúrate.
Corrió con Cecilia a su lado, hasta que llegaron a la puerta de la habitación de los caballeros. Cecilia le hizo señas, animándola a entrar, sus ojos parecían preocupados. Llamó a la puerta con los nudillo, sintiéndose nerviosa y algo angustiada.
-¡PASÉ!- el gritó de su hermano hizo que la sangre se helara en sus venas. ¿Qué podía haberlo puesto así?
Entró en silencio y con la cabeza baja, cerró la puerta tras de si.
-¿Me mandaste a llamar, hermano?- su voz dulce y suave, estaba convertida en un susurró.
-¡SI!- gritó éste caminando con rapidez hasta ella. Levantó la mirada asustada al sentir los pasos, se encontró con la mirada enfurecida de Jesús. Su rostro estaba distorsionado por la ira- ¡¿CÓMO FUISTE CAPAZ?!- gritó él a la vez que elevaba uno de sus brazos y la descargaba contra su mejilla derecha, arrojándola con fuerza contra el suelo, que la recibió duro y frío.
-¡Jesús!- gimió, llevándose una mano a la mejilla que le escocía, mientras que abundantes lágrimas le quemaban el rostro al descender por sus mejillas.
-¡¿CÓMO FUISTE CAPAZ?!- repitió su hermano, entonces ella elevó el rostro y se encontró con dos figuras. Una pertenecía a su hermano, la otra, al hombre en el que nunca debió confiar.
Estaba pasmada ante la ira que veía en los ojos y el rostro de su hermano, estaba confundida sin comprender lo que sucedía. La había golpeado, por primera vez en su vida había recibido un golpe y había sido tan fuerte que la arrojó contra el suelo, no podía creer que la hubiese abofeteado..-Je. . .Jesús. . . ¿por qué me golpeas?- sus ojos se cristalizaron a causa de las lágrimas.-¡PORQUE TE LO MERECES!- gritó enojado- ¿CÓMO ES POSIBLE QUE NOS HICIERAS ESTO?- Lo comprendió. Juan Miguel Centeno de las Casas, no había cumplido su palabra, le había contado a su hermano sobre su relación con Héctor- Si padre estuviese vivo, moriría a causa de la vergüenza a la que nos sometes.-No. . . No entiendo. . . – las lágrimas amenazaban con escurrirse de sus ojos.-¡ERES UNA CUALQUIERA JULIA BASTIDA!- su hermano le gritó y ella sintió como si de pronto la hubiese golpeado nuevamente, las lágrimas ya no pudieron contenerse
Después de despedirse de su familia en medio de lágrimas, llanto, y unas terribles ganas de salir huyendo y perderse en el bosque. Salió de su casa, aquella en la que tantos momentos felices había pasado, con alguna de sus cosas, y las otras en un baúl.-Estás muy callada- le dije Juan Miguel.-¿Cómo quiere que esté?- le preguntó con ojos tristes- Usted, ha arruinado mi vida.-No lo veas así- le dice sereno- puedes tener una buena vida a mi lado.-¡Pero no le amo!- dijo Julia, con voz temblorosa y ojos cristalizados- ¡seré infeliz!-Solo si así te lo propones. Ahora eres una Centeno de las casas.-No me honra su apellido señor, es un apellido que nunca anhelé.-Muchas lo desean- le dijo con ceño fruncido.-Muchas, menos yo, señor. Hubiese escogido a una de esas que anhela ser su esposa.-Te he escogido a ti.-Por me
Julia, despertó temprano como siempre, se sintió desorientada al saberse en una habitación que no era la suya, pero al sentir el tibio calor que emanaba el cuerpo a su lado, recordó todo. Suspiró con pesadez, hubiese deseado que todo fuese una pesadilla, una lágrima se deslizó por su mejilla, más que desearlo lo había rogado con todo su corazón. Había esperado despertar y abrir los ojos en su casa, junto a su familia, a la espera de Héctor; su verdadero amor.Sin embargo soñar no es suficiente, anhelar o desear algo con todas tus fuerzas, no te asegura que lo tendrás. Cubrió su cuerpo desnudo, sintiéndose tan vacía, tan manchada, sintió que había perdido todas las esperanzas. Pero se animó internamente a seguir, debía superar aquello, acostumbrarse a su nueva vida, e intentar vivirla de la mejor manera posible.Durante la mañana Rosario, fue su compañía, le mostró a bonita casa y le dio un paseo por los alrededores. Luego de eso, habían preparado una cesta con pane
Al día siguiente, Juan Miguel, salió de casa después del desayuno, así que Julia, decidió caminar un poco por el campo. Extrañaba sentirse en armonía con la naturaleza, acariciar las flores y disfrutar del ambiente relajado que le ofrecía el campo. Lo necesitaba, necesitaba aquello, después del cambio tan drástico que había dado su vida.No compartía mucho con su esposo, él salía muy temprano y volvía tarde, cosa que le agradecía y lamentaba que no se quedara a dormir también fuera, eso le habría ahorrado su compañía nocturna.Después de tanto caminar, se encontró dando los últimos pasos para llegar a aquel pequeño valle, el lugar donde se encontraba a escondidas con Héctor.Héctor. . . su amor, su único y verdadero amor, cuánto le extrañaba, cuánto le dolía no tenerlo a su lado. Si sus planes hubiesen seguidos como los había hecho, a estas alturas sería la prometida oficial de Héctor Rojas, y sin duda alguna la mujer más feliz de todas.Se
Dos meses han transcurridos desde que Julia, se convirtió en la señora Centeno de las Casas. Les han invitado a algunas fiestas, a todas ha tenido que asistir de brazo de su esposo. En algunas ocasiones se ha cruzado con Héctor en el pueblo, pero se ha visto incapaz de sostenerle la mirada, por lo que agacha su cabeza y sigue su camino.Aquella mañana despertó con un terrible malestar, quizás estuviese enferma. Afortunadamente al despertar se descubrió sola, su esposo se había marchado muy temprano. Intentó ponerse en pie pero no lo consiguió, se mareó y unas terribles nauseas le revolvieron el estómago, por ello se dejó caer en la cama nuevamente, mientras cerraba los ojos para intentar calmar el malestar.Tras varios intentos para ponerse de pie, decidió que lo mejor era permanecer en cama. Habían transcurrido dos horas desde que despuntó el alba cuándo un llamado a la puerta de la habitación la sobresaltó.-Julia. . . ¿pue
Las semanas han ido avanzando de forma serena, para Julia, no hay mayor placer que despertarse y verse reflejada en los hermosos ojos café de su hija; su pequeña Bautista, así la llamaron, por petición de su padre. Julia, hubiese querido ponerle un hombre más bonito, pero nada ganaría discutiendo con su cruel esposo.Bautista, llenaba sus días de una alegría desconocida. El parto fue terriblemente doloroso, de hecho llegó a pensar que moriría en él, pero afortunadamente Dios había sido bueno y le había dejado conocer a su pequeña. Ella era la adoración de ambas familias, podía decirse que era el bebé más amado que se hubiese conocido en el pueblo de cariaco.La madre de Julia, adoraba a esa criaturita y se dedicaba a ella en cuerpo y alma, sus tías maternas no hacían más que mimarla, y Rosario l
La vida en la capital era horriblemente espantosa. La vida de Julia, si hasta el momento había sido insoportable, ahora se había convertido en un infierno. Juan Miguel, la había llevado a vivir a un lugar horrible donde comenzaban a construir casas, porque el lugar estaba casi vacío, allí no conocía a nadie, sus vecinos eran callados y distantes, no tenía con quien conversar, su único consuelo era su pequeña Bautista.Pero por si todo aquello fuese poco Juan Miguel, desaparecía por días enteros dejándola sola con su hija en aquel espantoso lugar.La había sacado de aquel maravilloso campo, un pueblo tranquilo lleno de personas cariñosas, la había alejado de su familia, para dejarla aquí. Dónde no tenía a nadie, dónde no conocía a nadie, dónde no había nadie que le ayudase con su niña. . . no comprendía lo que sucedía con él. Le echaba en cara sus infidelidades y no es que le importara mucho, pues no lo quería en lo más mínimo, pero era humil
Los años transcurrían y el tiempo no ayudaba a Julia a sentirse mejor o a tolerar más a su esposo. El hambre, los malos tratos y las ofensas continuas nunca acaban y por más que hacia todo para que Juan Miguel, se sintiese bien, no lograba nada.Se volvió un ser triste, sombrío, desganado e infeliz, lo único que hacían llevadero sus vidas y de lo que no se arrepentía era de sus hijos: Bautista, Margarita, Félix (en honor a su abuelo paterno), Francisco (en honor a su abuelo materno), Rubén y ahora esperaba un nuevo bebé que estaba próximo a nacer.Era horrible que él la tocara, pero producto de ello eran sus hijos. Le había dicho a su madre que no deseaba embarazarse más, pero ella le dijo que debía dar a luz a cuanto hijos Dios le mandase.Lo cierto es que a sus casi veinticuatro años estaba a la espera de su sexto hijo y había perdido a dos, no es que no fuese feliz de ver sus hermosas caritas, pero su esposo era tan mal pa