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Capítulo 2: Vístete y lárgate.

Capítulo 2: Vístete y lárgate.

Aquí estás manifestó Gordon, y al decir eso la pequeña niña recobró todos sus sentidos, se soltó con todas sus fuerzas del agarre del hombre y corrió sin detenerse, pero aun así sentía que su debilidad no la dejaba correr como quisiera, se retiró sus tacones de 8 Cm, los recogió, y enterró sus uñas en las manos para mantenerse y seguir corriendo. 

El hombre quedó aturdido al ver que su víctima se había soltado de su agarre. ¡Eres una M*****a! gruño, al mismo tiempo salió corriendo detrás de ella, pero para él, era imposible alcanzarla ya que su peso no se lo permitía. 

No muy lejos la niña, visualizo a un joven camarero saliendo de una de las habitaciones, la puerta estaba a punto de cerrarse, ella volvió para ver hacia atrás y estando segura que aun no la alcanzó, sin más, entró; cerrando la puerta detrás de ella, con un profundo suspiro se apoyó en esta, sintiéndose a salvo. 

Mientras tanto del otro lado, Ben, se acercaba, pero no vio a la chica por ningún lado, el joven camarero aun sorprendido por lo que acababa de presenciar, se percató de la situación, ayudando a la chica ignoro lo sucedido, dando vuelta en sus talones se alejó de allí. 

—¡¿Hey, has visto a una chica por aca?! —el joven, solo negó con la cabeza y cerró la puerta del ascensor.  —Maldita sea —masculló. —¿Dónde estás, dónde te metiste? 

Encontrándose aún en la puerta, al escucharlo cerró sus ojos con fuerza rogando que se fuera, aún podía sentir el calor en su cuerpo y volvió a sentir algo entre sus piernas, las apretó con fuerza, soltó sus tacones, dejándolos a un lado de la entrada, y levantó la cabeza agradecida.                                                                "Gracias Mami". susurró, pero en ese momento escuchó un golpe y retrocedió lentamente, pensando que el sonido venía de afuera, así que sin hacer ningún ruido fue retrocediendo lentamente, esperó y al no escuchar más nada, se tranquilizo, sintiéndose excitada, pensó que necesitaba una ducha de agua fría, no pensó que podría haber un huésped allí. 

sintiendo el calor más desesperante se retiró el vestido, este cayó lentamente al suelo sin hacer ningún sonido, se acomodo el cabello a un lado y se retiró el sujetador; quedando en bragas, aun seguía de espaldas, pero al darse la vuelta, abrió sus ojos lentamente y se encontró con un enorme pecho masculino, la figura alta del hombre estaba semidesnudo, llevaba solo una toalla enrollada en su cintura, ella se sobresaltó al verlo, llevó sus manos a la boca, para no gritar, y dio dos pasos hacia atrás. 

Con el susto que se llevó se le olvidó por completo que estaba casi desnuda, sus movimientos y su cuerpo sexy hicieron que el hombre que la miraba, tragara saliva y algo en él se endureció.  

Martín Walton, estaba completamente paralizado, al ver a la bella mujer frente a él, recobrando el sentido frunció su entrecejo y le preguntó: ¿Quién te ha enviado?. 

La chica negó con la cabeza al escucharlo. Nadie. me ha. enviado pronunció con dificultad sin poder dejar de mirarlo y su entrepierna comenzó a palpitar una vez más. 

El hombre no entendía por que era reacio a sacarla, en cualquier otra situación, habría sacado a cualquiera que se hubiera atrevido a entrar sin previo aviso, pero al ver a esta pequeña, seguía sin entender porque su cuerpo reacciono de esa manera, era completamente quisquilloso y no permitía que nadie viera su cuerpo por una cicatriz que marcaba su dorso, al pensar en eso volviendo en sí, se volvió desagradable y con desdén le preguntó: ¿Quién te dijo que vinieras? su voz era fría, y la niña al escucharlo tembló, pero el cosquilleo en su entrepierna, no dejo que ella reaccionara a esa pregunta.                     

—Hum —soltó un gemido—. Por Favor ayúdame rogó, con voz sexy ya el efecto de la droga había hecho estragos con ella, se acercó al hombre y estiró su mano para tocarle el pecho, pero él la sujetó antes de que pudiera hacerlo.    

Vístete y lárgate masculló, soltando su mano de mala gana haciendo que la pobre chica se tambaleara por lo débil que se encontraba, pero antes de caer, él, en un movimiento rápido la sujetó y cayeron juntos sobre la cama, dejando el bello rostro de ella a su vista. "Es hermosa " pensó para sí mismo. 

La pequeña mujer también al verlo su corazón se movió desenfrenadamente. Oh, Por Dios murmuró ella, se mordió su labio inferior, y sin poder aguantar más lo besó. 

Él no pudo rechazarla al sentir su cuerpo casi desnudo sobre él, sin poder soportarlo más gruñó: Seras mia —dio la vuelta acomodando a la niña, debajo de su cuerpo, abrió sus piernas con delicadeza para posarse entre ella, retiró la toalla a toda prisa y la penetro al mismo tiempo, al verla fruncir el ceño bajo el ritmo, le hizo el amor toda la noche.

La habitación se llenó de una completa oscuridad pasional.

***

Al día siguiente la chica se movió incómoda, la luz del sol que se colaba por entre las cortinas daba justo en su rostro, abrió sus ojos lentamente, observando su entorno, pronto los recuerdos de lo que había sucedido el día anterior con el señor Gordon, llenaron su cabeza, se sentó en la cama en un saltó y al sentir dolor entre sus piernas, sabía lo que significaba eso, sus ojos se llenaron de lágrimas. 

"¡Ouch!" lloró, mientras se inclinaba hacia atrás poniendo sus manos en la cama, sintió algo suave, cerró sus ojos con fuerza y volvió su rostro para ver quien era, poco a poco abrió uno por uno, al ver a un hombre allí acostado, se levantó en un brinco bastante asustada, al mismo tiempo recogió la colcha para cubrirse. 

"Chilló" de nuevo, al volver a sentir el dolor entre sus piernas, y al retirar las sábanas de la cama, vio las manchas de sangre que había en ella,  frunció su entrecejo con dolor en su corazón, ella amaba mucho a Adrian, y estaba guardando su tesoro más preciado para él, pero se había ido y con eso el hombre que amaba también.

Miró al hombre allí dormido y quedó impresionada por lo guapo que es. En su pecho se podía ver que hacía ejercicio fuerte para mantener esa figura, su nariz, sus pestañas largas, en pocas palabras era como si hubiera sido esculpido por los mismos dioses.

pensó que había sido afortunada. "Al menos no fue ese horroroso hombre", se dijo así misma, sintió dolor al recordar lo que iban a hacer con ella la noche anterior y sus lágrimas cubrieron sus ojos, repasando el cuerpo del hombre que dormía, se secó las lágrimas y miró la parte de la cicatriz que sobresalía, estiró su mano para tocarla pero se detuvo para no despertarlo.

Pensando de nuevo en su familia sintió un profundo odio hacia ellos, reunió fuerzas para no desplomarse y comenzó a recoger sus prendas, para luego entrar al baño, en la regadera con sus manos sobre la pared, sus lágrimas se mezclaban con las gotas de agua, cerró sus ojos con dolor, recogiendo su valor y orgullo al salir se vistió lo más rápido que pudo, encontró un cuaderno y una pluma cerca y se sentó en una de las sillas.

—Señor, espero que pueda olvidar lo ocurrido anoche, yo haré lo mismo y si en alguna ocasión nos volvemos a ver, por favor haga de cuenta que no me conoce, porque yo a usted no lo conozco. Gracias.

Termino de escribir, se levantó y caminando lentamente para no hacer ningún sonido, se dirigió hasta la puerta, pero el sonido de ella abriéndose despertó al hombre, quien enseguida abrió los ojos mirando en dirección a ella, rápidamente la niña salió a toda prisa y él se levantó de la cama, al darse cuenta que se encontraba desnudo, se colocó sus pantalones que no estaban muy lejos, sus zapatos y sacó su camisa, para luego correr detrás de ella. 

El hombre divisó no muy lejos a la mujer al llegar a las escaleras, ella corrió por estas abajo a toda prisa. —¡Espera! —grito, pero ella no se detuvo, pronto llegó a la recepción del hotel y salió por la enorme puerta. 

Mientras salía, dos mujeres entraban al hotel a toda prisa sin darse cuenta de quien huía. —Nos ha metido en un gran problema —murmuró la mujer, cerca a la joven. 

—La muy desgraciada huyó, no lo puedo creer —murmuraban entre ellas, sin darse cuenta de nada. 

Al mismo tiempo, el asistente de Martín llegó en el auto. 

—¡Taxi! —exclamó la niña, al llegar el auto de servició cerca suyo, subió, y por órdenes de ella el auto aceleró por todo el camino. 

Las dos mujeres se detuvieron, mirando hacia atrás al escuchar esa voz. —¿Escuchaste eso? —la mujer asintió. 

—¿Sería ella? —la chica levantó sus hombros en respuesta, y siguieron su camino.

Mientras tanto el joven, se detuvo en seco en la acera viendo como la pequeña huía de él. —Señor Martín —el llamado de su nombre llamó su atención, y se acercó al asistente a toda prisa. 

—¡Pronto, enciende el auto y sigue ese taxi! —ordenó, dejando al hombre aturdido, pero pensando que tal vez aquella chica que había subido en aquel taxi, le había robado a su jefe, hizo lo que le ordenó y lo alcanzó enseguida. —No, lo pierdas de vista —masculló.

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