La doctora Aitana Robles, finalizaba un análisis psicológico a uno de los detenidos en la cárcel nacional de varones de Manizales. El sujeto estaba acusado de asesinato y el fiscal necesitaba una evaluación.
Después que el detenido obviamente esposado salió de consulta uno de los guardias interrumpió la redacción del informe que preparaba la especialista.
—Doctora, la solicitan en la oficina del director en este momento.
—¿Sabe para qué? —averiguó la psicóloga, arqueando una de sus cejas.
—El fiscal necesita hablar con usted —indicó el guardia, entonces la joven doctora se puso de pie, caminó por los pasillos que conducían a la oficina del director, golpeó la puerta.
—Adelante —escuchó en la gruesa voz del doctor Reyes.
La doctora Robles reconocía de sobra ese tipo de actitudes que los pacientes solían usar y Carlos se estaba resistiendo a hablar debido a los mecanismos de defensa que utilizaba para protegerse. —Qué pena doctor Duque, que desperdicie su tiempo intentando evadir esta primera entrevista, pero no se preocupe cuando usted se sienta preparado para venir a hablar sobre su vida vamos a trabajar de manera correcta —comentó Aitana, de manera serena. —Doctora, qué pena decepcionarla, si usted espera que yo venga por mi cuenta, se va a cansar. —No, Carlos, yo no me desilusiono, ni emito juicios, yo no estoy en su situación, solo usted sabe que es lo que lleva cargando consigo mismo. Puedo escucharlo y ayudarlo a trabajar con lo que usted tenga, pero solo por voluntad propia —recomendó la doctora. Carlos, hizo caso omiso a las palabras de Aitana, caminó alrededor de la oficina, y comenzó a leer los títu
Manizales- Colombia. Carlos permanecía paralizado, sentado en una esquina, temblando, sudando frío, al momento que abrieron la puerta de aquella siniestra y helada celda de castigo. La psicóloga se acercó aprisa hacia él, al verlo sin moverse, escogió de su playlist uno de los mantras para ayudarlo a relajarse; conectó sus audífonos y se los colocó hincándose frente a él, volteó a ver el lugar se dio cuenta de las condiciones insalubres que se encontraba el sitio. —Estoy con usted doctor Duque —pronunció con voz serena Aitana, dejando que la música comenzará a hacer su efecto, lo tomó de una de sus manos y acarició de esta. —¿Me escucha? ¿Puede mirarme? Carlos advirtió la dulce voz de la psicóloga, hizo contacto visual con ella; sin embargo, en sus ojos aún se podía percibir la angustia, el nerviosismo, el miedo. La doctora colocó su mano en el pecho de él. &nbs
Mientras ellas permanecían abrazadas la puerta del consultorio se abrió, la doctora Robles, apareció. Daniela y Rosario, se soltaron para dirigirse a la psicóloga. —¿Sucede algo? —les preguntó Aitana, al verlas hipeando. —Doctora es difícil de explicar consideramos que es relevante que usted nos ayude —respondió Daniela, mientras la mujer mayor con lágrimas en los ojos se dirigió a la psicóloga. —¿Cómo está? —averiguó Rosario, llorando descontrolada. La señora se veía ansiosa, nerviosa, desesperada. —El doctor Duque, se encuentra tranquilo en este momento, ya que tuvo que ser sedado para que pudiera descansar, además que logré que lo separaran de la celda de castigo. Aitana se acercó hasta el cajón de su escritorio en donde sacó una caja de pañuelos desechables y se los dio, para que limpiaran sus lágrimas. —Doctora, se lo suplico déjeme v
Carlos elevó una de sus cejas, observó a la doctora con sorpresa, no entendía por qué razón ella tenía las prendas de él, la psicóloga al ver el rostro de confusión de él le aclaró. —Daniela, y la señora Rosario, vinieron a dejarle algunas cosas yo pasaba por ahí cuando intentaban ingresarlas, por eso las tomé. Al instante que Carlos, escuchó el nombre de Daniela, y de Rosario, el semblante le cambió, su mirada se llenó de ilusión y su corazón sintió mucha emoción a pesar de que seguía enfadado con Ely. —¿Ellas estuvieron aquí? ¿Se enteraron de lo que sucedió? —interrogó Carlos. —Así es, lo vinieron a visitar, pero no les permitieron el ingreso debido a que usted estaba en la celda de castigo, por eso me quede con sus cosas personales, enseguida se las traigo. —Doctora, me gustaría ver a la señora Rosario... ¿Existe alguna posibilidad de que ella pueda venir a vis
Manizales- ColombiaRosario, esperaba impaciente la llegada de Daniela, para partir a casa de la joven, y conocer a su nieto.Se asomó por la ventana y observó el auto de la doctora Robledo, salió a toda prisa de la casa en donde alquilaba un pequeño departamento.—Rosario, buenos días —saludó Daniela.—Hola Daniela —contestó Rosario, observando el rostro de tristeza de la joven. —¿Está usted bien? —indagó al verla pálida, agitada, y con los ojos llorosos.Daniela negó con la cabeza.—Acabo de hablar con el señor Duque, puse en su conocimiento todo el sufrimiento de Carlos.Rosario se quedó en silencio, ella sabía que en algún momento toda la verdad se iba a descubrir, y que Miguel Duque, se enteraría de que Carlos, no era su hijo, sino su sobrino, sent&iac
Rosario salió muy conmovida de aquel lugar, caminó por los pasillos para llegar a la entrada principal del penal en donde Daniela, la esperaba; sin embargo, la joven no aparecía. Ella se recargó en una de las paredes a llorar, el fiscal que en ese momento salía al ver a la dama en esas condiciones se acercó a ella.—Señora, ¿Se encuentra bien?Rosario abrió sus ojos con sorpresa para encontrarse con los ojos azules del fiscal, quién la observaba con preocupación.—Perdón —se disculpó Rosario, avergonzada y temerosa, después de todo lo que había sufrido en su vida, no era fácil para ella estar en contacto con hombres.El doctor Gaviria, sacó su pañuelo y se lo extendió a la señora Jaramillo.—Usted tiene unos ojos muy hermosos, su mirada inspira mucha ternura, pero cuando unos ojos
Julia, la madre de Francisco, terminaba de preparar el café, cuando su hija Marisol, apareció en la cocina.—Mamá, debo pagar este mes la matrícula de la universidad —comentó con preocupación la joven.La señora Julia, presionó sus labios con preocupación, ella sabía bien que la situación económica de su hijo Francisco, no era buena, pues él esperaba seguir siendo la mano derecha de Carlos, en el Senado, y con él en la cárcel, su hijo no tenía trabajo.—Yo no sé cómo le vamos a hacer, pero debemos conseguir ese dinero sin preocupar a tu hermano —repuso Julia, sin darse cuenta de que Angélica, escuchaba la conversación.Angélica sintió mucho pesar por la situación de la familia, que le había acogido con amabilidad en su casa, la señora Julia y Marisol, hab&iacu
Carlos sonrió con suficiencia, creyendo que nadie y menos la doctora podría entenderlo.—¿A qué quiere jugar doctora Robles? ¿Qué pretende? —cuestionó enojado.— Ande hábleme sobre lo que tuvo que pasar en alguno de esos "castigos" y veremos si yo no lo puedo entender —lo retó.Carlos, seguro que la doctora no le entendería empezó a hablar.—¿Usted cómo reaccionaría si siendo una niña su madre la metiera a un sótano oscuro lleno de ratas? — le preguntó alterado, cuando recordaba esos episodios su respiración se aceleraba. .— Antes de hablar deme su palabra de que, si yo le demuestro que no entiendo, hará algo por mí.—Eso depende... soy un hombre casado doctora Robles, pero puedo complacerla. —Sonrió Carlos, con suficiencia.La doctora