Capítulo 2.

15 de noviembre.

Estoy aquí de nuevo. En Gran Canaria. Me impresiona ver que ya han comenzado a decorar las calles para Navidad. Harley elogia el gesto diciendo que son muy precavidos los españoles. Yo me limité a poner los ojos en blanco. Creía que nuestra primera parada sería el hotel para descansar, cambiarnos y dejar las cosas. Pero me sorprendo al descubrir su negativa, y aún más el porqué de esta. ¡Nos ha comprado una casa! Para las dos. Y es jodidamente hermosa. Es tan grande… ¡Tiene incluso jardín! Y, por lo que parece cuando entramos, ya ha mandado a decorarla. El gesto y lo bonito que es todo consiguen emocionarme. Jamás pensé que tendría un domicilio así. Recuerdo que cuando de pequeña iba en el coche con mi madre y veía este tipo de viviendas, siempre pensaba en que la gente con dinero de la isla eran las únicas personas que podían permitirse un hogar como este. Ahora yo tengo uno. Caímos en el sofá por la fuerza del abrazo cuando me lancé sobre Harley. Una vez me recupere de la emoción, recorrimos toda la residencia y nos adjudicamos los cuartos. Tiene tres cuartos; el mío, el de Harley, y uno de invitados. Después de asearnos, cambiarnos, y colocar las cosas, Harley me anima a que vayamos a visitar a mi madre. Observo el reloj. Sí, debería estar ya en casa. Además, es viernes, así que asiento y salimos en el coche que Harley ha conseguido. Joder, no llevamos ni un día y ya ha conseguido un vehículo. Lo que hace el dinero.

Le doy la dirección a Harley y durante el camino vamos escuchando los 40 principales. Durante el trayecto tarareando las canciones hasta que ponen “Havana” de Camila Cabello y entonces cantamos a todo pulmón. Nos da igual haber llegado, no bajaremos hasta que acabe de sonar. Harley y yo somos muy fans de Camila Cabello, amamos su música y la personalidad de esta.

Cuando la canción llega a su fin y Harley termina de aparcar, bajamos del coche y tocamos el timbre. Aún tengo llaves, pero no quiero asustar a mi madre abriendo por sorpresa. Esta casa llena de ventanales y tan distinta a las de la isla, me costó bastante, pero es la casa soñada de mi madre, por eso contacté con arquitectos hasta que encontré al que estuvo dispuesto a hacérnosla. Valió la pena porque a mi madre le encanta. Yo la ayudo a mantener el hogar enviándole parte de mi sueldo.

En cuanto la puerta se abre y mi madre me ve, observo cómo sus ojos se abren con sorpresa, pero cuando reacciona me rodea fuerte con sus brazos sin percatarse aún de la presencia de Harley. Yo también ignoro a mi amiga cuando le devuelvo el abrazo. Rápido se separa y sé que por fin se ha dado cuenta de la presencia de la rubia tras de mí. Con sus ojos interrogantes me mira y sonrío observando de la rubia a la mujer que me dio la vida.

—Harley, te presento a mi madre, Judith Montenegro. Mamá, te presento a mi ayudante y amiga, Harley Bowman. 

Con las presentaciones realizadas, veo como mi madre le tiende la mano en forma de saludo, pero Harley se adelanta y le da dos besos.

— ¡Estoy feliz de conocerla! Tiene una hija maravillosa. —Mi madre me mira sorprendida y yo solo puedo reír.

—No te preocupes, mami. Ella sabe español, no tienes que preocuparte por hablarle en inglés.

—Oh, sí, su hija me ha contado que no se le da bien el inglés. No se preocupe, hablaremos en español. Mucho mejor, así practico el idioma.

—Pues menuda alegría me das. —Es la respuesta mi madre, provocando que las tres nos riamos.

En cuanto entramos y logro escabullirme de ellas, a las cuales sorprendentemente he dejado hablando la mar de relajadas como si se conocieran de toda la vida en el salón, aprovecho para recorrer la casa y ver los cambios que se hayan podido realizar en esta en mi ausencia. Siempre que vuelvo hago lo mismo. No veo muchos, y los que veo tampoco me disgustan.

Cuando vuelvo al salón creyendo que no se han dado cuenta de mi ausencia, la voz de mi madre preguntándome donde estaba destruye esa pequeña ilusión. Le contesto la verdad y ella asiente.

— ¡Oh! Eso me recuerda que tu hermana justo iba a hablarte a Londres para decirte algo importante. Amanda. —Aclara cuando ve que voy a preguntar a cuál de mis hermanas se refiere. —Se casa el 1 de febrero, para saber si vendrías.

¡¿Mi hermana se casa?! Sí, sé que estaba prometida, pero no parecía tener ninguna prisa por contraer nupcias. Aunque claro, ya han pasado unos pocos años de ello.

—Claro, estaré encantada. Yo también tengo algo que decirte. Estaré aquí hasta finales de diciembre más o menos. —Digo algo nerviosa. Sé que no le gustara la noticia de que no me quedo todas las navidades.

— ¿Cómo que más o menos? —Su tono de voz confirma mis sospechas.

—Verás, me han ofrecido una propuesta de trabajo en una radio. —Comienzo, con mucho cuidado de escoger bien mis palabras para explicárselo.

—Le han ofrecido una sección a la Dra. Hope en Ask for love FM. —Me interrumpe Harley la mar de feliz, ignorando la mirada de reproche que le dedico.

— ¿Ask for love FM? ¿Qué es como los 40? —Pregunta mi madre, provocándome una sonrisa de ternura, y provocando que un brillo de diversión aparezca en los ojos de mi amiga.

—Bueno, los 40 es una de las cadenas más famosa y populares, ¿cierto? Y Ask for love es de las más famosas de Nueva York, así que sí. Pero no son iguales ni muy parecidas tampoco.

Ask for love FM no era esa radio en la que puedes descubrir música nueva o ponerte a bailar como loca, lo cual si podías hacer con los 40. Ask for love FM era bastante variada, cada sección era un tema diferente. Claro que los 40 eran algo más que música también, y, sin embargo, seguía siendo su contenido principal.

—Mis ingresos aumentarán con lo que gane entre la columna y el programa de radio. — Digo, sabiendo como calmar a mi madre. Esta mira a Harley, cuál asiente, como dando fe de que lo que digo es cierto.

Seguimos hablando durante un cuarto de hora más. O más bien continúan ellas, yo apenas tengo oportunidad de participar. Antes de irnos le dejo a mi madre algunos regalos (no los de Navidad, eso se los daré antes de irme a Nueva York). Siempre les traigo a todos algún regalo cuando vuelvo a la isla. De camino a la puerta, y con la recomendación de mi madre de un lugar en el que mi amiga y yo podamos cenar esta noche, nos encontramos con mi hermana Belinda, que justo estaba llegando en ese momento. Me mira bastante sorprendida hasta que se percata de la presencia de Harley. Miro a esta última cual en lugar de ser tan impulsiva como con mi madre, le extiende la mano para un apretón mientras se presenta. Antes de irnos le digo desde la puerta que mamá tiene su regalo y vuelvo con Harley al vehículo. Al subir al coche, volvemos a adentrarnos en la nube musical con los 40. Por el retrovisor veo que mientras nosotras nos vamos, un coche aparca donde antes estábamos nosotras. Sé a quién pertenece, pero prefiero no decirle nada a Harley e irnos.

No pasamos por casa. Ya son las seis y media y decidimos ir a dar un pequeño paseo por la playa de las canteras. Me quito las botas negras y los calcetines, llevándolos en la mano. Quiero sentir la arena meterse entre los dedos de mis pies. Harley me imita, quitándose sus botines, pero ella, está tan poco acostumbrada a esto, que no pasa ni 5 minutos con los pies libres sobre la arena y ya está quejándose. Por ello nos acercamos al agua donde ella se quita la arena de los pies y vuelve a ponerse los botines. El sonido de las olas me resulta tan encantador, tan relajante… Por un momento me permito cerrar los ojos y concentrarme en las sensaciones.

No tengo miedo.

No siento ni odio ni asco.

Todo lo malo se ha ido. Estoy tan relajada.

Realmente creo que esto es el paraíso, si no fuera por la voz de Harley.

Abro los ojos y miro al mar. Le dejo a Harley mis botas con los calcetines dentro de estas, me arremango los vaqueros un poco. Lo suficiente como para poder meter un poco las piernas sin mojármelos. La sensación del agua me resulta exquisita, y no puedo evitar la sonrisa que adorna mis labios. Realmente me gusta esta sensación, aunque confieso que nunca he sido una chica de playa. Sí, crecí y he vivido la mayor parte de mi vida en una isla, pero a pesar de ello, nunca fui una de visitar mucho estas. Al menos de día. Por la noche, sin embargo, me gusta más. Supongo que es porque encuentras menos gente. Los ambientes con muchas personas me agobian.

Escucho a Harley llamándome, y vuelvo a donde la rubia inglesa me espera.

—Haberme dicho que te apetecía un baño, me hubiera traído el bikini. —Es lo primero que me dice cuando llego a donde está.

—No me apetecía un baño, ni nadar, ni nada de eso. Solo surgió. La vista de este lugar tan hermoso… Me dejé llevar. —Explico, sin saber en realidad como expresar todo lo que realmente sentí. Esa fuerza imaginaria que me impulsaba a meterme al agua. Esas ganas de jugar en la arena. De vivir todo lo que no viví antes.

—Sí, es un lugar realmente hermoso. —Afirma Harley, mirando del mar a mí con una sonrisa que no sé descifrar. Yo le respondo con otra y volvemos a emprender camino.

Hablamos de tonterías y cosas sin importancia. Le respondo a Harley sus preguntas sobre la isla. Estoy sintiéndome bastante bien, hasta que sin esperarlo me veo empujada por un enorme perro que se me ha tirado encima y me lame la cara.

Cuando el impacto de verme arrollada de la nada se me ha pasado, logro distinguir la raza del perro. Es un hermoso border collie. Elevo la mano para acariciarle y jugar con él, escuchando de fondo los gritos de Harley. Al parecer, ella aún no se ha recuperado del susto de verme caer al suelo. Y entonces... Una voz de hombre.

— ¡CASTLE! ¡Ven aquí, chico! —Es una voz grave y ronca, que me resulta totalmente erótica y provoca que sienta un escalofrío en la parte baja de la espalda. Dios, es una voz tan excitante. —Disculpa, se le escapó a mi amigo. ¿Estás bien? —Dice el dueño de esa voz que me resulta tan exótica, ofreciéndome su mano. Una mano grande y masculina.

Santo cielo, ¿qué diablos me pasa? Nunca he sido fácil de excitar, pero con tan solo escuchar su voz el dueño del perro lo ha conseguido. 

—No pasa nada, no te preocupes... —Digo aceptando su ayuda para levantarme. En cuanto mis ojos se encuentran con los suyos y por fin le pongo rostro a la voz erótica, las palabras que tenía en la lengua se me atragantan. Soy incapaz de decir nada. Creo que incluso me he olvidado de como respirar.

El masculino frente a mí es perfecto. A la m****a con eso de que la perfección no existe, este hombre demuestra todo lo contrario. De piel blanca, pelo corto y oscuro, tiene los ojos marrones, puede que sea un color muy común, pero en este chico nada es común. No para mí. Él me atrapa con esa mirada y no me deja ir. Su cara alargada estaba rodeada por una pequeña barba de tres días que me apetece tocar.

Es delgado, pero no está en los huesos. Está fuerte, pero gracias al cielo, no lo suficiente para parecer un armario empotrado. A ojo yo diría que mide más o menos metro ochenta u ochenta y tres de estatura.

Me recuerda a Miguel Ángel Silvestre, pero yo diría que el dueño del perro es algo más guapo que el actor del Duque, aunque bien podrían ser gemelos.

Si hace siete años, antes de irme a Londres, me hubieran dicho que esta clase de hombres andaban por la isla, probablemente no me hubiera ido. Tal vez si hace siete años no te hubieras marchado, hoy no estarías aquí y no lo conocerías. Me dice la voz de la razón en mi cabeza.

— ¿Te encuentras bien? —Su voz me devuelve a la realidad.

—Sí, sí. No te preocupes, no ha sido nada. —Intento que mi voz suene normal. Creo que lo he conseguido, o eso espero.

—Anda, a él si le respondes. —La voz de Harley me recuerda que no estamos solos. Por un momento lo había olvidado. Todo en lo que podía pensar era en analizar a ese hombre. Gran error. Miro a mi amiga barra ayudante con una súplica en mi mirada, ella asiente.

De nuevo me aislé del mundo. Ella me había hablado, pero yo estaba muy ocupada admirando a este hombre. Y para nada, porque no tengo una jodida oportunidad con él. Además, con lo atractivo que es seguramente ya tiene novia. Observo a nuestro alrededor y es entonces cuando me percato de que aparte de Harley y el perro, cuál al parecer se llama Castle, tenemos a otro chico en el grupo. Este otro hombre también es bastante guapo, aunque no me afecta tanto como el doble del Duque.

Por dios, necesito saber su nombre. No puedo seguir llamándolo así.

El otro hombre es rubio, con el pelo medianamente largo, algo más alto que el dueño de la voz erótica, y más fuerte que este. Tiene el rostro ovalado, sus ojos tienen el color del mar, y posee una piel clara. Su cara está algo oculta por una leve sombra del bigote y una barba muy notable que le da un aire sexy. Parece un chico malo, y el brillo en sus ojos me dicen que no estoy muy equivocada. El cómo mira a Harley me da mala espina. Sé que estos dos van a tener sexo, y espero que no sea en casa o no me dejaran dormir. Harley no es lo que se dice precisamente callada en ese ámbito. ¿Qué cómo lo sé? Por una desgraciada semana que me quede a dormir en su loft.

Nota mental: Si voy a vivir con Harley, insonorizar su habitación.

—Lo siento, guapa. Me presento, soy Jack, el culpable de que Castle se lanzara sobre ti. Aunque en mi defensa, no puedo culparlo. —Por fin oigo la voz del rubio. No me resulta tan erótica como la de mi Duque, pero es también muy masculina.

Espera, ¿¡mi duque?! ¡No es nada tuyo! Que te llames Esperanza no significa que tengas que hacerte esperanzas con un imposible.

M*****a vocecita.

Voy a contestarle y presentarme cuando Harley se me adelanta.

— ¿Castle? ¿Qué clase de nombre es ese para un perro? —Por el tono que mi amiga está usando puedo ver que está molesta. Le ha gustado el rubiales y con esa última frase que ha dicho ahora se cree que está interesado en mí.

—Fue mi sobrino quien le puso el nombre. —Al escuchar de nuevo esa voz erótica, mi cuerpo vibra.

Esto no es normal. Creo que Harley tiene razón, necesito un polvo que tranquilice mis hormonas.

—Tu sobrino y Alicia. —Añade el rubiales con sorna.

¿Alicia? Claro. Seguramente sea la novia de ese monumento. Comparto una mirada de pesar con Harley.

— ¿Quién es Alicia? ¿Tu novia? —Adoro eso de Harley. No tiene vergüenza m*****a.

Sorprendentemente, el dueño de esa voz que tanto me ha afectado, al parecer niega y, aunque sé que no debo, me alegro.

—Alicia es mi hermana. —La hermana. Es la hermana. ¿Por qué siento este tonto alivio?

—Oh, la madre del niño. —Dice Harley y los rostros masculinos cambian. Algo ha dicho mal.

—No. Los padres de mi sobrino murieron hace tres años. —Ahora esa voz se ve teñida por un halo de tristeza.

—Lo lamento mucho…—Decimos Harley yo casi al mismo tiempo.

A pesar de que él nos hace un gesto como de que no tiene importancia, yo me sigo sintiendo bastante mal.

Le compraré un bozal a Harley para navidad. Está decidido.

—Íbamos a cenar a una taberna cerca de aquí. ¿Qué os parece si os invitamos? Para compensar mi torpeza. —Escucho a Harley decir. 

Normalmente tendría ganas de matarla por obligarme a soportar compañía, pero en ese momento me descubro esperando que acepten.

—En realidad, deberíamos invitar nosotros. El perro atacó a tu pobre amiga. —El rubiales vuelve a hablar, y a Harley se le parece olvidar su metida de pata, ya le está dedicando esa sonrisa tan encantadora que le consigue los amantes que quiere.

Yo, por otro lado, no estoy nada contenta.

¿Pobre amiga? Sigo aquí.

—Pues yo creo que lo más justo es que paguemos a medias. —Digo, intentando que los rubios no se olviden que no están solos. Vuelvo mi mirada de nuevo a don sensualidad, y decido que esos dos pueden irse donde quieran. — ¿Dejarán entrar a Castle?

—Oh, a Castle se lo dejamos un rato a mi hermana. Ella ya ha cenado. —Señala a donde hay una chica que parece algo bajita comparada con el gigante a su lado. Desde aquí no consigo verla bien, pero por lo poco que veo es bastante bonita. Tiene un rostro aniñado y es tan morena como el hermano.

—Venga, te esperamos en la taberna. A ver, decidme a donde ibais, guapas. —Jack pasa un hombro por los brazos de Harley mientras comienzan a caminar.

Me agacho para despedirme de Castle.

—Ha sido un placer conocerte, bonito. —El perro me regala una última lamida y yo dejo escapar una carcajada hasta que mi mirada vuelve a chocarse con la de su dueño.

Me incorporo limpiándome la arena de la ropa y sigo a la pareja de rubios, buscando huir de esa mirada. Cuando había elevado la vista a él tras despedirme de Castle, tenía un brillo extraño en sus ojos. No me dio miedo, lejos de eso… Me excito. No estoy acostumbrada a esto. ¿Qué clase de poder tiene ese hombre sobre mí?

Entro a La Quilla con los dos rubios, que ni caso me hacen. Están muy ocupados coqueteando entre ellos. Me sorprende ver la buena pareja que podrían llegar a hacer. Son igual de rubios y guapos.

—Qué hambre tengo. Creo que nunca he tenido tanta hambre. —Se queja Harley, que para mi sorpresa se ha sentado a mi lado. Creí que se sentaría junto a Jack, pero me alegra comprobar que no se ha olvidado de que estoy con ellos.

— ¿Cuántas horas lleváis sin comer? —Pregunta este y sé por su tono que se piensa que llevamos por lo menos una semana sin comer, o que estamos obsesionadas con las dietas.

Nada más lejos de la realidad, al menos conmigo. Amo la comida basura.

— ¿Siete u ocho horas? No sé, no las he contado. —Responde Harley encogiéndose de hombros.

—Bueno, tranquila, ahora comerás. Esperamos a tu amigo para pedir, ¿no? —Le pregunto a Jack. Odio darme cuenta de que no tengo un nombre con el cual dirigirme al monumento andante.

—Abraham vendrá enseguida. —Me dice guiñándome un ojo.

¡Ya le puedo poner nombre al nuevo dueño de mis fantasías!

Abraham. Me gusta. En realidad, es un nombre que le pega. Va con él.

—Hablando del rey de Roma. —Al escuchar a Jack miro en su dirección y veo que Abraham se acerca a nosotras.

— ¿Ya estabas soltando pestes sobre mí, capullo? —El tono divertido en su voz puede acabar conmigo. Lo sé.

Le observo sentarse al lado de su amigo, frente a mí. Realmente no creo que pueda concentrarme en la cena…

— ¡Por fin podemos pedir! —La voz de Harley consigue que aparte la mirada de Abraham para centrarla en ella por unos minutos.

Una camarera se acerca y nos toma nota. Yo pido croquetas caseras acompañadas con patatas fritas. Jack pide pulpo al grill. Harley pappardelle con cal, y Abraham presa ibérica. Mis compañeros de mesa también solicitan una ración de gambas al ajillo que disfrutaran entre los tres. A mí no me apetece. Para beber ellos quieren cerveza y yo un seven-up. Cuando la camarera se marcha con nuestros pedidos, la conversación vuelve a la mesa.

— ¿Sabes, Abe? Estas dos señoritas ya saben nuestros nombres, pero no nos dicen cómo se llaman. Decidme, ¿os va el misterio? —Estoy realmente sorprendida. Este hombre coquetea como si fuera lo más normal del mundo, y a Harley le encanta.

—Yo soy Harley. Harley Bowman, pero podéis llamarme Har. Ella es Esperanza. 

— ¿De dónde eres, Harley? —Jack parece saborear como sale el nombre de sus labios, y sé por la mirada de Harley que no soy la única que se ha dado cuenta.

—Mánchester, pero llevo años viviendo en Londres. Aunque en navidad nos mudaremos a Nueva York. 

Yo estoy concentrada en la comida. Realmente no necesito hablar. Harley lo dice todo, incluso lo que no es acerca de ella. Pero en cuanto escucho de nuevo la voz de mi dios (le he coronado como tal), no puedo evitarlo. Casi me atraganto.

— ¿Nos? —Cuando elevo la mirada veo que me está observando a mí. 

—Sí, vamos por trabajo. —Mi voz apenas es audible, pero debe ser un milagro, pues me han escuchado.

— ¿Trabajáis juntas? —Ambas asentimos. — ¿A qué os dedicáis?

—Yo soy su ayudante, y ella tiene una sección en “Years Magazine” como la Dra. Hope. —Miro a mi amiga con ironía. ¿Para qué me va a dejar contestar cuando puede hacerlo ella?

— ¿La Dra. Hope? ¿Das consejos sobre cómo mejorar la salud o cómo va la cosa? —Harley hace una mueca al escuchar la pregunta de Jack.

—Ciertamente doy consejos, pero no sobre salud. O al menos, no solo sobre ello. La gente me envía correos pidiéndome asesoramiento sobre la vida en general. Yo intento ayudarles como mejor puedo. Harley escoge los emails que deben ser publicados y esos se publican. —Explico, haciendo una pausa para beber mi seven-up. — Pero siendo honesta, mayormente me piden consejos sobre el amor. 

—Hm, debes ser una experta, ¿cierto? —No me gusta la burla en el tono de Jack, y por lo que veo en el rostro de Harley a ella tampoco.

—En realidad, apenas tiene experiencia. Yo tengo más que ella. Sin embargo, es muy buena asistiendo a la gente.

Miro a Harley sin saber cómo sentirme. ¿Me ha defendido o le ha dado más motivos de burla? Decido ignorarlo y volver a centrarme en la comida.

—Me gustaría leer algunas de tus recomendaciones. —La voz erótica casi provoca que me atragante.

¿De verdad quiere leer algo mío?

Probablemente solo sea para burlarse de ti, tonta. Me recuerda esa odiosa voz dentro de mi cabeza.

—Puedes encontrar en internet. — ¿Por qué mi voz suena como si me estuvieran pisando? Estoy haciendo el ridículo.

—Buscaré algunos. —Eso suena casi como una promesa... Y me encuentro deseando que la cumpla.

Vuelvo a centrarme en mi plato mientras la conversación fluye por la mesa y noto sobre mí la mirada de mi nuevo dios. Cuando hemos terminado de comer y estamos sacando el dinero para pagar, Jack nos sorprende con una invitación.

— ¿Qué os parece ir a bailar? Vamos, la noche es joven. —Acto seguido nos guiña un ojo y sé que con ese gesto ha bajado muchas bragas en su vida, pero a mí no consigue afectarme.

— ¡Sí! Me encantaría. —De acuerdo, está claro que a Harley si le ha afectado.

—Pero deberá ser otro día. —Enseguida los rubios vuelven su mirada a mí, y sé que parezco la típica aguafiestas. —Hoy hemos llegado de Londres, y no hemos parado. Necesitamos descansar, mañana tenemos muchas cosas que hacer.

A Harley no le hace gracia, pero sabe que tengo razón, por lo cual no me discute.

— ¿Cuándo os vais? — ¿Alguien le ha dicho a este hombre el peligro andante que es?

Necesito calmar mis hormonas.

—Finales de diciembre. Más o menos. —Me alegra haber sido capaz de contestarle yo sin la ayuda de Harley.

—Una pregunta algo indiscreta, ¿de dónde sois vosotros dos? Quiero decir, no tenéis el acento de Hope. —Les pregunta Harley después de que hemos pagado y estamos saliendo de la taberna.

—Madrid. Estamos aquí de vacaciones. 

— ¿Cuánto tiempo os quedaréis? — Siento la necesidad de saberlo. Incluso cuando sé que no volveré a verlo.

—Yo hasta mediados de enero. —Y es entonces cuando odio tener que irme en diciembre. ¡Quiero pasar todo el tiempo posible con Abraham! Y odio eso porque sé que es imposible. Además de ilógico. Acabo de conocerlo. La vida no es una película.

Maldición.

— ¿Y tú, Jack? —Harley me hace ver, de nuevo, que no estamos solos.

—No lo sé aún. Estaré aquí hasta que me canse.

—Jack es un culo inquieto. Un trotamundos. Pero siempre termina volviendo a Madrid y a Canarias. —Podría escucharle hablar todo el tiempo.

—Vaya, ¿a qué te dedicas para poder vivir tan libremente, Jack? —Miro a Harley al escuchar la pregunta. Me parece que está muy interesada en él y eso me preocupa.

—No me gusta hablar de trabajo en vacaciones.

De acuerdo. ¿Soy la única que ve algo raro en este chico? Decido dejarlo pasar y concentrarme de nuevo en Abraham. — ¿Tú opinas como tu amigo? —Sé que no voy a volver a verle y quiero aprovechar este momento para saber todo lo posible de él.

Esto no me convierte en una acosadora, ¿cierto?

—Soy el dueño de la fábrica de la mejor cerveza de España. Tenemos varias sedes por el mundo, por lo cual viajo mucho, pero oficialmente yo me encargo de la de aquí.

Demasiado atractivo y con demasiado dinero parece. Eso solo me confirma lo dicho: no tengo ninguna oportunidad con él. 

—Así que eres rico. —Mis ojos se abren como plato cuando ladeo el rostro para mirar a Harley. Claro, si ella también está forrada. Que m*****a vergüenza va a tener en preguntarle.

—Sí, bueno...

—Bueno dice el tío. Su familia y él están forrados. —Interrumpe Jack a mi dios, confirmando mis sospechas.

—Tú tampoco vives nada mal, señor misterioso. —Le recuerdo, viendo la sonrisa de orgullo que se dibuja en la cara de Abraham. —Har, vayámonos. Quiero descansar. Mañana tenemos que madrugar.

— ¿Ah sí? Ah sí. De acuerdo, espera. —Me quita mi bandolera y saca un bolígrafo y un post-it donde escribe su número y se lo entrega al rubio, guiñándole un ojo. —Por si os interesa contactarnos para otra cena o ese baile que ha quedado pendiente.

Oh, por favor. He tenido bastante. La agarro del hombro y me la llevo despidiéndome sin volver a mirarlos. Si lo hago, sé que corre el peligro de que cometa una tontería como aceptar ese baile, y por desgracia, no he bebido como para poner el alcohol de excusa. Maldición. La próxima vez beberé.

Durante los primeros 10 minutos del trayecto tengo que soportar escuchar a Harley quejarse de mis formas apresuradas al irnos. Después de disculparme, y unas cuantas canciones, se calma y podemos hablar de los planes para el día siguiente.

Mañana le presentaré a Harley a una personita muy especial para mí.

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