Capítulo 4.

Hemos decidido ir a una pizzería cercana. Abraham va con su madre y Castle en su coche, sin embargo, su sobrino Aitor quería venir con nosotras. Como el tío y la abuela le dieron permiso, él fue en los asientos traseros, con mi sobrina. Durante el trayecto Harley me cuenta que, mientras Abraham y yo habíamos ido a por los niños, Mónica había recibido la llamada de su hija, Alicia, la cual dio la idea de la pizzería y con la que nos veríamos en esta.

Menos mal que Harley me lo dice, porque de lo contrario no me habría enterado hasta verla. Aprovechando el momento, yo le explico el motivo del nombre del perro, y tal y como imaginaba, de repente a Harley el nombre le gusta mucho más. Claro, yo ya sabía que Harley también fue fan de la serie que llevaba el mismo nombre que el animal. Incluso alguna vez hemos hecho algún maratón de dicha serie juntas.

Durante lo que dura el trayecto, que gracias a dios no es mucho, mi amiga aprovecha para interrogarme sobre el corto momento en el que me aleje de ella con el hombre, queriendo saber qué ocurrió entre este y mi persona. Al principio luce decepcionada cuando le digo que solo le saque la información del nombre del perro, y le dijimos a los niños que íbamos a comer. No entiendo que es lo que la rubia esperaba que pasase. ¿Debo recordarle que acabamos de conocerlo, como quien dice? No dudo en formularle dicha pregunta, a la cual responde con una negativa.

En cuanto llegamos, antes de que Harley termine de aparcar, Abraham ya se ha acercado, listo para en cuanto estacionamos, en un gesto caballeroso, e inesperado, abrirme la puerta, y ayudar a bajar a los pequeños. Abraham les pregunta a los niños de que quieren la pizza mientras entramos en la pizzería. Su madre no tarda nada en ir a una mesa, seguida por Harley y los niños. Han sido más rápidos que nosotros, como si les fueran a quitar el sitio. Mi mirada algo sorprendida viaja hacia Abraham, quien simplemente parece divertido a la par que acostumbrado, y camina hacia la mesa en la cual ya han tomado asiento nuestros acompañantes.

No tarda mucho en acercarse una chica a tomar nota de lo que queremos. Mónica se pide una carbonara, mientras que Harley una barbacoa. Abraham pide también una cuatro quesos para su hermana, pues sabe cuál es la que le gusta, una de pepperoni para él, y yo pedí una margarita. Tanto Mónica, como Harley y yo, compartiremos nuestras pizzas con los pequeños, pues son las mismas que a ellos les gusta. Pedimos refrescos y zumos para beber, además de un poco de pan de ajo para acompañar.

—Bueno. No se puede dudar que hay una gran variedad de gusto en esta mesa, ¿eh? —Abraham es el primero en hablar cuando la fémina se va con nuestros pedidos.

Tanto su madre como Harley ríen, mientras que yo solo puedo sonreír divertida. No suelo hacer amistades tan rápido con la gente. Bueno, no suelo hacer amistades, de ahí que tengas pocas. Siempre he sido más de “pocos, pero verdaderos” que “muchos, y todos unos falsos.” Sin embargo, aquí estoy. Con Abraham y su familia he tenido un “feeling” casi instantáneo, aunque aún me falte conocer a Alicia. Pero, por lo poco que sé de ella, no veo por qué no podría pasar igual.

Si bien, visto lo visto, no soy la única. Y, no. Esta vez no hablo de mi amiga rubia. Hablo de los pequeños. Me asombra la facilidad que tienen los niños para hacer amigos, y al mismo tiempo que me sorprende, envidio un poco esa inocencia. Aún no han sido traicionados. Creen ciegamente en el bien de todo el mundo.

En la mesa la conversación fluye. La matriarca de la familia Fernández nos hace preguntas sobre la revista, la columna, y Londres. La mayoría son respondidas por Harley, que como siempre, para qué va a dejarme a mí responder. Tal vez es precisamente por eso. La rubia se encuentra tan ocupada respondiendo que no ve quienes se acercan.

—Cuanto ambiente. Traje una compañía extra. —La voz femenina que se acerca a la mesa, interrumpe la conversación. Es Alicia, la hermana de Abraham. Se acerca a su madre, dando un beso a esta y sentándose.

Esa “compañía extra”, no es otra que Jack. Mi mirada va hacia Harley, observando su reacción al verlo. Su mirada va de uno al otro, finalmente dejándola en Alicia para saludarla cuando esta se acerca a darle dos besos. Sé perfectamente que la cabeza de mi amiga se está preguntando si entre Alicia y Jack puede haber algo, pero lo dudo. Quiero decir, el grandullón con el que vi a Alicia anoche en la playa. Parecían unidos, y Jack estuvo toda la cena ligando con Harley sin decir que tuviera nada con nadie. Aunque claro, no sería el primer hombre en ocultarlo. Ni el primero, ni el último. Pero Abraham estuvo delante, si supiera que la pareja de su hermana, o alguien que tiene algo con esta, ligaba tan abiertamente con otra, no se quedaría callado... ¿no?

Una vez todos nos hemos saludado, Alicia toma asiento al lado de su madre, y Jack al lado, entre esta y Abraham, frente a Harley, a la cual sonríe. Pero esta, ahora que tiene esa duda en su cabecita, parece no devolverle la sonrisa, haciéndose más la indiferente. La mesa no tardó en volver a retomar la charla, comenzando gracias a los pequeños.

—¿Quiénes son? — Pregunta con una inocente curiosidad mi sobrina, Lucía. Sé que se refiere a Alicia y Jack, pues son los que acaban de llegar y no conoce.

—Son mis titos. —Responde Aitor, al cual Alicia sonríe con infinita ternura antes de centrar su mirada en mi sobrina.

—¿Y ella quien es, Aitor? Qué niña tan guapa. —El efecto de las palabras de Alicia en mi sobrina no tarda en notarse, la niña se muestra un poco avergonzada, lo que nos parece adorable tanto a Harley como a mí.

—Es mi nueva amiga. Sobrina de la amiga del tito. —El menor me señala, y ahora la que se ha sonrojado levemente soy yo, al tiempo que asiento con un leve movimiento afirmativo de cabeza.

—Lamento lo ocurrido anoche con Castle. —Se disculpa Alicia, pero yo hago con la mano un gesto, restándole importancia. De verdad, no hubo problema alguno por mi parte.

El tema de conversación no tarda en volver a fluir por la mesa mientras devoramos y compartimos nuestras pizzas. Las cuales, por cierto, están buenísimas. Los primeros en cansarse, o más bien, llenarse, son los pequeños, quienes tenían su propia conversación, a la que los adultos echábamos un ojo de vez en cuando. Mientras en la conversación de los adultos cada uno participaba lo que podía, pero todos encontraban su hueco para participar.

Fue Mónica la que le hizo saber a su hija, Alicia, que yo era la doctora Hope, y esta tuvo la misma reacción que su madre en el parque. Es decir, volvieron los halagos y como siempre, me sonroje, agradeciendo tímidamente, sin saber cómo responder ni reaccionar a estos. Tengo un problema con estos sí, pero Harley dice que será cuestión de tiempo que me acostumbre.

Al acabar, por más que intentamos proponer pagar entre todos, resulta imposible. Mónica no da opción a discutir, ella advirtió desde un principio que iba a invitar, y es como se hace todo. Tanto Alicia como Jack y Abraham nos dicen que a la matriarca de la familia es imposible de llevar la contraria. A ella se la obedece, o se la obedece. Más opciones no vas a encontrar disponibles. Y ciertamente hemos descubierto que es la verdad, pues se ha salido con la suya.

Una vez fuera nos despedimos. Ellos quieren invitarnos a compartir un rato más juntos, pero le prometí a mi madre que tras comer llevaba a mi sobrina, además, es mejor que esté de vuelta antes de que lleguen sus padres. Harley lo sabe, y como sigue con la duda de que puede haber entre Alicia y Jack, concuerda conmigo y esta vez somos ambas las que declinamos la oferta, agradeciendo el rato compartido y volviendo a hacer saber lo encantada que estamos de conocerles.

En el coche descubrimos que a la que si le hubiera gustado aceptar la oferta es a Lucia. Ir a casa de Aitor a jugar con sus juguetes, o con Castle. Harley y yo compartimos una sonrisa y es mi amiga la que le dice que tal vez otro día, pues al fin y al cabo tenía el número de ellos. Ese plural me hace preguntar, pues creí que solo tenía el de Jack. Y efectivamente, anoche solo tenía el de Jack, pero hoy consiguió el de Mónica y Alicia también. No sé de qué me sorprende. Lo que no consiga esta mujer….

Llegamos a casa sobre las cinco menos veinte, antes que los padres de mi sobrina, lo cual es un alivio, y realmente ya me imaginaba debido a la hora. Faltaba ciertamente poco para la hora a la que solían llegar, aun así sabía que era poco probable que antes de esa hora llegaran.

Lucia le comenta a su abuela que ha hecho nuevos amigos, y adelantándome a Harley, le explico que anoche donde nos recomendó cenar los habíamos conocido y el cómo fue todo. Ella tiende a reaccionar más como Harley en lo que al incidente con Castle se refiere, pero realmente a mí no me ha pasado nada. Estoy bien, así que no ha sido para tanto, y puede verlo.

Por ello, tras las explicaciones de la breve historia, no tarda todo en volver a una “normalidad”. La niña se va con sus juguetes, invitándonos a jugar a Harley y a mí, las cuales jugamos con ella hasta que llegan sus padres, lo que es una media hora. Cuando ellos llegan se los presento a Harley, y tras las presentaciones necesarias, les doy su correspondiente regalo, que dado que mi madre no los ha visto antes no ha podido dárselo. De ahí que aproveche para hacerlo yo. También aprovecho para darle a la pequeña los suyos. Ciertamente a ella se los podría haber dado antes, pero sabiendo como es, sé que es mejor entregarlos al mismo tiempo, así te evitas rabietas.

Los regalos son del agrado de todos, o eso parece, y tras la entrega de esto, no tarda en instalarse una conversación en la sala. Preguntas sobre Londres, sobre que tal el día con la niña… Lo de siempre. Nada nuevo, al menos para mí. También preguntan sobre Harley y esta encantada responde a sus dudas.

Entre una cosa y otra, el sol se fue, oscureciéndose el cielo, llegando la noche. La conversación no faltó en ningún momento, también jugábamos con la niña, vimos todos juntos una película del N*****x, cenamos algo sencillo, un simple sándwich caliente, y nos fuimos prácticamente al mismo tiempo que mi sobrina y sus padres.

Algo que me había sorprendido es que Harley no había mirado el móvil apenas. Al menos hasta que llegamos a casa, que tras sacarlo y dibujar una mueca en su rostro, me comentó que Jack no le había enviado ningún mensaje. Le recordé que no tenía por qué. Apenas los conocíamos, ni siquiera sabíamos si habíamos llegado al estado de poder considerarlo ya amigos.

Harley sabía que yo tenía razón, por eso no me contradijo y tras una ducha cerramos el sábado viendo otra película antes de irnos a dormir.

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