Hemos decidido ir a una pizzería cercana. Abraham va con su madre y Castle en su coche, sin embargo, su sobrino Aitor quería venir con nosotras. Como el tío y la abuela le dieron permiso, él fue en los asientos traseros, con mi sobrina. Durante el trayecto Harley me cuenta que, mientras Abraham y yo habíamos ido a por los niños, Mónica había recibido la llamada de su hija, Alicia, la cual dio la idea de la pizzería y con la que nos veríamos en esta.
Menos mal que Harley me lo dice, porque de lo contrario no me habría enterado hasta verla. Aprovechando el momento, yo le explico el motivo del nombre del perro, y tal y como imaginaba, de repente a Harley el nombre le gusta mucho más. Claro, yo ya sabía que Harley también fue fan de la serie que llevaba el mismo nombre que el animal. Incluso alguna vez hemos hecho algún maratón de dicha serie juntas.
Durante lo que dura el trayecto, que gracias a dios no es mucho, mi amiga aprovecha para interrogarme sobre el corto momento en el que me aleje de ella con el hombre, queriendo saber qué ocurrió entre este y mi persona. Al principio luce decepcionada cuando le digo que solo le saque la información del nombre del perro, y le dijimos a los niños que íbamos a comer. No entiendo que es lo que la rubia esperaba que pasase. ¿Debo recordarle que acabamos de conocerlo, como quien dice? No dudo en formularle dicha pregunta, a la cual responde con una negativa.
En cuanto llegamos, antes de que Harley termine de aparcar, Abraham ya se ha acercado, listo para en cuanto estacionamos, en un gesto caballeroso, e inesperado, abrirme la puerta, y ayudar a bajar a los pequeños. Abraham les pregunta a los niños de que quieren la pizza mientras entramos en la pizzería. Su madre no tarda nada en ir a una mesa, seguida por Harley y los niños. Han sido más rápidos que nosotros, como si les fueran a quitar el sitio. Mi mirada algo sorprendida viaja hacia Abraham, quien simplemente parece divertido a la par que acostumbrado, y camina hacia la mesa en la cual ya han tomado asiento nuestros acompañantes.
No tarda mucho en acercarse una chica a tomar nota de lo que queremos. Mónica se pide una carbonara, mientras que Harley una barbacoa. Abraham pide también una cuatro quesos para su hermana, pues sabe cuál es la que le gusta, una de pepperoni para él, y yo pedí una margarita. Tanto Mónica, como Harley y yo, compartiremos nuestras pizzas con los pequeños, pues son las mismas que a ellos les gusta. Pedimos refrescos y zumos para beber, además de un poco de pan de ajo para acompañar.
—Bueno. No se puede dudar que hay una gran variedad de gusto en esta mesa, ¿eh? —Abraham es el primero en hablar cuando la fémina se va con nuestros pedidos.
Tanto su madre como Harley ríen, mientras que yo solo puedo sonreír divertida. No suelo hacer amistades tan rápido con la gente. Bueno, no suelo hacer amistades, de ahí que tengas pocas. Siempre he sido más de “pocos, pero verdaderos” que “muchos, y todos unos falsos.” Sin embargo, aquí estoy. Con Abraham y su familia he tenido un “feeling” casi instantáneo, aunque aún me falte conocer a Alicia. Pero, por lo poco que sé de ella, no veo por qué no podría pasar igual.
Si bien, visto lo visto, no soy la única. Y, no. Esta vez no hablo de mi amiga rubia. Hablo de los pequeños. Me asombra la facilidad que tienen los niños para hacer amigos, y al mismo tiempo que me sorprende, envidio un poco esa inocencia. Aún no han sido traicionados. Creen ciegamente en el bien de todo el mundo.
En la mesa la conversación fluye. La matriarca de la familia Fernández nos hace preguntas sobre la revista, la columna, y Londres. La mayoría son respondidas por Harley, que como siempre, para qué va a dejarme a mí responder. Tal vez es precisamente por eso. La rubia se encuentra tan ocupada respondiendo que no ve quienes se acercan.
—Cuanto ambiente. Traje una compañía extra. —La voz femenina que se acerca a la mesa, interrumpe la conversación. Es Alicia, la hermana de Abraham. Se acerca a su madre, dando un beso a esta y sentándose.
Esa “compañía extra”, no es otra que Jack. Mi mirada va hacia Harley, observando su reacción al verlo. Su mirada va de uno al otro, finalmente dejándola en Alicia para saludarla cuando esta se acerca a darle dos besos. Sé perfectamente que la cabeza de mi amiga se está preguntando si entre Alicia y Jack puede haber algo, pero lo dudo. Quiero decir, el grandullón con el que vi a Alicia anoche en la playa. Parecían unidos, y Jack estuvo toda la cena ligando con Harley sin decir que tuviera nada con nadie. Aunque claro, no sería el primer hombre en ocultarlo. Ni el primero, ni el último. Pero Abraham estuvo delante, si supiera que la pareja de su hermana, o alguien que tiene algo con esta, ligaba tan abiertamente con otra, no se quedaría callado... ¿no?
Una vez todos nos hemos saludado, Alicia toma asiento al lado de su madre, y Jack al lado, entre esta y Abraham, frente a Harley, a la cual sonríe. Pero esta, ahora que tiene esa duda en su cabecita, parece no devolverle la sonrisa, haciéndose más la indiferente. La mesa no tardó en volver a retomar la charla, comenzando gracias a los pequeños.
—¿Quiénes son? — Pregunta con una inocente curiosidad mi sobrina, Lucía. Sé que se refiere a Alicia y Jack, pues son los que acaban de llegar y no conoce.
—Son mis titos. —Responde Aitor, al cual Alicia sonríe con infinita ternura antes de centrar su mirada en mi sobrina.
—¿Y ella quien es, Aitor? Qué niña tan guapa. —El efecto de las palabras de Alicia en mi sobrina no tarda en notarse, la niña se muestra un poco avergonzada, lo que nos parece adorable tanto a Harley como a mí.
—Es mi nueva amiga. Sobrina de la amiga del tito. —El menor me señala, y ahora la que se ha sonrojado levemente soy yo, al tiempo que asiento con un leve movimiento afirmativo de cabeza.
—Lamento lo ocurrido anoche con Castle. —Se disculpa Alicia, pero yo hago con la mano un gesto, restándole importancia. De verdad, no hubo problema alguno por mi parte.
El tema de conversación no tarda en volver a fluir por la mesa mientras devoramos y compartimos nuestras pizzas. Las cuales, por cierto, están buenísimas. Los primeros en cansarse, o más bien, llenarse, son los pequeños, quienes tenían su propia conversación, a la que los adultos echábamos un ojo de vez en cuando. Mientras en la conversación de los adultos cada uno participaba lo que podía, pero todos encontraban su hueco para participar.
Fue Mónica la que le hizo saber a su hija, Alicia, que yo era la doctora Hope, y esta tuvo la misma reacción que su madre en el parque. Es decir, volvieron los halagos y como siempre, me sonroje, agradeciendo tímidamente, sin saber cómo responder ni reaccionar a estos. Tengo un problema con estos sí, pero Harley dice que será cuestión de tiempo que me acostumbre.
Al acabar, por más que intentamos proponer pagar entre todos, resulta imposible. Mónica no da opción a discutir, ella advirtió desde un principio que iba a invitar, y es como se hace todo. Tanto Alicia como Jack y Abraham nos dicen que a la matriarca de la familia es imposible de llevar la contraria. A ella se la obedece, o se la obedece. Más opciones no vas a encontrar disponibles. Y ciertamente hemos descubierto que es la verdad, pues se ha salido con la suya.
Una vez fuera nos despedimos. Ellos quieren invitarnos a compartir un rato más juntos, pero le prometí a mi madre que tras comer llevaba a mi sobrina, además, es mejor que esté de vuelta antes de que lleguen sus padres. Harley lo sabe, y como sigue con la duda de que puede haber entre Alicia y Jack, concuerda conmigo y esta vez somos ambas las que declinamos la oferta, agradeciendo el rato compartido y volviendo a hacer saber lo encantada que estamos de conocerles.
En el coche descubrimos que a la que si le hubiera gustado aceptar la oferta es a Lucia. Ir a casa de Aitor a jugar con sus juguetes, o con Castle. Harley y yo compartimos una sonrisa y es mi amiga la que le dice que tal vez otro día, pues al fin y al cabo tenía el número de ellos. Ese plural me hace preguntar, pues creí que solo tenía el de Jack. Y efectivamente, anoche solo tenía el de Jack, pero hoy consiguió el de Mónica y Alicia también. No sé de qué me sorprende. Lo que no consiga esta mujer….
Llegamos a casa sobre las cinco menos veinte, antes que los padres de mi sobrina, lo cual es un alivio, y realmente ya me imaginaba debido a la hora. Faltaba ciertamente poco para la hora a la que solían llegar, aun así sabía que era poco probable que antes de esa hora llegaran.
Lucia le comenta a su abuela que ha hecho nuevos amigos, y adelantándome a Harley, le explico que anoche donde nos recomendó cenar los habíamos conocido y el cómo fue todo. Ella tiende a reaccionar más como Harley en lo que al incidente con Castle se refiere, pero realmente a mí no me ha pasado nada. Estoy bien, así que no ha sido para tanto, y puede verlo.
Por ello, tras las explicaciones de la breve historia, no tarda todo en volver a una “normalidad”. La niña se va con sus juguetes, invitándonos a jugar a Harley y a mí, las cuales jugamos con ella hasta que llegan sus padres, lo que es una media hora. Cuando ellos llegan se los presento a Harley, y tras las presentaciones necesarias, les doy su correspondiente regalo, que dado que mi madre no los ha visto antes no ha podido dárselo. De ahí que aproveche para hacerlo yo. También aprovecho para darle a la pequeña los suyos. Ciertamente a ella se los podría haber dado antes, pero sabiendo como es, sé que es mejor entregarlos al mismo tiempo, así te evitas rabietas.
Los regalos son del agrado de todos, o eso parece, y tras la entrega de esto, no tarda en instalarse una conversación en la sala. Preguntas sobre Londres, sobre que tal el día con la niña… Lo de siempre. Nada nuevo, al menos para mí. También preguntan sobre Harley y esta encantada responde a sus dudas.
Entre una cosa y otra, el sol se fue, oscureciéndose el cielo, llegando la noche. La conversación no faltó en ningún momento, también jugábamos con la niña, vimos todos juntos una película del N*****x, cenamos algo sencillo, un simple sándwich caliente, y nos fuimos prácticamente al mismo tiempo que mi sobrina y sus padres.
Algo que me había sorprendido es que Harley no había mirado el móvil apenas. Al menos hasta que llegamos a casa, que tras sacarlo y dibujar una mueca en su rostro, me comentó que Jack no le había enviado ningún mensaje. Le recordé que no tenía por qué. Apenas los conocíamos, ni siquiera sabíamos si habíamos llegado al estado de poder considerarlo ya amigos.
Harley sabía que yo tenía razón, por eso no me contradijo y tras una ducha cerramos el sábado viendo otra película antes de irnos a dormir.
Domingo de gofres. En realidad no sé si existe, nunca antes hemos tenido ninguna costumbre de este estilo. Cierto que varias noches en semana dormíamos juntas tras un maratón, acompañado de pizza o diferente comida basura. Pero más que por costumbre era simplemente porque nos apetecía. Y hoy ha sido igual. Me apetecían gofres para desayunar, así que ahí estaba el desayuno servido en la barra americana. Con nata y unas rodajas de fresa y plátano para adornarlo.Ya estaba lista y había despertado a Harley. Desayunábamos tranquilas, hablando sobre los planes para el día de hoy. Le recordé que al ser domingo hoy mi hermana, la que se casaba, iba a comer a casa de mi madre, y nosotras también. Así aprovechaba para presentarle tanto a esta como a su futuro marido. Pero claro, eso era a la hora de comer, por lo cual en un principio teníamos la mañana libre. Vacía.Harley propuso aprovechar la mañana para enseñarle la isla y a falta de un plan mejor me pareció correcto. Por ello, al terminar
Sorprendentemente para mí, al levantarme esa mañana, no soy la primera en despertar. Harley tiene el desayuno servido y me recibe con una sonrisa, preguntándome como he dormido. Yo respondo bromeando sobre cuanta dosis de azúcar lleva encima para mostrar tanta alegría tan temprano. Ambas desayunamos entre risas y una charla bastante amena.—Y bien, ¿qué planes tenemos para hoy?—Primero trabajar un poquito. Luego podemos salir a dar una vuelta y lo que vaya surgiendo. ¿Qué te parece?—Sabes que el objetivo de unas vacaciones es descansar, ¿verdad?—Es un trabajo que puedo hacer desde cualquier parte. No necesito vacaciones. Pero, —añado antes que vaya a interrumpirme, pues noto sus deseos de corregirme— al menos aprecia la diferencia. Sí que estoy descansando. Escribía artículos y respondía correos diariamente. Ahora, mientras estamos de vacaciones, he bajado el ritmo. Vamos, concédeme el mérito.Por la expresión en su rostro, en especial la ceja alzada, dudo que cumpla con mi petició
Para mi sorpresa al salir de la ducha, (la cual por cierto, Harley tenía razón y me vino muy bien), cuando estoy buscando el pijama para ponerme (puesto que dudo de que vayamos a salir), esta aparece en mi cuarto anunciándome que me aliste para salir. Le pregunto que a donde iremos, pero ella solo dice que me ponga guapa. Que después del día que hemos tenido nos merecemos una noche de copas. Supongo que más bien habla por ella, puesto que yo, pese a que me pueda tomar mis copitas, no logro a llegar a su nivel. Nunca lo consigo. Y la única vez que se me ocurrió intentarlo… Bueno, mejor ni recordarla. En verdad, casi ni la recuerdo. Salvo las horribles consecuencias del día de después. Y las lecciones que esta me dejo: Nada de alcohol en exceso para mí. No se puede decir que Harley sea una borracha. Pero tiene un ritmo que… Bueno. Es envidiable. La chica definitivamente tiene aguante. Y también razón. Nos merecemos despejarnos después de todo. Por ello, dejando el pijama para más tarde
Bailamos varias canciones entre todos. Charlamos, bebemos. Me siento realmente integrada en ese pequeño grupo. Más que eso, me siento a gusto. Cómoda en su compañía. Pero, como título de aguafiestas que me gane hace años y del cual debo seguir haciendo honor, soy la primera en ponerle fin viendo que se hace muy tarde.Harley no me quiere hacer caso. No quiere irse. Incluso cuando le recuerdo que, supuestamente hoy, teníamos una cita con Jamie Dornan. Ante mis palabras es Alicia la que, abriendo muchos los ojos, casi exageradamente, nos pregunta si conocemos al actor. Casi ruega que se lo presentemos. Riendo negamos, explicando que nos referíamos a ver la película. Pese a la decepción del principio, no tarda en recomponerse de esta y querer apuntarse al plan.A mí no me parece mal. Me gusta ella y disfruto su compañía. Con una Harley que nos sigue a regañadientes, los seis salimos del local rumbo a donde hemos aparcado el coche. Son todos unos caballeros, o quieren comportarse como tal
La comida en casa de los Fernández fue deliciosa. Después de disfrutar de las ricas croquetas y las patatas asadas, cuando pasábamos al postre, un mousse de queso y fresas que fue lo que más me gusto, nos contaron que los chicos habían cocinado. Bueno, Abraham y Rick. Jack dijo que él prefería comer a cocinar. Rick, que fue el que había cocinado el postre, compartió su receta conmigo para poder intentarlo en casa. Aunque… Dudo tener el mismo éxito que él. Si algo tengo en común con Jack, aparte de este nuevo círculo de maravillosas personas con las que me estoy relacionando, es que apesto en la cocina. Para desayunos y platos fáciles soy vuestra chica. Pero, para cosas más elaboradas… Ya no cuenten conmigo. Lo que si puedo hacer, y no dudo en ponerme con ello pese a las quejas, es ayudarles a recoger la mesa. De alguna forma se debe agradecer una comida tan buena en una compañía aún mejor. Harley y yo pasamos todo el día de martes en compañía de nuestros nuevos amigos. Gracias a las
Tanto Harley como yo pasamos los pocos días que quedan de noviembre variando el tiempo entre mi familia y nuestros nuevos agradables conocidos. Sé que hemos realizado este viaje y llegado casi a mediados de mes prácticamente, pero juraría que noviembre ha ido demasiado rápido. Y es que, cuando estás disfrutando el tiempo pasa volando. No solía creer en ello, sin embargo, a lo largo de estos días he descubierto que efectivamente así es.Nunca antes en mi vida había experimentado la sensación de llegar a casa con un satisfactorio dolor de pies. Satisfactorio porque ese dolor es una pequeña consecuencia de haberte divertido sin parar durante lo largo del día. Incluso he disfrutado de las múltiples tardes de compras a las que he sido arrastrada por unas y otras. Hemos ayudado tanto a Alicia y Mónica como a mis hermanas y mi madre con las compras navideñas. Aún faltan algunas que realizar, pero yo clasificaría los avances como positivos.—¡Hope!Alzo la cabeza del ordenador al escuchar la
¿Soy una amiga pésima? Ni me he molestado en mirar ni avisar a Harley, ni a Alicia, ni a ninguno de los demás en ningún momento. Me he dejado llevar. Por la situación, por lo que Abraham me hace sentir, por toda la pasión contenida, y por él que me saca del club rumbo a su coche. Cuando arranca, antes de acobardarme y/o pararme a pensar en las consecuencias, le dicto la dirección de casa. A lo largo del trayecto (cuál tampoco es tan largo) puedo notar como, poco a poco, la valentía me abandona. Abraham ha debido de notarlo también. O eso creo, pues cuando llegamos y estaciona frente a mi casa, el silencio nos invade durante unos cortos minutos. Antes de que este busque mi mano y me dé un suave, pero firme a la vez apretón en esta. Lo que provoca que mi mirada viaje de nuestras manos a su hermoso rostro. —Tranquila. Todo está bien. Si no quieres que entre...—Comienza, pero no le dejo acabar. —No, no. Por favor, acompáñame. No he llegado hasta aquí para darme por vencida ahora. ¡Ni h
Los rayos de luz que entran por la ventana son los culpables de que despierte. Pese a que he luchado durante años por la rutina de madrugar, esa mañana en particular no siento deseos en salir de la cama. Hasta que recuerdo lo que paso anoche y abro mis ojos con suma lentitud. Como si los parpados me pesaran. Confieso que tengo miedo a descubrir que se ha ido. Y es que eso sería un mazazo para mí. Pero, cuando abro los ojos, lo veo ahí. A mi lado. Con su cabeza apoyada en la palma de su mano. Está despierto, observándome. ¿Cuánto lleva así? No puedo evitar preguntarme. Después de la noche que hemos pasado no debería sentir ningún tipo de vergüenza con él. Y, sin embargo, la mañana de después, me encuentro con bastante pudor mientras soy sometida a su escrutinio mañanero. Él también sabe que estoy despierta. Desde que abrí mis ojos y estos chocaron con los suyos no he sido capaz de apartar la mirada. Tengo que buscar algo que decir. Venga, cerebro, piensa. Piensa. —¿He roncado mucho?