Capítulo 3.

Son las 9 menos diez cuando me levanto. Me lavo la cara y voy a la cocina a preparar un desayuno ligero antes de ir a despertar a Harley y ordenarle que se duche. Cuando sirvo el desayuno en la barra americana, yo voy a ducharme. No soy de esas que tardan media hora en la ducha, por lo general soy rápida, así que cuando salgo con mi bata de Batman para desayunar, el desayuno sigue caliente. Toco la puerta de Harley y le recuerdo en voz alta, pero sin gritar, que se dé prisa para desayunar. Yo aprovecho y vuelvo a mi cuarto a vestirme. No me complico mucho la vida: ropa interior sencilla, calcetines de Batman, unos vaqueros negros, camisa rosa palo, chaqueta de cuero por si luego hace frío, y las botas negras.

¿Siempre llevo el mismo calzado? Casi siempre. Amo las botas, para mí son el calzado más cómodo. Lo contrario a Harley, que ella anda siempre que puede en tacones. Yo no podría, las pocas veces que los he llevado quiero arrancarme los pies. Para mí no vale la pena tanto sufrimiento. Harley me ha dicho que es cuestión de acostumbrarse, pero, ¿por qué querría alguien acostumbrarse a algo que le provoca dolor? ¿Solo por lucir… “bella”? Se puede lucir bella sin tacones. No me compensa.

Cuando salgo veo que Harley ya está sentada, enfundada en su sexy camisón de Victoria Secret. Claro, es que ella bien podría ser un ángel de Victoria Secret con lo guapa que es y el cuerpazo que tiene. Debería odiarla. A su lado a cualquiera le salen los complejos, pero la m*****a es tan adorable cuando quiere, que soy incapaz de ello.

Desayunamos tranquilas, el hambre puede más que cualquier otra cosa. Después de nuestras merecidas horas de descanso, es normal que nos levantemos hambrientas. He preparado tostadas, algunos cuencos con diferentes frutas y la nutella a mano por si queremos ponérsela a la tostada.

— ¿Qué plan tenemos para hoy? Este madrugón es inhumano. Después del viaje de ayer nos merecíamos más horas de descanso. —Después de su primera tostada, untándose ya la segunda, Harley ya tiene fuerzas para quejarse. Me muerdo una sonrisa porque yo sabía que pasaría.

— ¿Recuerdas que me dijiste que tengo que recompensar a mi familia pasando tiempo con ellos? —Espero hasta que ella asiente. —Bien. Hoy es sábado. Por regla general, los sábados por la mañana, llevan a mi sobrina a la casa de mi madre. Vamos a ir a buscarla, nos la llevamos un rato a jugar, y por la tarde que ya habrán llegado sus padres te los presento.

Harley asiente, pero por su forma de comerse la tostada deduzco que está pensativa. Aguardo con paciencia a que lo suelte, mientras yo disfruto de la mía propia. — ¿A dónde la llevaremos? —Suelta finalmente.

Sé que Harley lo ha pasado mal en el tema niños, y al igual que ella me ha ayudado, y sigue haciéndolo, quiero ayudarla también. Desde que Harley perdió a su hija, Selena, cuando la pequeña tan solo tenía dos añitos. Sus hermanas no le han vuelto a dejar cuidar a sus sobrinos, o tan siquiera verlos. Harley necesita superar el miedo a estar cerca de los niños. Ella no tiene la culpa de nada, al contrario de lo que sus malditas hermanas le han querido hacer creer.

—Al parque. Es una niña todavía, no podemos llevarla de copas. —Intento bromear, pero por la mirada que me dedica no he tenido mucha gracia. —Vístete anda, yo limpio. —Ella asiente y cuando la veo desaparecer recojo y limpio la zona donde hemos desayunado.

Realmente espero estar haciendo lo correcto y no equivocarme.

Ya he recogido todo cuando Harley sale, estoy sentada en el sofá esperándola y entonces anuncian que hoy y mañana, echan en la Cuatro película de Harry Potter. Al parecer, estas navidades, /o, pre-navidades/, han decidido darle a España maratón de Harry Potter. Harley sale justo cuando está el anuncio y grita saltando y aplaudiendo. — ¡Ya tenemos plan para mañana! —Me anuncia la mar de contenta.

—En realidad, mi madre va a querer que mañana comamos con ella. Y así te presento a la que se va a casar, que siempre comen juntos los domingos. 

—Vale, la vemos en casa de tu madre, no es ningún problema. Y por la noche… Love me like you do. Hacemos una cita virtual con Jamie Dornan. —No puedo evitar reír al escucharla, pero asiento. Me gusta el plan.

Durante el camino volvemos a poner los 40. Harley se ha enganchado la emisora. No hace mucho que hemos salido cuando esta me recuerda al dios del sexo que conocimos anoche.

— ¿Te acuerdas de los chicos de anoche? ¿Jack y Abraham? — Asiento. Como para olvidarlos. —Jack me envió un mensaje. A ellos les gustaría volver a vernos.

—Te ha gustado el rubiales, ¿cierto, rubia?

—Pff, como para no. Está buenísimo, es majo, y quiero ver como puede ser en la cama. —Hago como que me cubro los oídos al escuchar esta última parte, pero aun así oigo su risa y sus siguientes palabras. —Oh, no te hagas. A ti también te ha encantado Abraham. Vi tu reacción cuando le viste. ¡Te fuiste a Marte! No me hiciste ni caso, hasta que él habló y, ¡pum! Te activaste de nuevo. — Como para no encenderme con esa voz…

—Bueno, sí. Abraham también está buenísimo, como dices, y es muy majo…—Me felicito internamente porque mi voz suena normal, sin delatar nada.

—Y esa voz que tiene. —Añade mi amiga y a la m****a el poco control que tenía, ese hombre me ha trastornado en una sola noche.

—Pero vamos a ver, ¿a ti no te gustaba Jack? —Odio su risa porque sé que he me he delatado yo solita y ella está disfrutando de esto.

—Me gusta Jack, tranquila. Yo me he pedido al rubio. Abraham es para ti. Te atreverás a hacer un movimiento, ¿verdad?

Hemos llegado, estamos aparcadas, y estoy soportando la mirada fija de Harley sobre mí. ¿Hacer un movimiento? No tengo ninguna jodida oportunidad con él. Y siendo sinceras… me aterra tener la oportunidad, porque solo sería sexo de una noche, y tengo la sensación de que si me acuesto con Abraham, jamás podre volver a ser la misma.

—Basta de hablar de chicos, delante de la niña no quiero ni una palabra. —Me bajo del coche rápidamente, queriendo evitar el tema. Harley me sigue de cerca.

—No hablaremos delante de ella, pero deja de huir. A él también le gustaste, aprovecha.

La mando a callar justo antes de que se abra la puerta. Mi madre nos sonríe y después de dos besos a cada una nos manda a entrar. Me hace una seña al salón e intento caminar sin hacer ruido para darle una sorpresa a la pequeña dueña de mi corazón. Consigo colocarme a su altura, ella me da la espalda, por lo que no me ha visto. Le tapo los ojitos y le pregunto quién soy. Ella se da la vuelta y al verme chilla, lanzándose a mi cuello. La rodeo con mis brazos, intentando no abrazarla muy fuerte, y por primera vez desde que he vuelto se me escapan unas lágrimas de emoción. Solo necesitaba a mi pequeña en mis brazos para que eso pasara. Cuando nos separamos, observo que ella mira detrás de mí y sé a quien se refiere cuando pregunta: ¿Quién es esa?

Incorporándome, hago una señal a Harley para que se acerque. La rubia avanza tímidamente. —Lucí, cariño, te presento a mi amiga, ella me ayuda con el trabajo. Se llama Harley. 

—Es muy guapa. —Dice mi sobrina y veo la emoción en los ojos de Harley. Se está acordando de Selena.

—Sí que lo es. Lucí, ¿le das un abrazo? Nos va a llevar de paseo.

La niña no tarda en obedecer, acercándose a mi amiga y Harley se arrodilla para estar a su altura. —Soy Lucía. Encantada de conocerte.

—El placer es todo mío, Lucía. —La voz de Harley suena ronca por la emoción.

Mi madre nos observa sin entender. Le hago una señal de que le explico más tarde y le pido permiso para llevarnos a Lucía al parque. Le prometo mil veces que la traeré pronto. Esta acepta con la condición de que primero la acompañemos a Alcampo a hacer la compra, cosa que hacemos encantadas, y nos llevamos a la niña, a la cual Harley y yo le compramos lo que se le antoja bajo la estricta mirada de su abuela. Dejamos a mi madre en casa y nos vamos con la enana al parque. En los 40 vuelven a poner a Camila y su “Havana” y nos sorprendemos a ver que a Lucía le gusta Camila tanto como a nosotras.

Cuando llegamos al parque, Harley me confiesa que adora a mi sobrina, y me siento feliz al ver que ya está más cómoda en presencia de Lucía. Estoy preguntándole a Lucía que quiere hacer cuando Harley me da un codazo y la miro mal, pero ella me señala con la cabeza una dirección y al mirar, juro que mi corazón se ha detenido.

Abraham.

Abraham está aquí.

Nos ha visto.

Se está acercando.

De acuerdo, mi corazón no se ha detenido, pero se me va a salir por la boca.

¡Oh por dios!

Miro a nuestro alrededor y me percato de que Abraham se acerca con Castle y con un niño, igual de moreno que él, con sus mismos ojos. El niño se parece mucho a Abraham, y no me caben dudas de que es su sobrino. ¿Se parece al tío de pequeño? Eso solo significaría que Abraham desde pequeño ya era hermoso.

A mis espaldas escucho a Lucía preguntarle a Harley que me pasa, y quien es el hombre que se acerca a nosotras. Harley, gracias a dios, se controla y le dice que solo es un amigo, lo que en realidad es verdad. O conocido más bien. Aun así, conociéndola, me alegro de que recuerde que es una niña y cuide sus palabras en su presencia.

Castle es el primero en llegar a nosotras y va directo a lamer las piernas de Lucía, cuál en lugar de asustarse como teme Harley, ríe y acaricia a Castle, el que nos mira rogando por más caricias. Me agacho para concedérselas, hablándole y presentándole a Lucía al perro.

— ¡Hola, Castle! ¿Cómo estás, chico? Esta es Lucía, mi sobrina. Trátala bien, eh. Tranquila, Lucí. Castle es muy bueno.

—Sí, ayer se lanzó sobre tu tía, pero es muy bueno. —Miro a Harley, sin embargo, ella ya no nos observa, la veo buscando algo con la mirada. O más bien alguien. Sé a quién busca.

— ¿Cómo sabes el nombre de mi perro? —La voz de niño me hace apartar los ojos de Harley y me doy cuenta de que está a mi lado.

—Lo conocí ayer junto a tu tío. Este hombretón se me lanzo encima en la playa. Le dio un susto de muerte a mi amiga. —Le digo como si fuera una confesión y veo que el niño mira a Harley y luego a mí, como preguntándome si ella es mi amiga. Asiento.

—Castle es muy bueno, no hace daño. —Harley sonríe al pequeñín, al igual que yo.

—Aitor, ¿no estarás ligando con mis amigas, verdad? —Esa voz.

Alzo la vista para encontrarme con el hombre que anoche se coló en mis sueños. Me sonríe y siento que me derrito por dentro. Veo que su mirada va de mí a Harley y luego a Lucía. Se agacha para estar a la altura de los niños. — ¿Y esta niña tan guapa quién es?

—Me llamo Lucía, ¿y tú? 

—Lucía. Un nombre muy bonito para una niña aún más bonita. Yo soy Abraham, un amigo de tu tía. —Dice mirándome entonces, pero enseguida vuelve su atención a mi sobrina. —Y este es Aitor, mi sobrino.

Observo como Aitor y Lucía no tardan mucho en ponerse a hablar con toda confianza sobre Castle, como si fueran amigos de toda la vida, pero no puedo escuchar bien sus palabras. El corto intercambio entre Abraham y mi sobrina me ha matado de amor, como quien dice.

—Menuda sorpresa volveros a ver. —La voz de Abraham me devuelve a la realidad, y acepto su ayuda para reincorporarme.

—Sí, eso mismo hemos pensado nosotras. ¿Está Jack también por aquí? —Ya estaba tardando Harley en preguntar.

—No. Jack a estas horas probablemente estará haciendo el vago. —Confiesa Abraham divertido. Veo como Harley también le sonríe de la misma forma. —Aunque si supiera que estaríais por aquí seguramente se habría apuntado.

—En realidad yo no sabía que este era nuestro plan de hoy. Fue todo cosa de Hope. —Harley no duda en señalarme, haciendo que la mirada de mi dios se pose sobre mí y yo me sonrojo inevitablemente.

—Sí, bueno, quería disfrutar un ratito de mi sobrina. —Y ayudar a mi amiga con su pequeño trauma, pero claro, eso no te lo puedo decir a ti.

—Es una niña preciosa. Como la tía. 

Espera. ¿Qué ha dicho? No te ilusiones. No te ilusiones. Me repito mentalmente como un mantra.

Apenas logro susurrar un tímido “gracias”, cuando una voz de mujer llama a Abraham. Él mira sobre su hombro y luego me vuelve a mirar. —Es mi madre. —Explica a una pregunta no formulada.

—Oh, ¿habéis venido en familia? Si que estáis unidos. —Decidido, a Harley le compro un bozal.

—En realidad solo hemos venido mi madre y yo con Aitor. Alicia está de compras.

Hmm. Algo me dice que Harley y Alicia se llevarían muy bien.

— ¡Tita, tita! —Mi pequeña reclama toda mi atención y me agacho de nuevo para estar a su altura. — ¿Puedo ir a jugar con Aitor? —Miro de Lucia a Aitor, de este al tío y luego de nuevo a mi niña. 

—Con una condición: Siempre tenéis que estar bajo mi vista. No está permitido irse muy lejos.

Mi sobrina me abraza muy contenta mientras me promete cumplir mis condiciones y Aitor le pide lo mismo al tío, cuál le da permiso siempre y cuando respete las normas impuestas. Los niños van a jugar y noto la preocupación de Harley. Le doy un suave apretón en la mano intentando transmitirle algo de seguridad y tranquilidad. Que sepa que no va a pasar nada.

—Acompañadme, os presentaré a mi madre. Tendremos una buena vista de los niños. —Añade, dándose cuenta de que dudamos. 

Caminamos hacia un banco donde está sentada una mujer muy elegante y muy hermosa. No sabría decir si Abraham, Alicia y Aitor sacaron su moreno de ella, pues la señora tiene el cabello teñido de rojo. Le queda bastante bien, la verdad. Viste un cómodo vestido que le sienta estupendo. Sus ojos son marrones como los de su hijo y su nieto. Nos observa como estudiando nuestras intenciones.

Claro, seguramente habrá visto muchas mujeres que buscan aprovecharse de su hijo.

—Chicas, os presento a Mónica Fernández, mi madre. Mamá, estas son dos amigas. Harley Bowman y Esperanza.

Mientras yo le hago una reverencia a la señora y murmuro un “encantada”, Harley se acerca y le da dos besos.

Muy bien, ahora me siento estúpida. 

Pero al mirar a los ojos de Abraham no veo burla, ni vergüenza ajena, ni nada similar. Tampoco lo veo en los de su madre, que nos hace un gesto para que nos sentemos con ella. Harley y yo obedecemos sin rechistar.

—Esa niña con la que están jugando Aitor y Castle, ¿es hija de alguna de vosotras? —Pregunta la mujer.

—No, señora. Es mi sobrina.

—No me digas señora, puedes llamarme Mónica. ¿Cuál es tu apellido, Esperanza? Mi hijo no me lo dijo. —Mira a este como recriminándole. Él solo se encoge de hombros.

—En defensa de su hijo, no se lo había dicho. Es Rodríguez.

—Esperanza Rodríguez.

Por dios. Escuchar mi nombre de la boca de Abraham, dicho de esa forma como si lo estuviera saboreando… Me afecta.

— ¿A qué os dedicáis?

—Mamá, ¿vas a interrogar a mis amigas como si fueran unas criminales?

—Yo no interrogo. Solo quiero saber con qué personas se junta mi hijo. No es ningún delito, ¿cierto? —La mujer nos mira como esperando nuestra opinión.

—Muy cierto, seño... Mónica. —Harley me mira divertida, y le propino un codazo disimuladamente. —Trabajamos juntas. —Sigo como si nada hubiera pasado. —Yo tengo una columna en una revista londinense. “Years Magazine”. Harley es mi ayudante.

—Oh, conozco esa revista. A mi hija y a mí nos encanta. ¿De qué trata tu columna?

Me sorprende escuchar eso. ¿Years Magazine llega a España? Quiero decir, sé que es una revista muy demandada en Londres, cada vez más, pero, no sabía que tanto como para llegar también a España.

—Es la Dra. Hope mamá. —Me había esperado que Harley contestara, pero no que lo hiciera Abraham. —Estuve buscando por internet y da muy buenos avisos.

Cumplió su palabra. Al final lo hizo de verdad. Miro a Harley y veo que está disfrutando de la situación.

La madre de Abraham abre muchos los ojos. — ¡¿Tú eres la Dra. Hope?!

M****a. No sé qué decir. Mis ojos buscan desesperados a Harley pidiéndole ayuda pero veo que ella está igual que yo. Asiento tímidamente, temiendo lo peor. Para sorpresa, tanto mía como de Harley, parece que Mónica es fan de la Dra. Hope.

— ¡Por dios! Jamás te imaginé tan joven. A mi hija, Alicia, y a mí, nos encanta tu columna. Das unos consejos muy buenos para ser tan joven, muchacha.

—Gracias…—Sé que con los 6 años que llevo trabajando en “Years Magazine” debería estar ya acostumbrada a los cumplidos y a los elogios, pero no es así.

—A mí también me gustan desde anoche.

Esta vez es Harley la que me codea mientras yo miro a Abraham boquiabierta.

—Hijo, ¿dónde conociste a la Dra. Hope?

—En la playa de las Canteras anoche. Alicia, Rick, Jack y yo fuimos a dar una vuelta y pasear a Castle. Este se lanzó sobre ella.

—La tiró al suelo. O sea, a la arena. ¡Me dio un susto de muerte! —Interrumpe Harley, dramatizando como siempre. Realmente no fue para tanto.

Veo la mueca de disgusto que hace Mónica. —Ese animal… Os pido disculpas, jovencitas. Mis hijos y mi nieto lo tienen muy mimado.

—No se preocupe, señora. Digo, Mónica. No fue nada, en serio. Solo se asustó Harley un poco. Castle es maravilloso, tan solo quería jugar un poquito y conocer gente nueva.

Veo un extraño brillo en la mirada de Abraham. Me mira como, ¿con orgullo? No, no puede ser. No tiene motivos.

—Bueno, para compensar me gustaría invitaros a comer. No acepto un no por respuesta. —Voy a protestar, pero Harley me da otro codazo. Como siga así, la enviaré a urgencias de verdad. —Abraham, ve a por los niños y el perro.

—Se llama Castle, mamá. —Le recuerda su hijo, divertido.

—Se llama Castle y es un perro. No entiendo como a tu hermana se le ocurrió ese ridículo nombre.

—Voy contigo. —Digo levantándome de un salto, dejando a Harley y Mónica comentar la mala opción que les parece “Castle” como nombre para un perro.

Mientras me alejo del banco con Abraham, alcanzo a ver la sorprendida mirada de Harley. No se esperaba que me ofreciera, y siendo honestas, yo tampoco. Todo sea por huir de sus codazos.

— ¿Puedo preguntar algo? —Me atrevo a decirle a Abraham cuando nos falta poco para llegar hasta los niños y Castle.

—Tú puedes preguntar lo que quieras. — Y pensar que este hombre le cuestiono antes a su sobrino si estaba ligando con nosotras. ¡Si el que parece que esté coqueteando es él!

—Es sobre el nombre de Castle. —Al ver que él no dice nada decido continuar. —Por casualidad, ¿tu hermana le puso así por la serie?

Él se detiene para mirarme sorprendido, y a los segundos suelta una carcajada. —Eres la primera persona que lo adivina a la primera. Sí, Castle fue la serie favorita de Alicia. Estaba tan loca con la historia del escritor y su musa que no paró hasta convencer a Aitor de que deberían llamarlo Castle.

—Ya tengo algo en común con Alicia. —Rio junto a él. —Quiero decir, a mí también me encantaba esa serie y la historia de Castle y Beckett.

—Entre eso y ser quien eres, ya te has ganado a Alicia. —Lo dice tan seguro que no puedo evitar creerle.

Llegamos a donde los niños, quienes sin rechistar aceptan que es hora de irse. Tienen tanta hambre que no oponen resistencia. Envío un mensaje a mi madre de que Lucía come conmigo y con Harley fuera y que al terminar de comer volvemos a casa. Mientras tanto, acaricio a Castle antes de volver al banco donde nos esperan Harley y Mónica.

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