Está loco

Le preguntó después de que el médico le diera dos puntadas en la nuca, ¡cómo si realmente le importara!, y honestamente podría haberle respondido con una buena grosería, pero no estaba enojada sino dolida.  Y él lo notó, la derrota en la mirada de Emi dejó en claro que tan profundo la había herido. Y sus siguientes palabras marcaron la línea que acabó con cualquier tipo de interacción entre ambos.  

—¡Hasta aquí llegué!  

—Emi, debes calmarte.  

—No tenías derecho a herirme como lo has hecho, pero no debo preocuparme de que suceda de nuevo pues nunca más, me pondrás en una situación tan humillante como la de hoy.  

—No es lo que parece. No quiero dejarte, me preocupa que cometas alguna locura.  

—¿Realmente piensas que debido a ti, podría cometer suicidio? ¡Pero que ego tan grande el que tienes, Alec! Además, creo que has dejado en claro que nada de lo que tenga que ver conmigo, es realmente de tú incumbencia.  

—Pequeña…  

—Ya lo entendí, ¿de acuerdo? He sido majadera, insistente y me has dado una lección.  

—No es lo que sucede.  

—Solo dejémoslo hasta aquí. Te prometo dejar de acosarte y solo te pido que no le digas a mí padre sobre el ridículo que he hecho esta noche.  

—¿Ridículo?  

—Este vestido, las horas arreglándome… tontamente asumí que me pedirías matrimonio y tú, me has dejado en claro que soy el chico con el que ningún hombre se casaría. No hablemos más de esto por favor.  

 El silencio entre ambos fue incómodo, pero no escucharlo replicar corroboró lo que sentía en ese momento.  Lo mejor era cortar de una vez con él.  

Mientras salía de la habitación en la que la atendieron, dio gracias a Dios de que su padre siempre la había acostumbrado a salir llevando sus tarjetas de crédito. No necesitaba a Alec para volver a casa.  

Sin darle tiempo para procesar sus decisiones se acercó a pagar por la atención médica y salió a la calle. Alec venía tras ella, pero no volteó, lo escuchó profiriendo maldiciones pero ni siquiera le prestó atención.

Cuando llegó a casa, sus padres estaban dormidos—gracias al cielo—, así que se metió a su habitación y en la oscuridad de su refugio se puso a llorar sin imaginar que fuera de su ventana estaba Alec, furioso ante su dolor.

Él había escogido hacerle aquello y debía mantenerse firme en su decisión. 

Agotada de llorar decidió meterse a la tina, siendo cuidadosa de no mojar los puntos. Habían pasado más de dos horas desde que llegó a la casa y no presentaba mareos ni nada. Mientras disfrutaba de aquella tranquilidad llegó a la conclusión de que todo aquello había sido su culpa. No es que excusara la forma tan cruel que tuvo Alec para dejar en claro de una vez por todas, que no la encontraba atractiva, pero entendía que había sufrido acoso de su parte durante años.  

Dejando de lado el viaje al vagón de los recuerdos, miró el teléfono con determinación, era el momento de enfrentar al esqueleto de su armario y aunque en teoría era ya una mujer adulta, su corazón, era el mismo de aquella noche.  

—Hola, Alec.  

—¡Emily, me alegro de escucharte! Y me sorprende pues casualmente estoy organizando algunos negocios, de manera que podré quedarme en Boston unos días. 

El cerebro de Emi empezó a moverse y a pensar. Definitivamente no le quería en la ciudad, cerca de ella o de la vida que empezaba a construir por sí misma. Quizás cuando se enterara de que se casaría, desistiera de esa idea.  

   No lo creía, pero se valía soñar.  

—Alec, hay algo que debo decirte. Es importante lo que tengo para compartir y espero que, de verdad, estemos en paz. Porque será difícil para mí convivir contigo si arrastramos este negro recuerdo sobre lo que pasó hace años.  

—Emily, suenas extraña. 

—Extraña no. Solo que no es una cosa que me genere una reacción de fiesta, es un tema serio.  

—Te escuchas de esa forma, muy seria. En tú voz no hay rastro alguno de la Emi burbujeante que sostiene mi corazón.  

—Cuidado y me lo creo.  

—No estés molesta, dime que me perdonas, que mis errores del pasado ya no evitarán que estemos juntos. Debo contarte cosas sobre mí, sobre lo que soy.  

— ¿Juntos?.. ¿lo que eres?  

¿Con qué cosa rara le saldría ahora?       

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