¿Y qué demonios se suponía que era? ¿un caniche?  

Definitivamente, Alec sabía cómo joderle las cosas. Eso que le dijo sonaba como a una rara y retorcida declaración romántica y no podía ser. No cuando Michael y ella, estaban a punto de concretar lo que se habían propuesto.

Alec Dracul no tenía derecho a reaparecer en su vida y desorganizarla toda. No de nuevo.  

¿Y qué demonios se suponía que era? ¿un caniche?  

—Sí Emily, nada nos separará ya. Es momento de que sea el hombre que mereces y vaya contra quien sea con tal de tenerte conmigo. 

Ok, antes de llamar supo que, en definitiva, no sería fácil decirle, pero sin embargo de todos los posibles escenarios que pasaron por su mente, tenerlo de visita en Boston no era uno de ellos, y el escucharlo en modo amante intenso, menos. Alec en definitiva sabía cómo complicarle las cosas.  

—Mal momento para esto, Alec, porque tengo en marcha planes importantes y estos no te incluyen.  

—Suenas distinta, menos chiquilla.  

—Claro que sueno menos como aquella chiquilla de la que te reíste. Crecí y te lo perdiste.  

—Punto para ti mí Emi, pero en lo que debo disentir es en eso de que me reí de ti. Te amo, cariño y es hora de dejar de ocultarlo.  

—Lo mejor sería que me digas con honestidad, tus verdaderas intenciones, porque no te creo que se deba a que mágicamente me he convertido en la mujer de tú vida.  

—Vuelvo a la ciudad por ti, mi pequeña. Han sido demasiados años lejos el uno del otro y creo que es el momento de terminar con eso.  

 —Alec, no insistas.  

—Terminé, ¿me escuchas?, terminé con el hecho de verte de lejos, de no poderte tomar de la mano, de no poder pensar en cómo será nuestra vida juntos.  

—Si no te conociera, caería bajo el encanto de tus palabras tan zalameras. Apuesto a que es algún asunto comercial y me necesitas para algo.  

—Nunca has sido una persona tan cínica. Jamás imaginé que tus sentimientos por mí fuesen esos. Creí que te llamaría y nos veríamos…  

—¡Ah! ¿Imaginaste acaso que me había pasado los últimos años esperando el regreso de mí amado? ¿Asumiste que simplemente me quedé aguardando por ti?  

—No puedes estar insinuando que lo nuestro murió aquella noche.  

—De verdad que no tienes comparación.  

—Emi, te digo esto en serio, nuestro amor debería ser indestructible. Por eso me alejé aquella noche, porque sabía que solo debía esperar un tiempo para retomar las cosas. 

—¿Amor indestructible? Agarraste mi corazón y lo apachurraste sin piedad, grandísimo idiota. ¿De verdad piensas que, tras herirme, lo que haría sería decirme a mí misma que fue algo planeado y que volverías por mí?  

Y eso era en definitiva lo que sabía que sucedería, Alec se mostraba tan egocéntrico que asumía que, de verdad, lo que había hecho, no tenía importancia en la gran escala de la vida. 

Así que en lugar de sentirse halagada, Emi empezaba a estar molesta, muy, muy, muy molesta. No solo con él y su forma embaucadora de ser, sino con ella misma, por ruborizarse y emocionarse cuando le decía palabras como pequeña.  El poder que tenía sobre ella era abrumador, y se odiaba a sí misma porque su corazón anhelaba cada una de esas palabras.  

—La decisión que he tomado, es la mejor. Definitivamente tú y yo no nacimos para estar juntos. No daré marcha atrás en mis planes.  

—¿Marcha atrás? Emily, pequeña, no entiendo nada de lo que sea que estés hablando.  

—Esto es como quitarse una curita, hay que hacerlo rápido así que ahí voy.  

—Me preocupas, suena a algo serio. ¿Estás enferma?  

—Pues sí, lo estoy.

Alec guardó silencio, ¿su pequeña estaba muy enferma?

—Vamos a ir al médico, si en la ciudad no hay especialistas te llevaré fuera del país.

¡Pero qué idiota que era! No sentía lástima, sino que disfrutaba de asustarlo, bien que se lo merecía

—No tengo cura.

—¿Qué tienes?

—Una enfermedad de la que nunca has escuchado y la que sé, jamás podrás sufrir.

—No te entiendo.

—Sufro de mal de amores, mi corazón ha encontrado a su otra mitad y hoy, es el día de mí boda.  

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