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Capitulo 2

Cuando llegó el coche para llevarlo a su reunión, Miguel era un manojo de nervios. Por su vida, no podía entender por qué un bufete de abogados elegante tendría la necesidad de hablar con él, habia analizado cualquier esenario posible elmotivo que podia tener Roman para contratar un abogado pero le era imposible encontar una razon en concreto. No era como si tuviera familiares perdidos que de repente iban a dejarle un montón de dinero, la sola idea era un chiste y una broma de mal gusto. 

 Era hijo único y sus padres habían sido hijos únicos de eso si estaba seguro. Miguel no tenía ni idea del resto de su familia, los pocos recuerdos que conservaba de su Pá el nunca mensiono un pariente y despues de que su padre fallecio y tuvieron  que sobrevivir a duras penas durante varios años estaba convencido que solo su madre y el. Bueno hasta que Roman aprecio en su vida ocupando un lugar importante. 

El conductor estaba esperando a Miguel en el coche cuando salió del apartamento. El hombre de aspecto rígido y musculoso le dio un rápido asentimiento antes de abrir la puerta trasera a un coche negro . Estar nervioso era decir poco, nunca en su vida se habia montado un coche tan elegante, y dudabe que volviera s subir a uno asi. Respiro ondo y decidio dejar a un lado los nervios y disfrutar al experiencia, tuvo que admitir que disfrutó el viaje a Manhattan con semejante lujo. 

Para el momento en el que se detuvieron frente a un edificio de oficinas de vidrio y concreto muy alto, el nudo en su estomago volvio a ser gala de precencia y  se vuelto más apretado, estaba empezando a sentir un poco de náuseas. El conductor se acercó a la parte trasera del coche y abrió la puerta. Lo cual era raro.

Miguel asintió con la cabeza mientras salía, recordando las palabras de Roman nunca dejes que nadie sepa que estas nervioso eso podria ser una desventaja en cualquier circunstancia.

—Que tenga un buen día, señor —dijo el hombre tocándose el ala de su sombrero.

Un poco sorprendido  por ese tipo de comportameinto tan respetuoso asintió con la cabeza.

—Gracias. Usted también. —Frunció el ceño mientras miraba hacia el alto edificio—. ¿Sabe a dónde voy?

Dios no tenia ni idea de lo que podia esperar una vez ingresara al edificio, asi que le habia preguntado al conductor.

—El señor Vitali lo espera. Su despacho está en el décimo piso. Sólo tiene que comunicarse con la recepcionista en el vestíbulo y alguien le indicara el camino, pero si lo prefiera solo le daran las indicaciones para llegar alli.

—Gracias. —Tomando una profunda respiración, Miguel se dirigió hacia el edificio. Una vez que entró, se dio cuenta de que estaba un poco más intimidado por el lugar de lo que pensaba originalmente. El lugar tenía altos techos abovedados, con elegantes pinturas de cielos azules y criaturas misticas  que desplegaban sus alas como si fueran los dueños del mundo , suelos de mármol y todo parecía estar chapado en oro.

  Había varios guardias de seguridad, Miguel miro el escritorio de la recepcion donde un jovencita estaba sentada frente a una computadora y antes de que cambiara de idea decidio seguir el consejo del chofer y se dirigio a los  ascensores. Intentó verse como si supiera, a dónde iba y qué estaba haciendo. No tenía ni idea, pero  se mantuvo firme en su desicion de no preguntarle al recepcionista. ¿Qué tan difícil era encontrar la décima planta?

Pulsó el botón numero diez y espero que las puertas se cerraran para llevarlo al abogado. El ascensor y so dos paradas mas y varias personas se subieron. El calor de tantos cuerpos presionados le hizo sudar cuando llegaron al décimo piso, deteniéndose varias veces en el camino. Tomó la gran mayoría del coraje que tenia pasar al último hombre en el ascensor hasta el décimo piso.

Se encontraba tan ansioso que temia devolver lo que habia comido, preocupado porque este encuentro podría cambiar todo el curso de su vida. Lógicamente, sabía que estaba siendo ridículo, pero no podía hacer que la sensación desapareciera.

Se dirigía a ver un abogado, después de todo. Solo ese pensamiento mantuvo el nudo en su estómago apretándose. Miguel sonrió de si mismo, mientras trataba de calmar la loca batalla que se estaba librando por calmar las nausias, Las puesrtas se abrieron y el miro a la bonita morena detrás del escritorio supuso que era una de las secretarias 

. —Hola, me llamo Miguel Antonio Timoteo Torres de Aguila, tengo una cita  con el señor Vitali

—Sí, por supuesto, señor Torres de Aguila,  el señor Vitali le espera. —Ella sonrió ampliamente mientras agitaba su mano hacia los asientos junto a la puerta—. Por favor, siéntese y le informaré que ha llegado.

—Gracias. — le envió una sonrisa amistosa antes de volverse y sentarse. Trató de no dejar ver su nerviosismo mientras se sentaba allí y esperaba. No tuvo que esperar mucho. Apenas llegó a sentirse cómodo antes de oír su nombre ser llamado.

—¿Señor Torres de Aguila? —Un hombre de unos cuarentaitantos,  vestido con un traje oscuro de Armani preguntó mientras salía del pasillo a la izquierda del escritorio de la recepcionista. Incluso sus zapatos se veían caros, y estaban tan pulidos como el mármol.

—Sí. —Miguel se levantó, casualmente frotándose la mano en los pantalones antes de estrechar la mano que el hombre le ofrecía—. ¿Puede decirme por qué quería reunirse conmigo?

—¿Por qué no vamos a hablar en la oficina? —El señor Vitali dio un paso atrás, extendió el brazo, indicando el camino que quería que Miguel siguiera.

El hombre parecía bastante amable, pero a la vez le parecia peligroso, nadie lograba el exito que tenia este bufete de abogado siendo amable y eso le seguía preocupado. Una vez que llegaron a la muy elegante oficina de la esquina del hombre, el señor Vitali hizo señas a una de las sillas de cuero frente a su escritorio.

—¿Puedo ofrecerle algo de beber? ¿Algo de café,agua o un zumo de frutas tal vez?

—¿Tiene agua? —El nerviosismo de Miguel era evidente se le había secado la garganta. Estaba sorprendido de que no le salía polvo por la boca mientras hablaba.

—Sí, por supuesto. —El hombre pulsó un botón en su teléfono—. Dafne, por favor traiga al señor Torres de Aguila una botella de agua.

—Enseguida, señor.

—Ahora. —El hombre parecía aún más imponente cuando se sentó detrás de su gran escritorio que cuando Miguel le estrechó la mano. —Gracias por reunirse conmigo tan rápidamente. El asunto que necesito discutir con usted es algo sensible y mientras menos tiempo le tome a usted tomar una decision mas rapido terminaremos.

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