OriónLa cena en nuestra nueva casa se sentía como el comienzo de un capítulo sereno y feliz. Sam, Lucas, Heider, Octavia y yo estábamos reunidos alrededor de la mesa, disfrutando de una comida casera y del calor de la compañía familiar. Ellie, la pequeña de Sam y Lucas, descansaba en su silla para bebés, observando el mundo con ojos curiosos.—Aún estoy muy enojada con ustedes por la bromita de Luna hace unos meses, —estaba diciendo Sam con un tono de voz que intentaba ser severo, pero sus ojos destellaban con una luz juguetona.—Fue inevitable, mi amor, —respondió Lucas, su risa era contagiosa y llenaba la habitación con una energía cálida y acogedora. —No podía ser que solo yo hubiera hecho una escena.Mientras reíamos, no pude evitar recordar ese día específico. Había visto a Sam entre la multitud cuando presenté a nuestra nueva Luna. La expresión de disgusto en su rostro era tan clara y evidente que casi se podía tocar. La confusión y la sorpresa se mezclaban en su mirada, creand
OriónEl bosque bajo mis pies era un borrón de sombras y destellos de luz lunar, mis sentidos completamente vivos, mientras corría. Cada paso era una explosión de hojas secas y ramas quebradizas, resonando en el aire fresco de la noche. No había miedo en mi corazón, solo una sed insaciable de adrenalina que me impulsaba hacia adelante, más rápido, siempre más rápido."Solo déjame salir," gruñó Ciro, su voz una vibrante presencia en mi mente."Aún no, no llegamos todavía," le respondí con determinación, empujando a mis piernas a un ritmo aún más vertiginoso. Sentía cada músculo tensándose y liberándose en una danza perfecta de fuerza y agilidad, mi respiración sincronizada con cada movimiento.El olor húmedo de la tierra mezclado con el aroma dulce y picante de las hojas de pino llenaba el aire, estimulando mis sentidos aún más. Los sonidos del bosque, el susurro de las hojas, el lejano aullido de un animal, se entrelazaban con el ritmo de mi corazón latiendo fuerte en mis oídos.A lo
SamuelLa espera había sido larga y tensa, escondidos en las sombras, observando cada movimiento de Octavia y su acompañante. La atmósfera estaba cargada de una anticipación eléctrica mientras nos manteníamos al borde del territorio donde las Tierras Sagradas se encontraban con el dominio de los Cazadores Sagrados. Adriana, siempre la más impaciente, se movía inquieta a mi lado, sus ojos centelleantes reflejando la luz de la luna.—¿Cuánto tiempo más? —susurraba ella ocasionalmente, su voz una mezcla de deseo y frustración. Yo, por mi parte, me mantenía concentrado, mis ojos nunca abandonando a Octavia, casi sin respirar, vi cómo se acercaba al muro. Era un espectáculo cautivador; la forma en que se movía con tal determinación, como si estuviera destinados a desbloquear los secretos de aquel lugar prohibido. En mi pecho, un sentimiento de ansiedad crecía.La aparición del muro fue tan súbita como sorprendente, materializándose ante nuestros ojos para luego desintegrarse en un espectác
OctaviaEl tiempo había perdido su significado en esta habitación que sospechaba era de Lucien. Las horas se diluían en días, y los días se fundían en una continuidad indefinida y sombría.Cada aliento que tomaba era un recordatorio de mi soledad, un eco de la ausencia que me dolía en lo más profundo del alma.La pérdida de Darcy era una herida abierta en mi ser. Ella no era solo mi loba, era parte de mí, un fragmento esencial de mi existencia. En esos momentos de soledad, me aferraba a los recuerdos de tiempos mejores, a los momentos en que Darcy y yo éramos una, fuertes y unidas. Pero incluso esos recuerdos se estaban desvaneciendo, dejándome a la deriva en un mar de desesperación y desolación.En este confinamiento, en esta habitación que se había convertido en mi prisión, la noción del tiempo había perdido todo significado. Lo único que importaba, lo único que persistía, era la agonía de la pérdida y la insoportable soledad que me consumía día tras día.Lucien venía poco, pero ca
LucienArrastré a Octavia de vuelta a mi habitación, mis dedos apretados alrededor de su brazo con una fuerza que no pretendía disimular. La resistencia que ella ofrecía era mínima, como si su espíritu hubiera sido erosionado por el constante maltrato y la desesperación.Mi habitación, un lugar que había sido testigo de innumerables actos de crueldad, se había convertido en un santuario personal de tortura y dominación. Las paredes, desnudas y frías, estaban impregnadas de los ecos de su sufrimiento. Cada vez que entraba aquí con ella, un oscuro placer me invadía, disfrutando de su dolor y sometiéndola a mi voluntad.Aunque me deleitaba en la tortura y el abuso, una parte de mí no podía evitar sentir una especie de fascinación retorcida por Octavia. Su resistencia, aunque cada vez más débil, era una llama que, por alguna razón, no podía extinguir del todo. La forma en que su cuerpo se estremecía bajo mi toque, la mezcla de miedo y desafío en sus ojos; todo en ella despertaba en mí una
Orión Sentado en la sala que ahora servía como comedor comunal, me encontraba sumido en pensamientos profundos, tratando de planificar nuestro próximo movimiento. El espacio, iluminado tenuemente por unas cuantas luces parpadeantes, estaba lleno del murmullo de las conversaciones y el sonido de los utensilios contra los platos. A pesar de estar rodeado de mi manada, un sentimiento de soledad e inquietud me envolvía, como una densa niebla que no lograba disipar. Una de las lobas del grupo, que ayudaba en la cocina, se acercó a mí con paso vacilante. Su expresión era tensa, una mezcla de preocupación y respeto. —Alfa, nos estamos quedando sin alimentos para todos, —murmuró en voz baja, casi como si temiera perturbar el frágil equilibrio que manteníamos. Sus palabras me sacaron de mis reflexiones, recordándome una de las muchas realidades crudas que enfrentábamos en nuestro refugio subterráneo. —Bien, haremos una salida especial para traer recursos, —le respondí, tratando de manten
OctaviaEncerrada en la oscuridad de mi celda, había perdido la noción del tiempo. El concepto de día y noche se había desvanecido, dejándome en un eterno crepúsculo. Me traían comida dos veces cada cierto tiempo, pero los intervalos eran irregulares, añadiendo a mi sensación de desorientación.No quería comer, pero una parte de mí se aferraba a la vida, una chispa de resistencia que se negaba a extinguirse a pesar de mi desesperación.La comida en sí misma era insípida, a veces estaba fría y otras veces apenas comestible. La tragaba sin saborearla, y siempre terminaba por vomitarla.No quería vivir más esta pesadilla. Cada día era un ciclo interminable de soledad y desesperanza, un laberinto de dolor y pérdida del que no veía salida. La ausencia de Darcy era un vacío constante, un agujero negro en mi corazón que nada podía llenar.Me recostaba en el suelo frío de la celda, abrazando mis rodillas y cerrando los ojos, intentando escapar de mi realidad a través del sueño o la imaginació
OriónLa voz de Lucas, tensa y urgente, llegó a mis oídos en el momento exacto en que cerramos la puerta del búnker detrás de nosotros.—Código rojo en el búnker del sur, —anunció, sus palabras cargadas de una gravedad que inmediatamente me puso en alerta.—¿Qué está pasando? —grité, mi voz elevándose sobre el murmullo de la manada que se agitaba con la alarma de Lucas. Podía sentir la tensión en el aire, una mezcla de miedo y urgencia que me empujaba a la acción.Fue Sam quien respondió, su voz tensa pero controlada.—Unos Elegidos de la Diosa interceptaron a unos lobos que habían ido a buscar comida, —informó. Su semblante reflejaba la seriedad de la situación, y supe que teníamos que actuar rápido.Rápidamente entregamos las mochilas llenas de suministros a unos miembros de la manada que pasaban por allí, dándoles instrucciones de llevarlas a la cocina y a la sala médica. Sin perder un segundo, me dirigí a la pared cerca de la puerta y tomé algunas armas. La necesidad de acción inm