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•Capítulo 2• «Los rumores de la fábrica»

Los planes de Vanessa eran comprar una casa sencilla y buscar algún empleo en el que su «fuerza bruta» fuese necesaria, por el lado opuesto, Dana planeaba comprar una mansión, renovar sus guardarropas y hacerse notar en la «Clase alta» Dos chicas diferentes con planes completamente opuestos. A Vanessa no le interesaba para nada ser el centro de atención y por esa misma razón había entablado una gran amistad con Danna la «opacadora» Danna se llevaba la atención mientras Vanessa era solo su amiga o acompañante.

—¡No quiero esa casa! Es muy antigua, se nos puede caer encima— sentenció Danna desviando la mirada. Vanessa intentaba llegar a un acuerdo, pero eso era más que imposible.

—¡¿Qué es lo que quieres hacer?! Llamar la atención así, únicamente nos traerá problemas— le dio la espalda a su amiga como acostumbraba a hacer cuando estaba realmente exhausta de discutir.

—Busquemos otra casa ¿Sí? Que no sea de ninguno de los dos extremos, que sea un punto intermedio y de esa manera ninguna tendrá lo que quiere— expuso Danna en un tono bajo y rápido de voz. A ella no le agradaba estar molesta con Vanessa y más que era su única compañía en aquel lugar.

Antes de que cayera la noche ya se estaban estableciendo en su nuevo hogar, si querían vivir juntas y en paz tendrían que hacer sacrificios la una por la otra, eso lo debían tener presente en las siguientes semanas, las cuales no serían tan agradables para ellas.

—Deberías aprovechar el dinero e ingresar a alguna universidad, de esta forma podrás hacer más en unos años— sugirió Vanessa amablemente al salir a su trabajo.

La idea de estudiar era completamente inadmisible para Danna, ella quería disfrutar la vida, no estar encerrada en cuatro paredes llena de tareas y trabajos que le sacarían canas y arrugas. «En un futuro verás que habrá sido una buena inversión, no depender de nadie por tu felicidad y estabilidad» esas palabras que con mucho amor y dulzura le dedicaba Vanessa cada que tenía darle un sermón. Las apariencias no lo eran todo y un gran status no era sinónimo de felicidad ni abundancia, los que gozaban de mayores beneficios económicos carecían de beneficios emocionales y era algo que quizá Danna debía aprender arriesgando su propio pellejo.

—¿Habré sido muy dura con Danna? — se preguntaba Vanessa mientras corría a su nuevo empleo. Ella sería una de las encargadas de empaquetar comida, no era un trabajo muy bien remunerado, pero para Vanessa era suficiente comenzar desde abajo, ella estaba segura de que de esa manera podría adquirir experiencia y la aprovecharía para alcanzar alguno de sus no concebidos sueños.

 En aquella empresa los rumores acerca del segundo heredero corrían más que su costosísimo Bugatti, unos decían que había enloquecido tras la desaparición de su hermano gemelo y otros decían era un clon y ambos hermanos habían desaparecido aquella fría y solitaria noche. Sin contar lo descabelladas que eran esas teorías no se alejaban mucho de lo que realmente había sucedido, su hermano el cual era dos minutos mayor había desaparecido hace más de un año en medio de las peores tormentas que habían azotado esa gran ciudad. Por lo cual Paolo recibió la carga entera de la empresa, olvidando los sueños que como hermano menor y no heredero podría haber cumplido sin problema. Lo único que lograba vislumbrar era la aprobación de su padre y desaparecido hermano, todo lo haría por el bien de la familia, así hubiese tenido que renunciar a sí mismo y a su humana mentalidad convirtiéndose en una máquina de trabajo.

—¿Un fantasma en la fábrica? — preguntó Vanessa horrorizada mientras observaba a su alrededor.

—Sí, dicen las personas que deben tomar el turno de noche los miércoles que se oyen sonidos extraños, las cosas se caen y se cambian de lugar, además de los ecos de una voz que se lamenta— explicó Francia mientras hacía su trabajo.

Después de reflexionar un poco acerca de lo que sucedía, Vanessa comenzó a sentir una gran necesidad de resolver el misterio, era más que evidente que las «almas en pena» no existían y podría ser que algún empleado quería sembrar el pánico y misticismo a los demás trabajadores.

—¡Eso es ridículo! — exclamó Vanessa haciendo que algunas de sus compañeras posaran su mirada sobre ella —Digo que es imposible que algo así sea real, los fantasmas no existen y mucho menos querrían asustar a trabajadores en una fábrica— aclaró en tanto desviaba su mirada.

—Las personas que lo dijeron son de confianza y, es más— se acercó Francia y susurró —Dicen que el primer heredero falleció esa noche de miércoles y la voz que se oye es la de él— al terminar de hablar se irguió y continuó con su trabajo.

Era un lunes, aún había tiempo para intercambiar turnos con alguien que tuviese que trabajar aquel día, la curiosidad de Vanessa era algo que no se debía desvalorizar ahora que se había decidido a resolver el misterio no habría nada que la pudiese convencer de lo contrario.

—¡¿Estás completamente desquiciada?! ¡Has perdido el juicio! — se quejaba Danna mientras escuchaba a su amiga. Aunque no les temiera a los fantasmas le parecía descabellado que ella hubiese cambiado su día libre por resolver un «Rumor de pasillo» El que quisiera creerlo y temer que lo hiciera, pero su amiga no tendría por qué desperdiciar su tiempo.

—Así que… ¿Quieres que me quede viendo una película contigo? — preguntó la mayor al elevar una de sus cejas llamando la atención de su amiga.

—¡Sí! — exclamó con suma obviedad —¡Deberías pasar tiempo con tu amiga! No eres una detective, aunque te gustaría— la miró con una sonrisa.

—Resolver un misterio sería genial, así que me entrenaré en este caso— respondió Vanessa mostrando su lengua de manera juguetona —¿Qué hay de ti? ¿Has encontrado algo que hacer?

—Sí, encontré algo que hacer sin ti— desvió la mirada.

Danna podía portarse de manera infantil en algunas ocasiones, lo cual hacía que sus momentos de madurez fueran enormemente apreciados por las personas que la rodeaban. Danna planeaba escabullirse a una de las fiestas que la gente de «la alta sociedad» acostumbraba a hacer, quizá sería esa la ocasión en la que conocería a su príncipe azul, aquel que la sacaría de su situación actual. Esto no significaba que Danna pasara necesidades, sino que ella quería vivir en las más grandes comodidades, en su plan nada podría salir mal ¿No era así? 

La noche de la fiesta había llegado, no había tenido la oportunidad de hablar con su amiga pues había estado centrada en lucir perfecta para la ocasión.

—Una buena apariencia garantizará que se fijen en mí— se dijo con una sonrisa frente al espejo.

Danna gozaba de una belleza envidiable, al ingresar a la fiesta todas las miradas hacían camino para ella. Se sentía en la cima del mundo, un lugar en el que sentía que pertenecía no podía entender por qué Vanessa optaba por rechazar estos pequeños placeres constantemente ¡Esto es lo que ambas merecían! 

El ambiente era tranquilo con un aire de elegancia, la música de piano que inundaba el lugar le daba ese toque victoriano que Danna amaba, además un par de hombres ya se habían aproximado a ella para entablar una conversación, nadie podría resistirse a su belleza, salvo el hombre en el que se había fijado, alto, corpulento, ojos claros y tez morena él resaltaba entre tantas personas.

La atención de todos se dirigió a una elegante dama que llegaba sujetándose al brazo del hijo de uno de los más reconocidos empresarios. Ella lucía radiante y bastante segura, al girarse Danna a ver lo que todos veían se asombró al ver a su mejor amiga al lado de ese joven tan apuesto.

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