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Hasta que vuelvas conmigo
Hasta que vuelvas conmigo
Por: Liny D. Reina
•Capítulo 1• «¡¿Gané la lotería?!»

Vanessa, era una chica de campo que vivía aún con sus padres. Claro que no vivía ahí de balde, cuidar de los animales era una de sus numerosas actividades diarias, ella amaba la tranquilidad que el campo le daba a pesar de estar todo el día persiguiendo gallinas y bañando cerdos.

—¡Vanessa! — gritaba Danna para llamar la atención de su amiga la cual se encontraba lejos de ahí —¡Oye! — gritaba una vez más al notar que la mencionada no se percataba de su existencia, corrió en su dirección y llegó completamente exhausta.

—Oh Danna, estás aquí— comentó con una sonrisa sin enterarse de las numerosas veces que su amiga la había llamado.

—¡Claro que estoy aquí! ¿No ves que casi me muero? Ese ganso me persiguió otra vez— se dejó caer en el suelo.

Vanessa se reía ante los gestos de Danna. El ganso estaba encerrado, pero, en una visita anterior sí la hizo correr bastante tiempo, hasta que alcanzó a desgarrar una parte de su vestido. Sí, Paolo el ganso estaba castigado porque había perseguido a aquella joven más de una vez.

—¿Qué te trae por aquí? — Preguntó Vanessa sin posar la mirada en su amiga, pues estaba concentrada en deshacer aquel nudo del lazo que estaba lastimando la pata de una vaca.

La joven Danna rio de manera pícara dando a entender que por tercera vez en el mes quería que Vanessa la acompañara hasta el pueblo a comprar algunos billetes de lotería, que como se podía apreciar no había llegado a ganar.

—Es una pérdida de tiempo— sentenció Vanessa para dar por terminado su trabajo con el lazo y tomar su pesada cesta llena de mandarinas. —No me arrastrarás allá nuevamente, el camino es largo— argumentó por última vez y se marchó.

Dos días después tras la insistencia de su amiga optó por soltar a Paolo. Él era un ganso tranquilo, pero aprovechaba ciertas oportunidades para «defender» a su dueña. A pesar de dejar a Paolo en libertad, Vanessa no consiguió deshacerse de su amiga, la cual a cada instante golpeaba su ventana, llamaba a su celular y le mandaba recados con su primo, sí, ella era una «completa loca» como la llamaba Vanessa.

—Te juro que esta fue la última vez, a la próxima consigues a alguien más, vienes sola o no vienes ¡Pero no seas tan harta! — gritó la última parte haciendo que todos alrededor la vieran de manera extraña.

—Ya, ya… No hay necesidad de asustar a todo el mundo, no volveré a hacerlo, si mi padre se entera me dejará en la calle por «despilfarrar» el dinero— aclaró Danna rodando los ojos.

—Pues sí «despilfarras» el dinero, con eso podrías haber comido una semana— susurró la mayor rodando los ojos.

—Pero tú compraste uno también ¿No es así? — sonrió ladina mientras observaba la reacción de su amiga.

—¡Tú me obligaste! Además, no salió de mi bolsillo, sino del tuyo— sentenció Vanessa mientras se apresuraba a ingresar al autobús.

Durante el viaje y la siguiente semana la discusión que ellas mantenían era esa, no cambiaron mucho de tema ni sucedió nada relevante en sus vidas, salvo la ruptura de Danna con su novio porque él «la trataba con indiferencia» aunque al parecer de Vanessa él era demasiado empalagoso con su amiga. Vanessa era el tipo de persona que apreciaba su espacio personal y no estaba muy rodeada de personas, ellas le agotaban.

—¿Puedes dejar de llorar? Mi ropa está llena de maquillaje por tu causa— susurró la mayor mientras intentaba calmar los ánimos de su amiga, lo cual en ese momento era imposible, pues el amor que ella le tenía a su ex pareja seguían tan vivos como en el día que formalizaron su relación.

—¡No! ¡¿Nunca has llegado a amar a alguien?!— exclamó Danna mientras se echaba a llorar nuevamente en las piernas de su mejor amiga.

«¿Nunca has llegado a amar a alguien?» Esa pregunta retumbó en la cabeza de Vanessa ¿Ha llegado a amar? Su mente la llevó a un par de años atrás en el que ella apenas era una estudiante de secundaria, para ese entonces no había conocido a Danna y no imaginaba llegar a querer a alguien tan escandaloso como ella. Marcelo había sido una de las pocas personas que se había acercado a ella, a pesar de su mal carácter. Aunque para Vanessa la existencia de Marcelo no era importante hasta el día que la salvó de aquella broma que sus compañeros de clase habían organizado para ella, la cual no era para nada aceptable. Marcelo se cambió de colegio meses después perdiendo toda comunicación con Vanessa y dejándola completamente confundida por lo que había llegado a sentir, Vanessa no pensó más en eso, las cosas suceden por una razón.

—¿No juega hoy la lotería que compraste? ¡Vamos a ver cuánta suerte has tenido! — exclamó haciendo que Danna se sentara de golpe y su llanto cesara, los preciados tímpanos de Vanessa ya tendrían un momento de sosiego.

Unos minutos después, ambas estaban posicionadas para le momento de la revelación de los números. El presentador los repetía con lentitud mientras cada una de las chicas examinaba sus billetes. —Mira esto— dijo un poco confusa mientras permanecía en un estado de trance —hemos… hemos ganado— balbuceó observando a su amiga —¿Y el tuyo? ¿Qué número tienes? — cuestionó sin despegar la mirada de la menor.

—Yo no gané con este… pero si tú ganaste ese ¡Significa que ambas ganamos! — gritó demasiado eufórica dando numerosos saltitos —¡Por fin soy millonaria! — gritaba nuevamente en tanto saltaba en el sofá.

—Bueno… respecto a eso— se colocó de pie —tú me hiciste comprar este billete, así que… que cada una tenga la mitad es muy razonable— argumentó mientras jugueteaba con el billete.

Después de un par de discusiones y la insistencia de Danna sobre ir a la ciudad con el deseo de conseguir pareja con dinero, eso sin contar que Vanessa podría trabajar lejos del campo y conocer un nuevo lugar, cosa que ella no había podido lograr desde que se graduó. Vanessa reflexionó un poco lo que quería y terminó accediendo a las peticiones de Danna.

—¡Todo está listo! ¡Hora de irnos! — exclamó Danna eufórica en tanto cerraba la cajuela del auto —¡Ya mi padre no me podrá decir que despilfarro el dinero— sonrió satisfecha!

—Espero te hayas despedido adecuadamente de él, no tenemos idea de cuanto nos tomará el viaje— la observó con detenimiento —o si vamos a volver— dijo esto último en un tono tan oscuro que hizo que un escalofrío recorriera el cuerpo de la menor.

—¡No digas eso que me asustas! — golpeó el hombro de Vanessa —vamos a volver, casadas con un millonario— agitó su larga cabellera y subió al auto.

—Yo no pienso casarme, estoy feliz, así como estoy— respondió con una sonrisa mientras imitaba el tono de voz de la menor.

—Las que dicen eso son las que primero se casan— comentó Danna mientras arrancaba el auto ¿Será eso cierto? 

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