Vanessa, era una chica de campo que vivía aún con sus padres. Claro que no vivía ahí de balde, cuidar de los animales era una de sus numerosas actividades diarias, ella amaba la tranquilidad que el campo le daba a pesar de estar todo el día persiguiendo gallinas y bañando cerdos.
—¡Vanessa! — gritaba Danna para llamar la atención de su amiga la cual se encontraba lejos de ahí —¡Oye! — gritaba una vez más al notar que la mencionada no se percataba de su existencia, corrió en su dirección y llegó completamente exhausta.
—Oh Danna, estás aquí— comentó con una sonrisa sin enterarse de las numerosas veces que su amiga la había llamado.
—¡Claro que estoy aquí! ¿No ves que casi me muero? Ese ganso me persiguió otra vez— se dejó caer en el suelo.
Vanessa se reía ante los gestos de Danna. El ganso estaba encerrado, pero, en una visita anterior sí la hizo correr bastante tiempo, hasta que alcanzó a desgarrar una parte de su vestido. Sí, Paolo el ganso estaba castigado porque había perseguido a aquella joven más de una vez.
—¿Qué te trae por aquí? — Preguntó Vanessa sin posar la mirada en su amiga, pues estaba concentrada en deshacer aquel nudo del lazo que estaba lastimando la pata de una vaca.
La joven Danna rio de manera pícara dando a entender que por tercera vez en el mes quería que Vanessa la acompañara hasta el pueblo a comprar algunos billetes de lotería, que como se podía apreciar no había llegado a ganar.
—Es una pérdida de tiempo— sentenció Vanessa para dar por terminado su trabajo con el lazo y tomar su pesada cesta llena de mandarinas. —No me arrastrarás allá nuevamente, el camino es largo— argumentó por última vez y se marchó.
Dos días después tras la insistencia de su amiga optó por soltar a Paolo. Él era un ganso tranquilo, pero aprovechaba ciertas oportunidades para «defender» a su dueña. A pesar de dejar a Paolo en libertad, Vanessa no consiguió deshacerse de su amiga, la cual a cada instante golpeaba su ventana, llamaba a su celular y le mandaba recados con su primo, sí, ella era una «completa loca» como la llamaba Vanessa.
—Te juro que esta fue la última vez, a la próxima consigues a alguien más, vienes sola o no vienes ¡Pero no seas tan harta! — gritó la última parte haciendo que todos alrededor la vieran de manera extraña.
—Ya, ya… No hay necesidad de asustar a todo el mundo, no volveré a hacerlo, si mi padre se entera me dejará en la calle por «despilfarrar» el dinero— aclaró Danna rodando los ojos.
—Pues sí «despilfarras» el dinero, con eso podrías haber comido una semana— susurró la mayor rodando los ojos.
—Pero tú compraste uno también ¿No es así? — sonrió ladina mientras observaba la reacción de su amiga.
—¡Tú me obligaste! Además, no salió de mi bolsillo, sino del tuyo— sentenció Vanessa mientras se apresuraba a ingresar al autobús.
Durante el viaje y la siguiente semana la discusión que ellas mantenían era esa, no cambiaron mucho de tema ni sucedió nada relevante en sus vidas, salvo la ruptura de Danna con su novio porque él «la trataba con indiferencia» aunque al parecer de Vanessa él era demasiado empalagoso con su amiga. Vanessa era el tipo de persona que apreciaba su espacio personal y no estaba muy rodeada de personas, ellas le agotaban.
—¿Puedes dejar de llorar? Mi ropa está llena de maquillaje por tu causa— susurró la mayor mientras intentaba calmar los ánimos de su amiga, lo cual en ese momento era imposible, pues el amor que ella le tenía a su ex pareja seguían tan vivos como en el día que formalizaron su relación.
—¡No! ¡¿Nunca has llegado a amar a alguien?!— exclamó Danna mientras se echaba a llorar nuevamente en las piernas de su mejor amiga.
«¿Nunca has llegado a amar a alguien?» Esa pregunta retumbó en la cabeza de Vanessa ¿Ha llegado a amar? Su mente la llevó a un par de años atrás en el que ella apenas era una estudiante de secundaria, para ese entonces no había conocido a Danna y no imaginaba llegar a querer a alguien tan escandaloso como ella. Marcelo había sido una de las pocas personas que se había acercado a ella, a pesar de su mal carácter. Aunque para Vanessa la existencia de Marcelo no era importante hasta el día que la salvó de aquella broma que sus compañeros de clase habían organizado para ella, la cual no era para nada aceptable. Marcelo se cambió de colegio meses después perdiendo toda comunicación con Vanessa y dejándola completamente confundida por lo que había llegado a sentir, Vanessa no pensó más en eso, las cosas suceden por una razón.
—¿No juega hoy la lotería que compraste? ¡Vamos a ver cuánta suerte has tenido! — exclamó haciendo que Danna se sentara de golpe y su llanto cesara, los preciados tímpanos de Vanessa ya tendrían un momento de sosiego.
Unos minutos después, ambas estaban posicionadas para le momento de la revelación de los números. El presentador los repetía con lentitud mientras cada una de las chicas examinaba sus billetes. —Mira esto— dijo un poco confusa mientras permanecía en un estado de trance —hemos… hemos ganado— balbuceó observando a su amiga —¿Y el tuyo? ¿Qué número tienes? — cuestionó sin despegar la mirada de la menor.
—Yo no gané con este… pero si tú ganaste ese ¡Significa que ambas ganamos! — gritó demasiado eufórica dando numerosos saltitos —¡Por fin soy millonaria! — gritaba nuevamente en tanto saltaba en el sofá.
—Bueno… respecto a eso— se colocó de pie —tú me hiciste comprar este billete, así que… que cada una tenga la mitad es muy razonable— argumentó mientras jugueteaba con el billete.
Después de un par de discusiones y la insistencia de Danna sobre ir a la ciudad con el deseo de conseguir pareja con dinero, eso sin contar que Vanessa podría trabajar lejos del campo y conocer un nuevo lugar, cosa que ella no había podido lograr desde que se graduó. Vanessa reflexionó un poco lo que quería y terminó accediendo a las peticiones de Danna.
—¡Todo está listo! ¡Hora de irnos! — exclamó Danna eufórica en tanto cerraba la cajuela del auto —¡Ya mi padre no me podrá decir que despilfarro el dinero— sonrió satisfecha!
—Espero te hayas despedido adecuadamente de él, no tenemos idea de cuanto nos tomará el viaje— la observó con detenimiento —o si vamos a volver— dijo esto último en un tono tan oscuro que hizo que un escalofrío recorriera el cuerpo de la menor.
—¡No digas eso que me asustas! — golpeó el hombro de Vanessa —vamos a volver, casadas con un millonario— agitó su larga cabellera y subió al auto.
—Yo no pienso casarme, estoy feliz, así como estoy— respondió con una sonrisa mientras imitaba el tono de voz de la menor.
—Las que dicen eso son las que primero se casan— comentó Danna mientras arrancaba el auto ¿Será eso cierto?
Los planes de Vanessa eran comprar una casa sencilla y buscar algún empleo en el que su «fuerza bruta» fuese necesaria, por el lado opuesto, Dana planeaba comprar una mansión, renovar sus guardarropas y hacerse notar en la «Clase alta» Dos chicas diferentes con planes completamente opuestos. A Vanessa no le interesaba para nada ser el centro de atención y por esa misma razón había entablado una gran amistad con Danna la «opacadora» Danna se llevaba la atención mientras Vanessa era solo su amiga o acompañante.—¡No quiero esa casa! Es muy antigua, se nos puede caer encima— sentenció Danna desviando la mirada. Vanessa intentaba llegar a un acuerdo, pero eso era más que imposible.—¡¿Qué es lo que quieres hacer?! Llamar la atención así, únicamente nos traerá problemas— le dio la espalda a su amiga
—¡¿Vanessa?!— exclamó casi de un grito llamando la atención de una pareja a su lado. Con una sonrisa se disculpó y optó por esperar a que sus caminos se encontraran o su amiga la viera, era increíble, la chica que jamás estaría en ninguno de esos lugares y mucho menos desearía llamar la atención estaba delante de ella con una enorme sonrisa y costosas joyas. —Esta no es la Vanessa que conozco ¿Qué le sucedió? Será ella o… ¡Eso es! No había forma de que fuese su Vanessa la explicación más lógica era que solo llevaba su cara, era una persona completamente diferente a la Vanessa que ella conocía, porque no era Vanessa. Con esta revelación Danna decidió seguir con su feliz y afortunada noche, quizá saldría con algún pretendiente de ahí.• ────── ✾ ─────
—¡¿Qué?! Pero ¿Por qué? Serás el centro de atención del lugar y podrás pasar tiempo con este bello espécimen de hombre— aclaró Paolo intentando que Vanessa cambiara de opinión. —Como usted ha dicho, sería el centro de atención y tendría que pasar tiempo con usted, nos conocimos hace una hora y ya no lo soporto, agotó mi energía— aclaró Vanessa, a ella no le gustaba estar rodeada de personas, su energía social se agotaba muy fácil. Ermitaña, esa era la palabra que la podría definir en ese momento. —¿Ya no me soporta? — preguntó Paolo notablemente ofendido —si es por lo que pasó antes ¡Todo fue un malentendido! — intentó excusarse. Pero al ver que no obtenía ninguna reacción por parte de Vanessa intentó usar su lado «sentimental» para convencerla, era una chica así que, según Paolo, ella podría sentirse mal por su situación y aceptar. —Está bien, seré honesto c
Lo único que Vanessa podía hacer era apretar sus puños y contener su ira. Ella no querría hacer una escena frente a las demás personas, pero la gota de paciencia que Paolo le había dejado para esa noche estaba terminando, ella observaba a su acompañante esperando que él hiciera algo, más él no se inmutaba por las palabras de aquella mujer. —Señora, me sorprende que pueda deducir eso de alguien que acaba de conocer ¿Qué tanta experiencia tiene? Cuénteme su secreto— preguntó Vanessa con una sonrisa satisfecha mientras tomaba un sorbo del zumo. Bianca, al no tener que responder se limitó a mirarla como si quisiera devorarla, más la mirada asombrada de Carlo al ver a alguien que pudiese resistir la mirada de su esposa era la protagonista de su noche. Algo que Vanessa detestaba era que intentaran mostrarse más de lo que realmente eran, simples humanos que morirían
Pero… No tengo idea de lo que tendría que hacer— lo observó confusa. —Simplemente, debes estar cerca de mí y ayudarme en lo que necesite, además también tendrás acceso a los documentos— aclaró mientras una pequeña sonrisa se formaba en su rostro. —También mi madre viene a supervisar a los trabajadores de la fábrica, si aceptas, estarías lejos de su poder. —¡Acepto! — dijo de repente, la simple idea de estar bajo el control de aquel monstruo le daba escalofríos, y estando tan cerca de Paolo ella podría molestar a la señora. Una sonrisa ladina y traviesa se formó en los labios de Vanessa —claro que acepto— dijo en medio de un susurro. —Entonces, desde ahora somos un equipo— concluyó Paolo extendiendo su mano. —Tienes razón— respondió lanzando un suspiro —tendré que sop
Paolo y Vanessa llegaron a la antigua casa de Marcelo, su jardín estaba crecido y descuidado, realmente parecía un pequeño bosque, el sonido de los animales nocturnos creaban ese ambiente terrorífico, aunque con todo lo que había pasado aquella larga noche ya se habían acostumbrado a esa sensación. Al entrar, los pasos resonaban en el sitio el cual estaba levemente iluminado por la luna llena. —¿Crees que los interruptores funcionen? — preguntó Vanessa mientras acariciaba a Michi el cual ya se había establecido como la mascota del equipo. —Solo lo sabremos si probamos uno— respondió Paolo con suma obviedad y lo hizo, el lugar se iluminó tanto que encegueció momentáneamente a los presentes —¡Mis ojos! — se quejó. —Por lo menos sabemos que funcionan— respondió Vanessa mientras cubría su rostro con su mano.
—Dejó una nota, así que ella salió por su propia voluntad, solo resta esperar a que anochezca para saber a dónde fue— dijo Paolo con una pequeña sonrisa. Él no tenía idea de cómo actuar frente a la situación, pero recordaba lo que no le agradó que hicieran en ese trágico momento. —Vamos a esperar juntos, si no llega a la hora acordada, comenzaremos la búsqueda— se sentó en el sofá —¿Qué es ese olor? — preguntó mientras arrugaba su nariz. —¿Olor? — Repitió extrañada mientras se acercaba a detallar ese extraño aroma —¡Es vino! Yo no bebo vino, no había en casa— susurró mientras observaba extrañada a Paolo. —Ese vino es el que había en la fiesta de anoche, es imposible que se haya conseguido tan fácil— sentenció Paolo después de haber examinado detalladamente aquel arom
Vanessa se dejó caer en el sofá, la poca esperanza que estaba en su corazón de que Danna volviera se estaba agotando, su esperanza había salido de viaje sin fecha de regreso, su pecho estaba agolpado de preocupación. Lo único que en sus manos estaba era orar para que su pequeña hermana estuviese a salvo. Lágrimas corrían por sus mejillas sin ser notadas por ella, la noche había caído completamente y el plazo del regreso de Danna había llegado a su final. —Ya son más de las diez, no hay rastro de ella— susurró Vanessa para sí, se despeinó un poco, pero su mirada estaba perdida en algún punto de la habitación. —Ella estará bien, ten confianza— susurró Paolo intentando tranquilizarla, pero fue inútil. A pesar de que al comienzo no se llevaron para nada bien y aún tenían sus pequeñas diferencias, el apoyo que Paolo l