—¡¿Vanessa?!— exclamó casi de un grito llamando la atención de una pareja a su lado. Con una sonrisa se disculpó y optó por esperar a que sus caminos se encontraran o su amiga la viera, era increíble, la chica que jamás estaría en ninguno de esos lugares y mucho menos desearía llamar la atención estaba delante de ella con una enorme sonrisa y costosas joyas. —Esta no es la Vanessa que conozco ¿Qué le sucedió? Será ella o… ¡Eso es! No había forma de que fuese su Vanessa la explicación más lógica era que solo llevaba su cara, era una persona completamente diferente a la Vanessa que ella conocía, porque no era Vanessa. Con esta revelación Danna decidió seguir con su feliz y afortunada noche, quizá saldría con algún pretendiente de ahí.
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Por otro lado, la pareja que se había robado toda la atención esa noche se encontraba conversando mientras intentaba no asesinarse, debían demostrar al público que estaban bien con la compañía de la otra dejando a un lado la incomodidad de su primer encuentro.
—Intenta no mirarme a los ojos, me pones nervioso— dijo el segundo heredero.
—¿Nervioso? — preguntó Vanessa con una sonrisa ladina —Cuéntame más— susurró inclinándose a su dirección.
—¡¿Cómo te sentirías si hubiese sido yo quien te hubiese visto en esa situación?!— Expuso de una manera dramática.
—Yo no me doy baños en la fábrica— respondió Vanessa mientras bebía del zumo de uva —Además… ya he bañado cerdos, no es tan diferente— elevó sus hombros.
—¿Cerdos? ¡¿Me estás llamando cerdo?!— la aniquiló con la mirada —No debería hablarle así a su jefe— nuevamente Vanessa había opinado de más.
—Tiene razón, me disculpo… pero usted tampoco ha sido tan amable conmigo— inclinó la cabeza.
El joven tomó un pesado suspiro y prefirió disculparse, la verdad era que la manera en la que se conocieron era un poco diferente a la que usualmente conoces a tu jefe.
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Hace unas horas antes, Vanessa se encontraba en su turno de noche, estaba decidida a encontrar la razón detrás de los extraños ruidos y cambios que había los miércoles. Nada podría hacer que desistiera de esa idea pues la apuesta que había hecho con sus compañeras de que no había ningún fantasma sería de beneficio para ella. Mientras paseaba por los pasillos el extraño ruido se hizo presente, no había nadie más que ella y esa sensación de adrenalina corría por su cuerpo con mayor intensidad, al darse la vuelta continuó siguiendo el sonido.
—Es en el piso de arriba— dijo en una voz muy baja.
Se armó de valor, pues no había llegado a estar en esa zona de la fábrica por lo cual era absolutamente desconocida, observaba con detenimiento las puertas y salidas, en algún caso de emergencia sabría perfectamente a dónde huir. El estruendo se hacía cada vez mayor y comenzó a envolver el lugar, ese horrible y maléfico sonido retumbaba en los oídos de Vanessa la cual estaba temblando tanto que decidió correr por su vida.
—Esperen… Los fantasmas no existen— se repitió nuevamente y volvió por su camino, no se daría por vencida, ella sabía lo que quería y obtendría la recompensa de su valentía y esfuerzos por descubrir la verdad.
Avanzó con pasos seguros y vio una pequeña luz encendida en una de las salas, si era un fantasma podría ver perfectamente en la oscuridad así que ¡Por supuesto no era uno! Ella abrió la puerta sin ningún cuidado y la escena que veía no era nada agradable, los gritos resonaron en toda la fábrica y por primera vez llegaron hasta los oídos de las personas que por ahí transitaban. Frente a ella se apreciaba la figura de un acuerpado chico, el cual no llevaba sobre sí ninguna prenda.
—¡¿Podrías girarte por favor?!— Gritó aquel chico que estaba completamente desnudo en la oficina.
Vanessa se giró lo más rápido que pudo mientras apretaba sus ojos con fuerza, ella podía escuchar que aquel estaba vistiéndose y luego se acercaba a ella. Esa voz… se le hacía tan familiar y distante al mismo tiempo que ocasionaba un pequeño cosquilleo en su vientre.
—¡Aléjese de mí o llamaré a la policía! No es más que un pervertido ¡Un depravado que buscaba lugar para hacer sus cochinadas! — se alejaba de él por cada paso que el chico daba.
—Señorita, no soy un pervertido ¿Qué hace usted aquí? — preguntó mientras trataba de calmar a Vanessa.
—Estoy trabajando y buscando al fantasma, ya que no es uno y solo es usted me iré— salió de la oficina, pero regresó —si usted no es empleado le pido que me siga y se retire del sitio— añadió con voz firme.
A pesar de eso su interior se estremeció al encontrarse con un rostro un poco familiar: Marcelo, su primer y no reconocido amor. Claro que su apariencia había cambiado un poco, ya era todo un adulto, o por lo menos eso fue lo que pensó la rubia.
—No soy empleado y no tengo por qué irme— dijo mientras se cruzaba de brazos —soy su jefe y puedo hacer que su estadía aquí sea de menos de una semana— sentenció ganándose automáticamente el desprecio de Vanessa.
—¿Me recuerda? — Preguntó la chica observando con detenimiento el rostro del mayor. El chico estaba confundido y la pesada mirada que Vanessa tenía sobre él lo ponía aún más nervioso. La mente de la menor se inundó de recuerdos y aún más de aquellas pequeñas cosas con las que solía molestar a Marcelo —ha pasado demasiado tiempo, has cambiado un poco pero igual pude reconocer esos lindos ojos— soltó una pequeña risita, pensando que a quién tenía al frente era a su antiguo amor.
—No tengo ni la menor idea de quién es usted— respondió él en un tono cortante, ¿Qué clase de chica halagaría a un hombre que jamás había llegado a ver en una situación como esa?
Ella se despidió lo más amable que pudo y se alejó del sitio, dejando al mayor pensativo acerca de la fiesta que en aquella noche se daría en la cual carecía de acompañante.
Ella continuaba con su trabajo, no era demasiado, pero podía gozar de un ambiente tranquilo, Danna no le había contado acerca del plan que tenía para aquella noche y la extrañaba. Podrían hablar justo ahora mientras organizaban la estantería y cuidaban del lugar, pero ella no estaba y Vanessa tendría que terminar con su turno de aquella noche y dormir toda la mañana siguiente.
—Si no hubiese sido por ese pervertido nudista y descerebrado del cara de vaca, no habría tontos rumores de «un fantasma rondando por la fábrica cada miércoles en la noche» no habría tenido que trasnochar buscando la verdad— se quejaba mientras amontonaba cajas y cestas. —¡Hubiese preferido quedarme viendo las aburridas películas románticas de Danna! — exclamó furiosa.
—¿Pervertido nudista y descerebrado? — Preguntó Paolo detrás de Vanessa haciendo que ella se quejara por lo bajo —¿Cuánto crees que puedas durar aquí? — sonrió ladino.
—No lo sé, depende de usted— respondió mirándolo a los ojos, cosa que incomodó al mayor —¿Me está despidiendo? — ladeó la cabeza.
Vanessa sabía perfectamente que no podría forzar las cosas, además no sería el primer ni último trabajo que tendría y si nada resultaba para ella podría volver al campo dónde trabajo nunca faltaba. Una parte de ella quería quedarse y demostrarles a sus compañeras que el fantasma no existía y la otra quería molestar a su desagradable y pervertido jefe, quizá habría encontrado un nuevo pasatiempo.
¿Y si aquel personaje abusaba de las jovencitas que tomaban el turno de noche? ¿Y si era esa la razón por la que solo a los hombres se les dejaba ese turno? La chica sacudió su cabeza numerosas veces intentando alejar la idea de que su Marcelo era un pervertido, quizá un accidente le habría borrado la memoria. Al pensar en eso, sintió cómo una espada atravesó su cuerpo.
—¿Por qué me observas así? ¿Tengo cara de monstruo? — frunció el ceño y negó con la cabeza —¿Tanto deseas este trabajo? Está bien, hoy soy generoso… Tendrás una sola oportunidad para conservarlo— dio un paso en dirección de la chica.
—¡No se acerque más! ¡No seré su víctima! — chilló mientras con sus manos cubría su pecho.
—Pero… ¡¿Qué haces?! ¿Por eso me tomas? — gritó ofendido —únicamente quería proponerte un negocio— expuso molesto.
—¡¿Si por eso lo tomo?! ¿Quién anda desnudo en medio de la noche en una fábrica? Y ¿Quién le sugiere algún trato a una chica en la noche? — puso sus manos en la cintura, parada de esa manera parecía, a los ojos de Paolo a una mamá regañona.
—Nada más sé mi cita esta noche— sonrió ladino.
—No— sentenció Vanessa para seguir con su trabajo.
—¡¿Qué?! Pero ¿Por qué? Serás el centro de atención del lugar y podrás pasar tiempo con este bello espécimen de hombre— aclaró Paolo intentando que Vanessa cambiara de opinión. —Como usted ha dicho, sería el centro de atención y tendría que pasar tiempo con usted, nos conocimos hace una hora y ya no lo soporto, agotó mi energía— aclaró Vanessa, a ella no le gustaba estar rodeada de personas, su energía social se agotaba muy fácil. Ermitaña, esa era la palabra que la podría definir en ese momento. —¿Ya no me soporta? — preguntó Paolo notablemente ofendido —si es por lo que pasó antes ¡Todo fue un malentendido! — intentó excusarse. Pero al ver que no obtenía ninguna reacción por parte de Vanessa intentó usar su lado «sentimental» para convencerla, era una chica así que, según Paolo, ella podría sentirse mal por su situación y aceptar. —Está bien, seré honesto c
Lo único que Vanessa podía hacer era apretar sus puños y contener su ira. Ella no querría hacer una escena frente a las demás personas, pero la gota de paciencia que Paolo le había dejado para esa noche estaba terminando, ella observaba a su acompañante esperando que él hiciera algo, más él no se inmutaba por las palabras de aquella mujer. —Señora, me sorprende que pueda deducir eso de alguien que acaba de conocer ¿Qué tanta experiencia tiene? Cuénteme su secreto— preguntó Vanessa con una sonrisa satisfecha mientras tomaba un sorbo del zumo. Bianca, al no tener que responder se limitó a mirarla como si quisiera devorarla, más la mirada asombrada de Carlo al ver a alguien que pudiese resistir la mirada de su esposa era la protagonista de su noche. Algo que Vanessa detestaba era que intentaran mostrarse más de lo que realmente eran, simples humanos que morirían
Pero… No tengo idea de lo que tendría que hacer— lo observó confusa. —Simplemente, debes estar cerca de mí y ayudarme en lo que necesite, además también tendrás acceso a los documentos— aclaró mientras una pequeña sonrisa se formaba en su rostro. —También mi madre viene a supervisar a los trabajadores de la fábrica, si aceptas, estarías lejos de su poder. —¡Acepto! — dijo de repente, la simple idea de estar bajo el control de aquel monstruo le daba escalofríos, y estando tan cerca de Paolo ella podría molestar a la señora. Una sonrisa ladina y traviesa se formó en los labios de Vanessa —claro que acepto— dijo en medio de un susurro. —Entonces, desde ahora somos un equipo— concluyó Paolo extendiendo su mano. —Tienes razón— respondió lanzando un suspiro —tendré que sop
Paolo y Vanessa llegaron a la antigua casa de Marcelo, su jardín estaba crecido y descuidado, realmente parecía un pequeño bosque, el sonido de los animales nocturnos creaban ese ambiente terrorífico, aunque con todo lo que había pasado aquella larga noche ya se habían acostumbrado a esa sensación. Al entrar, los pasos resonaban en el sitio el cual estaba levemente iluminado por la luna llena. —¿Crees que los interruptores funcionen? — preguntó Vanessa mientras acariciaba a Michi el cual ya se había establecido como la mascota del equipo. —Solo lo sabremos si probamos uno— respondió Paolo con suma obviedad y lo hizo, el lugar se iluminó tanto que encegueció momentáneamente a los presentes —¡Mis ojos! — se quejó. —Por lo menos sabemos que funcionan— respondió Vanessa mientras cubría su rostro con su mano.
—Dejó una nota, así que ella salió por su propia voluntad, solo resta esperar a que anochezca para saber a dónde fue— dijo Paolo con una pequeña sonrisa. Él no tenía idea de cómo actuar frente a la situación, pero recordaba lo que no le agradó que hicieran en ese trágico momento. —Vamos a esperar juntos, si no llega a la hora acordada, comenzaremos la búsqueda— se sentó en el sofá —¿Qué es ese olor? — preguntó mientras arrugaba su nariz. —¿Olor? — Repitió extrañada mientras se acercaba a detallar ese extraño aroma —¡Es vino! Yo no bebo vino, no había en casa— susurró mientras observaba extrañada a Paolo. —Ese vino es el que había en la fiesta de anoche, es imposible que se haya conseguido tan fácil— sentenció Paolo después de haber examinado detalladamente aquel arom
Vanessa se dejó caer en el sofá, la poca esperanza que estaba en su corazón de que Danna volviera se estaba agotando, su esperanza había salido de viaje sin fecha de regreso, su pecho estaba agolpado de preocupación. Lo único que en sus manos estaba era orar para que su pequeña hermana estuviese a salvo. Lágrimas corrían por sus mejillas sin ser notadas por ella, la noche había caído completamente y el plazo del regreso de Danna había llegado a su final. —Ya son más de las diez, no hay rastro de ella— susurró Vanessa para sí, se despeinó un poco, pero su mirada estaba perdida en algún punto de la habitación. —Ella estará bien, ten confianza— susurró Paolo intentando tranquilizarla, pero fue inútil. A pesar de que al comienzo no se llevaron para nada bien y aún tenían sus pequeñas diferencias, el apoyo que Paolo l
—¡Perdóneme jefecito lindo, precioso, querido! — comenzó a excusarse de las maneras que se le ocurría, haciendo que Paolo estallara de la risa. —Así que ¿Lindo? ¿Precioso? ¿Querido? — se burló mientras las mejillas y orejas de Vanessa se tornaban rosadas. —¡Es solamente un decir! Además… solo eres mi esclavo— rio Vanessa mientras desviaba su mirada. —Y por eso es que están temblando tus piernas— respondió observando a las mencionadas. Vanessa ya no tenía cómo responder así que optó con distraerse viendo la oficina de Paolo. Era demasiado grande y bien iluminada, además estaba todo en perfecto orden, los colores predominantes eran el blanco, gris y azul petróleo, tenía una armonía relajante. Había algunos calendarios en su escritorio y un retrato con una foto junto a
—¿Ustedes se conocen? — preguntó Vanessa algo incómoda, la película que ella estaba presenciando se estaba saliendo de control. —Es una larga historia que conocerás después— regresó la mirada a su madre —¡¿Qué se supone que es esto?!— Señaló a Alessia. —Es tu prometida— sonrió la señora —¿No era ella la chica con la que querías casarte hace unos años? — ladeó la cabeza —Pues aquí está, es toda tuya. —¿Te gustaba ella? Que buen gusto— susurró Vanessa mientras sonreía con ironía ¿Cómo no habría imaginado que tenía una prometida? —No entiendo qué es lo que está sucediendo— dijo Alessia sin saber el por qué estaba reaccionando así. —Y yo me cansé de estar aquí ¿Quieres salir un momento mientras ellos se pelean? — preguntó la