38. Leila.

Llegamos a la casa y la verja se abre de manera automática como el de la mía, pero este lo hace lateralmente. Al bajar del auto mi amigo se echa la llave al bolsillo y me toma de la mano, su madre ya nos espera en la puerta y me abraza cálidamente.

— ¡Reina! – Siempre me ha llamado así — ¡Tiempo sin verte! ¿Tienes hambre? – Niego — Cielo ¿no es muy temprano? – pregunta con el ceño arrugado.

— ¡Hola Ma! Si bueno, es que ambos salimos porque los profesores no llegaron – asiente sin creerle una palabra.

— ¿Y Alice? – pregunta y yo lo miro a los ojos ¿Qué pasa?

— Ella… tenía algo que hacer… con su mamá – tartamudea.

— ¡Ay por Dios Tontín, se iban

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