Leyna
Yo sé que el mundo no es fácil, al menos no conmigo. Al igual que mi suerte, mi desesperación por gritar a los cuatro vientos lo que llevo dentro de mí, gritar que estaba enamorada de un hombre catorce años mayor que yo, que esa persona es el mejor amigo de mi hermano y os juro que ese grito es como el aire que necesito para respirar.
No estaba dispuesta a perder esta oportunidad, le iba a decir de todas las formas que con él lo quiero todo. Que a mi corta edad no deseo a nadie más que a él y que me llame loca, que me diga que solo es un capricho, me da igual, solo necesito decírselo y que sepa que desde hace tiempo mi corazón late por y para él.
—¿Entiendes lo que quiero decirte? — vuelvo a hablar al ver que no decía nada—. No seas para mí solo el amigo de mi hermano.
Alza sus hermosos ojos y se me pone la piel de gallina—. No eres solo la hermana de mi amigo, también eres mi amiga, ¿no?
Quería deshacerse de mis palabras, no quería ver el sentido de estas y no seré tan tonta de asustarlo el primer día que vamos a vivir juntos o al menos lo intentaré.
—No sé, eso creo, ¿no?
Este me sonríe levemente y asiente— eres mi amiga y una gran chica.
Ya, claro. Eso lo que soy una gran chica— digo a mis adentros.
Rompo esa tensión y este sigue conduciendo hasta su casa. Mientras tanto miro por la ventana y las calles de esta hermosa ciudad pasan ante mis ojos.
Me daba un poco de grima verme lejos de él, miedo por perder lo que nunca fue mío.
Al llegar a su casa mis ojos bailaron de un lado a otro, observando la amplitud de este lugar, después de tanto tiempo jamás había ido a su casa. Es más, él estaba más en la nuestra que nosotros, en la suya. Los cuadros que me encontraba de arte colgado sobre las blancas paredes y las alfombras jugaban a unas exquisitas tonalidades con los muebles.
Curioseé sin filtros y este se me queda mirando apoyado en el umbral de una de la puerta que había en esa estancia.
—¿Te gusta? — su voz despertó ese escalofrío en mi piel.
—Ajá...
—Ven, te enseño tu habitación— me indica y me acerco a él, este se aparta del marco de aquella puerta que sujetaba su cuerpo y la abre.
—Espero que estés cómoda en ella— menciona y pasé por su lado rozando sin querer su mano derecha.
No pude evitar ese tacto con su cálida piel que me desequilibró el poco control que estaba teniendo. Sin alas puedo volar hasta el cielo. Sin alas puedo llegar hasta el firmamento con tan solo sentir su tacto.
—Gracias, Mario. Es perfecta.
Lo miré y este clavó su mirada sublime sobre mis labios. Mis piernas estaban a punto de dejarme caer al suelo cuando me di cuenta de que sus ojos no reaccionaba ni se movían, sino que permanecieron sobre mi boca por unos largos segundos.
No sigas, no lo hagas— me dije a mí misma, ya que no sé cómo ese calor extraño empezó a subirme desde los dedos de los pies hasta el centro de mi deseo.
A veces pienso que lo único que me hace falta es lo que él me puede dar. Su amor.
— Iré a preparar algo para comer— añade sin romper su mirada.
—¿Necesitas ayuda?
Finalmente, sube su mirada hacia la mía y este sonríe asintiendo.
Dejé mis cosas sobre la cama y al rato lo busqué él la cocina. Estaba lavando unas patatas cuando mi voz lo alarmó.
—¡Huele bien! —dije.
—Estoy sofriendo la cebolla— explica y después se acerca a mí, disminuyó la distancia y aún palmo de su rostro, inclina su cuerpo muy cerca de mi cuello, extiende la mano y agarra un paño.
—Pelas las patatas mientras añado el pollo a la cebolla.
Temblando hice un ligero movimiento con la cabeza.
— Mario, creo que deberías saber...— me interrumpe.
—Te estoy preparando la comida favorita de mi hermana. Ella le gustaba el pollo sofrito con cebolla y crema de nata.
Cierto es que Volker me contó sobre la hermana de Mario y lo que había hecho, ya que pregunté por él cuando estuve semanas sin verlo porque estaba en España junto a su familia y a su hermano Abel, que luchaba por su vida.
—¿Cómo está ella?
—Tiene días buenos, y otros no tan buenos. Hay días que desea hablar conmigo y la dejan llamar y otros que ni quiere recibir visitas de mi madre.
—Fue duro lo que has pasado. De hecho, aún no me creo que haya pasado lo que me contó Volker, murió un hombre que no tiene culpa de nada y no sé... ¿El amor es tan bonito que se puede llegar a morir por este sentimiento tan bello?
No dice nada.
—¿Sabes? Yo moriría por amor, porque, no.
—No digas tonterías, Leyna. Eres muy joven para enamorarte y para querer morir por amor.
—El amor no tiene edad, Mario.
—El amor debe tener reglas y no darlo todo sin más.
Entendí que sus palabras tenían doble significado, pues claro que lo tenía, porque se hizo el silencio de una manera tan singular que pude oír lo que él no quiere que escuche.
—Te estás equivocando, el amor es ...— me vuelve a interrumpir.
—El amor es una m****a, fin de la conversación— atisbó con un cambio de expresión en su rostro.
MarioSeguiré como lo hice hasta ahora, mientras siento como se me forma un nudo entre los dientes al no poder hacer lo que mi deseo me exigía, seguiré con la lengua atada mientras controlo lo que quiero hacer y que no debo ni de pensar en ello.Continuaré siendo el Mario que sonríe y que nada parece pasar y no me dejaré llevar por el Mario que hace unas semanas piensa en lo prohibido, en lo imposible.—Gracias por la comida, estuvo exquisita.Su forma de hablar no es de una chica de diecisiete años, ella parece más mayor, más mujer de lo que debería de ser y con tan solo perderme en cualquier parte de sus labios ya dejo de pensar con coherencia, simplemente me bloqueo y espero que no se dé cuenta de ello.—Me alegra saber que te gustó.Empezó a recoger la mesa y la ayudé con los platos. Nuestras miradas se cruzaban
LeynaMe dejé por lo que fuera que me guiará. Escuché su conversación y mi corazón empezó a palpitar tan de prisa que pensé que se me iba a detener en cualquier momento.Le confesé de sopetón al verme descubierta ante él, se lo dije y no había vuelta atrás.—Me enamoré de ti— volví a decir casi temblando.—Deja de decir tonterías, Leyna. No olvides quién eres ni quien soy.—Me enamoré de ti— lo volví a decir alzando ligeramente la voz. No sé, pero necesitaba que lo entendiera de una manera clara.Este se aleja de mí y empieza a andar hacia la cocina, lo sigo—. Te oí, escuché lo que le estabas diciendo a Abel.—No oíste nada, por qué no dije absolutamente nada.Sonrío con amargura—. No me trat
Mario—Crees que eres el problema y no es así, tú eres la solución— esas palabras siguen sonando en mis oídos, ella sigue sin dejar de torturarme por dentro, su confesión fue dura para mí, al igual que sé que fui duro con ella. La deseaba, era evidente, pero ¿amarla?, no señores, eso era imposible. Que me llamen inmaduro, que digan que la forma de comportarme y de negar lo que ya sabía es de un niño mimado o lo que sea. No podía ni quería ver la realidad de esas palabras, no era bueno lo que ella decía.Puede provocar ternura en mí, que sus labios llamen mi atención y que la forma que me mira me erice la piel, pero solo eso. No hay más ni debe de haber más.A veces la distancia es la mejor cura para seguir caminando, incluso cuando sientes que lo único que quieres es estar cerca.—Necesito
LeynaTenía la necesidad de hacer lo que no solía hacer, salir por ahí a divertirme con mis amigos y conocidos, acabar la noche en casa de Amelia y olvidarme de Mario. De lo gilipollas que se había portado conmigo cuando me gritaba a todo pulmón que mi amor por él era una tontería.Pero, ¿saben qué?, terminé de alistarme y cuando ya había apagado las luces escuché un ruido al otro lado de la puerta de la casa. Rápidamente, me escondí bajo mi cama y esperé a ver de quien se trataba. Por un momento pensé que habían entrado a robar, pero cuando percibí la figura del verdadero ladrón de mi corazón, me relajé y continué oculta bajo ese colchón.—Golpe y efecto— pensé sonriendo mientras el frío del suelo lo sentía filtrase bajo la tela de mi camisa.Este
MarioLo difícil no es aceptar un amor imposible, lo que realmente cuesta creer y normalizar es la situación y los detalles en la que ese amor se está dando. Uno quiere, desea y es evidente que también llega a doler. Así es, nos duele rechazar sabiendo que lo quieres de igual manera, estando prohibido o no. Pero rechazarlo para no romper una amistad de años es igual a cerrar la boca en contra de tus propios deseos.—El valor de esas acciones son del doble de lo que te están ofreciendo, Volker. Simplemente, recházalas ni hace falta que me lo consultes.Mientras ceno solo en la cocina, el trabajo de España me estaba estresando. Me tenía nervioso y no precisamente todo lo acumulado, sino lo que mis ojos veían.Esta mañana fue intensa, ella aceptó no presionar más y dejar las cosas como estaban. Y en parte pienso que es lo mejor. Intentar n
LeynaDescribir la forma en la que me sentí al tenerlo tan cerca de mí viendo aquella película fue como si por primera vez estuviese durmiendo en el cielo, que nada ni nadie tenía sentido, excepto nosotros dos. Por única vez me sentí diferente y aceptada de alguna manera como lo deseaba.—Madrugaste— dijo al verme sudada y con tan solo un top y leggins de licra.—Salí a correr por la zona.Mario baja su mirada y toma asiento a mi lado, el brillo de mi piel le llamaba a gritos y eso era evidente, él me dejaba ver lo que tanto ocultaba al bajar sus ojos.—Toma— le di su taza de café—. ¿Me llevarás a clase?Sus ojos buscan los míos y mi pecho vibró—. Si quieres, sí.—Quiero.—Vale, entonces date prisa en cambiarte, tengo una junta importante en una hora.Con
MarioNo sé... pienso y busco su mirada, en mis recuerdos, en mi mente y estoy temiendo a enamorarme, a dejar de ser yo, por querer estar solo con ella. Mi piel duele por no poder tocarla, mi intención es no lastimarla, es no querer romper ese vínculo que se formó con su hermano, y con ella. ¿Y saben qué?, el fantasma que me rodea y me grita que me lance, me sigue a todas partes, me tortura con tan solo imaginar que pueda llegar alguien más y que decida dejar ese amor que dice sentir por mí en el olvido. La imagino en mi habitación, sobre mi pecho y perdiendo la razón en su aroma, su esencia que desprende e inunda mi espacio a vainilla.Quiero protegerla, cuidarla de cualquier mal, verla cumplir cada uno de sus sueños, que su mirada siga trasmitiendo lo que ella solo puede decirme sin hablar. Pero cuando me doy cuenta de que despierta en mí lo que otra mujer no fue capa
LeynaSe enredó como serpiente a mi cuerpo aquella mañana que el sol salió más fuerte que nunca, que iluminó su rostro ante mis ojos mientras él descansaba abrazado a mí, me tenía contra su cuerpo como si temiese perderme.Aquella mañana, fue la primera de las noches que aún me quedaban a su lado. En la mañana parecía distante, otro Mario, pero en las noches llegaba a mi habitación y se quedaba hasta que saliera el sol.Y desde entonces el sol siempre brillo ante nosotros, todos los días sonreía como niña de diez años y esperaba a la llegada de la noche.Me conformé con su tacto sobre mi cabello, su piel cerca de la mía, y sus latidos sonando directamente en mi oído al recostarme sobre su pecho. Su olor me envolvía y sus brazos me daban calor. Era cuidadoso en dar siempre algún paso nuev