Mario
Seguiré como lo hice hasta ahora, mientras siento como se me forma un nudo entre los dientes al no poder hacer lo que mi deseo me exigía, seguiré con la lengua atada mientras controlo lo que quiero hacer y que no debo ni de pensar en ello.
Continuaré siendo el Mario que sonríe y que nada parece pasar y no me dejaré llevar por el Mario que hace unas semanas piensa en lo prohibido, en lo imposible.
—Gracias por la comida, estuvo exquisita.
Su forma de hablar no es de una chica de diecisiete años, ella parece más mayor, más mujer de lo que debería de ser y con tan solo perderme en cualquier parte de sus labios ya dejo de pensar con coherencia, simplemente me bloqueo y espero que no se dé cuenta de ello.
—Me alegra saber que te gustó.
Empezó a recoger la mesa y la ayudé con los platos. Nuestras miradas se cruzaban sin querer y la tensión iba en aumento. No sé cómo voy a hacerlo estos días que permanezca en mi casa.
—Estaré en mi despacho— dije alejándome de ella. Necesitaba esconderme en alguna parte. No soy de trabajar en casa, pero en este caso tenía que ponerlo de excusa.
Las horas fueron pasando y no dejo de pensar. Por más que le doy vuelta al asunto, no soy capaz de llegar a un punto donde la mente se aclare y yo pueda poner fin a esta tortura.
—Hola, mamá— decidí hablar con mi madre, quizás puede sacarme a Leyna de la cabeza por un rato.
—Mario, hijo. Que alegría escucharte.
—Lo siento, madre. Apenas tengo tiempo y por eso no llamo a diario— me justifico—. ¿Cómo estáis?
—Bien— escuché la sonrisa de una niña, de la princesa de la familia.
—Madison está contigo— sonreí por pensar en ella.
—Así es, Chloé tenía una cirugía importante que no podía cancelar y Abel una reunión importante con...— la interrumpo.
—Con mis nuevos clientes.
—Sí, y la pequeña Madison está con fiebre, por eso está conmigo.
—¡Vaya! Espero que no sea nada.
—Según su madre son los dientes.
Chloé es la pequeña de mi hermano que llegó a la vida de Abel para ponérsela patas arriba y cambiarlo por completo. Él dejó de ser el típico hombre que le importaba lo superficial y acabó dándole más importancia a lo que sentía que a lo que solo veía.
—¿Está bien, Mario? Se te escucha cansado, apagado, quizás.
—Estoy con la cabeza hecha un lío, madre. Pero estaré bien.
—¿Tiene que ver con el corazón?
—No, madre, sino con la razón. Tengo que hacerle entender a la razón que hay cosas que no se debe pensar.
—Una mujer, eh.
—Una joven mujer. Una no apta para un hombre como yo.
Era difícil reconocerlo, pero mi madre era mi confidente.
—No hay mujeres no aptas para ti. No digas tonterías, hijo. Si tanto te duele la cabeza por pensar en ella, entonces es porque vale la pena.
Sonrío mientras juego con el bolígrafo entre mis dedos.—Mejor tomarse un analgésico y dejar que el dolor desaparezca.
Tocan la puerta y su voz sonó en el lugar donde me encontraba— Mario, podemos hablar— entra dentro y mi madre percibió su voz.
—Es ella, ¿verdad? Tu dolor de cabeza— dice mi madre por la otra línea.
—La hermana de Volker pasará unos días en mi casa mientras él esté en España.
—Entiendo. Ve y atiéndela.
—Te quiero, madre.
Concluí la llamada y alcé mis ojos en busca de ella. La observé por unos instantes, tenía el pelo revuelto y se había puesto el pijama.
Esta mañana su hermano me dejó una pequeña maleta de ella donde había guardado sus cosas para los días que iba a estar conmigo.La naturalidad que desprendía me llegó a causar ternura. Mientras permanecía quieta y en silencio frente a mí, mi interior sintió algo que hasta ahora no había sentido por nadie.
—Cálmate, hombre. Aquí el adulto eres tú y no eres un enfermo que mira a una joven menor de edad— mi subconsciente me devuelve la cordura y pregunto:
—¿Qué necesitas, Leyna?
—Me acaba de llamar Volker y me dijo que te dijera que le devolvieras la llamada, ya que estabas comunicando.
Asentí— gracias, le llamaré enseguida.
Olvídate de todo y deja de mirarla— me digo a mí mismo sin romper mi mirada de ella, el pantalón largo de su pijama cubría sus zapatillas y su anatomía era perfecta, sutil y pequeño con unas hermosas curvas ocultas tras esa tela.
Su belleza era jodidamente arrebatadora.
—Bueno, entonces te dejo hablar— añade y la veo desaparecer por la puerta. Suelto un largo suspiro y marco a Volker.
—Supuse que estabas hablando con alguien importante— dijo él nada más contestar.
—Hablaba con mi madre.
—Pues eso, alguien importante— sonreí.
—Así es, ¿qué tal fue la reunión? Y tú, ¿cómo llegaste?
—Si te soy sincero, fue entretenido, conocí a una chica que me dejó excitado de arriba a abajo.
Sigo sonriendo—. Ya veo, que aparte de cerrar un gran negocio, mojaras pan.
Volker suelta una sonora carcajada—. Eso espero, por cierto, tengo delante a Abel. Y la reunión fue como estaba prevista. Todo irá bien, ya verás.
—Eso espero, amigo.
—¿Y mi hermana qué tal?, hablé con ella hace unos minutos y me dijo que todo iba bien.
—Sí, todo está bien con ella. No te preocupes.
No estaba dispuesto a decirle que vi algo extraño cuando la recogí de la salida del instituto. Tampoco le iba a contar las conclusiones que saqué al hablar con ella sobre ese chico.
— Con lo que sea me dices, voy al baño y aprovecho para pasarte a Abel.
—Así será.
Añadí y me pasa a mi hermano.
—Hermano— su voz sonó en mi oído—. Supongo que no está siendo nada fácil convivir con ella.
Supuse que Volker ya estaba demasiado lejos para que Abel dijera eso.
—No sabes cuánto. A veces pienso en qué momento me di cuenta lo que había cambiado de ella para que llamara la atención.
—¿Y qué piensas hacer? — pregunta.
—No lo sé, la vi crecer, ella solo tenía doce años cuando conocí a Volker. Y ahora se convirtió en una hermosa chica que se coló en mi mente de una manera tan desconocida para mí que la oscuridad nubla mi razón.
—Es una locura, Mario. Pero el amor es así.
—No estoy enamorado de ella, Abel. Solamente me atrae, punto no hay más. De hecho, necesito salir con alguien más para sacarla de mis pensamientos.
—A ver si te va a tocar alguna lunática que acabará por hacerte la vida imposible. Recuerda mi historia.
Sonrío y es que para no hacerlo. Abel pasó, por tanto.
—Lo sé, para olvidarme de esa mujer que también destrozó la vida de Lili. En fin, Abel. Solo espero que los días pasen rápido y ella regrese con su hermano porque no sé hasta cuanto puedo contener mi deseo.
—Agua fría, Mario.
—Ya, claro.
Sonrío de nuevo y después cuelgo la llamada. Me levanto de la silla y abro la puerta y para mi sorpresa me encuentro a Leyna frente a mí.
— Yo si estoy enamorada de ti.
Una onda expansiva llegó a mí—. ¿Qué?
LeynaMe dejé por lo que fuera que me guiará. Escuché su conversación y mi corazón empezó a palpitar tan de prisa que pensé que se me iba a detener en cualquier momento.Le confesé de sopetón al verme descubierta ante él, se lo dije y no había vuelta atrás.—Me enamoré de ti— volví a decir casi temblando.—Deja de decir tonterías, Leyna. No olvides quién eres ni quien soy.—Me enamoré de ti— lo volví a decir alzando ligeramente la voz. No sé, pero necesitaba que lo entendiera de una manera clara.Este se aleja de mí y empieza a andar hacia la cocina, lo sigo—. Te oí, escuché lo que le estabas diciendo a Abel.—No oíste nada, por qué no dije absolutamente nada.Sonrío con amargura—. No me trat
Mario—Crees que eres el problema y no es así, tú eres la solución— esas palabras siguen sonando en mis oídos, ella sigue sin dejar de torturarme por dentro, su confesión fue dura para mí, al igual que sé que fui duro con ella. La deseaba, era evidente, pero ¿amarla?, no señores, eso era imposible. Que me llamen inmaduro, que digan que la forma de comportarme y de negar lo que ya sabía es de un niño mimado o lo que sea. No podía ni quería ver la realidad de esas palabras, no era bueno lo que ella decía.Puede provocar ternura en mí, que sus labios llamen mi atención y que la forma que me mira me erice la piel, pero solo eso. No hay más ni debe de haber más.A veces la distancia es la mejor cura para seguir caminando, incluso cuando sientes que lo único que quieres es estar cerca.—Necesito
LeynaTenía la necesidad de hacer lo que no solía hacer, salir por ahí a divertirme con mis amigos y conocidos, acabar la noche en casa de Amelia y olvidarme de Mario. De lo gilipollas que se había portado conmigo cuando me gritaba a todo pulmón que mi amor por él era una tontería.Pero, ¿saben qué?, terminé de alistarme y cuando ya había apagado las luces escuché un ruido al otro lado de la puerta de la casa. Rápidamente, me escondí bajo mi cama y esperé a ver de quien se trataba. Por un momento pensé que habían entrado a robar, pero cuando percibí la figura del verdadero ladrón de mi corazón, me relajé y continué oculta bajo ese colchón.—Golpe y efecto— pensé sonriendo mientras el frío del suelo lo sentía filtrase bajo la tela de mi camisa.Este
MarioLo difícil no es aceptar un amor imposible, lo que realmente cuesta creer y normalizar es la situación y los detalles en la que ese amor se está dando. Uno quiere, desea y es evidente que también llega a doler. Así es, nos duele rechazar sabiendo que lo quieres de igual manera, estando prohibido o no. Pero rechazarlo para no romper una amistad de años es igual a cerrar la boca en contra de tus propios deseos.—El valor de esas acciones son del doble de lo que te están ofreciendo, Volker. Simplemente, recházalas ni hace falta que me lo consultes.Mientras ceno solo en la cocina, el trabajo de España me estaba estresando. Me tenía nervioso y no precisamente todo lo acumulado, sino lo que mis ojos veían.Esta mañana fue intensa, ella aceptó no presionar más y dejar las cosas como estaban. Y en parte pienso que es lo mejor. Intentar n
LeynaDescribir la forma en la que me sentí al tenerlo tan cerca de mí viendo aquella película fue como si por primera vez estuviese durmiendo en el cielo, que nada ni nadie tenía sentido, excepto nosotros dos. Por única vez me sentí diferente y aceptada de alguna manera como lo deseaba.—Madrugaste— dijo al verme sudada y con tan solo un top y leggins de licra.—Salí a correr por la zona.Mario baja su mirada y toma asiento a mi lado, el brillo de mi piel le llamaba a gritos y eso era evidente, él me dejaba ver lo que tanto ocultaba al bajar sus ojos.—Toma— le di su taza de café—. ¿Me llevarás a clase?Sus ojos buscan los míos y mi pecho vibró—. Si quieres, sí.—Quiero.—Vale, entonces date prisa en cambiarte, tengo una junta importante en una hora.Con
MarioNo sé... pienso y busco su mirada, en mis recuerdos, en mi mente y estoy temiendo a enamorarme, a dejar de ser yo, por querer estar solo con ella. Mi piel duele por no poder tocarla, mi intención es no lastimarla, es no querer romper ese vínculo que se formó con su hermano, y con ella. ¿Y saben qué?, el fantasma que me rodea y me grita que me lance, me sigue a todas partes, me tortura con tan solo imaginar que pueda llegar alguien más y que decida dejar ese amor que dice sentir por mí en el olvido. La imagino en mi habitación, sobre mi pecho y perdiendo la razón en su aroma, su esencia que desprende e inunda mi espacio a vainilla.Quiero protegerla, cuidarla de cualquier mal, verla cumplir cada uno de sus sueños, que su mirada siga trasmitiendo lo que ella solo puede decirme sin hablar. Pero cuando me doy cuenta de que despierta en mí lo que otra mujer no fue capa
LeynaSe enredó como serpiente a mi cuerpo aquella mañana que el sol salió más fuerte que nunca, que iluminó su rostro ante mis ojos mientras él descansaba abrazado a mí, me tenía contra su cuerpo como si temiese perderme.Aquella mañana, fue la primera de las noches que aún me quedaban a su lado. En la mañana parecía distante, otro Mario, pero en las noches llegaba a mi habitación y se quedaba hasta que saliera el sol.Y desde entonces el sol siempre brillo ante nosotros, todos los días sonreía como niña de diez años y esperaba a la llegada de la noche.Me conformé con su tacto sobre mi cabello, su piel cerca de la mía, y sus latidos sonando directamente en mi oído al recostarme sobre su pecho. Su olor me envolvía y sus brazos me daban calor. Era cuidadoso en dar siempre algún paso nuev
MarioParecía que caminaba sobre el abismo, pasó todo tan rápido y sin planearlo que ahora que la tenía contra mis labios y sin intención de soltar esa boca que tanto me llamaba, que me enloquecía y que me mantenía al borde de la desesperación.—Yo...— dice mientras le suelto la boca y une su frente con la mía mientras la deleite con la mirada, su respiración estaba agitada y las lágrimas mojaban sus mejillas enrojecidas—. Te amo, Mario. Te juro que lo que siento por ti es sincero y real.Esa onda expansiva que había sentido hace semanas, ahora con este beso pervivió que esa onda llegase otras más. Se me erizó el vello de la nuca. Ella entera es jodidamente arrebatadora.Al ver que no decía nada, Leyna deja de mirarme y se aleja de mí.—Leyna, olvídate de todo y mírame. No deje