Leyna
Me dejé por lo que fuera que me guiará. Escuché su conversación y mi corazón empezó a palpitar tan de prisa que pensé que se me iba a detener en cualquier momento.
Le confesé de sopetón al verme descubierta ante él, se lo dije y no había vuelta atrás.
—Me enamoré de ti— volví a decir casi temblando.
—Deja de decir tonterías, Leyna. No olvides quién eres ni quien soy.
—Me enamoré de ti— lo volví a decir alzando ligeramente la voz. No sé, pero necesitaba que lo entendiera de una manera clara.
Este se aleja de mí y empieza a andar hacia la cocina, lo sigo—. Te oí, escuché lo que le estabas diciendo a Abel.
—No oíste nada, por qué no dije absolutamente nada.
Sonrío con amargura—. No me trates como niña. Te amo y esa es mi verdad, la única verdad que llevo callando desde hace tiempo.
—¡Estás diciendo tonterías!
—No lo son. Tengo claro las cosas y también veo lo que te asusta.
—Y sigues actuando como niña. Deja de hablar.
Su indiferencia me ponía mal el estómago.
—Eres la hermana de Volker. Eres una chica de diecisiete años y yo soy un hombre de treinta y uno. Entiende que lo que estás diciendo no tiene ni pies ni cabeza. Es surrealista.
—No te importó que fuera la hermana de tu amigo cuando tu deseo va en aumento, cuando tus ojos me gritan lo que tanto quieren que les dé.
—No sigas...— sale de la cocina y lo sigo detrás.
—Lo siento, pero no eres la clase de mujer con la que quiero estar, con la que me quiero dejar ver ante el mundo. Y yo no soy la clase de hombre que necesitas. Podría ser tu hermano mayor.
Alcé las cejas y mis pies me dijeron hasta aquí, no lo iba a seguir, aunque mi corazón me gritara que lo hiciera. Él quiere lastimarme con su indiferencia y yo no lo voy a dejar.
—Eres muy bonita. Sí, no lo niego, sin embargo, no vas a escuchar de mí lo que quieres porque lo que piensas es imposible. Respeto la amistad que tengo con Volker y la relación laboral que nos une.
—Y aun así te repito que no me importa nada, excepto lo que siento por ti. — No quiero entender lo que me estaba diciendo.
Baja su mirada y después este se acerca a mí—. No quiero lastimarte, no pretendo que me odies, pero debes olvidarte de esta absurda tontería.
Lo quiero tanto que temo que me saque de su vida y por eso no me queda de otra que aceptar y pedir disculpas—. Tienes razón. Es una tontería, lo siento.
Sin añadir más, este asiente y se aleja para meterse en su habitación. Juro que quería llorar, necesitaba hacerlo, pero no debía lastimarme, por lo que él quizás también sienta y no se atreva a decirlo como lo dije yo. A veces la edad no es el significado de madurez.
Me introduje en la habitación que ocupo temporalmente y me pierdo bajo la almohada y dejo que los pensamientos de lo ocurrido revuelvan mi cabeza. Era la única manera de rectificar de los errores y pensarlo varias veces me ayudará a saber en donde había fallado para que él reaccionara de esa manera, cuando había oído claramente cómo le decía a su hermano que me había colado en su mente.
— Se lo dije.
Al rato le escribo un mensaje a Amelia.
—¿No jodas?
—Lo jodí, pero bien. Y aun así sabes que no me arrepiento de lo que hago o digo. Siempre he seguido mi intuición y de esta forma será siempre, aunque eso signifique darme contra un muro.
Dicen que cuando te duele tanto el corazón decide retirarse, tirar la toalla y olvidar de ese presente y futuro incierto.
—Lo sé, eres única en tu carácter, y a todo esto. ¿Cómo estás? No quiero verte rota. Eres una chica increíble y tendrías a cualquiera a tu lado.
—A cualquiera, no. Porque a él no lo puedo tener. Dice que soy una niña y él un hombre de treinta y uno, que es imposible cualquier situación y ¿sabes qué?, no voy a rendirme tan fácilmente. Aunque no lo quiera reconocer, él sabe lo que siento y eso es lo importante.
Seguimos escribiendo por un buen rato por vía wasap y le conté todo lo que había escuchado.
A veces nos empeñamos que el destino es el mejor de los caminos y que cada día pudiera ser diferente, que algo podría cambiar esa mañana y que el mundo podría estar bajo mis pies con tan solo una sonrisa. Pero no fue así, después de mi gran confesión, Mario dejó de ser el mismo, apenas hablábamos y nuestra convivencia era rara, por no decir dura para ambos.
Me dio una llave de su casa y dejó de ir a recogerme al instituto. Salía de noche y no volvía hasta el día siguiente. Descansado y aparentemente recién follado.
Era una tortura para mí, pero lo toleraba. Era una chica con una gran paciencia, de hecho, siempre fui así.
Al tercer día de estar en su casa, aquella mañana había amanecido y decidí plantarle cara y pedirle que deje su indiferencia a un lado. Que no era una acosadora y que no piense que por el simple hecho de que lo amase pudiera huir de mí como si apestara.
—¡Buenos días! — ahí estaba con su traje azul marino y con una sofisticación innata. Su cabello bien estilizado y su perfume que inunda el salón, causaron un terrible escalofrío en mi ser.
—¡Hola! — alza ligeramente su vista del celular para mirarme.
—Podemos hablar.
—Tengo prisa, quizás en otro momento.
—Mario, por Dios, deja de castigarme con tu indiferencia. Solo quiero que sepas que no necesitas cambiar nada porque te dijera que...—me detiene.
—No me dijiste nada, así que no te preocupes, no cambié nada, solo que estos días voy cargado de trabajo.
El vello de los brazos se me erizó al ver que se acercó a mí—. Crees que eres el problema, ¿no? —Hago una pausa esperando que dijera algo, pero no contestó, así que volví a hablar—. No es así, Mario, tú eres la solución.
Mario—Crees que eres el problema y no es así, tú eres la solución— esas palabras siguen sonando en mis oídos, ella sigue sin dejar de torturarme por dentro, su confesión fue dura para mí, al igual que sé que fui duro con ella. La deseaba, era evidente, pero ¿amarla?, no señores, eso era imposible. Que me llamen inmaduro, que digan que la forma de comportarme y de negar lo que ya sabía es de un niño mimado o lo que sea. No podía ni quería ver la realidad de esas palabras, no era bueno lo que ella decía.Puede provocar ternura en mí, que sus labios llamen mi atención y que la forma que me mira me erice la piel, pero solo eso. No hay más ni debe de haber más.A veces la distancia es la mejor cura para seguir caminando, incluso cuando sientes que lo único que quieres es estar cerca.—Necesito
LeynaTenía la necesidad de hacer lo que no solía hacer, salir por ahí a divertirme con mis amigos y conocidos, acabar la noche en casa de Amelia y olvidarme de Mario. De lo gilipollas que se había portado conmigo cuando me gritaba a todo pulmón que mi amor por él era una tontería.Pero, ¿saben qué?, terminé de alistarme y cuando ya había apagado las luces escuché un ruido al otro lado de la puerta de la casa. Rápidamente, me escondí bajo mi cama y esperé a ver de quien se trataba. Por un momento pensé que habían entrado a robar, pero cuando percibí la figura del verdadero ladrón de mi corazón, me relajé y continué oculta bajo ese colchón.—Golpe y efecto— pensé sonriendo mientras el frío del suelo lo sentía filtrase bajo la tela de mi camisa.Este
MarioLo difícil no es aceptar un amor imposible, lo que realmente cuesta creer y normalizar es la situación y los detalles en la que ese amor se está dando. Uno quiere, desea y es evidente que también llega a doler. Así es, nos duele rechazar sabiendo que lo quieres de igual manera, estando prohibido o no. Pero rechazarlo para no romper una amistad de años es igual a cerrar la boca en contra de tus propios deseos.—El valor de esas acciones son del doble de lo que te están ofreciendo, Volker. Simplemente, recházalas ni hace falta que me lo consultes.Mientras ceno solo en la cocina, el trabajo de España me estaba estresando. Me tenía nervioso y no precisamente todo lo acumulado, sino lo que mis ojos veían.Esta mañana fue intensa, ella aceptó no presionar más y dejar las cosas como estaban. Y en parte pienso que es lo mejor. Intentar n
LeynaDescribir la forma en la que me sentí al tenerlo tan cerca de mí viendo aquella película fue como si por primera vez estuviese durmiendo en el cielo, que nada ni nadie tenía sentido, excepto nosotros dos. Por única vez me sentí diferente y aceptada de alguna manera como lo deseaba.—Madrugaste— dijo al verme sudada y con tan solo un top y leggins de licra.—Salí a correr por la zona.Mario baja su mirada y toma asiento a mi lado, el brillo de mi piel le llamaba a gritos y eso era evidente, él me dejaba ver lo que tanto ocultaba al bajar sus ojos.—Toma— le di su taza de café—. ¿Me llevarás a clase?Sus ojos buscan los míos y mi pecho vibró—. Si quieres, sí.—Quiero.—Vale, entonces date prisa en cambiarte, tengo una junta importante en una hora.Con
MarioNo sé... pienso y busco su mirada, en mis recuerdos, en mi mente y estoy temiendo a enamorarme, a dejar de ser yo, por querer estar solo con ella. Mi piel duele por no poder tocarla, mi intención es no lastimarla, es no querer romper ese vínculo que se formó con su hermano, y con ella. ¿Y saben qué?, el fantasma que me rodea y me grita que me lance, me sigue a todas partes, me tortura con tan solo imaginar que pueda llegar alguien más y que decida dejar ese amor que dice sentir por mí en el olvido. La imagino en mi habitación, sobre mi pecho y perdiendo la razón en su aroma, su esencia que desprende e inunda mi espacio a vainilla.Quiero protegerla, cuidarla de cualquier mal, verla cumplir cada uno de sus sueños, que su mirada siga trasmitiendo lo que ella solo puede decirme sin hablar. Pero cuando me doy cuenta de que despierta en mí lo que otra mujer no fue capa
LeynaSe enredó como serpiente a mi cuerpo aquella mañana que el sol salió más fuerte que nunca, que iluminó su rostro ante mis ojos mientras él descansaba abrazado a mí, me tenía contra su cuerpo como si temiese perderme.Aquella mañana, fue la primera de las noches que aún me quedaban a su lado. En la mañana parecía distante, otro Mario, pero en las noches llegaba a mi habitación y se quedaba hasta que saliera el sol.Y desde entonces el sol siempre brillo ante nosotros, todos los días sonreía como niña de diez años y esperaba a la llegada de la noche.Me conformé con su tacto sobre mi cabello, su piel cerca de la mía, y sus latidos sonando directamente en mi oído al recostarme sobre su pecho. Su olor me envolvía y sus brazos me daban calor. Era cuidadoso en dar siempre algún paso nuev
MarioParecía que caminaba sobre el abismo, pasó todo tan rápido y sin planearlo que ahora que la tenía contra mis labios y sin intención de soltar esa boca que tanto me llamaba, que me enloquecía y que me mantenía al borde de la desesperación.—Yo...— dice mientras le suelto la boca y une su frente con la mía mientras la deleite con la mirada, su respiración estaba agitada y las lágrimas mojaban sus mejillas enrojecidas—. Te amo, Mario. Te juro que lo que siento por ti es sincero y real.Esa onda expansiva que había sentido hace semanas, ahora con este beso pervivió que esa onda llegase otras más. Se me erizó el vello de la nuca. Ella entera es jodidamente arrebatadora.Al ver que no decía nada, Leyna deja de mirarme y se aleja de mí.—Leyna, olvídate de todo y mírame. No deje
MarioQuería escuchar a mí yo interior que no paraba de mandarme mensajes. Quería cerrar los ojos y dejarme llevar y puedo asegurar que la quería sobre mí más que nada, que su olor viva sobre mi piel y estoy a nada de dejar de ser quien soy y adueñarme de su ser. De olvidarme que es la hermana de Volker y simplemente es una chica que se coló en mi cabeza.Esa noche no visité su habitación, no la abracé hasta que saliera el sol, sin embargo, me quedé despierto toda la noche mirando el techo de mi cuarto analizando lo que había sucedido entre nosotros.Con un dolor insoportable de cabeza salí en busca de un café. El sol había salido e iluminaba el interior de la casa. Miré el reloj y eran las once, Leyna aún no estaba.—Qué raro— me dije a mi mismo mirando a la puerta de la habitación.<