Capítulo 28. La mudanza.

Samantha cambió esa mañana de habitación en medio de una gran tensión. Morrigan y algunas empleadas la ayudaron a trasladar todas sus cosas y ubicarlas dentro del enorme dormitorio de Robert.

Aquel espacio era digno de un rey. El vestidor era dos veces más grande y contaba con sillones y mesas para organizar las prendas. La cama era bastante ancha y tenía doseles de madera tallada, lo suficiente como para albergar al enorme León y a su pequeña cervatilla con total comodidad.

Todos los muebles poseían un acabado elegante y cada rincón de la habitación se encontraba en un impecable orden.

Si no fuese por el profundo aroma varonil impregnado en aquellas paredes, ella no pensaría que sería la habitación de un hombre. Se veía en extremo perfecta. Los hombres que había conocido eran todos desordenados y descuidados.

Él supervisaba la mudanza con gran atención, manteniéndose un poco apartado y de brazos cruzados. Como si temiera que de pronto ella se arrepintiera de su promesa y se marchara
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