Esa noche, ninguno de los dos pudo dormir. Samantha lloró, sentada junto a la puerta. Con la espalda apoyada en la madera y las rodillas en alto, abrazada a ellas.Estaba harta de que la trataran de aquella manera, como si fuese una ramera que no tenía derecho a nada, ni quiera, a defenderse de falsas acusaciones.Supuso que Robert se había enterado de lo que había sucedido con Luter y con el mesero porque Deborah se lo había dicho, aunque a su manera. Quizás, exagerando.La mujer debió aprovechar el momento en que ella se encontraba en la oficina con Fletcher para abordarlo en el auto y llenarle la cabeza de basura.En una ocasión escuchó sus pasos pesados pasando frente a su puerta y se detuvo en ella un instante, pero no hizo nada más.Samantha esperó con la respiración detenida a que él hiciese algo, pero, como había estado tan enfurecida, si Robert se hubiese atrevido a entrar, ella le hubiese saltado encima para arañarle el rostro. Tal vez fue bueno que él al final siguiera de l
Samantha se encerró en su habitación, esta vez de forma voluntaria, para terminar de ahogar la furia que la embargaba. Todo lo que hiciera en ese momento lo haría motivada por la rabia y no quería actuar de manera imprudente.Ya no se podía dar el lujo de cometer más errores.Se sentó en la cama para reflexionar sobre su situación y evaluar la manera más rápida de salir de ella, pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la puerta de su habitación se abrió sin que llamaran.—¿Ahora invadirás mi privacidad cada vez que te provoque?Robert clavó una mirada iracunda en ella, tomó la silla y la ubicó frente a la mujer, muy cerca. Se derrumbó en el asiento con las piernas abiertas, quedando Samantha en medio, y puso un codo en el apoyabrazos para sostener con una mano a su cabeza. Su postura evidenciaba agotamiento.—Estamos casados y probablemente ya estés embarazada de mi hijo.Ella no le respondió, solo desvió su mirada. Sí había sentido algunos cambios en su cuerpo, pero no quis
Samantha cambió esa mañana de habitación en medio de una gran tensión. Morrigan y algunas empleadas la ayudaron a trasladar todas sus cosas y ubicarlas dentro del enorme dormitorio de Robert.Aquel espacio era digno de un rey. El vestidor era dos veces más grande y contaba con sillones y mesas para organizar las prendas. La cama era bastante ancha y tenía doseles de madera tallada, lo suficiente como para albergar al enorme León y a su pequeña cervatilla con total comodidad.Todos los muebles poseían un acabado elegante y cada rincón de la habitación se encontraba en un impecable orden.Si no fuese por el profundo aroma varonil impregnado en aquellas paredes, ella no pensaría que sería la habitación de un hombre. Se veía en extremo perfecta. Los hombres que había conocido eran todos desordenados y descuidados.Él supervisaba la mudanza con gran atención, manteniéndose un poco apartado y de brazos cruzados. Como si temiera que de pronto ella se arrepintiera de su promesa y se marchara
Samantha entró esa tarde al bar como si fuese una reina llegando a su castillo. Se había vestido con gran elegancia y no iba acompañada por dos guardaespaldas, sino por seis y afuera habían quedado cuatro más. También iba con ella su amiga Jenny.Todos la veían con curiosidad sin atreverse a cruzarse en su camino. De lejos Deborah la veía con odio, aunque en esa ocasión no se animó a cuchuchear con sus amigas para molestarla.Solo McGraw se animó a acercarse cuando la mujer llegó a la barra.—¡Diosa! Llegaste temprano —la saludó con sonrisa chispeante.Ella también sonrió aunque con arrogancia.—McGraw, quiero presentarte a Jenny Carpenter. Ella será la coordinadora de los espectáculos musicales que realizaremos en el bar. Se encargará de los artistas y sus contratos, así como de los técnicos de sonido e iluminación.—Oh, mucho gusto, preciosa. Un placer conocerte —dijo a Jenny y estrechó su mano—. ¿Comenzará a trabajar hoy?—Sí. Llamé a algunos artistas para entrevistarlos y ella se
Esa noche, al regresar del bar, Robert se mostró muy interesado en cómo se había desarrollado el día para Samantha. La interrogó sobre cada cosa sucedida para verificar que no hubiese ocurrido otro incidente.La mujer se sintió extraña por el interrogatorio, ya que no lo sintió como una intromisión, sino como un interés real del hombre hacia ella. Algo que jamás le había sucedido.Nadie en su familia, excepto su hermano Michael en contadas ocasiones, o su amiga Jenny, habían mostrado preocupación por lo que podría ocurrirle.Eso la hizo entrar a la mansión con mejor actitud mientras seguía en silencio a Robert hasta la habitación que ahora compartirían. Estando dentro, ambos se miraron a las caras algo desconcertados.No sabían cómo comportarse ahora que pretendía actuar como un matrimonio común.Para escapar del León, Samantha tomó su camisón de dormir y se refugió en el baño. Cerró la puerta y apoyó la espalda en la madera, para respirar hondo y así serenar a su agitado corazón.—Tr
Samantha llegó esa noche al bar con mayor ánimo. Le había encantado el almuerzo que había compartido con Court y conocer la faceta de Robert de hombre trabajador, encargado de cuidar no solo del buen desarrollo de las construcciones que llevaba a cabo para que el cliente quedara satisfecho, sino de los cientos de empleados que tenía a su disposición.En una ocasión él intervino diciendo que el éxito de su trabajo dependía no solo de la alegría del cliente, sino también la de todos los hombres y mujeres que dependían de su empresa.Eso hizo que ella lo mirara de una manera distinta y sintiera admiración por él. Fue tanta su impresión que no paró de contarle a Jenny lo que habían hablado ese día durante el almuerzo, como si se tratase de un enorme descubrimiento.—Vaya, entonces el León no es tan malo como dicen.—Tiene un carácter difícil y es en extremo desconfiado, pero en el fondo parecer ser bueno. Solo que lo han herido muchísimo.—¿Y has averiguado algo más de él, de esas tantas
Esa noche, al terminar la jornada de trabajo en el bar, Samantha se llevó el dinero de la caja a su oficina y apartó una buena cantidad que dejó sobre su escritorio antes de guardar el resto en la caja fuerte.Jenny entró en ese momento.—Mi taxi ya está en camino. ¿Necesitas algo más de mí?—Sí, que le entregues esto al Topo —explicó la mujer y tomó un sobre para cartas donde metió el dinero que había dejado en su mesa.—¿De verdad vas a pagarle a ese delincuente para que te busque información?—Tú viste lo que Fernand hizo esta noche, así me ha tratado luego de que rompió el compromiso conmigo, de manera déspota y ofensiva. No puedo permitir que se siga saliendo con la suya. Si de verdad pagó para que me asesinaran, necesito saberlo.—¿Y qué harás si lo confirmas? —quiso saber la mujer recibiendo el sobre.—Buscaré las maneras de denunciarlo o de fastidiarlo con eso.Jenny respiró hondo antes de hablar.—¿Entiendes que si de verdad él pagó para que Colin te asesinara, es posible que
Cuando Samantha despertó, estaba sola en la sala. Se escuchaba movimiento en la mansión, el personal se encontraba sumido en sus tareas diarias.Al levantarse, se fijó que seguía desnuda, solo cubierta con la camisa de Robert como si fuese una cobija. La vergüenza la invadió.Rápido se vistió con ella y tomó el resto de su ropa regada en el suelo.Corrió a su habitación. Por suerte no se cruzó con nadie en el camino. Al entrar, no había rastros de Robert, pero era evidente que se había dado una ducha y cambiado, ya que el aroma de su colonia invadía todo el dormitorio.—Miserable, ¿no me pudiste despertar? ¿Dejaste que el personal me encontrara desnuda en la sala? —se quejó con rabia mientras se quitaba de mala gana la camisa de él y la lanzaba al suelo. Con algo debía descargarse.Se dio un largo baño y luego bajó a comer. Las tripas le sonaban por el hambre. Al entrar en el comedor vio a Morrigan preparando un servicio para el almuerzo. Ella apretó el ceño confusa.—Señora, en media