Los siguientes días fueron un torbellino de actividad para Samantha. En el bar debió ponerse firme para que aceptaran los cambios que necesitaba aplicar y en casa se concentraba evaluando la contabilidad del negocio y preparando el plan de inversión.McGraw la ayudó aportándole ideas y Fletcher y muchos empleados se mostraron animados con la idea de la reestructuración de las actividades.Sin embargo, hubo un pequeño grupo que no parecía contento con lo que proponía y estaba siendo liderado por Deborah Clarke.La rubia no perdía oportunidad para molestarla. Aquel se había convertido en su pasatiempo favorito.—Se necesita reponer el estante de los whiskeys. ¿Será que puedo hacerlo, como lo hago cada quince días, o la dueña prefiere que realice otra tarea? —preguntó la mujer mientras Samantha estaba en la cocina terminando de diseñar un nuevo menú con el chef.Ella la traspasó con mirada irritada, comenzaba a cansarse de sus pullas.—¿Sabes qué? Creo que mantenerte aislada detrás de la
Desde ese momento, Samantha intentó estar más alerta. No quería que la volvieran a tomar por sorpresa, pero le resultaba imposible tener los ojos puestos en todos lados.Una noche, Fletcher tuvo que quedarse en la oficina a terminar de rellenar unos formularios fiscales mientras ella se encargaba de la caja.Se ocupaba de cobrar cada consumo al tiempo que revisaba los currículos y las propuestas de varios artistas y cantantes que atendieron a la solicitud que había enviado a un diario local. Deseaba inaugurar pronto la temporada de espectáculos en vivo.Por estar pendiente de esa tarea no se fijó que alguien se había acercado a la caja y se inclinaba en el mesón para quedar cerca de ella.—Señora Lennox.Se sobresaltó apartándose un paso. Miró con terror a Luter, un sujeto delgado, de estatura mediana y cara de rata que había cruzado los brazos sobre la mesa y le dedicaba una sonrisa cínica.—Vaya, pensé que los chismes eran mentira.Ella repasó con rapidez los alrededores. Luter trab
Esa noche, ninguno de los dos pudo dormir. Samantha lloró, sentada junto a la puerta. Con la espalda apoyada en la madera y las rodillas en alto, abrazada a ellas.Estaba harta de que la trataran de aquella manera, como si fuese una ramera que no tenía derecho a nada, ni quiera, a defenderse de falsas acusaciones.Supuso que Robert se había enterado de lo que había sucedido con Luter y con el mesero porque Deborah se lo había dicho, aunque a su manera. Quizás, exagerando.La mujer debió aprovechar el momento en que ella se encontraba en la oficina con Fletcher para abordarlo en el auto y llenarle la cabeza de basura.En una ocasión escuchó sus pasos pesados pasando frente a su puerta y se detuvo en ella un instante, pero no hizo nada más.Samantha esperó con la respiración detenida a que él hiciese algo, pero, como había estado tan enfurecida, si Robert se hubiese atrevido a entrar, ella le hubiese saltado encima para arañarle el rostro. Tal vez fue bueno que él al final siguiera de l
Samantha se encerró en su habitación, esta vez de forma voluntaria, para terminar de ahogar la furia que la embargaba. Todo lo que hiciera en ese momento lo haría motivada por la rabia y no quería actuar de manera imprudente.Ya no se podía dar el lujo de cometer más errores.Se sentó en la cama para reflexionar sobre su situación y evaluar la manera más rápida de salir de ella, pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la puerta de su habitación se abrió sin que llamaran.—¿Ahora invadirás mi privacidad cada vez que te provoque?Robert clavó una mirada iracunda en ella, tomó la silla y la ubicó frente a la mujer, muy cerca. Se derrumbó en el asiento con las piernas abiertas, quedando Samantha en medio, y puso un codo en el apoyabrazos para sostener con una mano a su cabeza. Su postura evidenciaba agotamiento.—Estamos casados y probablemente ya estés embarazada de mi hijo.Ella no le respondió, solo desvió su mirada. Sí había sentido algunos cambios en su cuerpo, pero no quis
Samantha cambió esa mañana de habitación en medio de una gran tensión. Morrigan y algunas empleadas la ayudaron a trasladar todas sus cosas y ubicarlas dentro del enorme dormitorio de Robert.Aquel espacio era digno de un rey. El vestidor era dos veces más grande y contaba con sillones y mesas para organizar las prendas. La cama era bastante ancha y tenía doseles de madera tallada, lo suficiente como para albergar al enorme León y a su pequeña cervatilla con total comodidad.Todos los muebles poseían un acabado elegante y cada rincón de la habitación se encontraba en un impecable orden.Si no fuese por el profundo aroma varonil impregnado en aquellas paredes, ella no pensaría que sería la habitación de un hombre. Se veía en extremo perfecta. Los hombres que había conocido eran todos desordenados y descuidados.Él supervisaba la mudanza con gran atención, manteniéndose un poco apartado y de brazos cruzados. Como si temiera que de pronto ella se arrepintiera de su promesa y se marchara
Samantha entró esa tarde al bar como si fuese una reina llegando a su castillo. Se había vestido con gran elegancia y no iba acompañada por dos guardaespaldas, sino por seis y afuera habían quedado cuatro más. También iba con ella su amiga Jenny.Todos la veían con curiosidad sin atreverse a cruzarse en su camino. De lejos Deborah la veía con odio, aunque en esa ocasión no se animó a cuchuchear con sus amigas para molestarla.Solo McGraw se animó a acercarse cuando la mujer llegó a la barra.—¡Diosa! Llegaste temprano —la saludó con sonrisa chispeante.Ella también sonrió aunque con arrogancia.—McGraw, quiero presentarte a Jenny Carpenter. Ella será la coordinadora de los espectáculos musicales que realizaremos en el bar. Se encargará de los artistas y sus contratos, así como de los técnicos de sonido e iluminación.—Oh, mucho gusto, preciosa. Un placer conocerte —dijo a Jenny y estrechó su mano—. ¿Comenzará a trabajar hoy?—Sí. Llamé a algunos artistas para entrevistarlos y ella se
Esa noche, al regresar del bar, Robert se mostró muy interesado en cómo se había desarrollado el día para Samantha. La interrogó sobre cada cosa sucedida para verificar que no hubiese ocurrido otro incidente.La mujer se sintió extraña por el interrogatorio, ya que no lo sintió como una intromisión, sino como un interés real del hombre hacia ella. Algo que jamás le había sucedido.Nadie en su familia, excepto su hermano Michael en contadas ocasiones, o su amiga Jenny, habían mostrado preocupación por lo que podría ocurrirle.Eso la hizo entrar a la mansión con mejor actitud mientras seguía en silencio a Robert hasta la habitación que ahora compartirían. Estando dentro, ambos se miraron a las caras algo desconcertados.No sabían cómo comportarse ahora que pretendía actuar como un matrimonio común.Para escapar del León, Samantha tomó su camisón de dormir y se refugió en el baño. Cerró la puerta y apoyó la espalda en la madera, para respirar hondo y así serenar a su agitado corazón.—Tr
Samantha llegó esa noche al bar con mayor ánimo. Le había encantado el almuerzo que había compartido con Court y conocer la faceta de Robert de hombre trabajador, encargado de cuidar no solo del buen desarrollo de las construcciones que llevaba a cabo para que el cliente quedara satisfecho, sino de los cientos de empleados que tenía a su disposición.En una ocasión él intervino diciendo que el éxito de su trabajo dependía no solo de la alegría del cliente, sino también la de todos los hombres y mujeres que dependían de su empresa.Eso hizo que ella lo mirara de una manera distinta y sintiera admiración por él. Fue tanta su impresión que no paró de contarle a Jenny lo que habían hablado ese día durante el almuerzo, como si se tratase de un enorme descubrimiento.—Vaya, entonces el León no es tan malo como dicen.—Tiene un carácter difícil y es en extremo desconfiado, pero en el fondo parecer ser bueno. Solo que lo han herido muchísimo.—¿Y has averiguado algo más de él, de esas tantas