Isabella
Meses después….
― ¿Qué es lo que haces? Tienes que tomar un vuelo y regresar a casa, a tu casa, con tu familia―ordenó Julio al otro lado de la línea, se escuchó quejas, luego escuché: “Yo hablo con ella” solté un suspiro al escuchar a Esteban. ― ¿Isa?
―Aquí estoy. ―contesté en un tono bajo, deprimido.
― ¿Ya mandaste solicitudes de trabajo en línea? Ponte a hacer eso, no por qué desde que llegaste a esa empresa y te hiciste la mejor empleada, no podrás serlo en otro lugar.
―Regresaré a casa. ―dije finalmente.
―No, lo que harás es darte una ducha, imagino que estás recostada en el sillón de tu departamento y comiendo helado. ―torcí los labios y dejé de mala gana la cuchara en el bote casi vacío de helado.
―Es mejor regresar. No he podido aplicar como una administradora, hay mejores que yo.
―Encontrarás un trabajo aunque sea de otro oficio, pero no te rindas. ―escuché a Luis cerca. “Déjame hablar con ella también” cerré los ojos, no quería llorar con él. ― ¿Estás? ―era Luis.
―Sí.
― ¿Qué es lo que quieres hacer? ¿Venirte a trabajar a la panadería de la familia o seguir luchando por tu sueño?
―Quiero llorar, estoy ahogada financieramente, quiero tomar lo último que queda y largarme de este país.
―Tenemos ahorros, podemos mandarte para otro mes de renta y para tus servicios. Si en ese mes no encuentras, regresa con nosotros. Veremos que se nos ocurre hacer para que te mantengas activa.
―Gracias…en serio que gracias a los tres. ―después de despedirme de ellos con el altavoz, escuché sus buenos deseos. Me di un baño, me puse bonita y miré la sala en busca de mi laptop, lo encontré debajo de una montaña de ropa sin doblar, la conecté cuando estuvo casi de acabarse la batería. ― ¿Qué es lo que harás, Isa? ―toda la tarde me dediqué a enviar solicitudes en línea por todas las empresas de Toronto, desde mi lugar podía ver el hermoso paisaje, como me había ido bien hace ocho meses atrás, pude ahorrar para buscar un departamento, pero todo era caro en la ciudad. Este lugar, había sido una ganga. Sonó una notificación de mensaje, cuando lo vi, era Julio:
“¿Ya enviaste las solicitudes de trabajo?” ―mi hermano Julio volvió a preguntar, solté un suspiro de cansancio.
―"Si, por veinteava vez, si, Julio. Deja de ponerme más nerviosa de lo que ya estoy” ―Julio envió un sticker con un dibujo animado con los labios en desaprobación. Hace una semana se habían enterado de mi real situación aquí en Toronto, Canadá. La empresa para la que había trabajado y con la que me había ido bastante bien, me habían finalizado el contrato antes de tiempo por problemas, estaban en proceso de declararse en bancarrota. Así que fui una de las afortunadas de obtener un poco más de dinero para sobrevivir unos meses en lo que encontraba un trabajo. Pero ya son tres meses que no podía encontrar un trabajo para lo que había estudiado. Miré mi departamento, si seguía a este ritmo, tendría que terminar por vender los muebles y mi adorada televisión de casi setenta pulgadas que estaba empotrada en la pared frente a mí. Me volví a cubrir con la frazada y miré la pantalla, esperando leer una notificación de correo de alguna entrevista o algo.
El tono de mi celular sonó a lo lejos, estaba bocabajo sobre mi sofá, mi boca entreabierta, un pie colgaba en el aire mientras la canción de Maroon five con “Sugar” se detiene, me removí para acomodarme de nuevo, tiré de la frazada y me cubrí hasta la barbilla, pero esta dejó descubiertos mis pies. De nuevo sonó mi celular, entreabrí mis ojos, estiré mi mano sobre la mesa del centro de la sala, el celular vibró al ritmo de la canción, lo tomé y con los ojos cerrados deslicé el dedo para contestar a la persona inoportuna que llama tan tarde.
―Aquí Isabella Sánchez, ¿Y allá? ―mi voz era adormilada.
―Señorita Sánchez Figueroa, mi nombre es Eleonor Bruce de Empresas Ashgar, hemos recibido su solicitud en línea, ―abrí mis ojos mucho más cuando escuché eso, me senté de inmediato de un movimiento―Tenemos una vacante solamente para el día de hoy, tomamos en cuenta ya que es recomendada por…―hizo una pausa―Sophia Maxwell, anteriormente era la jefa de contabilidad y finanzas de WB Automotriz, la entrevista es dentro de una hora.
―Sí, claro, en una hora―miré el reloj de la pared, entrecerré mis ojos adormilados al ver que son las cinco de la mañana. No era de noche, me había quedado dormida toda la tarde de ayer y la noche, “Dios, he dormido como un oso a punto de invernar”, me aclaré la garganta de inmediato.
―Perfecto, la espero en una hora. Gracias―dijo amablemente la mujer del otro lado de la línea.
―Gracias a usted―terminó la llamada, miré alrededor de la sala, estaba la televisión sin programación. ―Ahora ya cortaron el cable. ―torcí mis labios. Pensé rápidamente en que podría ponerme, miré mi pijama de animales, suspiré y me intenté despabilar para despertar bien, tecleé rápidamente un mensaje al grupo de mensajería de la familia y les conté lo que acababa de pasar, todos contestaron que diera todo de mí y que si no aprobaba, que podría haber otro, pero que no me desanimara. Decido desayunar antes y rápido, mi mente es un tornado de imágenes de lo que podría ponerme para la entrevista, había ropa que…por mis kilos extras, ya no me quedaba del todo bien. Pensé que eso tenía que terminar, caminaría más y me ejercitaría por las mañanas o al llegar si conseguía el trabajo, me levanté y me dirigí a la cocina revisando lo último que me quedaba de comida, preparé un café súper cargado, luego tomé las últimas piezas de pan para tostar con mantequilla de maní, en lo que se hacía, corrí a mi habitación en busca de un cambio de ropa decente y presentable. ¿Por qué no puse a la mano ropa en caso de que me llamaran? ―Por qué no pensabas que te fueran a llamar tan pronto… ―solté un suspiro y metí velocidad a lo que iba a hacer. El celular sonó y cuando me di cuenta de quién era en la pantalla, cerré los ojos apretándolos fuerte, luego los abrí para contestar. ―Buenos días, Luis.
―Isa, buenos días, hagamos una pequeña oración para que te tranquilices, tengas un poco de fe en ti misma en que vas a lograr esta entrevista.
― ¿Ahora? Tengo que estar en una hora en el edificio, no tengo auto así que toca correr a la de ya y me falta para prepararme.
―Cinco minutos, ―dijo mi hermano. ―Cierra tus ojos y toma aire y luego suéltalo para que tu cuerpo se relaje. ―Realmente no lo estaba haciendo, lo puse en altavoz y seguí en el armario, elegí un conjunto de ropa de dos piezas, saco y falda estilo lápiz de tubo en color azul marino. ―Dios, dale sabiduría a mi hermana Isabella para que….―escuché a lo lejos.
―Perdóname, hermano, pero llegaré tarde. ―murmuré eligiendo las medias, los zapatos de tacón alto y la ropa interior.
―Amén. ―dijo Luis al otro lado de la línea.
― ¡Amén! ―dije llegando a tiempo a la llamada.
―Bien, ¡Nos cuentas como te va! ―exclamaron los tres a lo lejos.
― ¡Gracias! ¡Que vendan mucho pan! ―contesté, luego terminé la llamada. Entré como rayo al baño, me di una súper ducha rápida y al salir, mi rutina de cremas, masajes y cinco minutos después, estaba intentando meterme en mi traje de dos piezas. ― ¡No puede ser! ¿Tanto he subido de peso? ―me miré en el espejo, estaba bastante adherida a mis caderas la falda, ―No debiste de aprender a hacer pan, Isa. ―me quejé entre dientes. Como pude subí el cierre de la falda, luego la blusa estaba de “Mírame y no me tientes” pero era lo mejor de mi armario, había vendido mi ropa hace semanas atrás, quedándome con lo mejor de mi armario para posibles trabajos, ahora, por vagar en el sillón con helado todos los días… había subido de peso. ―Tu puedes…―me refería a los dedos en los botones de mi blusa, si me encorvaba, estos se soltarían como pelotas de golf contra quien esté frente o cerca de mí. Recogí mi cabello negro en un moño bajo, bien relamida, sin un cabello fuera, un maquillaje sencillo, luego tomé mi celular y la bolsa, encontré las llaves del departamento y salí a toda prisa. Esperando poder llegar a tiempo, venía del lado de la ventanilla mirando los letreros de las calles, luego a la pantalla de mi celular, me había señalado que estaría ahí en menos de diez minutos, eso era bueno, ya que todavía tendría cinco minutos antes de que se cumpliera las seis de la mañana.
Caminé la cuadra antes de llegar al gran pero intimidante edificio de cristales, el nombre en lo alto “Ashgar Export” tomé una bocanada de aire y lo solté entre dientes, había gente que estaba entrando al edificio. ―Respira, tú puedes. ―caminé al interior y cuando crucé aquellas puertas giratorias, me quedé impactada con la belleza del lugar, había un lobby gigantesco, techos altos con ventanas que no se podían ver del exterior al interior, ahora desde mi lugar, podía ver el tráfico de la ciudad esta mañana.
―Buenos días, ¿Puedo ayudarle en algo, señorita? ―una hermosa mujer alta, rubia y con un traje bien planchado, me sonrió amablemente.
―Buenos días, sí, vengo a una entrevista, soy…―me aclaré la garganta―Soy Isabella Sánchez Figueroa, me citaron a las seis para entrevistarme.
―Muy bien, ¿Recuerda el nombre de quien la llamó? ―preguntó educadamente.
―Eleonor Bruce. ―ella alzó sus cejas con sorpresa y luego se repuso.
―Vienes a entrevista de asistente personal del señor Ashgar. ―arrugué mi ceño.
―No, creo que ha sido un error, vengo a una entrevista como una administradora. ―ella arrugó también su hermosa frente, mi celular vibró en el interior de mi bolsa.
―Bueno, puede tomar aquel elevador, ―me señaló uno por donde estaban entrando varios empleados, estaba sorprendida que a esta hora estuvieran entrando a trabajar. ―Y presiona el último botón. Es presidencia. Ahí encontrará a Eleonor Bruce.
―Gracias. ―caminé intentando estar derecha para que los botones de mi pecho no salieran volando. Entré junto con otros que según avanzaba el elevador, bajaban en sus pisos, hasta que me quedé totalmente sola. Las puertas se abrieron cuando llegué al último piso, una señora con gesto serio arqueó una ceja y me dio un repaso. “Sé qué podría reventarle un ojo si un botón saliera volando en este momento” pensé, me sonrió y luego suspiró.
―Bienvenida, ¿Eres…Isabella Sánchez Figueroa? ―afirmé. ―Puedes seguirme, el mismo señor Ashgar te va a entrevistar.
Isabella ―Pero antes de que la lleve con él, ¿Trae consigo sus documentos completos? ―preguntó la mujer, yo asentí y lo saqué de mi bolso estilo portafolio –dos en uno—, se los entregué y en lo que lo daba una revisión, miré el lugar, desde que había cruzado las puertas del elevador se sintió el ambiente frío, aun así, lo sentí debajo de mi saco del conjunto. “¿Qué tenían calor?” Estábamos en otoño y esto pareció un congelador minimalista y con cuadros con pinturas extrañas. ―Bien, sígame. ―la seguí intentando no encorvarme por los botones de mi blusa y no abrir muchas las piernas al caminar para no romper la falda, “Dios mío, que no mate a nadie con un botón hoy” nos detuvimos frente a las puertas dobles. ―Cada vez que llegues a entrar con el señor Ashgar, tiene que tocar dos veces, así como lo haré, y esperar que le dé la confirmación de que puede entrar. ―Bien. ―asentí entendiendo lo que me estaba diciendo. ―No puedes tocar más de dos. Y hay una cámara de seguridad ahí misma. ―mi
Isabella Empresas Ashgar Export ―No es nada del otro mundo este trabajo, solo lo que tiene es que debes de tener un paso delante de mí. ―arrugué mi ceño por un momento. ―No importa que no tengas experiencia, para ser sincero, ―se pasó una mano por su rostro y luego me miró―Estoy teniendo bastante dificultad para tener una asistente personal, sé qué mi secretaria lo está saboteando porque quiere que dependa de ella, pero no le daré el gusto. ―alcé mis cejas con sorpresa. ―Así que estarás a prueba un mes como mi asistente personal. ―Gracias, señor. ―dije tranquila, pero por dentro estaba emocionada por qué realmente iba a tener trabajo, aunque no como administradora, pero… ¿Cuánto gana una asistente? Dios, espero que pueda ayudarme el sueldo a volver a levantarme económicamente. ―Pasa con Eleonor para que te dé toda la información que necesitas para poder cumplir con las obligaciones del puesto y…―levantó su mirada oscura dando un repaso, luego se cruzó con la mía entrecerrando sus o
IsabellaMe quedé impactada con lo que mis ojos estaban leyendo, “Contrato permanente” cuando levanté la mirada en dirección ahora a mi nuevo jefe, él estaba enfrascado en una conversación en árabe y aunque sabía el idioma intenté no prestar atención hasta que se refirió a mí.“Es mi nueva asistente, así que si te pregunta mi madre dile que fue muy difícil encontrar a alguien con una con buenas referencias y confiables.” El hombre asintió y sonrió, desvié disimuladamente mi mirada, mi corazón se agitó con fuerza al ver el sueldo, tengo que hacer una exhaustiva investigación para saber cómo ser la mejor en este puesto. Lo firmé sin duda alguna y luego esperé a que terminaran la conversación, al hacerlo, le entregué al hombre mi contrato.— ¿Está todo bien, señorita Sánchez? —preguntó mi ahora jefe, el señor Ashgar. Asentí educadamente. —Bien, hay un baño en esta planta, sale y a la derecha al final lo encuentra, cámbiese y tire ese conjunto que tiene puesto. —alcé mis cejas y él se per
IsabellaAl final no había podido seguir con los siguientes puntos por qué le habían llamado al señor Ashgar y era de larga distancia, me dio indicaciones para que me quedara en mi lugar y así fue. Revisé el folder y encontré la lista de los contactos primordiales de él, así como los números de emergencia, los restaurantes que suele comer o pedir a domicilio. Solté un suspiro al ver que era bastante lo que necesitaba aprender con urgencia. Llegó la hora del almuerzo y seguí leyendo.―Veo que te estás esmerando para ser la asistente del señor Ashgar. ―dijo la secretaria frente a mí, la mujer se veía que era de armas a tomar, pero lo que ella no sabía era que yo también, y aunque haya firmado ya un contrato permanente, lucharía para permanecer todo el tiempo posible y que el señor Ashgar me necesite más que esa mujer. Le puse una sonrisa amable, pero ella no sabía que fingida.―Sí, se ve que está fácil, es cuestión de memorizar números, nombres y apellidos.―No solo es memorizar, es ten
IsabellaEstaba en total shock cuando sus palabras salieron de su boca. “Vaya, este trabajo es el soñado de cualquier persona” Sueldo, prestaciones y ahora este plus, un auto nuevo.— ¿Está bien? —preguntó el señor Ashgar, asentí de inmediato y bajé con cuidado del auto para quedarme a cierta distancia por educación.—Gracias, señor Ashgar, es solo que es algo elegante para ser un plus. —él arqueó una ceja.—Todos mis empleados más cercanos, de entera confianza, tienen un plus. —alcé mis cejas y asentí lentamente.—Gracias, señor Ashgar.—Solo llámame «Señor». Mañana podrás empezar a usarlo. —asentí recordando lo de las reglas.—Sí, señor. —me hizo señas de que cerrara la puerta del auto y lo siguiera.— ¿Y dónde dice que vive? ¿Está cerca de la empresa? —preguntó curioso al parecer. Seguí caminando detrás de él.—A unos veinte minutos en autobús. Vivo en la zona de Rockville. Tengo un departamento.—Oh, ya sé dónde. Tienen buena vista a la ciudad. —Noté la sorpresa—Es una buena zona,
Isabella El señor Ashgar se retiró dejándome ahí de pie haciendo un gesto formal de despedida en medio de mi sala, tenía el corazón latiendo a toda prisa, todo era tan extraño y demasiado bueno que necesitaba una dosis de realidad. Llamé a mis hermanos en México y cuando les he contado todo lo que estaba actualmente pasando, se han quedado pasmados, intrigados, preocupados y pensaban igual que yo: “Era demasiado bueno para ser cierto” Julio preguntó si no era uno de esos jeques que tenían a su propio personal para desaparecer gente como lo habían visto en las noticias meses atrás, Luis estaba de cierto modo impresionado por el sueldo y las prestaciones, pero pensaba igual, era como sacarse la lotería de manera inesperada. —Pero ya has firmado y ya no hay vuelta atrás, y es mejor andar con pie de plomo con ese tipo de gente, Isa. Tienes que tener muchísimo cuidado, no quiero despertar una mañana y no saber de ti. —dijo Julio, solté un largo suspiro. —Pero debemos de ver el lado bueno
ZaidRepasé mentalmente todo lo sucedido el día de hoy, el escuchar cómo había empezado la oración la señorita Sánchez con “Dijo la señora Bruce…” me hizo molestar. No iba a dejar que mi madre y la señora Bruce ganaran en mi territorio. Así que había decidido llevar a mi asistente conmigo a la boda de mi hermano en Abu Dabi, y así no llevar a la señora Bruce. No entendí por qué tanto afán por inmiscuirse en mi vida. ¿Creía que faltaría a mi palabra de casarme con la hija menor de uno de los jeques más importantes de Dubái? Cuando daba mi palabra, la cumplía.Durante la noche, me había paseado por mi jardín como solía hacerlo cuando estaba estresado, tomaba un poco de aire y así tranquilizaba mi mente. Sabía que tarde o temprano tenía que enfrentarme a todas mis responsabilidades familiares y que empeoraría más mi relación con mis padres de lo que ya estaba, era el menor de cuatro, el mayor estaba soñando con tomar el lugar de nuestro padre, el del medio, estaba a punto de casarse y su
Isabella Durante el trayecto al aeropuerto, revisé las horas de vuelo, así como el clima en Dubái. Estaba emocionada de que iba a conocer hermosos lugares, rascacielos impresionantes y claro, a la familia de mi jefe. El solo recordar las costumbres y tradiciones de los árabes, me provocó un poco de emoción e inquietud. “¿Y si falto al respeto sin darme cuenta?”, negué de inmediato, me dedicaría a aprender más de su cultura y evitar cualquier error. — ¿Está nerviosa? —preguntó mi jefe, levanté la mirada de la pantalla de mi celular y lo giré sobre mi regazo. —Un poco, señor. —confesé, pero seguí de manera profesional, sentí como mi tripa se removió implorando un poco de alimento. Por su arqueo de ceja podría jurar que se ha escuchado, me aclaré la garganta y desvié la mirada por la ventanilla, avergonzada y llevándome la mano a mi estómago, no quería ver su rostro, intenté controlar los nervios y entonces escuché ruido de papel, cuando regresé la mirada, él, en todo su pose elegante